Políticamente incorrecto 6.1
Escrito por Wilmorgan
No podía comprender la razón por la que estaba tan nerviosa en casa de Natalia. Después de todo lo vivido, lo normal seria relajarme al encontrarme en lugar seguro. Pero mi cuerpo no actuaba para nada normal esa noche.
Me sentía ridícula después de haberme comportado tan estúpida al ofrecerme a limpiar los pies a mi compañera de trabajo. Quizás fuese solo mi necesidad de agradecerle que nos dejase quedarnos en su casa. Aunque tengo que reconocer que, a pesar de comprender que lo que habíamos vivido era una agresión sexual y lo detestaba, mi maldito cuerpo aún estaba excitado. Hasta tal punto de haber visto el momento de estar arrodillada lavando los pies a mi compañera como algo libidinoso.
No es de extrañar, qué si mi cuerpo estaba tan confuso, ahora me ocurriese lo mismo al ver como Natalia se despojaba de la poca ropa que tenía. Llevaba toda la noche viendo desnuda a mi amiga, pero por alguna extraña razón, un momento tan casto como desnudarse en su habitación para ponerse el pijama, me estaba excitando.
- Venga Sofí. Quítate esa ropa sucia. No querrás meterte en mi cama oliendo a semen. – me dijo ya sin pantalones.
- Sí, sí, claro.
No debía sentir pudor por desnudarme delante de otra mujer. Y menos cuando ya me había visto completamente desnuda. Pero a pesar de ese razonamiento, me fui deshaciendo de mi ropa con una mezcla de vergüenza y excitación que me incomodaban.
- Esto es tuyo. Aun huele a la leche de Jacob. – habló mientras acercaba la camiseta que se había quitado a su rostro.
- Supongo que la mía huele a tu macho. ¿ Por cierto, te ha dicho como se llama?- continuó diciendo.
- No…- contesté quitándome su camiseta, intentando averiguar si de verdad quedaba su aroma, pero más disimuladamente que ella.
Natalia tiró a los pies de la cama mi camiseta y yo la imité nerviosa. Estábamos las dos completamente desnudas de nuevo, pero esta vez en la privacidad de su dormitorio. Ella comenzó a buscar en su armario. De un cajón sacó un pijama de dos piezas, de color violeta. Parecía fresco y suave, como de seda. Al ponérselo vi que era bastante holgado, aunque sus pechos quedaban bien marcados y casi apretados por la suave tela. No se puso ninguna ropa interior antes de colocarse los pantaloncitos del pijama, algo que me sorprendió.
Con ella ya vestida, continúo buscando entre su ropa. Yo me mantuve nerviosa y desnuda mientras ella iba desechando prendas. No me podía creer que entre aquella tonelada de ropa no encontrase nada que dejarme para dormir.
- No tengo más pijamas fresquitos. Y con este calor que hace…
- No te preocupes. Cualquier cosa me vale.
- Creo que esto servirá. Es muy fresquito. Y a los tíos les encanta, créeme. – dijo, ofreciéndome una prenda.
Al verla me di cuenta que no era más que una camiseta de tirantes. Quizás un poco más larga de lo normal. Parecida a la que yo uso en el gimnasio para que los babosos no me miren las tetas o el culo. Al ponérmela, me di cuenta que era incluso más corta que la que yo usaba. Estirando al máximo alcanzaba a taparme justo por debajo de mi sexo. Por supuesto no me tapaba el culo. Y al ser bastante ancha y de tirantes, mis pechos se descubrirían fácilmente con cualquier movimiento.
- ¿Qué te parece?
- Qué voy a dormir muy fresquita. – dije bromeando.
Aquello parece que disipó un poco de tensión, al menos para mí. A ella la veía muy tranquila. Riendo mi ocurrencia cerró la puerta del armario y de un salto se lanzó sobre la cama. Quise pedirle que me dejase unas bragas al menos. No me parecía normal que durmiésemos las dos sin ropa interior. Y mucho menos cuando mi atuendo no me tapaba nada, pero no me atreví.
Por un lado, estaba muy agradecida con Natalia por dejarnos dormir en su casa. No se qué hubiéramos hecho de tener que llegar hasta la nuestra, con Marcos vestido de mujer. Pero al verla así tumbada con aquel pijama tan sexy, tan guapa, tan sensual… Mi mente me recordaba lo que había sentido al ver como mi novio la tocaba. Como tenia su sexo en la cara de Marcos. Incluso como me hicieron de menos aquellos hombres a su favor. Mi instinto primitivo de hembra me hacía ver a mi compañera como una rival. Como la enemiga que debía vencer. Incluso de alguna manera, podía sentirme inferior por tener que vestir una vieja camiseta que dejaba mis intimidades al aire, mientras ella lucía un pijama digno de videoclip de reguetón.
