LA VAQUITA
Escrito por Lena
Mariano era su empleado más fiel, siendo como era divorciado su dedicación a la empresa era total. Creía, que era el único que sabía de su lesbianismo y de sus peculiares gustos sexuales, al igual que ella de los suyos, aunque algunos empleados algo debían de sospechar, de una mujer de 42 años de la que no se conocía pareja en su vida. Aquella mañana habían estado despachando temas y ya iba a levantarse para salir de su despacho cuando Belén, aparentado que lo hacía por pura cortesía, le preguntó por su hija.
- La verdad es que no está nada bien, a sus diecinueve años ha dejado los estudios y no encuentra ningún trabajo. Estoy muy preocupado por ella, debería ir a un psicólogo, pero no me hace caso. Tiene la autoestima por los suelos, sin amistades, prácticamente no sale de casa, avergonzada de su físico.
- Por dios ¿Tan mal está? Si pudiese le ofrecería un trabajo aquí, pero ya sabes que ahora mismo no necesitamos a nadie, Quizá más adelante, aunque no se si seria bueno trabajar en la misma empresa que tú, su padre.
Se tomó un tiempo aparentando estar pensando en cómo poder ayudar, aunque en realidad por su mente pasaban otras ideas. Una chica joven, con la autoestima por los suelos era. por decirlo de alguna manera, una presa fácil, además le apetecía aquella chiquilla, hermosa a pesar de su evidente gordura.
En El Club, el lugar donde frecuentaba, había una joven de parecidas características que la traía de cabeza pero la había tanteado y ya tenía AMO y, se lo había dejado claro, no sentía ningún interés por las mujeres. Aquella era una, pués, una buena ocasión para satisfacer sus deseos avivados por el hecho de llevar un par de meses sin sumisa.
- Bueno, hay una posibilidad, pero no sé si encontrará que es un trabajo indigno para ella. Necesito una persona de confianza que cmi piso y de mis cosas cotidianas: Que haga la uide de limpieza del piso, pero también la compra, la comida. Todo esto, ya sabes. Le pagaría bien y quizá podría ayudarla a quitarse estas tonterías de la cabeza.
Le sorprendió cuán rápido aceptó Mariano su propuesta, sabiendo lo que sabía de ella, de sus inclinaciones.
- ¡Oh! ¡Sí! No sabes el favor que me harías. Además tu siempre le has caído bien.
- Pues no se hable más, si a ella le interesa la espero, esta misma tarde a las seis, en mi piso.
- Sé qué harás de ella una mujer nueva.
De aquello no debía caber ninguna duda.
La conversación se alargó hasta el punto de que Mariano le confesó sus deseos más oscuros y ocultos… Desearía que haría todo lo posible para que se convirtieran en hechos.
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Cuando le abrió la puerta y la tuvo delante evitó mirar sus pechos, mejor dicho, sus tetas, sus ubres, inmensas, desproporcionadamente grandes. Pensó en lo mal que iba peinada, su media melena rubia, descuidada, sin nada de maquillaje y en su poco criterio en vestirse; unos pantalones blancos y una blusa azul celeste manga corta por encima, intentando tapar sus denalgas.
- Hola Mari, cuánto tiempo sin verte, Qué guapa estás.
La chica se sonrojó. seguro que hacía tiempo que no le decían algo así, si es que alguna vez alguien lo había hecho nunca. Ella sonreía para sus adentros. La hizo pasar y le invitó a conocer cada rincón de su hogar.
- Bueno, ya te habrá contado tu padre lo que espero de ti, sé que no es un gran trabajo, pero te pagaré tan bien como pueda, el primer mes será de prueba y te pagaré ochocientos euros, pero si me satisfaces y seguro que lo harás. te pagaría mil doscientos, dada de alta y asegurada claro.
Tendrás que hacer la compra, te dejaré dinero para ello, y la comida, yo llego a las tres y media, puedes comer antes o conmigo y después ya podrás irte, y si algún día tengo a alguien invitado hacer y servir la cena, pero te pagaré algún extra. ¿Te parece bien?
- Si. Muchas gracias, señora.
- No tienes que darme las gracias, es un trabajo, seguro que pronto encontrarás algo mejor. Pero es lo único que puedo ofrecerte.
- Si te parece bien te incorporarás mañana mismo, pero mañana no quiero que vengas aquí. Como seguro que tendrás que recibir visitas e ir de compras en mi nombre, quiero que mañana vayas a un salón en el que te reservaré hora, te arreglarán el cabello y te harán las uñas y luego te recogeré e iremos a comprar algo de ropa, para ti. Quiero que estés muy, pero que muy guapa, aún más de lo que estas. Pero ahora, siéntate en el sofá y cuéntame de ti. Te traeré algo de beber.
Sabía que tenía que hacer las cosas bien, despacio, ganarse su confianza, aun así, le costaba reprimir las ganas de saborear aquel cuerpo joven y abundante en carnes. Desde la cocina llamó a la peluquería y preparó dos copas de vino blanco, bien fresco, las llevó al salón comedor y se sentó a su lado en el sofá, le era difícil contenerse de mirar aquellas ubres.
