Tu sumisa esclava 3
Escrito por Nenapeke
- Verás, Adela. Mis necesidades sexuales son muy especiales. He tenido muchas parejas pero nunca me casé porque exijo a mi pareja una entrega total. No necesito una esposa ni una compañera, lo que preciso es una sumisa, una esclava. Una esclava a la que tratar como me apetezca, sometiéndola y castigándola, pero también amándola a mi manera. Tan solo así consigo la satisfacción. Quiero ser muy claro y totalmente sincero contigo. Daré mi amor a la que se someta totalmente a mi voluntad. No empezaré una relación contigo ni con ninguna otra sin que se acepte esta norma pues otra cosa no me sirve. ¿Lo entiendes? Me gustas y estoy dispuesto a aceptarte, ¿pero aceptarías tú ser mi esclava?
Me quedé pensativa. Arturo me atraía, ¿pero ser su esclava…? Eso era pedir mucho. Es cierto que yo no tenía nada y que mi vida era realmente dura, cualquier otra podía ser mejor, ¿pero perder totalmente mi autonomía y mi poder de decisión…? También es verdad que él era encantador y que había dicho que me amaría, ¿pero y si su forma de amarme no me gustaba? La decisión era difícil. Además los amos poseían también la vida de sus esclavas, ¿y si decidía matarme…?
- Arturo, tú me gustas y has hecho más por mí que ningún hombre. Mi deseo era agradecértelo con una noche de sexo maravilloso. Tal vez con más de una. Lo que me acabas de decir me ha dejado pensativa. Mi vida es muy dura y me siento cansada. Te he confesado que agradecería dejarme en manos de alguien que llevara mi vida y me liberara de mi pobreza. También reconozco que siempre me ha gustado el sexo duro y que he fantaseado con la dominación, pero no sé si me gustará ser esclava, si podría soportarlo y, lo que más miedo me da, si mi vida estará en tus manos.
- Comprendo tus dudas. Como te dije, te amaré a mi estilo y serás muy dichosa, te lo prometo. Puedes estar segura que tu vida no estará en riesgo. Te castigaré, te azotaré llegando incluso a producirte alguna herida y decoraré tu cuerpo, pero ni tu vida ni tu salud estarán en riesgo, te lo juro. En cuanto si te gustará o si podrás soportarlo, solo puedo decirte que creo que sí te gustará, pues está clara tu inclinación sumisa y podrás soportarlo porque eres fuerte y porque disfrutas con el dolor. Estoy seguro que serás muy feliz si te decides a dar el paso y ofrecerte para que te acepte como esclava..
- ¿Pero y si finalmente no me acostumbro o no lo soporto? ¿Qué pasará entonces? Mi vida sería un infierno y me asusta esa posibilidad.
- Si tu voluntad y tu decisión es firme lo lograrás, puedes estar segura. Creo que juntos ambos seremos muy dichosos como Amo y esclava. Lo que puedo ofrecerte es posponer un mes la formalización de nuestra relación. Redactaré un contrato en el que estarán reflejados los deberes y los límites de nuestra relación. Si lo firmas, serás mi esclava de por vida, pero podrás rechazarlo ese día y serás libre para hacer lo que quieras con tu vida. Eso sí, si lo rechazas no hay vuelta atrás. ¿Te parece bien? ¿Esto te tranquiliza más?
- Sí, Arturo, me tranquiliza y me da fuerzas para tomar mi decisión. Una pregunta más, ¿todo el mundo tiene saber que soy tu esclava? ¿Las personas que me conocen –mi hijo principalmente- tienen que saberlo? ¿Deberé comportarme como tú esclava también por la calle o en lugares públicos?
- Todo eso quedará fijado en el contrato, pero te lo adelanto. En realidad serás mi esposa pues nos casaremos al día siguiente de firmar el contrato de sumisión absoluta. Por la calle te comportarás con el máximo respeto obedeciendo mis órdenes. No deseo dar un espectáculo ni provocar un escándalo público, pero sí que te pondré en situaciones digamos que “comprometidas”. Con lo vergonzosa que eres seguro que lo disfrutarás. Como te he dicho, para todo el mundo serás mi muy devota y obediente esposa y tan solo estarán al corriente de tu estado de esclavitud las personas que yo estime desee. Tu hijo lo sabrá en su momento.