- ¡Estoy muerta! Vaya nochecita…
- Sí… yo también estoy cansada. – dije, con mi mente inmersa en mis pensamientos.
- Ahora me arrepiento de haber dicho que no al masaje que me ofrecía tu novio.
Era cierto. Estaba muy cansada. Mi cabeza seguía discurriendo si debía estar agradecida con ella o odiarla por ser una rival. Y que me recordase que mi novio le había ofrecido masajear sus pies, no ayudaba. A pesar de eso, intuí la indirecta que me estaba mandando. No había sido suficiente con lavar sus pies, que también quería un masaje. Era una niñata mal criada, que estaba acostumbrada a que le diesen todo por su cara bonita.
- Si… quieres… te lo puedo dar yo. – le dije, mientras mi mente pensaba lo odiosa que era.
- No estaría nada mal. Así me relajaría bien para dormir. Que esos cabrones me han puesto de los nervios.
Tenía razón que habíamos vivido un momento traumático. Un masaje de pies no era nada si conseguía ayudarla a dormir. Aunque su pose tumbada en medio de la cama, estirándose al máximo, no ayudaba a que dejase de verla como una pretenciosa niñata.
Acomodó la almohada de tal manera que sus pies quedasen justo al final del colchón. Me lanzó la otra, la que presumiblemente sería para mí, para que la pusiera bajo sus pies. De esa manera ella quedaba en una posición indiscutiblemente cómoda. Pero a mi me hacía arrodillarme en el suelo para poder darle el masaje. Reviviendo ese sentimiento de vejadez, lo hice. Postrándome y sintiendo de nuevo el suelo duro en mis rodillas, comencé a masajear sus recién lavados pies.
- Que gusto Sofí. Se te da muy bien. Marcos estará muy contento.
- La verdad es que no recuerdo haberle hecho ningún masaje así.
- Claro. Es él quien te los hace a ti. Se nota que es muy servicial.
- Bueno… Sí… Puede… no lo sé. – contesté, sin entender a qué venia esa conversación.
- Tiene que ser genial tener un novio tan sumiso y obediente. Te tratará como una reina.
- ¿Por qué piensas que es sumiso y obediente? – contesté yo, indignada, pero sin detener mi masaje.
- Bueno… esta claro ¿no? Ya le has visto esta noche…
- Eso no tiene nada que ver. Le han obligado.
- Si bueno… Me dirás que no se ha puesto cachondo. No te hagas la tonta. Le has visto como yo.
- Es normal que su cuerpo reaccione a ciertas cosas. Eso no quiere decir que le gusté. – contesté, sin saber si defendía a Marcos o a mí.
- Eso es verdad. Tengo que reconocer que a mí también me ha pasado eso. – dijo Natalia.
- ¿Sí? – pregunté muy intrigada.
- Pues sí. Por qué ocultarlo. Me he excitado mucho esta noche. ¿No has visto el pollón que calza Jacob?
- Sí, sí, claro que lo he visto. – contesté, mientras imágenes de aquella verga negra pasaban por mi mente.
- Pues tú solo lo has visto. Yo que lo he tenido dentro…. ¡Uff! Aún me duele, creo que estoy irritada. – me dijo, acariciándose la vagina por encima de sus pantaloncitos.
Como sospechaba, mientras yo me quedaba frustrada con Marcos y con Él, ella era follada por aquel negrazo superdotado. Si antes sentía una pequeña envidia hacia ella, ahora iba aumentando hasta poder considerarla rabia. Y seguía de rodillas masajeando sus pies.
- Nunca había probado nada tan grande. No he sido capaz de metérmela entera. Hacía tope. – dijo ella bromeando.
- Sí… era muy grande. – contesté yo, intentando disimular mi incomodidad.
- Has tenido suerte de que Jacob me eligiera a mí. Si te la mete a ti, acostumbrada a la cosita de Marcos… te rompe en dos.
Intente que su risa no hiciera mella en mi rostro de póker, pero era difícil. No sólo me recriminaba la elección de Jacob. También el tamaño del miembro de mi novio. Y yo, masajeando sus pies de rodillas.
- A ver… no te preocupes. Marcos es un chico muy guapo. Y tiene un cuerpazo. Si hasta le queda bien nuestra ropa interior.
- Sí… no se que le pasó. Normalmente no la tiene tan pequeña. – intenté defender a mí novio.
