Sesión online
Escrito por Yania
Una tarde más, María miraba su correo electrónico en el ordenador. En realidad, estaba a punto de cerrar su conexión. No había recibido ningún mensaje, y la tarde calurosa, casi 30 grados, invitaba a otra cosa. Si, pensó María, mientras con aire distraído se acariciaba el cuello y echaba hacia atrás su melena morena..."iré a la piscina"
Pero, a veces, cuantas veces, un minuto, quizás solo uno segundos, desbaratan cualquier plan, modifican lo previsto.
Porque cuando María estaba a punto de cerrar la conexión, un pequeño mensaje en su pantalla anunció el inicio de sesión de uno de sus contactos..."Robert acaba de iniciar sesión".
Robert. ¿Pero, quién es? , Pensó María. ¿Por qué lo tengo añadido? No lo recuerdo...
El primer impulso siguió siendo el de cerrar la conexión. Pero, quien sabe, quizás la curiosidad, quizás un vago aunque incierto recuerdo... el caso es que María saludó.
- Hola.
Robert no contestaba. pasaron al menos dos minutos, y de nuevo, cuando María otra vez iba a cortar la conexión, en la pantalla apareció un mensaje:
- Hola, María. Perdona, no te había visto.
- Hola, otra vez, Robert. ¿Quién eres? No te conozco.
- Pues, tú me has agregado, María. Has debido ver mi dirección en alguna parte..
María no contestó inmediatamente. Intentaba recordar. No tenía por costumbre agregar a nadie a la ligera. Y, sin embargo, un ligero recuerdo flotaba en su mente..
- Pues, sinceramente, no recuerdo, Robert...
La pantalla no reflejó de nuevo ninguna contestación durante otro par de minutos largos. Pero, al cabo de ese tiempo..
- María... ya te recuerdo. Me escribiste un correo hace un par de meses..
- ¿qué? Pero, de verdad, no recuerdo... contestó María, aunque una intuición empezaba a abrirse paso en su cabeza.
- Sí, María. Te haré recordar. ¿Te gustan los relatos eróticos, verdad?
- Bueno, sí, algunos... Ya caigo... tu escribiste aquel relato que me gustó tanto. Y te escribí.
Si, María recordaba. Recordaba perfectamente aquella otra tarde, en que la lectura de aquel relato erótico de dominación, la excitó tanto que no pudo evitar masturbarse por encima de las bragas, como se contaba en el relato... no pudo evitar sentirse como la perra que se sentía la protagonista del relato. Y es que aquel relato coincidía con tantas de sus fantasías más íntimas... Aquella tarde se había sentido la protagonista de la historia, y sus bragas, todavía lo recordaba, habían terminado totalmente empapadas.
Y, si, recordaba que había escrito al autor. Pero de eso hacía ya más de dos meses... Y luego María se había marchado de viaje..
- Sí, María. Me escribiste. Me felicitaste por el relato... Gracias
- Es verdad. Me gustó mucho. Y, realmente, no suelo escribir a los autores, no creas..
- Mira, acabo de encontrar tu correo... ¿sabes cómo te despediste en aquel correo?
- No lo recuerdo..
- Un beso de una sumisa de corazón...
- Ya. Es que a veces me siento así..
- ¿a veces, María?
- Bueno, muchas veces...
- ¿te identificaste con la protagonista?
- Sí.....
- ¿te imaginaste tendida sobre el edredón, vestida sólo con unas medias negras porqué así te lo había mandado él, esperando a que se conecte, para recibir nuevas órdenes?
- no. Bueno. Sí, un poco...
La verdad es que no había sido "solo un poco". Y ahora mismo de nuevo, sólo con esas preguntas, María notaba ya sus pezones duros rozando la tela del vestido bajo el que no llevaba sujetador
Robert siguió preguntando.
- ya... ¿y te imaginaste en tu casa, desnuda, de rodillas, con un vibrador encendido en tu coño, a punto de correrte, llamando a un desconocido para que oiga tus gemidos mientras te corres, como en el relato?
