Políticamente incorrecto 6.2
Escrito por Wilmorgan
Y obedecí. Dejando de masajear sus muslos, mis manos fueron directas a mis aireados labios inferiores. Estaba empapada. Y lo peor. A la vista de mi amiga. Había intentado convencerla de que no quería. Pero ella podía ver cómo me estaba derritiendo entre mis piernas. Mi vergüenza aumentó, si eso era posible. Y me gustaba. Era delicioso darme placer por fin.
- Buena zorrita. ¿Ves cómo te va mejor cuando obedeces? Eres igual que tú novio. Ambas sois unas zorritas sumisas.
- Pero… tú… también has sido… sumisa ... – dije yo, hablando costosamente por mis jadeos.
- ¡Sí! Con dominantes como ellos. Pero con putitas como tú y como tu novio… con vosotras me pone ser quien manda.
- Pero… pero… eso ¿ Se puede? ¿Te puede gustar las dos cosas? – pregunté , llena de curiosidad y desinhibida por la excitación.
- Claro. Es posible. Depende de la persona. Y de lo que te haga sentir el otro. Dime, ese hombre, ¿te hacía sentir sumisa?
- Sí. – confesé sin titubear con mi dedito en mi clítoris.
- ¿Y yo? ¿Te hago sentir una perrita obediente? ¿Te pone cachonda lavarme los pies o darme masajes?
- Natalia…por favor… no me hagas esto. Eres mi compañera de trabajo. Mi amiga. Me estoy tocando… como tú querías… ¿No te vale con eso? – prácticamente supliqué entre jadeos.
- Que sosa eres Sofía. De verdad. Si está claro que te has mojado nada más arrodillarte a mis pies. Te aconsejo que dejes esa moralidad tan inútil a un lado y disfrutes. Ahora pásame a mi amigo que está en la mesilla.
Seguramente fuera por lo excitada que estaba en ese instante. En otro momento ni me lo plantearía. Pero ahora sus palabras parecían llevar razón. Con mi orgasmo cercano, casi podía reconocer que había disfrutado de todas las vejaciones que había pasado aquella noche. Incluso, sin entenderlo, diría que me había excitado con mi amiga. Todo esto era duro de reconocer. Pero más lo fue dejar de tocarme para buscar lo que Natalia me había pedido.
Frustrada abrí el cajón de su mesilla y rápidamente supe a que se refería con “su amigo”. Un vibrador de un tamaño considerable. No era el típico imitando a un pene. Era más como un cilindro ligeramente curvado y liso. De un bonito color turquesa, casi a juego con su pijama. En otro momento me hubiera dado reparo tocar el consolador de otra, pero después de todo lo vivido, no lo dude.
Le entregué a “su amigo” y sin dilación lo llevo a su entrepierna. Aún por encima de la fina tela, encendió el artilugio y sus jadeos se dispararon. Yo me mantuve arrodillada a su lado. Sin atreverme a volver a masturbarme. No sabría decir si por vergüenza o por falta de una indicación de ella para que continuase.
Mi calentón no había disminuido ni un ápice. Y eso que estaba decepcionada al ver que solo usaba el vibrador para estimular su clítoris. En mi trastornada mente había imaginado como Natalia se penetraba con él, bien abierta de piernas, dejando a la vista como le había dejado Jacob su cueva. Y ni siquiera se había bajado los pantalones.
- Que bien lo hace mi amigo. Es increíble. Supongo que tú también tendrás juguetes ¿No?
- No… nunca me han llamado la atención. – contesté, sin dejar de mirar su cacharro.
- ¿De verdad? Eres más monja de lo que pensaba. Normal que Marcos se ponga cachondo al verme. Pues no sabes lo que te pierdes.
Entre el calentón frustrado que tenía. Y escuchar de su boca que mi novio se ponía cachondo con ella, quería matarla. Debí soltarle un bofetón que le hiciera saltar el vibrador por los aires. Pero mi coño mandaba más que mi cerebro. Y no dejaba de pensar si aquel aparato proporcionaría tanto placer como parecía.
- La verdad es que Marcos está muy bueno. A mi me pone. Incluso con su pollita, tiene su punto. Verle con mi tanga me ha puesto muy caliente. ¡Uff! Como funciona mi amigo. ¿Quieres probarlo?