- Arturo, debo reconocer que todo esto me tiene muy excitada. Solo de pensar en tener que cumplir todo lo que me ordenes, sea lo que sea, me tiene, perdona la expresión, “cachonda perdida”. Tengo las bragas empapadas…
- Pues eso no se volverá a producir porque jamás volverás a llevarlas.
- ¿Jamás? Oh, eso va a ser muy duro para mi… Bueno, lo he pensado y… creo que sí… que acepto. ¡Que sea lo que Dios quiera! … Arturo, te ruego que me aceptes como tú humilde esclava.
- Muy bien, Adela. Te acepto como mi esclava por los próximos treinta días. A partir de ahora me llamarás Amo aunque podrás tutearme. Cumplirás todas mis órdenes al instante y sin pensarlo en absoluto. Cualquier retraso en la obediencia será merecedor de castigo. Te exigiré que siempre te esfuerces al máximo para cumplir lo que te mando y te castigaré si considero que podrías haberte esforzado más. Con el tiempo comprobarás lo gratificante que será para ti verme satisfecho contigo. Te azotaré no solo como castigo sino también como forma de educación e incluso como simple diversión tan solo porque me apetezca. Bueno, esa va a ser tu vida. A cada momento te iré informando de las normas de conducta, vestuario, posturas, y demás… Pero eso será mañana, cuando hayamos recogido tus cosas y estemos en mi casa. Esta noche voy a hacerte el amor por última vez como mujer libre…
¡Qué bien! Por fin acaba esta tortura. Mi Amo llegó hace unos minutos y ha estado viendo como los clientes me usaban. Acaba de decir que en cuanto acabe de usarme el empleado que me vigilaba nos iremos. El dueño del sex-shop está felicitando a mi Amo. Le dice que lo probaron hace dos días con otra mujer pero que no aguantó ni una hora. Yo llevo casi cuatro… Me duelen las nalgas porque me han dado muchos azotes en ellas. No entiendo el placer que obtienen con ello. También me duele la parte de atrás de la boca de tanto golpear ahí con sus pollas…
El ano también me escuece un poco a pesar del lubricante que me han estado poniendo.
Ya ha acabado. ¡Por fin! Sueltan los cepos… me incorporo… también las correas de los tobillos… Me duelen los riñones de estar tanto tiempo en la misma postura y la parte de atrás de la cabeza de tanto dar contra el cepo en sus embestidas a mi boca. Menos mal que estaba acolchado que si no me habrían roto la cabeza… les hago señas para que me quiten el aparato que mantiene mis mandíbulas totalmente abiertas… El empleado se acerca a quitármelo…
- No, déjala así. Antonio me lo ha regalado y me gusta verla así. Además no nos va a ver nadie. Bajaremos al parking directamente e iremos a casa. Sí déjala así.
Maldición. Me duelen mucho las mandíbulas… Necesito relajarlas, pero no puedo hacer nada más que mantener mi vista fija en la pared como le gusta a mi Amo.
Me traen la gabardina para que me la ponga. Parece que nos vamos ya… pero no. parece que esperamos algo. Una mujer entra. Es muy joven, pequeñita y muy rubia. Viste un vestido muy corto y casi transparente, pues se puede comprobar que debajo no lleva nada.
- Don Arturo, soy Emma. Antonio me ha dicho que estaré a sus órdenes hoy y mañana. Estoy a sus órdenes…
Así que es eso. El dueño le agradece a mi Amo mi “trabajo” dejándole a una de sus putas…
- Muy bien, Emma. Nos vamos. Acompáñanos.
Nos metemos en el coche, ellos delante y yo detrás. Le doy las gracias a mi Amo cuando cambia de opinión y decide quitarme el maldito aparato de la boca. ¡Qué alivio! Me duele mucho y masajeo la zona para que se recupere cuanto antes.