- yo. Sí... sí...
Pues claro que se lo había imaginado. Y se lo estaba imaginando de nuevo en este momento. Y María tuvo que reconocer que le excitaba reconocerlo ante un desconocido. E instintivamente, apretó sus piernas, frotando sus muslos uno contra otro, sintiendo un cosquilleo ya entre ellas, que no era más que el anuncio de la pequeña humedad que empezaba a sentir. ¿Por qué le había escrito? ¿Por qué le contestaba tan fácilmente? ¿Por qué empezaba a estar tan cachonda?
Robert preguntó de nuevo:
- y, dime, ¿te excitó imaginarte en la cocina de tu casa, a cuatro patas, solo con el sujetador puesto, y con la cadena del precioso collar que llevas en tu cuello atada a la mesa, esperando la llamada que te dará permiso para tocarte como una perrita? ?
- sí...
Sí, claro que le había excitado. Recordó aquella tarde, cuando leyendo el relato, no pudo evitar reclinarse hacia atrás en su sillón, y con las piernas totalmente abiertas, en alto sobre la mesa en la que reposaba la pantalla del ordenador, había comenzado a tocarse por encima de sus braguitas, y cuando, siguiendo las instrucciones del relato, introdujo de repente dos de sus dedos en su coño ya totalmente empapado, se corrió casi al instante, mojando todas sus bragas, ya que María pertenecía a ese grupo de mujeres que gozaban de orgasmos líquidos, que eyaculaban verdaderos chorros...
Pero ahora, María ya no recordaba. Rápidamente, había abierto ligeramente las piernas y tenía las dos manos entre ellas. Frotaba de nuevo su coñito por encima de las bragas, sin atreverse a bajarlas, como aquel día en aquel relato, sintiendo de nuevo como rápidamente la humedad impregnaba su entrepierna... Deseaba ya la siguiente pregunta, deseaba que aquel hombre le siguiera preguntando...
En la pantalla no aparecían más mensajes de Robert. Estaba callado. No, por favor, no se podía haber marchado. María tecleó rápidamente.
- ¿estás ahí, Robert?
- Sí...
María seguía frotándose por encima de sus bragas. Ardía en deseos de quitárselas, pero no, realmente su deseo era que Robert se lo ordenase. Sabía que si aquel hombre se lo decía, empezaría ya casi a gemir..
- Aquel relato me encantó... ¿tienes más?
- Sí, hay alguno más..
- ¿me los mandarías algún día, por favor? Me gusta como escribes..
- Sí, claro... o mejor, si quieres te mando uno ahora mismo...
- Ufff. Sí, gracias
- ¿y qué harás ¿¿Leerlo ahora?¿Mientras hablo contigo?
- Siiiiiii...
El sí de María la delataba, ardía en deseos de seguir hablando con aquel hombre..
- Pero lo leerás a mi manera, María..
- ¿qué... ?
- ¿qué llevas puesto?
Ante esa pregunta, María introdujo automáticamente una de sus manos bajo su braga. Necesitaba acariciar su clítoris ya hinchado... Sentir los labios de su coño ya hinchados. Se introdujo un dedo y un inconfundible ruido líquido delataba su estado.
- Un vestido corto, azul, por encima de la rodilla... muy fino. Hace mucho calor..
- ¿y debajo del vestido? Por cierto, no puedes tocarte, si lo estás haciendo.
María retiró inmediatamente sus dedos. ¿Pero cómo adivinaba ese hombre? ¿Y porque le estaba obedeciendo? ¿Y porque se sentía como una auténtica perra en celo?
- Yo... bueno, es que hace calor... no llevo sujetador. Pero si braguitas... y no me estaba tocando..
- Ya... te estoy mandando el relato. ¿Has recibido el fichero?
- Si. Acaba de llegar..
- Bien, antes de leerlo... quítate el vestido..
María gimió. Sintió que su coño se empapaba aún más con aquella sencilla orden. No recordaba la última vez que se había sentido tan cachonda. ¿Quién se creía ese hombre que era para ordenarle que se desnudara?