- Hoy sirvo yo - dijo sonriéndole- Ya he llamado a la peluquería, te recogeré allí a las once. Pero dime; tu padre me ha contado que sales muy poco de casa. ¿Mal de amores por algún noviete?
- No. No señora, no tengo ningún novio ni algo parecido a ello.
- Vaya, con lo guapa que eres, Con algún que otro chico habrás estado ¿No?
- Bueno, sí. Pero a los chicos no les gustan las chicas como yo. Solo en alguna fiesta, cuando aún iba, alguno que no había podido ligar con nadie, pero luego me ignoraban.
- ¿Las chicas como tú? ¿Qué quieres decir?
- Ya sabe a qué me refiero, las chicas gordas…
- ¿Gordas? Tú no estás gorda, casi no tienes barriga.
- Ya. pero con estos muslos y estos pechos…
- Lo que ocurre es que los chavales jóvenes son unos estúpidos que no saben nada, solo se guían por las modas, los anuncios que ven por la tele. T e aseguro que muchos hombres pagarían por estarcon una joven como tú. Yo misma, si fuese un hombre, no te dejaría escapar.
- Es usted muy amable, señora.
Belén no sabía que le habría contado su padre de ella, quizá la hubiese puesto en alerta sobre sus gustos y tendencias, de hecho, pensaba, esto facilitaría las cosas, en todo caso Mariano era consciente en manos de quien la había dejado.
La chica le hablaba medio avergonzada, con los ojos bajos. Poco a poco se fue abriendo; le explicó cómo se burlaban de ella, como le llamaba vaca, como se sentía de mal con su cuerpo, como no soportaba las risitas de la gente joven y las miradas de los adultos. Tenía los ojos llorosos, cuando ella acarició, cariñosamente, su mejilla.
- Bueno, a mí me han llamado cosas peores, Aún que claro, depende de quién, de cuándo y de cómo. En ocasiones a una le gusta que le llamen según qué cosas.
- Sí, señora, solo que a mí me lo han dicho siempre como burla.
- Estúpidos… Yo nunca te lo diría así…
- Lo sé, señora. Usted es distinta.
No quiso ir más lejos, no creía que fuese el momento. Dejó que la conversación languideciera y se centrara en cosas concretas: Donde le dejaría el dinero, en que tiendas del barrio comprar la comida, darle las llaves del piso, decirle que si tenía ratos libres podía mirar la tele o leer, que podía usar su ordenador sí quería.
- Bueno María, mañana te recojo a las once. ¿Sabes que me gustaría? Qué te pintasen las uñas negras. ¿Lo harías por mi?
- ¿Negras? Sí…Bueno..sí..está bien señora - Sonrojándose una vez más.
Cuando fue a buscarla a la peluquería alabó su belleza, lo bien que le quedaba el peinado y sus uñas negras. Se dirigieron al establecimiento de una amiga suya, donde sabía que encontraría ropa adecuada para ella.
Un vestido negro de mangas cortas, con cinturón, que le dijo podria llevarlo o no según se sintiera más cómoda, un delantal para la cocina, un vestido rojo, de tirantes, para ocasiones más especiales, por ejemplo, cuando tuviera que servir una cena, este tenía un escote de pico, que, sin ser exagerado, dejaba ver algo de regatera de sus tetas y finalmente, venciendo su inicial resistencia, un vestido de punto, sin mangas ni tirantes. Ajustado, que ponía al descubierto parte de sus muslos y de seguro, marcaría su figura. Después vinieron los zapatos de medio tacón y de tacón alto, argumentando que haría que se viera más alta y por tanto más delgada. Se despidieron, con un beso en la mejilla hasta el día siguiente, en que ella llegaría, después del trabajo, a la hora acostumbrada; las tres y media.
- Hola Mari, que bien te queda este vestido negro. ¿Te has probado ya el rojo?
- No señora, aún no.
- ¿Por qué no lo haces ahora, antes de comer? Ya calentarás la comida si es necesario. Puedes hacerlo en mi habitación, no sé si has visto que hay un espejo grande por la parte interior del armario.
- ¿Ahora señora?
- Sí ¿Por qué no? Me gustaria ver como te queda.
Finalmente, Mari fue a su habitación. Belén dejó pasar el tiempo que intuyó necesario, no quería incomodarla, antes de llamar a la puerta.
- ¿Puedo?
- Si, sí, señora.
Y allí estaba, mirándose al espejo, con aquel vestido, que evidenciaba sus enormes nalgas.
- ¡Dios! ¡Qué bien te queda!
Se situó detrás suyo, muy cerca. Ahora si que miraba sus pechos, sin ningún reparo, en la imagen que reflejaba el espejo. El cinturón ajustado marcaba su figura. Le bajó un tirante hasta la mitad de su antebrazo.
- Mírate así, los hombres se volverían locos.