Llegamos a casa y nos lleva a la cocina…
- Voy a daros instrucciones pues tengo que salir. Volveré a las diez de la noche. En este tiempo vais a comer algo. Preparaos lo que queráis. Emma, ponte un uniforme como el de mi esclava y luego tenéis dos horas para limpiar la casa. Después bajáis a la sala de juegos del sótano y os ponéis a haceros el amor mutuamente. No quiero que paréis ni un solo momento, ni para mear, lo hacéis en la boca de la otra. ¿Está claro? Quiero que os hayáis corrido al menos tres veces cada una cuando vuelva. Ahora, vamos, empezad. Yo tengo que marcharme.
Voy con Emma al armario de mis uniformes. Además de mi ropa, hay otros tres conjuntos también en negro un similares pero un poco diferentes pues son de tejido elástico para que puedan adaptarse a mujeres de diferentes tallas. De esa manera su corsé le aprieta menos que a mí. Mejor para Emma. Emma parece una buena chica, un poco tonta pero buena persona.
Me viene a la memoria la primera vez que hice el amor con una mujer. Todavía no había transcurrido el primer mes antes de la firma del contrato de esclavitud. Una tarde mi Amo me ordenó acompañarle porque quería encargarme ropa.
- No, no te pongas la gabardina que hace calor, ponte encima el vestido blanco. Venga, date prisa que me están esperando.
Fui a mi armario y me lo puse. El vestido blanco es un vestido muy sencillo y que me sienta muy bien pero para mí vergüenza es casi transparente. Como además debajo debía llevar el uniforme de color negro, el conjunto era muy llamativo: una mujer alta, delgada, con un vestido blanco bajo el que se transparentaba un corpiño, un liguero y unas medias negras. Se notaban perfectamente tanto los pezones, a los que no cubría el corpiño, y los pelos de mi sexo.
- Amo, no puedo salir así. Se me ve todo…
- ¿Ya estamos otra vez con tu vergüenza? ¿Quieres que vuelva a castigarte? Vamos, no me hagas perder tiempo.
- Pero Amo… la gente… se van a dar cuenta. ¿Y si me para un policía?
- De eso me encargo yo, pero nadie te parará. Lo más que harán será mirarte y con eso no pasa nada. Vamos, no lo vuelvo a repetir.
Monté junto a él en el coche y salimos. Conducía muy deprisa.
- Como llegue tarde te voy a azotar con la vara las plantas de los pies.
Es un castigo que ya había sufrido y que no quería repetir. Estuve dos días sin poder andar bien.
Finalmente mi Amo paró el coche tras estacionarlo junto a un gran edificio industrial de varias plantas y nos encaminamos hacia el conserje.
- ¿Confecciones RM, por favor?
- Tercera planta. El ascensor está a la derecha.
- Sigue caminando, no te separes de mi –me dijo mi amo- Recuerda, mirada al frente pero no a los ojos de nadie. ¡Y no se te ocurra desobedecerme!
Entramos por una gran puerta de cristal a unas oficinas. Había una gran sala con muchas mesas y gente sentada, otros llevando papeles y algunos hablando. En la pared había varios despachos y al fondo una gran puerta metálica. Se veían alrededor de veinte personas, todas mujeres salvo dos o tres hombres.
Al llegar al mostrador, mi Amo preguntó por la señorita Rosa. La muchacha hizo una llamada telefónica y nos indicó uno de los despachos, al que nos dirigimos. Noté todas las miradas sobre mí. El vestido blanco no hacía sino llamar más la atención sobre las prendas negras. Todos comprobaron que estaba desnuda y vi cómo se daban codazos unos a otros señalándome. A pesar de mis esfuerzos, mi cara estaba totalmente roja. Llegamos al despacho y entramos sin llamar.
- Hola, Rosa. Estás guapísima.
- Muchas gracias, Arturo, Tú también. ¿Es esta la esclava a la que hay que tomar medidas para el traje que nos has encargado?
- Sí, esta es. ¿Qué te parece?
- Está muy bien para la edad que tiene. Ha cumplido los 35, ¿verdad?
