Me convierto en esclava
Escrito por Pandora
Estaba en la biblioteca, buscando un par de libros que leer durante este confinamiento, ya que me pasaba las tardes de forma aburrida y sin sentido. Andando por uno de los últimos pasillos, hubo un libro que llamó totalmente mi atención, de aspecto antiguo y muy viejo, por lo que decidí que podría ser un buen momento para leer algo distinto.
Conseguí llevarme el libro a mi casa. Una vez allí me cambié de ropa, me serví una copa de vino, me senté en el sofá, abrí el libro, y comencé a leer. Me decepcioné al ver que todo estaba escrito con letra extraña, no podía entender nada, así que sin darle muchas vueltas, dejé el libro en la mesa y me fui a la cama.
Sentía que estaba en movimiento, y un golpe me despertó de mi sueño. Iba en un carruaje muy antiguo, como los que se ven en las películas, sentada y atada, impidiendo que pudiera moverme demasiado, y en frente de mí había una chica bien arreglada y guapa. Miré mi cuerpo, y al contrario que la mujer, yo iba prácticamente sin ropa y con tatuajes por algunas zonas de mi cuerpo.
La mujer comenzó a fijarse en mí, tenía una cara de extrañeza, como si no supiera que estaba haciendo, como si no fuera la manera correcta de actuar. Ante un carraspeo suyo me quedé quieta, mirando fijamente por la ventana, por la que sólo podía ver campo, y sólo al final del camino se apreciaba algo parecido a un castillo, ¿pero dónde estaba?
Al llegar bajamos del carruaje, entrando en un gran hall con enormes escaleras llenas de sumisas casi desnudas, haciendo un pasillo hasta mí. El silencio reinaba en aquel lugar, a pesar de ser tantas personas, y entonces le vi, un hombre de una edad parecida, bastante atractivo, y de una gran estatura. Se acercó hasta mí, y con su mano levantó mi barbilla para que le mirara, pero a mí me salía mirar hacia otro lado, no sabía muy bien por qué, pero aquel hombre me ponía nerviosa.
- Señora Road, ¿esta es la esclava que me prometió? -Tenía el semblante completamente serio, daba algo de miedo- Ya sabe que no me gusta perder el tiempo.
- Sí Señor Lexter, esta es la esclava que nos solicitó, viene directamente de la academia de esclavas, -sacó unos papeles de su gran bolso- aquí está el contrato de que ella pasa a ser su esclava personal, sólo tiene que firmarlo.
- ¡Desnúdate perra! -Me miraba fijamente, no podía evitarlo, así que me desnudé -Bien, parece que es un buen ejemplar -firmó el contrato- es un placer hacer negocios con usted.
- Igualmente, espero que la disfrute -se marchó sin más.
- Sígueme, tenemos mucho trabajo por delante, y como ya has oído, no me gusta perder el tiempo.
Se giró y comenzó a andar, mientras que yo le seguía, mi cabeza no paraba de darme vueltas, ¿cómo es que era su esclava? ¿qué es todo esto? No entiendo nada, necesito preguntar pero tengo la sensación de que era mejor no decir nada en estos momentos. Al llegar al segundo piso, el hombre se acercó a una mujer mayor que llevaba un traje de sirvienta, y le susurró algo al oído.
- Tu esclava, sígueme -me dijo la mujer, mientras el hombre desaparecía tras una puerta- no voy a repetirte las cosas dos veces, sino serás castigada.
- Si, Señora.
¿Por qué había contestado así? Sentía que mi cuerpo se movía solo, como si estuviera bajo los efectos de algún conjuro, pero ya estaba andando detrás de la mujer, sin darme tiempo a analizar toda la situación. Llegamos ante una puerta medianamente grande, y al meternos, vi un gran baño en su interior, propio de una época medianamente antigua.
- Báñate esclava, después te vestirás, cenarás con el Señor, para a continuación servirle en lo que él desee, espero haberme expresado con claridad.
- Sí, Señora.
- No te demores mucho en el baño, pues la cena es a las ocho en punto, y al Señor no le gusta la gente impuntual.
- Sí, Señora.
- Bien, te dejo sola. Tu ropa está en el cuarto contiguo a este, encima de la cama.
Sin darme tiempo a contestar cerró la puerta del baño detrás de sí, así que sin perder tiempo, llené la bañera de agua caliente, y me metí en ella. Madre mía, la cabeza me daba vueltas, estaba durmiendo en su cama, y de repente había aparecido aquí, sin saber cómo, además de que ahora resulta que es una esclava.
Procuré lavar bien mi cuerpo, y cuando acabé con la bañera, salí para dirigirme ala habitación. Una vez en ella, vi lo que había encima de la cama, cosas que no había visto en mi vida, pero que sentía que debía ponerme, pues si le defraudaba, podría tener terribles consecuencias. Me puse las orejas de perra, el collar con su correa, y cuando iba a llegar a lo último, la Señora llamó a mi puerta.
- En cinco minutos estará la cena esclava, más vale que esté lista.
- ¡Espere! ¡Entre!!
La señora entró fijando su mirada en mi cuerpo desnudo, pero sin cambiar ni un ápice su semblante serio, pues tenía pinta de haber sido una mujer que había visto mucho ya. Vio sobre la cama la última parte que me faltaba, y mirándome a mí, comprendió perfectamente la situación
- Pon tus manos sobre la cama y deja tu culo en pompa, te ayudaré aponértelo, pero espero que esta sea la última vez que no lo haces tú. Como ha perdido la escuela en educación, ahora ya gradúan como esclava a cualquiera.