Ahora es el momento, pensó, el momento de ver cómo reacciona, de comprobar las posibilidades que tengo con ella. Sin mediar palabras le besó en el hombro, mientras posaba la mano en una de sus nalgas.
- Perdona…Perdona, no he podido evitarlo. no volverá a ocurrir.
Se quedó algo turbada, pero girándose hacia ella le dijo.
- No. No importa señora, nunca me habían tratado así, ni me había dicho las cosas que usted me dice, señora. ¿De verdad le gustó?
Le puso sus dedos en la barbilla, levantando su rostro, mirando sus ojos, azul oscuro y le dio un beso, un corto y leve beso en sus labios.
- Desde que entraste en esta casa…
Vió como sus labios temblaban, sus cuerpos casi se tocaban, se acercó lentamente a su cara. Aquel ya no fue un beso corto. Su lengua buscó la de ella, estaba entregada. Había sido más fácil de lo que preveía. Marí perdió la noción del tiempo, de todo, sus cuerpos se juntaron. Belén notaba aquellas enormes ubres en sus pechos. le bajó el otro tirante.
- Desnúdate, Desnúdate para mí. No tengas vergüenza. No conmigo. Con nadie. Quiero verte en toda tu hermosura - Le decía esto mientras desabrochaba su propia blusa.
Le acariciaba los pechos, aquellos pechos inmensos. María parecía derretirse bajo sus caricias. sus pezones durísimos. pezones para ser chupados, mordisqueados.
- Oh…señora…dios…
- Vaquita. Mi vaquita ... Buscaré hombres para ti…Quiero ver cómo te disfrutan.
- Si…si…Lo que usted deseé señora.
Las dos estaban desnudas. acariciando sus cuerpos, de pie, con la vaquita apoyándose en la pared, aun medio temblorosa.
- Como deseaba esto, señora, si usted supiese…Me da vergüenza…. Pero...Pero...Esta noche... He pasado la noche pensando en usted…en lo guapa que es…
- Tócate. Tócate ahora como te has tocado esta noche.
- Señora…
- Hazlo. Quiero ver como lo haces
- Sí. Señora, haré lo que usted quiera. Señora..señora.
- De esto se trata vaquita mía. De esto se trata.
Jadeaba apoyada en la pared. Sus ubres bailaban mientras frotaba su coño, peludo, sin arreglar. Le ordenó que se girara, que se apoyara en la pared, Quería ver sus nalgas, sus nalgas como pelotas hinchadas, pero sin nada de celulitis. Que ganas tenía de azotarlas, viendo cómo se movían. Se agachó para besarlas, para mordisquearlas.
- ¡Ah! Sí. ¡Sí, señora! Quiero ser su vaquita, Su amante, Su putita.
Se iba a correr. La vaquita se iba a correr. Ya no podía aguantar más. Belén quería que asociará el dolor con el placer; palmeó con fuerza sus nalgas mientras llegaba al orgasmo. Gemía, casi perdiendo el equilibrio.
- Date la vuelta. Mira como estoy por tu culpa. Tendrás que complacerme ahora ¿Lo comprendes no?
Se tumbó en la cama, con las piernas abiertas, le pidió, más bien le ordenó, que lamiera su sexo. Que lo comiera, mientras sujetaba su cabeza.
- Vas a saborear todos mis jugos viciosilla.
Ya era suya, totalmente suya, pero quedaba un buen trecho para convertirla en lo que ella quería.
- Será mejor que te vistas y te limpies la cara, cariño. Ve a calentar la comida que me muero de hambre.
- Sí Belén.
- ¿Belén? ¿Como que Belén? Soy tu señora, No lo olvides.
- Per…Perdone Señora…
Así es como le gustaba verla, bajando la mirada ante ella.
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No había necesitado ni tres semanas para convertirla en su sumisa. Había días que la trataba como a una simple sirviente, como si entre ellas no hubiese más que una relación profesional, por llamarla de algún modo, otros, por el contrario, la calentaba, lo cual no era nada difícil, siempre haciéndola sentirse deseada, esto era importante, siempre tratándola con cariño después de haber recibido placer de ella.
Había hecho que se depilara totalmente. Cuando ella llegaba a casa quería que la recibiera sin sujetadores debajo de su vestido negro. Mari nunca sabía si aquel día sería un día de placer o no. Había empezado con suaves cachetes en sus nalgas, poco a poco hasta llegar a la fusta, algo que excitaba sobremanera a Mari, una Marí que ya, ella misma, le ofrecía las pinzas de tender para sentirlas en sus grandes pezones.
Había conseguido que se convirtiera en una sumisa, su sumisa. Por otra parte consiguió que cogiera seguridad en sí misma, en que realmente podía ser atractiva a los hombres, incluso se atrevía a coquetear con el carnicero del mercado, que la desnudaba con la mirada.
- El viernes por la noche vendrá un amigo mio a cenar. Espero que nos prepares una buena cena, algo especial y que seas amable y servicial con él, ya sabes que quiero decir. Le vas a tratar de señor. Es un AMO. Sabes lo que quiero decir, ¿No?
