LA ESTRICTA ABUELA ISABEL. DISCIPLINA. PARTE II
Escrito por sumisso
CAPITULO II: REGRESIÓN DE EDAD ESTRICTA
Al día siguiente de mi castigo, mi comportamiento hacia la abuela Isabel cambió por completo. Ella tenía razón iba a aprender a respetarla y obedecer. La mañana siguiente fue muy larga para mí. La abuela Isabel se pasó toda la mañana dándome instrucciones. Tuve que limpiar mi habitación por completo, ordenarla, fregarla. La pocilga llena de humo y botes de cerveza había llegado a su fin. Al terminar mi habitación, la abuela hizo un examen exhaustivo a mi habitación y me confiscó todo cuanto deseaba. Me quito mi paquete de cigarrillos, mis cervezas, el poco de hierba que conservaba y algunos objetos más.
- ¡ Todo esto para ti ha terminado¡. – Me indicó mientras se guardaba todo cuanto me había confiscado en el bolsillo de su delantal y como siempre con sus guantes de goma rosas enfundados.
Tras terminar la habitación tuve que hacer múltiples tareas domésticas. Yo que era un completo holgazán y ahora no tenía un momento de respiro. La abuela seguía dándome órdenes y me vigilaba constantemente. Obedecí todo cuanto me ordenó, por dos motivos: uno porque tenía el culo al rojo vivo y no deseaba recibir más correazos. Dos, porque sentía una sensación inexplicable, deseaba obedecer, veía a mi abuela como una mujer autoritaria, nunca antes había visto a una mujer tan estricta y aquello incluso me provocaba erecciones tan solo pensarlo. Si dudaba en alguna orden rápidamente me reprendía y amenazaba:
- ¿Quieres que volvamos a la habitación, te ate a la cama y agarré la correa? – me amenazaba apuntándome con su dedo rosa de goma. Obedecía al instante cualquier instrucción recordando cómo me quemaba el culo en esos momentos. No deseaba ni un solo correazo más, había tenido suficientes.
La abuela Isabel me ordenó ir al supermercado, me dio una lista con todo cuanto debía comprar. Me dispuse a realizar la compra minuciosamente tal como me ordenó y me di cuenta que el supermercado estaba muy lejos de su casa. Nosotros vivíamos en la punta contraria a donde se situaba el único supermercado del pueblo. Tras un largo recorrido compré todo cuanto había escrito en la lista. Me llamó mucho la atención que en la lista había indicado papilla para niños. Pensé que era una de las extrañezas de la abuela, quizás era un alimento que la gustaba en especial, pero estaba completamente equivocado.
Llegué de nuevo a casa completamente cargado de bolsas después de un largo paseo. Llegué exhausto. Entregué las bolsas a la abuela y para mi sorpresa me dio una nueva instrucción:
- ¡Vaya¡ se me ha olvidados incluir en la lista algunas cosas, vas a tener que volver a ir a por ellas - . Pretendía que volviese de nuevo hasta el supermercado que estaba realmente lejos.
- Pero yo…. ¡Si acabo de volver¡ – Traté de evitar tener que ir tan lejos una vez más.
- ¿Quieres que te lo explique de otra manera ?... ¿Agarró la correa y regresamos a la habitación? – Me amenazó si no cumplía sus órdenes. Me convenció por completo.
- Ni se te ocurra volver a rechistar una orden… ¿Me has entendido? – Me preguntó mirándome fijamente levantando su guante de goma apuntándome con el dedo nuevamente .
- Si, señora Isabel – Contesté tal como me había indicado que debía tratarla a partir de ahora.
Estuve toda la mañana ayudando en tareas domésticas y realizando la compra. Estaba completamente exhausto, deseaba descansar, pero eso no iba a ocurrir tan pronto. Escuché como la abuela Carmen me llamaba desde la cocina. Ya era entrada la tarde. La abuela había preparado la comida de mi madre, la cual la llevo a su habitación y ahora era mi turno. Entré en la cocina acudiendo a su llamada y observé a la abuela Isabel terminando de preparar una cazuela de papilla.
- Siéntate en la silla - Me ordenó. Obedecí pero antes de sentarme observé como la abuela quitó el cojín de la silla de madera. Pretendía me sentase sobre la silla sin el cojín que amortiguaría mi dolor de trasero. Al sentarme sentí como mi culo me ardía. Iba a tardar una buena temporada en volver a sentarme sin dolor o molestias.
La abuela Isabel vertió en un plato situado sobre la mesa el contenido de la cazuela. Quedé asombrado y desconcertado al comprobar cómo era papilla para niños. Colocó otra silla pegada a la mía y se sentó. Sacó sus guantes de goma rosas y comenzó a enfundárselo en ambas manos.