- ¿qué? ¿Hablas en serio?
- Completamente...
Solo una palabra escrita. Sin voz. Pero no dejaba lugar a dudas. No era un ruego. Era una orden. Pero, si solo estábamos hablando de sus relatos..
- El vestido es de tirantes, muy fino, es que hace calor...
- ¿y?
De nuevo, solo una palabra. Más corta, más seca... y María se vio a sí misma quitándose el vestido, arrancándoselo casi, quedándose sólo con sus braguitas que eran incapaces de disimular la mancha de humedad que delimitaba su raja...
- ya me lo he quitado
- Ponte de pie, María. Inmediatamente
- Ya estoy. María dejó de pensar. Obedecía automáticamente, sintiéndose cada vez más y más excitada.
- ¿cómo son tus bragas?
- bueno. Es un tanga... de color negro..
- Seguro que ya notas el coño un poco húmedo... solo por desnudarte cuando te lo ordenan
- Umm, un poco..
- Háblame con más claridad, María. ¿Lo notas húmedo o te estás mojando ya como una perrita?
- Me estoy mojando..
- ¿cómo que, María?
- Como una perrita... Y María sabía que era la puñetera verdad. Estaba ya totalmente cachonda, comprobando que parte de sus fantasías eran verdad. Que le encantaba obedecer, que la humillasen, que la tratasen como a una puta...
- Abre las piernas y tira de las bragas hacia arriba, con firmeza. Que la parte de adelante se meta entre los labios de tu coño... como lo harías para mí si yo estuviera ahí y te lo ordenara..
- Sí...
- Tira hacia arriba bien fuerte con una mano. Y con la otra frótate por encima de las bragas..
- Mmm.. Si, María escribía mmm. Pero realmente estaba gimiendo ya. Se sentía como una auténtica zorra, pero lo más increíble era lo que estaba disfrutando sintiéndose así.
- Aparta el tanga a un lado y metete un dedo en el coño..
- Ya...
- Llévalo a la boca y chúpalo... lámelo...
María obedecía ya a todo mecánicamente. Un aparte de su mente le decía ¿qué hago? ¿Estoy loca? Aquí, delante de una pantalla, tocándome, haciendo lo que me dice un desconocido... Pero otra parte, mucho más poderosa, sencillamente la obligaba a disfrutar, a seguir las instrucciones de Robert... Y María se descubrió lamiéndose uno de sus dedos, impregnado de los jugos de su coño, y saboreándolo como si estuviera mamando una polla auténtica...
- Ya...
- ¿Ves, María? Es jugo de perrita salida... ¿verdad?
- Sí...
- Quítate las bragas y límpiate el coño con ellas...
- Sí...
- He dicho que te limpies el coño con las bragas, no que te sigas masturbando con ellas, perrita..
María sintió todo su cuerpo estremecerse. Cuanto más aumentaba la presión aquel desconocido, cuanto más humillante era la frase, más y más placer invadía su cuerpo.
- ¿cómo llevas el coño?
- Yo... afeitado casi completamente, salvo por una tira de pelo recortada, hacia arriba..
- Frótate más, quiero esas bragas empapadas...
- Ya lo están..
- Sí, seguro que sí. Tíralas al suelo. ¿Qué calzado llevas?
- Unas sandalias...
- Ponte inmediatamente unos zapatos de tacón..
- están en otra habitación
- Estoy esperando...
- Voy... María salió corriendo de la habitación del ordenador, y fue a su habitación a buscar los zapatos de tacón. Mientras se agachaba para ponérselos, era totalmente consciente de su excitación, de su culo desnudo, de su coño mojado. Se imaginaba que aquel desconocido estaba detrás de ella, contemplándola mientras se agachaba. Y mientras volvía a la habitación del ordenador, andando por el pasillo totalmente desnuda, balanceando su cuerpo sobre sus zapatos de tacón, se sentía la más puta de las mujeres, pero sabía que quería sentirse todavía más zorra.
Tecleó en la pantalla.