- ¿Sí, señora…pero yo…cree que…? Yo…no sé…
- Yo sí. Ya le he hablado de ti y tiene ganas de conocerte. Espero que no me hagas quedar mal. Le he dicho a tu padre que igual terminas tarde y que sería mejor que te quedaras a dormir aquí,
- No se… - Mari se mostraba exageradamente nerviosa - ¿Me tengo que poner el vestido rojo para servirles?
- ¿El rojo? No. No, el de punto y naturalmente sin sujetadores.
- Me..me dará mucha vergüenza, señora.Yo…yo solo quiero ser suya…
- Y como lo eres harás lo que te digo. Además, te avisé, desde un buen principio, que quería verte follada. Va siendo hora de que conozcas a un hombre de verdad, mi princesita.
- Yo también lo quiero…solo que me da miedo…
- Estaré yo, amor, cuidaré de que no te pase nada malo. Mira que te he comprado, así sabrá que eres mía. Aunque el disfrute de ti, eres mía. - Le mostró el collar, de cuero negro, con una argolla - Ven, te lo pondré, llévalo siempre en casa a partir de ahora.
Cuando sintió el collar en su cuello se le erizó la piel.
- Gracias. Gracias, señora - Sus ojos se humedecieron de emocionada gratitud.
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Lo tenía todo a punto, la mesa parada, unas lonchas de jamón serrano para picar y unos vermuts con ginebra, tal y como le había pedido la señora. Cuando oyó el timbre se retiró a la cocina. Había estado mirándose al espejo, con aquel vestido y el collar en su cuello, sentía vergüenza, al tiempo que se excitaba viéndose así, con sus enormes senos y sus prominentes nalgas, sus pezones marcándose. ¿Realmente gustaría a aquel hombre, siendo como era nada más que una vaca?
Le oyó entrar, como se saludaban, sentarse en la mesa. Intentaba disimular sus nervios, contenerlos. Debió dejar pasar un tiempo antes de servir la cena, un tiempo que se le hacía eterno. Era el momento, el momento de hacerlo. Un hermoso salmón al horno, que debería filetear en la mesa.
Cuando entró en el salón comedor y se acercó a ellos, aquel hombre ni siquiera la miró. Fue mientras preparaba el pescado que sintió su mano en el muslo.
- Así que esta es tu vaquita. ¿Cómo te llamas zorra?
- Mari. Mari…Señor
- Es un buen ejemplar. ¿Cuántos años me has dicho que tenía?
- Diecinueve.
- Cada día son más jóvenes. Será un buen postre. Fíjate con lo que haces, te están temblando las manos.
Les sirvió los filetes y la guarnición. Estaba sonrojada cuando se iba a retirar a la cocina.
- ¿A dónde vas? Quédate aquí para servirnos el vino o cualquier otra cosa que te pidamos.
- Sí…Sí señora. Solo iba a retirar la bandeja.
- Está bien. Pero vuelve y quédate aquí de pie, para servirnos.
Hicieron que se colocara donde fuese visible para los dos, él parecía no mostrar mucho interés por ella, enfrascado en conversar con Belén. Alabaron la comida, de vez en cuando. Belén le sonreía, ella, servicial, rellenaba sus copas de vino. Al principio hablaban de sus trabajos, de sus amistades, pero pronto la conversación derivó sobre lo que había venido a hacer aquel hombre.
- Belén. ya sabes que yo soy muy legal ¿Estás segura de lo que haces? por lo que me dijiste solo ha estado con algún que otro chavalín. Piensa que en cuanto pruebe un pene de verdad de seguro querrá más, igual ya no le apetece lo que tu le ofreces. Ahora la tienes encoñada, pero quizá esto cambie.
- Bueno, es un riesgo que debo asumir, después de todo esto no es para toda la vida. Ya sabes que me gusta probar carne nueva.
- En este caso carne sí que hay y bien joven - Ahora el hombre la miraba - ¿Has pensado en ordeñarla, quiero decir en ordeñarla de verdad? Ya sabes a qué me refiero.
- Sí y lo cierto es que he pensado en ello, pero no sé si está preparada aún para algo así.
- Tengo un amigo médico que te podría orientar en todo lo referente a la lactancia inducida y proporcionar fármacos adecuados, ya sabes que es un proceso lento, pero a su edad y con estas ubres no creo que tardase mucho en dar leche. Bueno ¿Y si pasamos a los postres? ¿Tienes preparados los juguetes que te dije?
- Sí. Claro. Aquí en un cajón del estante.
- Supongo que habrás comido alguna que otra polla. ¿Verdad? En realidad, es lo que imagino que más has hecho. ¿No?
Marí bajó la mirada, tímida, avergonzada.
- Oye puta; cuando te hago una pregunta es para que respondas. ¿No te ha enseñado esto tu AMA?
- ¿Mi..mi..AMA? - Nunca le había llamado AMA y de pronto se dio cuenta de cuanto lo era ya.
