La prueba
Escrito por Slave
Me despierto. Miro el techo y en los primeros segundos no reconozco donde estoy. El sonido de la cadena que une mi pie derecho a la argolla de la pared me lo recuerda. Solo pensarlo ya me excita. Estoy impaciente, necesito que venga ya. Ver las demás colchonetas y argollas, iguales a la mía, me intranquilizan, aunque no he visto a nadie más que a ella en aquella mansión campestre. Por fin oigo las llaves en la puerta del calabozo-cuarto de esclavos. Sin perder un segundo me levanto de la colchoneta donde descanso y me pongo de rodillas, mirando al suelo y las manos sobre mis muslos.
- A tus pies, mi Ama, -recito tal como me ordenó cada vez que la veo. Oigo sus pasos que se acercan a mí y su mano me coge la barbilla dirigiendo mi mirada a la suya.
- ¿Cómo has dormido?, -me pregunta.
- Muy bien, mi Ama. Gracias.
- Vamos, -ordena, dándome la llave de la cerradura de mi tobillo.
Tal como todos los días, la devuelvo de inmediato tras liberarme y coloco mis manos tras mi espalda. Ella me esposa y pone la cadena en mi collar metálico. A ella le encanta sobre la piel el metal y el cuero del látigo. Me lleva al patio como todas las mañana. Al principio me asustaba pensar el ser visto por alguien ajeno, pero ya sé que es difícil que ocurra.
Encadena mis pies y manos al poste, siguiendo el ritual diario a esa misma hora, nada más levantarme. Ya he perdido la cuenta, ya no se cuánto tiempo llevo allí. Espero el primer azote y este no tarda en llegar. Hoy se muestra más dura, quizás se enfadó ayer. El castigo es muy severo. Cuando se detiene me encuentro sudoroso, jadeante y muy excitado.
Se acerca a mí y me besa. Es la primera vez que lo hace en el poste. De nuevo me esposa y me lleva al interior de su casa. Le sirvo el desayuno y yo de rodillas espero que ella termine. Me permite que vaya a la cocina a tomar algo y que vuelva de inmediato. Tomo un vaso de leche y vuelvo rápidamente. Me dice que hoy no tiene que salir y esa mañana me ata de mil veces distintas y yo le produzco con mis dedos y lengua mil orgasmos.
Le sirvo la comida y después ella duerme, descansa. Con su permiso, yo como algo y velo su sueño. Cuando se despierta, la baño, seco, le doy un masaje, la visto y después me pongo la ropa que ella me ordena. Dice que nos vamos a pasear. Cenamos después en un restaurante. Me es difícil no decirle "mi Ama", delante de la gente. Ella ríe por eso. Después volvemos a subir en su coche y sorprendido me conduce hasta la puerta de mi casa.
- ¿He hecho algo mal?,- pregunto entristecido.
- No. ¿Acaso no lo recuerdas?, -dice ella.
- Mi Ama, ¿qué ocurre?
- Hace ya treinta días. Hoy se acaba la prueba.
- ¿Me rechazas?
- No, te doy la oportunidad de ser libre.
- No quiero ser libre, quiero ser tuyo.
- No habría marcha atrás. Si vuelves a mi casa ahora no te liberare nunca.
Escuchar eso casi me produce un orgasmo.
- Por favor, Ama, llévame contigo.
Arranca el coche y partimos a su casa. Se acabó el ensayo.
Ahora comienza la realidad
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