- Ahora vas a comer todo el plato de papilla. Esto es lo que comen los niños llorones como tú. Hasta que no aprendas a comportarte como un hombre… comerás papilla - Me indicó sonriendo. La abuela Isabel estaba disfrutando humillándome de aquella manera. Era su venganza hacia mí.
Acercó una cuchara agarrada por su manos enguantada , repleta de aquella masa viscosa marrón, impulsivamente aparté la cuchara con mi mano. No deseaba comer aquel alimento. Estoy seguro que era muy nutritivo y sano pero solo ver la textura y el olor me producía repugnancia. Tras apartar la cuchará la abuela se levantó enojada y regresó con una pequeña cuerda. Me ató las manos al respaldo de la silla, apretó duramente la cuerda.
PLAAAAAAAAAAAAAFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAFFFFFFFFFFF
Estrelló con fuerza su mano enguantada de derecha a izquierda propinándome dos bofetadas que literalmente vi las estrellas. Me abofeteó con dureza, sus brazos carnosos la dotaban de fuerza. Resonó en la cocina las dos terribles bofetadas.
- ¡Ahora vas a comer todo el plato sin rechistar y te prometo que cuando termines me suplicaras otro plato más¡ - . Obedecí de inmediato y abrí la boca. Su mano enguantada agarraba la cuchara de metal y la introdujo en mi boca. Era detestable aquella papilla. No tuve más remedio que tragar la cucharada repleta de papilla. Acercó una nueva cucharada y otra y otra. No paraba de tragar papilla una y otra vez.
- Este va a ser tu alimento a partir de ahora…. Me encargaré personalmente que termines todo el plato – Me indicó mientras continuó introduciendo la cuchara repleta de papilla en mi boca.
- ¡¡ Es asquerosa, no me gusta ¡¡ - Me quejé enfadado y humillado.
PLAAAAAAAAAAAAAAAAAFFFFFFFFFFF PLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAFFFFFFFFFF Volvió a abofetearme duramente. Mi cara quedó completamente colorada por sus nuevas bofetadas.
- Cada vez que rechistes… te abofetearé la cara…. Te aseguro que puedo hacerlo una y otra vez… - Volvió a acercar la cuchara a mi boca mientras mantenía amenazante su otra mano enguantada levantada en el aire. Obedecí por completo y terminé todo el plato de papilla.
- ¡¡ Muy buen chico¡¡ . Ahora suplícame otro plato, dime cuanto te gusta tu nueva comida y pídeme otro plato más. – Me indicó burlándose de mí con un tono de voz condescendiente.
- No me gusta, no quiero más -. PLAAAAAAAAAAAAFFFFFFFFFFF PLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAFFFFFFFFFF . Comencé a detestar sus bofetadas, la cara me ardía y era muy humillante.
- Por favor Señora Isabel quiero otro plato más - . La supliqué, no quería recibir más bofetadas. La abuela Isabel se levantó y rellenó de nuevo mi plato con papilla procedente de la cazuela.
- Ve acostumbrándote…. Es lo que va a ocurrir a partir de ahora…. Esta noche tendrás más papilla, me encargaré de dártelo con la cuchara .JAJAJA – Comenzó a reírse mientras acercaba de nuevo la cuchara. Tragué un segundo plato sin rechistar. La abuela Isabel era terriblemente estricta, estaba enseñándome modales de verdad.
Me di cuenta que empezaba a adorar aquella mujer. Nunca antes una mujer me había tratado de tal forma. Toda mi chulería, arrogancia, malos modales, insultos… se habían esfumado. Me causaba un gran respeto y aquella situación me gustaba.
Pensaba que los castigos de la abuela Isabel habían terminado pero estaba equivocado. A la tarde fue cuando me indicó que la siguiese. Anduve tras ella y llegamos al baño situado en la planta superior de su casa. Entramos al interior del baño y cerró la puerta.
- Desnúdate y entra en la bañera - . Sin comprender que pretendía, obedecí. Me sentí humillado al estar desnudo frente a la señora Isabel. Mientras esperaba desnudo en la bañera observé como la abuela Isabel sacaba de un cajón una goma gruesa de goma o silicona y una bolsa de caucho gruesa. Se acercó a mí con los objetos.
- De rodillas en la bañera con las piernas abiertas. Es hora de tu enema. En mi casa vas a permanecer limpio - . Quedé asustado al comprobar como empezaba a montar el enema y colocarlo en alto sobre la bañera. Terminó los preparativos y se enfundó sus guantes de goma rosa. Acercó el extremo de la gruesa goma a mi culo y sentí como introducía levemente la goma gruesa en mi ano. Aquello era doloroso, la goma entrando en mi ano. Me retorcí, me quejé y me aparté.