- Perdone…perdone…si he comido…sí
Aquel hombre se levantó, dándole un fuerte bofetón, que la cogió por sorpresa, se tambaleó y con ella sus tetas.
- ¿Y tampoco te ha enseñado a decir señor? ¿O es que te gusta que te hostien?
- Sí…Sí, señor.
- Sí ¿A qué? Estúpida vaca.
- Si a todo, señor.
- Si a todo. Claro que si vaquita, es lo que tienen las mujeres como tu, sabeis que dais cierto rechazo y estáis dispuestas a lo que sea con tal de ser folladas. Buenas sumisas. acostumbradas a recibir humillaciones desde la escuela. A pesar de todo tienes una hermosa cara y gracias a tu edad un apetecible cuerpo? ¿Lo sabes verdad? Seguro que te gusta que te deseen. Ven aquí. Acércate.
Estaba miedosa y llena de inseguridad, pero aquello de sentirse deseada, aquello era nuevo para ella, nuevo y gratificante. Se acercó a aquel hombre. Julio, así había oído como le llamaba su señora, debía rondar los cincuenta, podría ser su padre o su tío, bien conservado, atractivo, con una mirada que imponía respeto.
- No temas, te gustará, sé cómo tratar a las perritas como tú.
Colocó detrás de su oreja una parte de su media melena. Sintió sus manos en su cintura, acariciándola por encima del vestido, recorriendo su cuerpo hasta llegar a sus pechos.
- Los tienes bien duros y veo que son sensibles - Se recreó en sus pezones, erectos ya- Vaya vaquita caliente. ¡Desnúdate!
Acarició su depilado coño. Mientras Belén miraba aquello sin perder su sonrisa.
- Vaya viciosilla, ya está húmeda. Esta es carne de burdel. Barato pero de burdel.
Aquellas palabras le excitaban y él lo sabía sobradamente. Puesta de cara a la pared, obediente, se apoyó en ella, sacando sus nalgas, con las piernas separadas. Sintió el roce de la fusta en su espalda, sabiendo que de un momento a otro sería azotada, hasta poner sus nalgas ardientes.
- Nunca había visto unas nalgas así ¿No la vas a marcar como haces con todas?
- Sí, claro, pero aún no es el momento y no lo haré en sus nalgas. No se las quiero estropear, quizá en el omoplato. Veremos.
- Eres demasiado buena. No es más que una res. Una puta res con ganas de polla. ¿No ves como culea? Además estas nalgas en pocos años se llenarán de celulitis, darán asco.
Ahora se las acariciaba, ya rojas. Las masajeaba con maestría.
- Date la vuelta foca y tú Belén, ponle las muñequeras y atale las manos a la espalda.
Sus ubres botaban mientras él la penetraba con aquel consolador. No podía evitar mirar su bragueta, cada vez más hinchada. Suspiraba, gemía, iba a orgasmar cuando le retiró el consolador, aquel consolador que pasado unos segundos la volvía a penetrar, Una y otra vez, hasta volverla loca. Solo deseaba correrse.
- Por favor. Por favor señor. Ya no puedo más.
- Cualquiera podría follarte ahora ¿Verdad? Hasta por tu padre te dejarías follar vaca asquerosa. Di lo que eres. ¡DILO!
- Una vaca. Una vaca viciosa. Una puta, señor.
- Mira que cara de guarrilla se le pone.
Belén, de pie, le acariciaba las nalgas buscando sus labios, su boca.
- Mi putita hermosa.
La morreaba mientras Julio seguía llevándola al límite. Sus ojos estaban húmedos, su cuerpo temblaba.
- ¿Qué quieres? ¿Quieres que te folle verdad? Pero antes tendrás que hacerme una buena mamada, Quiero saber cómo lo haces.
- Sí..si, señor. Haré lo que usted quiera, señor.
- Venga. ¡Arrodíllate! - Sin ni siquiera bajarse los pantalones, sacó su pene. Grande, rugoso, duro, erecto.
- Esfuérzate más. Se ve que nunca has mamado una de verdad. Más adentro. Traga más si no quieres que te folle la boca.
Belén acariciaba su cabeza mientras ella se esforzaba en tragar todo lo que podía, casi hasta ahogarse. Babeaba, sus grandes ubres se estaban llenando de babas.
- Esto está mejor… Así… Así…¡Para, puta, para! Te quiero a cuatro patas, quiero ver tus enormes tetas colgando. Ahora vas a saber lo que es ser follada.
Le liberó las manos. Poco le costó penetrarla, estaba tan lubricada que su falo, a pesar de la estrechez de aquella vagina, entró de golpe.
- Mueve tu culo zorra ¡Perrea! ¡Perrea! - Una mano en cintura mientras con la otra pellizcaba sus pezones hasta el dolor, un dolor que no hacía sino excitarla aún más. Jadeaba, gemía, mientras miraba a su señora, sentada en el sofá, con las piernas abiertas, sin bragas, acariciando su coño, sonriendo con los ojos clavados en su rostro, en su expresión, que nada tenía que ver ya con la inocencia ni con el pudor.