- Sí, Señora.
Me puse en la postura que me indicó la Señora, pues ya que me iba a ayudar, no quería que se molestara conmigo. Sentí como escupía en mi ano, y pensé que se habría equivocado de aguejero, pero no, intentaba meter el objeto en mi culo, que con cierta facilidad entró. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué había entrado tan fácil? Yo era virgen de culo, jamás había dejado a ninguno de mis novios que me penetrara por ahí, ¿sería un efecto extraño de este sitio?
Sujetó mi correa y tirando de ella echó a andar, y yo detrás de ella. Íbamos en silencio hasta llegar al comedor, donde me sentó en una silla para esperar al Señor, el cual llegó puntual a las ocho, como la Señora había prometido.
- Bien esclava, ahora después tendremos tu ceremonia de entrega hacia mí, ahí te explicaré todo. Ahora cena.
- Si, Señor.
En silencio tomamos la cena que nos sirvió la Señora, y la verdad es que tenía un buen aspecto y sabor, cosa que me sorprendió. Cuando acabamos la cena, el Señor se levantó, vino hasta mí, y tras coger mi correa, echó a andar hacia otra sala, obligándome a ir detrás de él. La otra sala era enorme, negra, algo oscura pero muy bonita y lujosa.
- En posición esclava.
- Sí, Señor.
Como si mi cuerpo tuviera vida propia, se puso de rodillas extendiendo las palmas de mis manos boca arriba sobre ellas, y mis ojos con la vista en el suelo
- Bien, a partir de ahora vas a ser mi perra, e irás subiendo de nivel según te ganes mi confianza. Tu nuevo nombre es Laika, y sólo ante ese nombre responderás.
- Sí, Señor.
- A partir de ahora te dirigirás a mí como Amo, pues eso soy para ti
- Sí, Amo
- Buena perra Laika. Ahora vamos a comenzar.
Sin darme tiempo a contestar, me puso una bola en la boca, que iba atada por detrás de mi cabeza, haciendo imposible que emitiera algún sonido entendible o que pudiera cerrar la boca. Tiró de mi correa y me llevó a un potro, en el que me dejó bien sujeta mirando hacia el suelo. Oí el sonido de un metal chocando contra otro, lo cual me asustó, ya que de aquel hombre me esperaba cualquier cosa.
Entonces sentí el mayor dolor que había sentido en mi vida, dolía como el mismísimo infierno quemándome la piel, las lágrimas se apoderaron de mis ojos, cayendo directas hacia el suelo. El tiempo pasaba y no veía el momento de que aquel dolor acabase, pero pronto me sentí mareada y entonces todo se volvió negro.
Algo me estaba moviendo, como si me acunase lentamente, y era Amo que me sostenía entre sus brazos, y me acunaba tiernamente. Quizás aquel hombre no era tan malo como me planteaba, quizás lo había juzgado demasiado pronto, pero entonces volví a acordarme de lo que me había hecho, y la sangre me hirvió desdelo más profundo de mí.
No me podía creer que hubiera sido marcada a fuego, ¿pero quién se creía este hombre? Me revolví entre sus brazos en señal de protesta, pero entonces vi su cara de preocupación, y todas mis rebeldías se acabaron, pues no sé qué tenía, que ablandó mi corazón en unos instantes. Su cara cambió de nuevo a su semblante serio, me depositó en el suelo, y con una señal volví a ponerme en la posición que me había indicado al principio
Quitó la bola de mi boca, y sacando su polla, me la metió en la boca lo más que pudo. No se porqué, pero hubo algo en mi cerebro que hizo clic, cuando aquel hombre me metió su polla en mi boca, pues de repente moví mi cabeza con unas destrezas que no conocía.
Lamí desde la base de los huevos hasta la punta, para después volver a bajar a los huevos, que estaban cuidadosamente depilados, y los cuales metí en mi boca para succionarlos y saborear ese sabor tan característico que tenían. Tiré suavemente de ellos, mientras los sacaba de mi boca, sonando un pequeño “pop” al final, y pasando mi cara y mi lengua por la polla hasta volver a la punta, con la cual me golpee varias veces en la cara y en mi boca abierta con la lengua fuera como las perras.
Succioné la punta varias veces con mi boca, apretando mis labios para que notase más, pues al sacar la punta le pasé los dientes muy suavemente, lo que hizo que saliera más líquido preseminal de aquella esplendorosa polla. Me la metí en la boca, relajando mi garganta para intentar meterla entera, la cual debía de sacar de vez en cuando para poder respirar y no ahogarme.
Metía y sacaba la polla de mi boca una y otra vez, acompañando a mi boca con mi mano, que masajeaba la polla sobre todo cuando retiraba mi boca. Fui subiendo el ritmo poco a poco, sintiendo los pequeños espasmos que Amo hacía por el placer provocado. Sentía que se iba a correr, que por fin su semen inundaría mi boca, pero entonces la sacó, y roció mis pechos con aquel excelente elixir.
- Hoy dormirás conmigo, porque te lo has ganado.
- Sí, Amo.
Me llevó a la cama que había en aquella habitación, y nos acostamos. Un sonido horroroso me despertó, pero simplemente era mi despertador sonando para despertarme, pues debía ir a trabajar. Me levanté corriendo, estaba de nuevo en mi habitación, pensé que todo había sido un mal sueño, hasta que lo vi...
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