Aquella invitación hizo que dejase a un lado el hecho de que reconociera que se excitaba con mi novio travestido y picha corta. En ese momento me daba igual Marcos, que estaría durmiendo en el sofá. Sólo pensaba en cómo disfrutaba Natalia de aquel juguete. Y como se sentiría sobre mi botoncito.
- No sé… es algo muy íntimo… - contesté, con vergüenza de reconocer que me fascinaba.
- ¿Más íntimo que hacer que un hombre se te corra en la cara? Venga no seas tonta.
Dicho eso, Natalia apartó de ella el vibrador y lo llevó directamente a mi entrepierna. Ni siquiera me di cuenta que tenía el coño completamente al aire hasta que sentí las vibraciones. Los primero segundos fueron extraños. Ella lo fue acomodando hasta que encontró el punto donde comencé a sentir un placer diferente al que estaba acostumbrada.
Era cierto que nunca había tenido juguetes. Me daba curiosidad, pero la vergüenza me podía. Supongo que si hubiera estado soltera sería distinto. Lo máximo que había hecho era probar el modo vibrador del móvil, pero fue una tremenda decepción.
No como aquello. Notaba como mi agujero no dejaba de lubricar como si se preparase para alojar la polla de Jacob. Quise controlarme, pero no pude. Comencé a jadear cada vez más fuerte. Hasta que los jadeos pasaron a gemidos de placer.
Natalia comenzó a moverlo suavemente. Recorriendo mi clítoris con diferente intensidad según lo movía. Unas veces parecía que me iba a correr en el instante. Otras, sentía una vibración placentera pero frustrante por no ser suficiente para hacerme llegar.
Entonces lo apartó y volvió a jugar con ella misma. Dejándome completamente desesperada por más.
- Te gusta eh. A mí también. ¿Quieres más?
- Sí. Por favor. Es increíble. – confesé fuera de mí.
- Te gusta frotarte ¿No? Pues venga. Frótate con mi pierna como la perrita que eres.
¿ Por qué me hacía eso? Tenía un vibrador en sus manos. Eso era lo que quería. Qué necesidad de humillarme de esa manera.
- ¿Como voy a hacer eso? Natalia… por favor.
- Antes te has frotado con mi culo sin permiso. Ahora quiero que lo hagas con mi pierna mientras yo disfruto viéndote y me corro con mi juguete.
Era demasiado. Sólo quería venganza. Usar mi desesperación sexual para humillarme. ¿ Como le podía gustar hacerme eso? Y lo más preocupante. ¿ Porque me excitaba a mí que lo hiciese?
A horcajadas sobre su pierna izquierda apoyé mi coño en su rodilla. Noté rápidamente como manchaba su piel con mis flujos. Comencé a sentir ligeramente la vibración que ella se proporcionaba en su clítoris. Poco a poco fui fundiendo aquella vibración con leves movimientos de pelvis.
Cuando me quise dar cuenta, estaba frotándome sintiendo un gran placer. Como ella quería, me tenía allí como una perra en celo desesperada. Mientras ella tumbada cómodamente jugaba con su vibrador.
- Ves como eres una perra salida. Han tenido que venir dos desconocidos para enseñarte a disfrutar de tu cuerpo.
- Sí…- jadeaba yo.
- Deberías estar agradecida a esos hombres por descubrirte como debe ser tratada una mujer.
- Sí… lo estoy… me encanta… me gusta que me usen los hombres. – dije, tirando por tierra todos mis principios feministas.
- A partir de hoy serás una chupa pollas obediente.
- Lo seré. Una chupa pollas. Deseo una buena polla en mi boca. – grite, abriendo mi boca bien grande.
En ese momento Natalia apagó el vibrador y lo llevo a mi boca abierta. Comencé a mamar aquel trozo de plástico mientras me frotaba sobre su pierna como una perra desesperada. No me importó que acabase de estar en su coño. Al contrario. Me concentre en saborear el plástico en busca de ese sabor de mujer. Hasta que me sacó a su amigo de la boca. Yo la mantuve bien abierta, esperando que algún momento quisiera que volviese a mamar como la chupa pollas que me sentía.
- ¿Te gusta como sabe mi chochito?- me preguntó, volviendo a masturbarse con su juguete bien ensalivado por mí.
- ¡Sí! Mucho. Esta riquísimo.