- No pare. No pare, por favor señor. No pare.
- ¿Te gusta verdad? ¿verdad que si? Te voy a llenar con mi leche, vaca.
Creyó que iba a desvanecerse. Sintió el placer en cada célula de su cuerpo tembloroso. Nunca había tenido, ni había soñado, tener un orgasmo tan profundo.
- Toma mi leche, Tómala. Córrete marrana - El hombre rugía, había dejado de pellizcar sus pezones, Su mano se retiraba de su cintura. salía de ella, levantándose, aun así su polla mantenía cierta dureza. Estaba viva.
- Ahora ve a comer el coño de tu señora. ¿No ves que lo está deseando?
Gateando, sin rehacerse aún del todo, llegó hasta ella. Miro sus ojos, antes de empezar a darle placer con su lengua, con su boca. Ella cogía con fuerza su cabeza, sin decir nada, suspirando. A pesar de su reciente orgasmo, aquello volvió a excitarla, sentirse así, usada. Mientras daba placer a su señora, acariciaba su coño, su clítoris.
- Julio, por favor, llena mi boca. Llénala.
- Pensaba que no te gustaban las pollas.
- La tuya sí. Hoy sí, por favor.
Los tres se corrieron entre gemidos de placer.
- Vaya par de viciosas - Guardó su pene, ahora definitivamente flácido - La próxima vez la llevaremos a la mazmorra de El Club, me han quedado unas cuantas cosas por hacerle a tu vaquita - Cogió su chaqueta.
- Bien, buenas noches, señoritas - Dijo sonriendo, mientras se dirigía a la puerta.
- Hoy dormirás conmigo, mi querida vaquita.
- Gracias señora.
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Amanecía, la luz del nuevo día entraba ya en la habitación cuando Belén se despertó. A su lado aquel cuerpo, aquel cuerpo al que acariciaba. El cuerpo de su vaquita.
- Señora… ¿De verdad va a marcarme?
- Sí. Así nunca te olvidarás de mí y sabrás que debes venir a mis pies cuando te desee.
- Hay más ¿Verdad? ¿Cuántas llevan su marca señora?
- Tú serás la quinta. Pero solo lo haré si tú lo aceptas. Te dolerá, aunque solo por un corto espacio de tiempo. Antes aún tengo que hacer algunas cosas contigo… Quiero ser la primera en hacerlas. Antes que ellos.
Mari quedó un largo tiempo en silencio, mientras agradecía, calladamente sus caricias.
- Señora…Cuando se canse de mí me dejará como ha hecho con las otras. ¿Verdad?
- Probablemente antes te irás apartando tu de mí. No eres como yo, ayer vi cuánto te gustan las pollas. Pero sí, te dejaré. Ahora prepara café y unas tostadas para las dos. Hoy es sábado, llamaré a tu padre porque quiero pasar el día contigo.
- Gracias señora.
- No hace falta que te vistas, te quiero así.
Ella sí se vistió, mientras le preparaba el desayuno, aunque solo con una blusa blanca, larga, que le cubría la mitad de los muslos y unas botas de caña, de cuero negro y tacones altos, unas botas que en contadas y excepcionales ocasiones se ponía.
No podía dejar de mirar aquel cuerpo joven mientras desayunaban, aquel cuerpo que pronto mancillaría. Marí, desnuda, se sorprendió de ver a su señora llevando aquellas botas, que nunca había visto.
- Quítate el collar y túmbate en el suelo. Tócate, Tócate mientras piensas en su polla. Quiero ver cómo te corres de nuevo.
-Señora…
- Haz lo que te digo. Sabes que no me gusta repetir las cosas.
No tardó mucho en jadear. Veía a Belén acercarse a ella, colocarse encima de su cara con las piernas abiertas, mostrando su sexo.
- Córrete cerdita, quiero ver cómo te corres.
Gemía, con su cuerpo temblando, su cara una vez más transfigurada, cuando sintió aquel líquido caliente en su rostro, en sus labios, aquella lluvia salada, úrica. Abrió su boca, tragando todo lo que podía. Belén sonreía. Era la primera meada que recibía, antes de que cualquier hombre lo hiciera.
- Ahora dúchate y limpia todo esto - Se levantó aún temblorosa, humillada- Te espero en mi habitación. ¿Sabes lo que es un arnés? ¿Verdad?.
- Si…sí señora…
Belén la aguardaba, aún con sus botas puestas y aquel arnés amenazante.
- Pronto podré marcarte, pero antes tengo que abrir tu agujero virgen. Abrirlo para que ellos puedan usarlo, aunque con tus enormes nalgas no les será nada fácil. Te dolerá, pero pronto te viciaras a ello. Ponte sobre la cama, arrodillada y ofreciéndome tu culo de vaca.
Tuvo cuidado en poner un preservativo en el arnés y lubricarlo. Le mandó abrir sus nalgas. Entró con suavidad, despacio, ella gemía de dolor, las lágrimas resbalaban por su cara.
- ¡Dios! ¡Cómo duele!
