Vacaciones para cuatro 3
Escrito por Wilmorgan
Después de varios minutos buscando en su maleta, por fin Paula eligió una prenda. No me dejó verlo. Guardándolo tras su espalda vino hacía a mí. Estaba disfrutando del momento.
- ¿Quieres ver lo que he elegido para ti?
Era una pregunta retórica, pues sabía que no podía contestar con la boca abierta como me tenía. Ni siquiera podía asentir sin arriesgarme que algo cayera. ¡Maldita zorra!
- No te puedes imaginar lo divertido que es esto para mí.
- Sé que tienes ganas de darme una buena azotaina. O quizás ponerme unas pinzas en estos pezoncitos que tanto te gusta torturar. – me decía, mientras sacaba uno de sus pechos y acariciaba el pezón.
- Que delicioso es ver a mi Amita así de vulnerable. – dijo, apretando uno de mis pezones con saña.
La muy puta estaba aprovechando su posición en ese momento. Cuántas veces había sido yo quién la humillase de manera similar. Ni pensar en las veces que había retorcido sus penzoncitos marrones e incluso mordido. Me encantaba hacerla sufrir. Yo era su Ama. Fue mi petición al Amo cuando me entregué a él. Esa niñata me prendió desde el primer día que la vi en el gimnasio. Con ese cuerpo de deportista. Esa carita de niña buena. Esa actitud de devora hombres. Nunca me habían llamado la atención las mujeres. Pero con ella… me encantaba sentir el poder de hacer con ella lo que quería. Casi tanto como que nuestro Amo lo hiciera conmigo.
Paula soltó mi pezón y llevó su dedo a mí boca. Recogió un poco de semen y chupó su dedo con gula.
- Ya puedes tragar, vaquita. – así es como me llama él, por mis ubres.
Lo hice, dolorida porque me hubiera robado un poco de lo que era mío. Pero por fin con los labios libres para hablar.
- Era mío. No tenías derecho a tomarlo. – le dije enfadada.
- Amita… no te pongas así. Si quieres me voy y te dejo aquí, sin ropa y le digo a tu novio que pase.
No me quedó otra que aguantar mi ira y bajar la mirada en señal de sometimiento a mi propia sumisa.
- Venga no te enfades. Es muy divertido. Sabes que me encanta ser tuya. Pero tiene un morbo especial humillar a mí Ama.
- Sabes que me vengaré. – le dije.
- Sí, lo sé. Y tú sabes que, de momento, el Amo me dejará putearte lo que quiera. Al menos hasta que le cuentes a Carlos lo nuestro.
- Lo voy a hacer. – dije yo molesta.
- Ya… eso llevas diciendo mucho tiempo.
- Prometí al Amo que lo haría en estas vacaciones. Acabamos de llegar. Lo haré.
- Bueno, bueno… ¿Quieres ver lo que he elegido para ti?
- Sí, venga. Dámelo y salgamos ya.
- No, no. Así no. Como me dices tú… con humildad ante tu diosa. Pídemelo como lo hacen las zorritas obedientes. Y llámame… ¡ Señorita!
Tragándome mi orgullo y con más bilis que saliva en la lengua, hice lo que mi sumisa me había ordenado.
- Por favor, señorita ¿Podría mostrarme cuál será el atuendo que ha elegido para su putita?
- Ummm que bien suena. Sé que durará poco y pronto estaré postrada a tus preciosos pies. Pero es muy divertido. ¡Toma! Póntelo. – me dijo tirándome la ropa a la cara.
Era un vestido veraniego. Pero como de costumbre en su vestuario, era corto, muy corto. Al ponérmelo casi no llegaba a cubrir mis glúteos. Sí era corto para ella, yo que soy un poco más alta, quedaba completamente fuera de lugar.
Con el escote pasaba lo mismo. Si de por si le encantaba lucir sus turgentes pechos. Los míos, algo más grandes, casi salían del ceñido vestido.