- Sí, y los 40 también, pero se conserva muy bien. Todavía estoy educándola, pero hace progresos. Todavía es muy vergonzosa y le cuesta mostrarse. Dice que este vestido no es apropiado para salir. ¿Tú que piensas?
- Es muy bonito y le sienta muy bien. Además se ve perfectamente lo poco que lleva debajo. Seguro que se vuelven a mirarla.
- Ya lo creo, solo tienes que preguntar a tus empleados. Se ha hecho un silencio total cuando hemos llegado.
- Sí, ja ja. Seguro que ha sido así. Les encanta mirar, tanto a ellos como a ellas. Así que es vergonzosa… pues eso no es grave, se puede curar. Arturo, ¿quieres que empecemos con el tratamiento?
- Por qué no. Le vendrá muy bien. ¿Qué has pensado?
- Hay que tomarle las medidas para el traje ¿no? pues se las tomaremos todos, para que no haya errores. ¿Estás de acuerdo?
Mi Amo me ordenó salir y volvimos a cruzar la sala hasta el mostrador de la puerta de entrada. Era la zona más amplia y despejada. Me colocó junto a la puerta de cristal. Rosa llamó a su socia María y a todos los demás empleados que se colocaron en semicírculo a mí alrededor. Rosa empezó a hablar.
- Os he convocado a todos para que me ayudéis con esta clienta que necesita un trato muy especial. Seguro que os habéis fijado en ella al entrar ¿verdad? Bien. ¿A que es muy guapa? Pues ella es muy vergonzosa y no le gusta mostrarse. Vamos a ayudarla a que pierda la vergüenza. Como vamos a hacerle unos trajes, hay que tomarla las medidas y, para que no haya errores, lo haremos todos. ¿Entendido? Bien. Tú, preciosa, desnúdate.
- Pero… yo… aquí… -señalé a la puerta de cristal- todos me verán…
- Pues claro, preciosa, de eso se trata. Vamos… ¡vamos!
Comencé lentamente a quitarme el vestido que cayó al suelo. Idéntico camino siguió el corsé, pero me indicaron que me dejara el liguero y las medias.
Allí estaba yo, desnuda frente a más de veinte desconocidos además de los que pudieran verme a través de la puerta de cristal. Hice ademán de taparme el sexo y bajar los ojos, pero un carraspeo de mi Amo me hizo desistir.
Rosa ordenó a una de las chicas que fuera tomando notas mientras entregaba la cinta métrica a otra para que se acercara a tomarme las medidas. Yo intentaba fijar la vista en la pared por encima de sus cabezas pero notaba sus ojos sobre mí, disfrutando con lo que veían. La voz de mi Amo me ordenó que no parara de mirarles a los ojos a todos, que fuera recorriéndoles con la mirada una y otra vez son parar. Fue muy duro.
Tanto las mujeres como los hombres fueron tomando mis medidas una y otra vez. Algunas solo me rozaban con cuidado, lo imprescindible, otros –y otras- me tocaban descaradamente aprovechando mi inmovilidad absoluta provocando los murmullos y las risas entre los que contemplaban la escena. Hubo un hombre que incluso llegó a penetrarme con sus dedos hasta que las recriminaciones de las mujeres le hicieron desistir. Al final seguía sintiendo vergüenza pero mucha menos que al principio. O eso pensaba yo porque al darme la vuelta para recoger mi ropa vi que había más de treinta hombres que me miraban. Instintivamente me tapé con las manos, pero la orden de mi Amo fue que pusiera las manos sobre la cabeza, que abriera las piernas y que les mirara como a los otros. Fueron los cinco minutos más largos de mi vida hasta que me permitió “vestirme” mientras me miraban.
Volvimos al despacho de Rosa y María también entró.
- ¿Qué? ¿Ya estás mejor? ¿Ves como no pasa nada? ¿Te ha gustado la terapia, Arturo?
- Sí, mucho, y parece efectiva. Tendré que darle más dosis…
- Oye, Arturo –dijo María- Tu esclava me gusta. ¿Podrías dejármela un rato mientras repasas los diseños con Rosa? El espectáculo me ha puesto caliente…
- Pues claro. Es toda tuya. Esclava, haz lo que maría te ordene.