- ¿Quieres que pare? ¿De verdad lo quieres?
- ¡NO! ¡NO! Sé que tiene que hacerlo…Señora.
- Nunca olvidarás quien te lo abrió por primera vez. Muerde la almohada. Los vecinos van a oír tus gritos de cerda degollada.
Lo movía dentro de sus entrañas, despacio, con cuidado. Mari no se había sentido nunca tan humillada como aquella mañana. Cuando salió de ella no podía ni moverse. La ayudó a levantarse.
- Descansa un rato y luego te vistes con el vestido rojo, iremos a comer fuera.
Aún le dolía cuando se sentaron en aquel restaurante.
- Observa cómo te miran los hombres. ¿Qué crees que pensarán de ti?
- Que…que soy deforme…señora…
- ¿De verdad crees que piensan eso? ¿No crees que te desean? Tendré que demostrarte que es así. Cuando regresemos a casa te haré unas fotos desnudas y sabrás lo que realmente piensan.
- ¿Unas fotos señora? ...Pero…no me haga esto señora…
- ¿No confías en mí?
- Si…pero...pero ¿A quién las mostrará señora?
- Ya lo verás. Ahora come y confía. Venga.
Cuando regresaron al piso le mandó desnudarse. La fotografió en todas las posturas imaginables, de frente, a cuatro patas, en el sofá abierta de piernas, de espaldas, apoyada en la pared, sacando su culo, tocándose…
- Es hora de que vuelvas a casa.
- Pero…las fotos…
- El lunes te las mostraré cariño. El lunes sabrás que piensan de ti.
“Vaya hembra, no suelen encontrarse mujeres así” - “JODER QUE TETAS”- “¿Cuantos años tiene la zorra?” - “Se me ha puesto dura” - “¿Por qué no muestra su cara? Tiene labios de mamona” - “Podría ser mi hija” - ''UF. Que nalgas. Fantásticas para azotar” - “Le llenaría sus tetas de mi leche” - “Me estoy pajeando” - “¿De dónde es?” - “Que ganas de chapárselas” - “Vaya puta” - “¿Come polla?” - “Como para chuparle los pezones” - “¿Es sumisa la vaca?” - “¿Cuánto quieres por ella?” - “Si fuese mi hija la follaba a diario” - “Me he corrido” - “Vaya ubres. Preciosas” - “Me meaba en ellas” - “Quiero conocerla” - “De mayor dará asco, pero ahora, uff”...Belén contestaba algunas preguntas otras, directamente, las ignoraba.
Marí estaba leyendo aquellos mensajes, sentada al lado de Belén. Había observado como su señora subía aquellas fotos en un "unsee", algo totalmente desconocido para ella, con su cara casi completamente tapada por un recuadro negro, para, posteriormente, poner un mensaje en un chat: “Mi vaquita” y un enlace para que pudiesen ver y comentar sus fotos.
Nunca había imaginado ser vista como un objeto de deseo. Los leía con sentimientos contrapuestos: avergonzada y a la vez excitada, cada vez más excitada. Sintió la mano de su señora en su muslo.
- Ahora sabes lo que piensan los hombres de verdad cuando te miran.
- Pero señora, las cosas que dicen…
- Las cosas que dicen te gustaria que te las dijeran de viva voz, no te hagas la estrecha conmigo. Estás deseando sus pollas, tanto como ellos tu cuerpo.
- Señora…
- ¿Señora? Estás chorreando. Deseando tocarte. Te gusta saber que los excitas. ¿Crees que no se cuánto deseas sus penes? Ahora cuando algún jovencito se ría de ti sabrás que aún no es un hombre.
Belén se había colocado de pie detrás de ella, acariciando sus enormes ubres por dentro del vestido. Los mensajes obscenos, pero llenos de admiración y deseo por aquella hembra se sucedían. Belén sonrió cuando vio que su vaquita se tocaba su sexo, con las piernas abiertas, mostrando sus grandes muslos.
- Ay…señora….
- Esta será tu semana. No la olvidarás.
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- ¿Dónde vamos señora?
Era viernes y estaba anocheciendo. Le había ordenado que se pusiera su vestido de punto, sin sujetadores ni bragas y unos zapatos de medio tacón, sin olvidar, naturalmente, su collar. Ya llevaba su marca, en el omoplato derecho, la herida producida totalmente curada, una pequeña marca, una B dentro de un círculo. Le dolió, pero agradeció aquello, saber a quién pertenecía. No tardaron en llegar al lugar de destino. Un pequeño bosque cercano a la ciudad. Paró el coche dejando los faros abiertos.
- Relájate amor, relájate y tócate, Así, con las piernas abiertas, Sabes muy bien cómo hacerlo.
Ni siquiera oyó los pasos de aquel hombre acercándose, sólo tomó conciencia de su presencia cuando sintió su mano bajando por la parte superior de vestido, acariciando sus pechos, sobándolos. No veía su rostro, solo aquellas manos que habían penetrado por la ventanilla. sus pezones reaccionaron pronto. Solo se oía el canto de los grillos. Y después aquella voz ordenándole que bajara.