- Eres una chupa pollas y una come coños.
- ¡Síiiii! Lo soy. Quiero serlo. Quiero comerte el coño
No sé porque lo dije. No soy lesbiana. No me gustan las mujeres. Me gustan los hombres. Me gusta mi novio. ¿No?
- Ya lo sé zorra. Pero no te voy a dejar.
- ¿ Por qué? Por favor… déjame comerte el coño… te lo suplico. Seré tu perrita siempre. Haré todo lo que quieras. Cuando quieras. En el trabajo. Por favor…- supliqué descontrolada.
- Eso ya lo sé. Ya lo eres. Y lo harás. Pero no hoy. Cuando yo quiera, tú te arrodillaras y me comerás el coño. En cualquier momento y sin importar donde o quien esté delante. ¿Entendido?
- ¡Sí! ¡Sí! Lo haré. Lo deseo. Cuando quieras. Delante de quien quieras. Soy tuya. Tu perra.
- Buena chica. Mereces un premio. ¿Quieres correrte con mi juguete?
- ¡Dios, sí! ¡Gracias! ¡Gracias!- grite yo eufórica.
- Pues ven. Túmbate y ábrete de piernas para mí.
Era lo último que esperaba escuchar de mi compañera de trabajo antes de entrar en aquel parque. Y más increíble fue todavía que lo hice. Había estado toda la noche dejando escapar el placer por no obedecer. No volvería a hacerlo.
Natalia se apartó un poco y yo me tumbé como me había pedido. Abrí mis piernas todo lo que pude, quedando completamente expuesta. Pero no hacía nada.
Estaba desesperada. La necesitaba. Deseaba que me hiciera disfrutar como ella quisiera. Miré suplicante a mi amiga. Vi lujuria en sus ojos. No sabía que esperaba de mi. Pero mi cuerpo me pedía entregarme a ella. Levante la camiseta completamente hasta que quedó enrollada por encima de mis pechos. Completamente desnuda para ella, no pude más.
- Por favor. Hazme lo que quieras. Soy tuya. Te obedeceré. Por favor...
Entonces ella puso el vibrador sobre mi coño. Yo comencé a gemir como una puta. Natalia se tumbó encima de mí. Acomodó su rajita sobre el mismo palo de plástico que me estaba volviendo loca. Notaba su calor en mis labios. Y ella tenía que notar el mío en los suyos.
Comenzó a moverse. Ella se frotaba. No, era más que eso. Era como si me follase. Ella encima de mi, conmigo con las piernas abiertas. Un plástico enterrado entre nuestros labios encharcados. Sus movimientos de cadera. No pude más. Fue imposible. Iba a gritar. Me iba a correr.
En ese momento Natalia puso sus enormes tetas en mi cara. Quedé aplastada por sus senos. Quería más. Quería sentir como me ahogaba. Mientras sentía mi orgasmo llegar, agarré sus pechos con mis manos y los aplasté bien fuerte contra mi cara. No había aire. Sólo calor y humedad. Y mis gritos aplacados en aquellos dos melones.
Comencé a convulsionar. Sentía como no controlaba mi cuerpo. Mi coño empezó a emanar un líquido caliente. Entonces parecía que ella se contagiaba de aquella extraña enfermedad. Su cuerpo sufría espasmos. En mi coño sentía correr agua caliente proveniente del suyo. Me quedaba sin aire. Me sentía sucia. Pero estaba en paz.
No sé cuánto tiempo duró aquel increíble orgasmo a dúo. Sólo se que cuando acabó no podía moverme. Mis piernas no me obedecían. Notaba un charco bajo mi culo. Habíamos manchado sus sábanas.
Natalia retiró el vibrador de nuestros coños aún unidos. Luego paso su mano por ambos, haciéndome temblar con una sensación de placer e incomodidad. Llevo su mano a mí boca y metió tres dedos bruscamente. Yo chupe el néctar de nuestros sexos. Era salado. Muy salado.
Después me besó, compartiendo ese sabor. Nuestras lenguas jugaron un rato hasta que ella decidió que era suficiente.
Mis párpados pesaban una tonelada. Estaba reventada. Mi vista era borrosa. Tenía mucho sueño. No pude más y me quedé dormida tal y como estaba.
En sueños escuché a Natalia decirme :
- Ahora voy a que tú novio me coma el coño.
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