Por lo demás era bonito. De color kiwi y bastante fresquito para lo ajustado que me quedaba. Lógico por otra parte, por lo escasa y fina de la tela.
- Te queda genial. Tus pezones se marcan como al Amo le gusta.
- Es demasiado Pau. Dame otra cosa. No puedo salir así.
- ¡Uy! Amita esto no es nada. Es el más recatado que he encontrado. Y te recuerdo que solo tienes mi ropa para estás vacaciones. Por cierto, la tuya. La que estaba tirada en el suelo y tan misericordiosamente he evitado que tú novio viese. Esa ya no la busques.
Está claro que el Amo lo tenía todo preparado. Sabía perfectamente que después del viaje con el vibrador, desearía ser usada en cuanto nos quedásemos a solas. Incluso que dejaría mi ropa tirada en cualquier sitio para acudir desnuda a él y ganarme ese honor. Me había avisado de lo duro que sería para mí estás vacaciones. Y pronto empezaba mi calvario.
- Al menos dame ropa interior. Los pezones se marcan y en cuanto me mueva se me verá hasta el higo.
- No, no. Mejor así. Al Amo le gustará verte tensa mientras comemos los cuatro juntos. Venga, Amita, vamos a comer, aunque tú ya lo hayas hecho sin esperarme.
Me dio la mano y salimos a comer. Con su actitud jovial y descarada de costumbre, hizo una especie de presentación de mi atuendo. Me hizo girar y desfilar delante de los dos hombres, cosa que hice con miedo a que el corto vestido mostrase a Carlos mi ausencia de bragas. A pesar del bochorno, sabía que lo mejor era dejarme hacer por miedo a que mi Amo interviniera y complicarse más mi situación.
Carlos tenía los ojos como platos. No daría crédito de que yo me hubiera puesto un vestido tan exageradamente provocativo delante de otro hombre. Jorge una cara de satisfacción absoluta. Y lo peor de todo. Yo estaba excitada sabiéndome el juguete de aquella casa.
Comimos más tranquilos de lo que podía esperar. Temía que en cualquier momento alguno de los dos dijese algo que me comprometiera de manera alguna. Pero no. Ni siquiera volvió a activar el vibrador. Me vino bien ese momento de calma tensa. Pero mi lado masoquista deseaba volver a ser víctima de su portentosa imaginación morbosa.
Decidieron descansar un poco antes de ir a la playa. Nosotras fuimos a hacer las camas mientras ellos descansaban en el sofá. Hice la nuestra y escuché a Paula llamarme desde la habitación donde dormirían ella y nuestro Amo. Fui allí y la vi sentada en la cama mirando su móvil.
- Que estaba yo pensando… que ya que puedo aprovecharme de ti … haz tú la cama del Amo. – me dijo, sin levantar la mirada de la pantalla.
- ¿ Quién ha dicho que tengo que obedecer a una niñata como tú? Sigo siendo tu Ama. – le contesté, con menos ímpetu de lo que desearía por miedo a que me escucharan fuera.
Dejando el móvil sobre la cama, Paula se arrodilló a mis pies. Pero con una extraña cara de felicidad me dijo:
- Claro que sí, Ama. Siempre lo serás. Me encanta estar a tus pies. Pero... sabemos que el Amo quiere divertirse contigo. Creo que sería mejor para ti tenerme contenta. Tu novio está allí al lado. Imagina que mientras el Amo me está follando, se me ocurre decirle que sería genial que le lamieras las pelotas mientras me revienta mi coñito. Seguro que te pondría en un compromiso con tu novio.
La muy zorra me estaba chantajeando. Sabía que estaba en una situación vulnerable. Quería jugar con su Ama y señora. O era más pervertida de lo que me imaginaba. O quería que mi venganza fuese épica.
- Te estás pasando Paula… esto te va a salir caro.
- Lo sé, Ama. Pero es muy divertido. Sólo es un juego. No te enfades. Ya podrás castigarme cuando le confieses a Carlos todo. Tómalo como un incentivo para hacerlo. – dijo ella levantándose.