- Tranquila, estoy yo para protegerte - Belém salió del coche situándose a su lado.
Pronto estaba agachada, apoyando sus manos sobre el capó del coche, con las piernas abiertas, mostrando su coño depilado y completamente lubricado, esperando, deseando, ser penetrada, Vió como Belén entregaba un condón a aquel hombre.
- Con condón o nada.
- Sí, está bien. Joder. Vaya nalgas que tienes puta y como las mueves - Sus manos se cebaban en sus ubres colgando, pellizcando sus pezones. Ella gritaba y no era de dolor.
- No grites tanto zorra, que van a venir todos, claro que seguro es lo que estás deseando ¿Verdad perra?
Vió a dos hombres más, parecían esperar su turno, tocándose las pollas, ya fuera de sus pantalones. Estaban muy excitados.
Le pusieron las nalgas rojas. Las tetas doloridas, pero cada vez más sensibles, fallándola, humillándola. Ya no le molestaban las palabras que le decían, en realidad la excitaban aún más.
- Se corre como una cerda, esta puta. Espero que vuelvas con frecuencia.
Había aparecido un cuarto macho.
- Guárdate el condón. Quiero una cubana. Vega arrodíllate, perra.
Marí solo conocía aquella práctica por videos, pero parecía que lo hubiese hecho toda la vida. Apretando sus tetas, cubriendo aquella polla, de la que solo veía, miraba, su punta, con ganas de tenerla llenando su boca. Pronto tuvo los pechos llenos de leche,
Sintió la mano de su señora agarrando su brazo y poniéndola de pie. - Por hoy basta, ya has disfrutado suficiente, ¿No crees?
Camino de regreso Mari se dobló sobre sí misma, tapándose la cara, llorando desconsoladamente. Su señora paró el coche. Acariciaba su cabeza.
- ¿Qué te ocurre preciosa? ¿No lo has pasado bien? ¿Querías más?
- Señora… ¿No ve en que me he convertido? No soy más que una puta, una vaca sumisa. Cualquiera que adivine lo que soy podrá hacer conmigo lo que quiera.
- Sí. Así és. pero ya lo eras. ¿O no? Solo vigila en no caer en malas manos o terminarás mal, como muchas. Ahora tranquilízate, eres lista y sabrás muy bien cómo llevarlo, estoy segura de ello y si das un mal paso, siempre me tendrás a mi para sacarte de él.
- ¿De verdad señora? Gracias. Gracias, señora.
- Hoy te dejaré dormir conmigo, después de ducharte, claro, y te regalaré algo - Dijo sonriendo.
Aquella noche durmió con el collar puesto, al que se le había añadido un cencerro.
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Habían pasado tres meses de la conversación que tuvo con Mariano. Aquella mañana lo llamó a su despacho. Le invitó a sentarse.
- Ya está lista Mariano.
- Te refieres a… ¿Seguro? Lo cierto es que en este tiempo ha cambiado mucho, se la ve una mujercita segura, incluso coquetea con los hombres.
- ¿A que me iba si no a referir? . Disculpa el lenguaje, pero lo cierto es que está totalmente emputecida. Ahora ya es cosa tuya saber escoger el momento y la situación, para que no te rechace y hacer que se sienta bella y deseable al tiempo que perra. Yo te recomendaría que la dejes volar y no le exijas exclusividad, creo que te equivocarás si lo haces, pero esto allá tú. Ella no es como yo, le gustan más los hombres que los coños.
Voy a pedirte algo; que le propongas que no deje los estudios, creo que le quedan dos años. ¿No? La verdad es que le gustan los hombres, sería mejor que se fuera apartando de mí y por mi parte ya sabes que me gusta renovar la cuadra. - Dijo sonriendo - Que venga solo un día a la semana, si quiere, el sábado por la mañana, claro que no ganará lo mismo, pero suficiente para sus gastos. Pero quiero que sea ella quien me lo planteé, no me gustaría que pensase que me la quiero sacar de encima. Cuando la desee, la llamaré, porque de alguna forma siempre me pertenecerá
Aquella misma noche, Mariano entró en la habitación de su hija mientras ella dormía, acostada, de espaldas al colchón, cubierta solo con un camisón negro, semitransparente y su collar con cencerro en el cuello, le gustaba llevarlo cuando dormía. Se acercó a ella, al lado de su cama y empezó a acariciar uno de sus muslos, con sumo cuidado, con deseos de tenerla para sí y a la vez algo temeroso de que se despertara, de cuál podía ser su reacción. Después de todo era su padre.
- Papa…Papa..¿Qué haces?...
- Lo que llevo deseando desde hace tiempo, hijita.
- Pero papá…Papá… ¿De verdad te gusto?
- Nadie me ha gustado tanto como tú. Nunca he deseado tanto a una mujer, a una hembra, como a ti.
Marí, despacio, muy despacio, empezó a separar sus piernas, mientras sonreía.
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