- ¿Sí? Es difícil de imaginar… aún así tu novio es un partidazo. No hace falta que tenga un pollón. Hay otras formas de divertirse con un hombre.
Mientras hablaba no dejaba de acariciarse la entrepierna sobre sus pantaloncitos. Me creo que estuviese irritada después de follar con aquel negrazo. Aunque comenzaba a ver aquel tocamiento como algo más, mientras hablaba de mi novio.
- Aunque el otro no estaba mal armado tampoco ¡eh! Que la he tenido en la mano y tela…
- Pues sí. Era preciosa. – no sé por qué dije eso.
- Sí, sí. Eso lo sé. Pero dime, ¿como se siente dentro?
- No lo sé. No llegó a penetrarme.
- ¿Nada? ¿Por ningún sitio? ¿Ni siquiera en la boca?
- No…
Debía sentirme orgullosa de no haber sido violada por aquel pervertido. Pero su forma de decirlo. Y esa sensación de frustración que arrastraba desde que me había tentado con su miembro sin llegar a consumar. Solo tenía que ladrar. Si solo hubiese ladrado…
- ¿Me estás diciendo que se te ha corrido en tu cara mientras yo le pajeaba, sin haberla probado ni un poquito?
Aquella polla no me había penetrado. Pero las palabras de Natalia me estaban apuñalando. Y yo seguía masajeando sus pies mientras ella se acariciaba, cada vez más sospechosamente. Ante mí falta de respuesta, continuó hablando.
- Joder nena pues tenía una pinta… de solo meneársela me dieron ganas de tragarla. Y eso que venía de follar con Jacob.
- Natalia… nos estaban violando. ¿Cómo puedes decir eso?
- ¡Alá! Que exagerada. Si es cierto que se puso la cosa tensa cuando tu novio intento hacerse el machito. Pero no me dirás qué no has disfrutado un poco.
- ¡Claro que no! Han abusado de nosotras. ¡No soy un trozo de carne! – contesté dejando salir mi lado más feminista.
- Ya, ya… pues a mí me parece que te pusiste cachonda como una perra. Que te estabas derritiendo cuando ese tío magreaba su polla por tu cuerpo. Y que por eso parabas de pajear a Marcos en mi cara. Para que fuese él quien se corriese en la tuya.
Podría haber negado todo aquello. Alegar que simplemente era su percepción de la historia. Incluso atacarla diciendo que yo no era una zorra salida como ella. Pero me sentía tan descubierta que estaba segura que mi rostro había perdido cualquier convicción de rebatir aquello. Como fuere, no pude contestar y ella continuó.
- No te preocupes. Es normal. Aquellos hombres son muy diferentes a lo que estás acostumbrada. Marcos te trata como su princesita que necesita cuidados y mimos. Y eso está muy bien para ver una peli en el sofá. Pero a la hora de abrirte de piernas necesitas un hombre que te ponga en tu lugar. No te sientas mal. A mi me pasa lo mismo.
Ahora se tocaba sin ningún disimulo. Estaba reconociendo que le había gustado que esos hombres nos utilizaran como objetos sexuales. No sólo eso, estaba afirmando que a mí me había gustado. Era una conversación tan irreal. Casi tanto como que se estuviera tocando en mi cara, mientras yo le hacía un masaje postrada en el suelo de su habitación.
- Venga no seas mojigata conmigo. He visto como abrías la boca cuando ese tío se te iba a correr. Delante de tu novio, dejándole desesperado por correrse en mi cara. A mi no me vas a engañar. Yo también soy una mujer y sé cuándo una está cachonda.
- Como tú ahora ¿No? – contrataqué, molesta por su actitud de superioridad.
- Pues sí. Para que te voy a engañar. Y eso que me he corrido dos veces con el rabo de Jacob reventando mi chochito. – contestó, si disimular sus frotamientos.
- Ya veo… pensé que te dolía. Pero no paras de tocarte. – le dije, descubriendo que me estaba dando cuenta de todo.
- ¡Joo, Sophie! No se qué me pasa, pero necesito desahogarme. ¿ No te molesta verdad?
- No, no. Haz lo que quieras. Estás en tu casa… - le dije yo, resignada.
No tenía claro cómo me sentía. Por un lado, era una situación muy incómoda. Que mi compañera de trabajo se masturbase descaradamente en mi cara, conmigo masajeando sus pies. Por otro, si ella estaba excitada después de haber tenido dos orgasmos. Yo, después de haber sido tentada por aquel hombre tantas veces, sin llegar si quiera a tocar su miembro… no quería reconocerlo, pero podía notar como mi descubierta rajita volvía a estar húmeda.