- ¡¡ Esta claro que siempre tengo que atarte y amordazarte ¡¡ No sabes estarte quieto y mantener la boca cerrada - La abuela Isabel sacó sus esposas de su delantal y colocó los grilletes en mi manos a la espalda. Se bajó sus bragas por sus piernas y las introdujo en mi boca. Aquel sabor y olor ya eran familiar para mí. El tono amarillo de sus bragas sucias. Me amordazó con sus bragas, sentí un fuerte sabor.
- Te prometo que la goma va a entrar en tu culo…. Si te duele es problema tuyo…. Podría haberlo hecho suavemente… pero sigues siendo un llorón… por las malas va a ser peor…. – La abuela Isabel una vez me inmovilizó y silenció acercó de nuevo la goma al orificio de mi culo. Comenzó a introducir la goma, el dolor que sentí fue muy intenso. Me quejaba silenciado por su mordaza. No entraba la goma en mi culo cerrado. La señora Isabel continuó forzando la goma hasta que empezó a entrar poco a poco bajo mi intenso dolor. Acabé lloriqueando de nuevo.
- Te lo advertí por las malas sería peor….. pero sigues insistiendo en desobedecer - . La señora Isabel estaba inclinada sobre la bañera. Sonrió y noté como sacaba la goma de mi ano de nuevo.
- ¡¡ Vaya ¡¡ …. Se ha salido ¡¡ - Me recriminó. Sentí impotencia, no se había salido, ella tiró de la goma para sacarla adrede.
- Voy a tener que volver a introducirla….- Deseaba quejarme lleno de impotencia y humillación. Ella había sacado la goma, deseaba volver a castigarme. Me sujetó por el pelo manteniendo mi cara inclinada hacia arriba con su mano enguantada mientras su otra mano acercaba de nuevo la goma a mi orificio. Volví a sentir el mismo dolor, lloraba mientras ella continuaba introduciendo la goma.
Dejó el enema en mi interior mientras miraba un reloj que portaba en su muñeca.
- Dentro de una hora regresaré…. Pórtate bien…. Si la goma no está dentro de culo cuando regrese tendremos que empezar de nuevo - . La Abuela Isabel tiró del extremo de sus guantes bruscamente despojándose de ellos y se marchó del baño dejándome allí encerrado con mi enema.
Una hora después regresó tal como me indicó. Quitó el enema de mi culo y me ordeno sentarme sobre el W.C. Seguía con las esposas de metal y amordazado sentado sobre el retrete. Vacíe mi estómago debido al enema bajo la atenta mirada de la abuela Isabel. Me sentía humillado pero no fue nada comparado con lo que ocurrió a continuación. Tras quedar completamente limpio, la señora Isabel agarró un pañal de adulto. Lo colocó sobre mis piernas y cintura. Cerró el velcro y colocó una pequeña cuerda de tela en él.
- ¿Ves este nudo?, solo yo sé hacerle. Si te quitas tu pañal no podrás volver a anudarlo de tal manera. Me daré cuenta. A partir de ahora vas a llevar pañal y vas a comer papilla. Si te portas bien te cambiaré el pañal cada día, sino te portas bien llevaras el mismo pañal sucio. Si te quitas el pañal sin mi permiso….. tendré que enseñarte con la correa a obedecer. - . Cada vez tenía más control sobre mí la abuela Isabel. Me trataba como un niño tal como me prometió. Colocó mis pantalones sobre el pañal y sonrió mirándome fijamente.
- Ya te lo he advertido…. Obedeces y me respetas… o…. pañales, papilla y enema. Te aseguro que puedo castigarte de maneras mucho más dolorosas… si lo tengo que hacer lo haré…. Te aseguro que no te gustaran nada, lloraras y lloraras de dolor … dame un solo motivo - . Me recrimino la abuela Isabel. Era consciente que la abuela siempre cumplía lo prometido, debía andarme con cuidado y comportarme adecuadamente.
La crueldad de la abuela Isabel me encantaba. Cada vez la adoraba más. No entendía aquella situación, sufría por el dolor y humillación que me provocaba y a la vez sentía placer por complacerla y obedecerla. Nunca una mujer me había tratado de aquella forma, deseaba obedecer .Mi comportamiento empezaba a cambiar. Ya no era el delincuente de antes.
Hay un dicho que dice que antes de mejorar, siempre vas a empeorar y luego mejoraras el doble. . Eso me ocurrió a mí. Todo iba muy bien en casa de la abuela Isabel hasta que cometí un tremendo error que enfureció a la señora Isabel. Todo el camino avanzado lo retrocedí de una sola vez, la furia de la abuela Isabel cayó sobre mí. Os puedo asegurar que esta vez comprendí el significado de la palabra disciplina. Aunque esto será fruto del siguiente capítulo.
Tercera parte ya publicada en esta web. Continúa….
Agradeceré sus comentarios del relato en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
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