- Ya estoy, Robert
- Sigue de pie. Enfrente de la pantalla. Las piernas abiertas. Las manos entrelazadas detrás de tu cabeza. Muévelas solo para escribir..
- Sí...
- Dime, perrita, ¿a qué tus pezones ya están duros?
- Como piedras. Dios...
- Ya, porque te encanta que te traten como a una puta... Seguro que te gustaría que te metiera ahora mis dedos en tu coño y te follara con ellos, así, de pie como estás, con tus manos detrás de tu cabeza, mientras te digo al oído lo zorra que puedes llegar a ser..
- Siiii...
- ¿para que me molesto en mandarte un relato? Si te pones toda cachonda sólo con desnudarte... Dime, ¿conque te masturbas habitualmente? Algo tendrás, seguro...
- Es una barra de plástico duro, un tubo. No tengo juguetes en casa..
- Habrá que ir arreglando eso para el futuro. Trae la barra..
María sintió el ardor en su cara. Estaba roja totalmente. Y, arreglar eso para el futuro. ¿Qué quería decir?. Tomó la barra de la mesa del ordenador, de un cajón donde estaba guardada siempre.
- Ya la tengo... está aquí, al lado del ordenador.
- Siéntate en la silla... las piernas bien abiertas... el tubo dentro de tu coño... y ponte a leer el relato. Pero sólo puedes tocarte los pezones... nada más que los pezones..
María obedeció. Se sentó en su silla, introduciéndose la barra con la que se masturbaba habitualmente dentro de su coño absolutamente empapado. Sentía la necesidad casi irrefrenable de moverla salvajemente, de follarse con ella, y de dar rienda suelta al orgasmo que sentía que se le avecinaba. Pero sabía que tenía que obedecer. Abrió todo lo que pudo las piernas, y mientras sentía como empezaba a deslizarse por sus muslos ya un pequeño hilo de líquido viscoso que su coño ya no podía retener, y menos con su barrita dentro, abrió el relato que Robert le había enviado, y empezó a acariciarse los pezones ya totalmente endurecidos. Más que acariciárselos, los apretaba, los aplastaba...
Robert volvió a hablar..
- Sólo los pezones, María. Aunque también puedes tocarte las tetas, pero para chupártelas con la lengua... llévatelas a la boca, mientras lees..
María, empezó a leer el relato, mientras agachaba un poco la cabeza y se llevaba las tetas a la boca para lamerse los pezones. Sus abundantes pechos permitían tal movimiento, y ella estaba ya en tal estado de excitación que sus pechos estaban ya totalmente mojados de sus propios lametones. Y, cuando en el relato que estaba leyendo ahora, la protagonista era atada a una silla, pero dejando su culo desnudo hacia fuera, para ser follada por su amo, María sintió como el hilillo de líquido que salía de su coño, se convertía en flujo mucho más abundante y espeso. Notaba como ese líquido resbalaba por el cuero de su silla entre sus muslos, como su culo desnudo sobre la silla empezaba a mojarse en sus propios líquidos. Sentía ya la necesidad acuciante de correrse, de estallar en un orgasmo que sabía que sería brutal..
- Robert, por favor, necesito tocarme. Quiero correrme..
- ¿Quieres correrte, María?
- Sí, Robert. Por Dios, tengo que tocarme..
- Ya te estás tocando las tetas..
- Quiero tocarme más..
- ¿qué quieres tocarte, María?
- Él... mi coño...
- ¿porqué, María?
- porque estoy muy excitada...
- ¿de verdad?¿Cómo de excitada?
- mucho. Robert..
- ¿cómo de mucho...?
- Como. Como una perrita..
- ¿solo como una perrita?
- Dios. Como una perra... Robert. Como una perra salida... como la más caliente de las zorras calientes...
- Ya veo. Pero las perritas, las perras, no se corren en una silla....¿o si, María?
- No.. no sé...