- ¡Mmm, que rico! Lo bueno de todo esto es que nos ha hecho íntimas. ¿ A que no pensabas cuando salimos de trabajar que acabaríamos en una orgía? Bueno yo, porque tú por lo visto te has quedado a dos velas.
No contesté. Mi mente estaba demasiado ocupada en controlar mi propia excitación. ¿Por qué me excitaba ver a mi compañera masturbarse? Si no soy lesbiana. No me atraen las mujeres. Y aunque lo fuese. Ella no hacía más que ridiculizarme con sus palabras. Me sentía un ser inferior a aquella morenaza que se masturbaba cómodamente en su cama. Y yo, frustrada y excitada, continuaba acariciando sus pies.
- Nunca me había tocado mientras me dan un masaje. Es súper gustoso. Deberías probarlo algún día. ¡ Venga, sigue con mis piernas que han sufrido mucho hoy!
No había terminado de asimilar lo que me pedía, cuando ya estaba masajeando sus gemelos. Para ello abandoné en duro suelo y subí a la cama. Era mucho más cómodo para mis doloridas rodillas. Pero ahora estaba aún más cerca de ella mientras se tocaba.
- En los muslos. Están muy tensos de saltar sobre Jacob en aquel banco.
Nuevamente , obedecí. Arrodillada sobre la cama, llevé mis manos a sus muslos y comencé a masajear con intensidad. Mis manos estaban muy cerca de su coñito que, aunque cubierto, se marcaba obscenamente debido a su manoseo.
- Lo haces genial Sophie. Es súper morboso tenerte así masajeando mis muslos mientras me doy placer. ¿ No te parece? – dijo ella, usando de nuevo el nombre que usó él.
- Sí… tiene su morbo. – confesé , sin saber la razón.
- Dime la verdad. Me tienes envidia ahora mismo. Yo aquí disfrutando de tus caricias y de las mías. Te encantaría tocarte ¿verdad? Y no se te ocurra ponerte mojigata. Se sincera.
- Sí… si estuviera sola, en mi casa, me tocaría. – confesé .
- ¿Y qué cambia que estés conmigo? Yo lo estoy haciendo y es súper placentero.
- No puedo tocarme delante de ti. Es algo muy íntimo.
- Claro… pero frotarte con mi culo mientras me magreas las tetas, si puedes ¿No?
Lo que tanto temía estaba sucediendo. Mis actos en aquel parque no habían pasado desapercibidos. Me moría de vergüenza. Deseaba meterme bajo las sábanas y aparecer en mi casa. ¿ Como había podido hacer eso con mi compañera de trabajo? Esos cerdos me habían trastornado. Era su culpa. La de aquellos asquerosos misóginos que nos habían tratado como unos objetos sexuales.
- No se qué me pasó Natalia… lo siento mucho. No debí hacerlo. Me muero de vergüenza. – solloce a mi amiga.
- No seas tonta Sophie. Es normal. Esos hombres sacaron la putita que llevas dentro. Y sinceramente, menos mal. Estaba cansada de que fueses tan estrecha.
- ¿No estás enfadada entonces? – pregunté , aliviada a pesar de llamarme putita y estrecha.
- Claro que no tonta. Tienes que dejarte llevar más. Y yo te voy a ayudar. Empieza a tocarte.
Debía estar de broma. Como iba a masturbarme delante suya. Y con ella haciéndolo también. Esto cada vez parecía más una película lésbica. Y a mí no me atraían las mujeres.
- Vamos Sophie. Ya sabemos que te pone cachonda obedecer. Se una zorrita obediente y dormirás como un bebé.
- Natalia… por favor… no puedo hacer eso. Te pido perdón por lo que te hice en el parque. De verdad. Pero no puedo hacer lo que me pides. Tú tócate tranquila y yo te sigo dando el masaje. No pasa nada
- No te lo estoy pidiendo. Te lo estoy ordenando. Sé que te pone más. Y también sé lo que te pone mucho. Para que veas que generosa soy.
Dicho esto, Natalia levantó la camiseta de su pijama dejando sus pechos al descubierto por undécima vez esa noche. Debía estar más que aburrida de ver esos senos perfectos. Además, que no eran más que unas tetas de mujer. Cosa que a mí no me excitaba. Pero quizás fuera la situación. La tensión sexual acumulada de aquella noche. No sabría decir la razón, pero mi mirada se perdió en aquellos dos globos de carne.
- Venga, empieza a tocarte mirándome las tetas. Ya verás como luego me lo agradecerás.
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