Me dio las sábanas y volvió a mirar su móvil. Comencé a hacer la cama donde esa niñata seria follada por mi Amo sin que yo estuviera presente. El vestido era tan corto que cada vez que me agachaba dejaba a la vista mi culo y mi chochito. En eso que escuche el sonido de una foto.
- ¡Uy! ¡Que sexy! Esta de fondo de pantalla. – dijo Paula.
- Te estás pasando zorrita. – le contesté.
En ese momento el vibrador que aún tenía dentro de mí se encendió. Paula abrió su mano mostrándome el mando. El Amo se lo había dado. Tenía su bendición para jugar conmigo. Tuve que callar y continuar haciendo su cama mientras seguía sacándome fotos y humillándome con sus comentarios.
- Ha debido ser una tortura ir todo el viaje con tu chochito zumbando ¿No?
- Si Carlos estuviese al tanto, imagina cuántos orgasmos hubieras tenido.
- Aunque no serían tan intensos como el que tendré yo sobre esas sábanas. Después de la siesta tendrás que lavarlas. Las voy a dejar chorreando.
Siempre había sido yo quién la humillase a ella. Y aunque estaba acostumbrada a serlo en su presencia, siempre había sido con mi Amo cómo ejecutor. Sentía mi orgullo dominante herido. Pero también una excitación palpitante en mis bajos. Lógicamente, ayudada por lo que tenía funcionando dentro de mí.
Por fin acabé con la cama. Estaba muy excitada, pero no quería que ella se diera cuenta. Sería como hacerla vencedora sobre mí. Y aunque aquello empezaba a ponerme cachonda, no podía permitir que me viese derrotada mi propia sumisa.
- Bueno, ya está. Apaga eso ya, que tengo que volver con Carlos. – le dije, cuidando mi pronunciación para que no notase mi calentura.
- Ummm… aún no.
Paula se tumbó sobre la cama que yo acababa de dejar con las sábanas perfectamente estiradas. Me gustaba dejar las cosas perfectas para contentar a Jorge. Era parte de ese instinto sumiso que actúa solo sin necesidad de pensar. Al igual que esa rabia que te entra cuando ves que una niñata destroza tu trabajo con su bonito culo.
- Que interesante lo que me dice Jorge. – dijo ella, mirando su móvil.
- ¿Qué pasa? ¿ Qué dice? – pregunté curiosa.
- Es sorprendente lo amigos que se han hecho el Amo y tu novio. – contestó, haciéndose la interesante.
- ¿Por qué? Venga dímelo.
- Pues… resulta… que Carlos le ha confesado que se ha puesto contento de verte con mi vestido. Parece que está deseando que os vayáis a vuestra habitación para tener intimidad.
Me sorprendía que mi novio hablase de esos temas con Jorge. Aunque tampoco era algo tan importante. Poco a poco se habían hecho amigos con las veces que habíamos quedado los cuatro. No sabría decir si aquello era bueno o malo a la hora de confesar a mí novio que Jorge era mi dueño…
- Pues entonces apaga el cacharrito y déjame ir con Carlos. Seguro que tú estás deseando que Jorge te use. – le dije, intentando liberarme de aquella situación.
- En realidad… a Jorge se le ha ocurrido una cosita…
- ¿Qué cosita?
Saber que nuestro Amo había tenido una idea aumentó mi excitación. Su mente siempre estaba trabajando en cosas morbosas. Usualmente en algo que nos haría sufrir, pero a la vez disfrutar siendo sometidas a sus caprichos. No saberlo y que Paula sí, era una tortura en sí misma.
- Sí… tengo que decírtelo… es algo que te incumbe… pero …
- Pero nada, Pau. Si el Amo tiene una orden debes decirlo.
- Ya… y lo haré. Pero me ha dado 5 minutos. Y para hacer lo que me ha ordenado me sobra con 1. Tengo 4 minutos para jugar con mi Ama…
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