- Pero Amo… yo… nunca he tocado a una mujer…
- ¿No? Pues ya es hora de que empieces. Verás cómo te gusta. Acompaña a María.
Seguí a María por la oficina hasta la puerta de metal. Era el taller. Allí había varias mujeres que cortaban y cosían de manera febril. Caminamos hasta una puerta lateral que daba acceso a una sala con sillones.
- A ver, guapa, desnúdate.
- Señora, por favor… nooo… yo no…
- ¡Vamos! No me hagas repetirlo. Venga, así, muy bien. No, solo el vestido. Bien, déjalo allí. Ahora acércate y bésame.
Yo dudaba en acercarme y lo hacía mirando al suelo.
- Mira, no voy a tolerar más esto. Sé que eres la esclava de Arturo y que si le digo que no me has obedecido te hará lamentarlo. Haz lo que te digo y tal vez lo disfrutes, no me obedezcas y lo sufrirás…
Tenía razón. Me gustaba someterme a mi Amo pero no disfrutaba con los golpes. Debía obedecer.
Me acerqué a ella y la besé en los labios. Ella me abrazó e introdujo su lengua en mi boca. No es que me gustara pero no fue desagradable. Mantuvimos el beso unos minutos en los que sus manos recorrían mi espalda y sobaban mis nalgas. María llevó mis manos hacia sus ropas para que la desnudara. Era preciosa. De unos 30 años, casi tan alta como yo, rubia y con unos ojos muy bonitos. Me llevó hasta uno de los sillones donde me hizo tumbarme.
- Como va a ser tu primera vez, no creo que sepas muy bien lo que espero de ti. Por eso te lo voy a hacer primero yo a ti para que aprendas. Toma buena nota ¿eh? ¡Qué curioso!, nunca pensé que desvirgaría a una mujer.
Y con ese comentario hundió su cara entre mis piernas que me había hecho separar. El contacto con su húmeda lengua fue eléctrico. Descargas de placer recorrieron mi cuerpo. Fito me lo había comido muchas veces pero no se parecía en nada a lo que María me estaba haciendo. Notaba como sus manos recorrían mis pechos, pellizcaban mis pezones, acariciaban mis muslos y penetraban mi vagina. En muy pocos minutos sentía uno de los mejores orgasmos de mi vida.
La cabeza me daba vueltas. Estaba mareada del placer recibido. Cuando me recuperé, María estaba tumbada en otro sillón y me llamaba. Me arrodillé entre sus piernas y comencé a repetir lo que ella me había hecho, tratando de tocar y de lamer de la misma forma. Nunca había tenido una vagina tan cerca de mi cara y mucho menos la había tocado –salvo la mía, claro- o lamido. Me gustaba su sabor. Los gemidos de placer de María fueron subiendo en intensidad indicándome lo que le gustaba que le hiciera hasta que su cuerpo se arqueó con un intenso orgasmo. Aún no se había repuesto María cuando la puerta se abrió a nuestras espaldas…
- Vaya, veo que aprendes rápido. ¿Qué tal, María? ¿Satisfecha con mi esclava?
- Ya lo creo. Es buena, ¡muy buena! Lo siento, Rosa, perdóname, no quería que te pusieras celosa. Te quiero a ti pero…
- No pasa nada, “guarra” (lo decía en broma y con la sonrisa en los labios) Ahora voy a disfrutarla yo y ya hablaremos tú y yo esta noche en nuestra cama… Puedo ¿vedad, Arturo?
- Pues claro.
Rosa se tumbó e hizo que me colocara de forma invertida para hacernos un 69. Era muy agradable y perturbador acariciar mientras recibía caricias.
- Me habéis puesto cachondo con vuestros juegos. Me voy a unir a la fiesta si me permites, Rosa.