- Las perras se corren en el suelo, abiertas de cuatro patas, mostrando y moviendo su culo para que las follen... Ponte en el suelo, a cuatro patas, la cara contra el suelo, el culo bien hacia arriba y fóllate con la barra hasta correrte... Y mientras te follas imagínate que estoy detrás de ti, follándote como la perrita que eres mientras te sujeto del pelo y te doy unos azotes hasta dejarte el culo rojo... venga, a que esperas. No vuelvas hasta que te corras..
Maria prácticamente se tiró de la silla... sujetando la barra dentro de su coño, y sintiendo la proximidad del orgasmo se colocó inmediatamente en el suelo, a cuatro patas, y comenzó a mover la barra frenéticamente dentro de su coño. En su mente aparecía un Robert imaginario follándola como a una puta y gritándole al oído que le iba a destrozar el coño. No necesitó demasiados movimientos. A los pocos segundos, Maria se corría en un grito prolongado, sintiendo como expulsaba un auténtico torrente de jugos casi transparentes que pringaban sus manos... En el suelo había dejado un charquito. El aire olía a sexo... al sexo de Maria.
Permaneció todavía unos instantes a cuatro patas sobre el suelo, inmóvil, con una mano todavía sujetando la barra dentro de ella. Jadeaba, con los ojos cerrados, con la mente casi en blanco. Se levantó, sacándose la barra. Observó que su eyaculación había manchado uno de sus zapatos... apenas se lo podía creer. Volvió a sentarse, dejando la barra totalmente pringada de sus liquidos encima de la mesa, al lado del ordenador. Robert no había escrito nada durante esos minutos.
- Robert. ¿Estás ahí?
- Sí.¿ Ya te has corrido?
- Sí...
- ¿has gritado, perrita?
- Sí. Cuando me excito mucho. Grito. y..
- dime
- tengo orgasmos líquidos... he dejado un charco en el suelo. Y me he manchado un zapato..
- ya... ponte un sujetador, Maria. Ya.
Más órdenes, pensó Maria. ¿Porqué? ¿Y porqué me gusta? Dios, y.¿por qué voy a obedecer? Si no me está viendo...
- voy. ¿Cómo lo quieres?
- me da igual. Póntelo..
Maria corrió hasta su habitación, y sacó de uno de los cajones de su armario, un sujetador negro que se puso, y volvió con la misma rapidez a la pantalla del ordenador.
- Ya me lo he puesto.
- Bien. Sácate las tetas...
- Sí...
- Ponte la barra entre las tetas, sujeta por la goma del sujetador.
- Es que la barra está muy mojada...
- Póntela.
- ya está
- Te quedarás una hora así, Maria. Desnuda, sólo con tus zapatos de tacón pringados de tus líquidos, con las tetas fuera del sujetador y con esa barra entre tus tetas, sí, tan cerca de tu boca, con el olor de tu sexo de auténtica zorrita. No te toques durante esa hora, bajo ningún pretexto. Dáte unas vueltas por tu casa, o mira la televisión, haz lo que quieras. Cuando pase esa hora, si vuelves a estar salida, podrás tocarte. ¿Alguna duda?
- No..
- Bien, Maria. Te dejo. Volveremos a hablar. Un beso. Te quiero obediente ¿ verdad que la va a ser?
- Sí. Lo seré. Quiero ser obediente para ti.
Robert ya no estaba. Maria se levantó, y caminó tal y como le había ordenado Robert. Cuando entró en la cocina, miró el reloj de la pared. Apenas habían transcurrido cinco minutos. Olía a través de la barra, tan cercana a su cara, el aroma de su sexo. ¿Pero, porque seguía así? ¿Porqué no iba al baño a darse una ducha? ¿Porqué pensaba aquel hombre que realmente iba a permanecer desnuda una hora en su casa?
Maria se encaminó al baño. Y al entrar, sé vió reflejada en el espejo. Vió, qué sólo con mirar su imagen, sus pezones se endurecían de nuevo un poquito. Levantó una de sus manos para acariciárselos, pero, la detuvo a mitad de camino. Siguió mirándose. Se dio media vuelta, y salió del baño.
Solo quedaban cincuenta interminables minutos para poder tocarse.
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