Un gruñido de aprobación salió de la garganta de Rosa y al momento notaba la punta de la polla de mi Amo entrando en mi ano. Apenas noté nada bien sea por la lubricación de las bocas, por la excitación que ahora sentía o por ambas cosas pero su polla entró con total facilidad. Mantuvimos la actividad hasta que todos los corrimos. Primero lo hice yo pues si al placer de la lengua de Rosa se unía el de la polla de mi Amo en mi culo el orgasmo era inevitable. Luego lo hizo Rosa y, antes de que se pudiera quitar de debajo, lo hizo mi Amo. Cuando salió de debajo de mí, Rosa tenía la cara manchada con el semen. A pesar del asco que todavía me daba limpié su cara con mi lengua tragándolo todo.
Un gran aplauso se oyó en la habitación. Estábamos rodeados por todas las mujeres del taller que nos felicitaban excitadas por el espectáculo que habían presenciado. Volví a sentir vergüenza aunque ahora en menor medida. Poco a poco me estaba acostumbrando a que me vieran desnuda e incluso a que me vieran follar.
Emma y yo llevamos casi dos horas haciendo el amor. Son más de las 8 y media. Falta algo más de una hora para que vuelva mi Amo. Hemos estado limpiando la casa como nos ordenó. Emma se ha mostrado muy curiosa sobre mi situación de esclava, como había llegado a ello, como era mi vida y todo lo relacionado. Por su parte, ella tiene 26 años y es puta vocacional. Proviene de una familia de clase media, sin problemas económicos. Ha terminado sus estudios pero ha decidido meterse a puta de manera totalmente libre y consciente. Vive con Antonio y son pareja. Dice que no es su chulo porque no se queda con el dinero que ella gana, pero sí que le obedece cuando, como en esta ocasión, Antonio le ordena irse con alguien. Gana mucho dinero que guarda en el banco en una cuenta que está solo a su nombre. No se cansa de hacer sexo todo el día. Le gusta todo, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, sexo suave y sadomasoquismo. Tanto su vagina como su ano son increíblemente elásticos. Parecen muy estrechitos al comienzo, pero yo he tenido mis dos manos completamente dentro de sus orificios al mismo tiempo con gran placer por su parte sin mucho esfuerzo. Ha llegado a tener varios orgasmos en cadena que casi me han hecho daño en las muñecas de las convulsiones.
Es muy dulce cuando me hace el amor y ha conseguido que me corra cuatro veces. Ahora me la estoy follando por el culo con un arnés. Dice que es lo que más le gusta. Me ha estado contando algunas de sus experiencias. Aunque es bastante joven ha follado mucho. Sobre todo hemos hablado de follar en grupo, lo que se suele llamar “gangbang”. Le encanta. Yo por mi parte le he contado la ocasión que más me ha impresionado de las que mi Amo me ha ordenado participar…
Esto sucedió hace solo unos meses. Una mañana mi Amo me informó que vendrían unas personas a las que debía obedecer absolutamente. Me darían la contraseña de “Alejandría” y debería conducirles al jardín de atrás junto a la piscina. Es una zona amplia, con jardín, varias tumbonas y donde estaríamos muy cómodos y en total intimidad pues está protegida de miradas indiscretas. Me dijo que no me sorprendiera por nada y que cooperara activamente pues era importante lo que iba a protagonizar. No quería quejas sobre mi actuación.
Me quedé muy preocupada. Recibía visitas muchos días, principalmente amigos de mi Amo, pero nunca me había dado tantas indicaciones. Me di una buena ducha poniendo buen cuidado en limpiar bien mis intestinos como me había ordenado y me puse mi uniforme de esclava. A las diez de la mañana llamaron a la puerta. Encontré a un hombre y una mujer. Inmediatamente pronunciaron la contraseña y les franqueé la entrada. Él se quedó junto a mí mientras ella volvía sobre sus pasos y al llegar a la calle hizo un gesto con la mano llamando a alguien. No podía ver a quien porque la valla exterior del jardín era me piedra y me lo impedía. Al momento empezaron a llegar un gran grupo de unos cuarenta chicos y chicas de unos 14 o 15 años. Procuré no mostrar sorpresa como me había ordenado mi Amo, mientras oía los comentarios de los jóvenes sobre mi desnudez. Cuando todos estaban en el jardín de la entrada, cerraron la puerta exterior y me siguieron al jardín de la piscina.
Continuara....
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