El sirviente (2)
Escrito por Pandora
Bueno, ya me presenté en una ocasión anterior, pero para los que no me conozcáis aún, me llamo Lucas y vivo como sirviente en casa de mi Ama Marta. Sólo sirvo para servirla a ella, pues para mí ella es única, y la única que sabe lo que necesito a cada instante del día.
A lo largo de esa mañana, había estado limpiando varias zonas de la casa, sobre todo el dormitorio y el baño de mi Ama. Tras unas fiestas navideñas, el vestidor lo tenía hecho un desastre, por lo que gran parte de la mañana me llevó dejarlo todo de nuevo en su sitio. A la hora de comer, recibí un mensaje de mi Ama Marta diciendo “Necesito un baño de agua caliente a las 20:00”.
Iba pasando la tarde y me entretuve limpiando demasiado tiempo, pues se me olvidó preparar el baño para mi Ama. Oí el ruido de la puerta abriéndose, corrí a donde estaba mi Ama dejando las cosas como las tenía, y me arrodillé delante de ella. Me dejó sobre las manos su bolso y abrigo, los cuales coloqué en el perchero.
¿Has preparado el baño perra? -me eché a temblar al saber que se me había olvidado prepararlo-.
No mi Ama, se me olvidó -vi su cara de enfado y sólo pude arrodillarme ante ella-.
Espérame en la mazmorra, ya sabes que has de hacer. No quiero oír ni una queja -se giró y desapareció de mi vista-.
A cuatro patas fui hasta la puerta de la mazmorra, y la atravesé por la entrada que tenía para perros, pues mi Ama no me permitía abrir las puertas con las manos, pues los perros no tienen manos. Bajé las escaleras y me desnudé por completo, además de dejar las varas frente a mí. Comencé a oír el sonido de sus tacones bajando por las escaleras que daban a la mazmorra, uno detrás de otro.
Cogió la vara en sus manos, se puso a mi espalda y estuvo largo tiempo paseando la vara por toda mi piel, cada centímetro de mi cuerpo, fue tocado por la vara. Lo hacía con tanta lentitud que provocaba que contuviera la respiración sin darme cuenta, pero sin esperarlo, llegaron los golpes. Uno tras otro fueron marcando mi blanca piel que con tanto esmero cuidaba para mi Ama, líneas y líneas de varazos, el cuerpo me escocía mucho.
Cuando parece que se le ha cansado el brazo, ella suelta la vara en la mesa de las varas y se va a sentar a su trono de reina, donde deja las piernas abiertas, mostrando que no lleva las bragas. Ahí sé que es el momento en el que he de demostrar el arrepentimiento que siento por haberla fallado, así que me acerco a ella y huelo su dulce coño, que me embriaga por completo.
La miro esperando el permiso para poder saborear su dulce néctar, pues para mí era el mejor coño que podía existir, rosado, de sabor dulce, de un olor embriagador. Cuando vi moverse la cabeza mostrando una afirmación, me abalancé con ansia sobre aquellos labios gruesos, separándolos con mi lengua poco a poco, subiendo y bajando, notando como su respiración comenzaba a agitarse.
Lamía sin parar su hinchado clítoris, lo rodeaba con mi lengua y luego la pasaba haciendo zig zag sobre ella. Notaba como se iba mojando cada vez más el coño, así que metí mi lengua en su agujero lo más que pude, quería saborear su néctar desde la fuente que lo emanaba, y qué delicia.
Volví a subir al clítoris, tras haber jugueteando con mi lengua en su coño haciendo círculos, metiéndola y sacándola, y sorbiendo su sabor. Pasaba los dientes por su clítoris, notando de vez en cuando sus convulsiones, el placer la estaba empezando a llegar al éxtasis, por lo que a la vez, la metí dos dedos en su coño directos a su punto g.
Fue entonces cuando noté que dos manos se clavaban en mi cintura, me puse algo nervioso, pues no sabía quién estaba detrás de mí, ni que iba a hacer. Noté un gel frío en mi culo, el cual lo estaba extendiendo sólo por la zona de mi ano, en el cual a veces notaba que era presionado para que se abriera.
Poco a poco esa fuerza aumentaba hasta que noté como tres dedos se metían dentro de mi culo, pero ahí no paraba la cosa, sino que continuaba sintiendo esa fuerza que me quería abrir el culo a toda costa. Sentí una bofetada de mi Ama en señal de que no perdiera el ritmo, pues estaba a punto de correrse, y no iba a perder su orgasmo.
Continué lamiendo su coño y metiendo los dedos hasta que me dio todo su néctar en mi cara, inundando por completo mi cara. Sentí un último empujón en mi culo, sintiendo toda una mano dentro de él, que se metía y salía una y otra vez de mi culo, ensanchando cada vez más el agujero.
Mi Ama se levantó, y tirando de mi correa, me giró para que quedara frente a un espejo que tenía en la mazmorra. La imagen me quitó la respiración por unos segundos, pues detrás de mí había una mujer con su brazo en mi culo, a la cual mi Ama la besaba al tirarle de las pinzas de los pezones, mientras mi polla estaba dura como una piedra, a la vez que echaba líquido preseminal.
Aquella escena me estaba poniendo de lo más cachondo, no podía dejar de mirar como aquellas dos mujeres se comían la boca. Mi Ama tiró hacia atrás de mi correa, pegando mi torso a los pechos de aquella mujer, mientras mi Ama además me agarró la polla para quitarme la jaula que me había puesto la vez anterior.
Sentía mi culo relleno a más no poder, aquella mujer tenía metido el brazo hasta casi el codo, y ahora mi Ama me masturbaba con rapidez, pensé que no aguantaría mucho más. Mi Ama me puso la cabeza mirando hacia la polla, veía como ésta estaba mojadisima.
Abre la boca perra, y ni se te ocurra cerrarla -joder, iba a hacer que me tragara mi propio semen-. Correte zorra.
Me corrí con mucha fuerza, tanta que parte de ella aterrizó en mi boca dejando que la saborease recién salida de mí. Estaba caliente, y como siempre me sabía raro, pero no iba a faltar a las órdenes de mi Ama. Cuando acabé de correrme, mi Ama aflojó la correa, y directamente me puse a lamer el semen que había caído al suelo.
Mira que eres cerda, lamiendo tu propio semen -se rió a carcajadas-. Saca la mano de su culo.
Sí, Señora.
Me quedé en el suelo esperando la siguiente orden, pero mi Ama le dedicó toda su atención a la mujer, a la cual puso sobre la mesa y poniéndose ella un dildo, la folló fuerte y duro, hasta que aquella zorra se corrió mientras convulsionaba su cuerpo.
Ahora perra, tú te quedarás aquí, encadenado y en la jaula -lo decía mientras me ataba las manos y me dejaba encadenado en la jaula-. Eres tan cerda que te has puesto cachonda, viendo como la follaba.
Sí, mi Ama, soy una cerda.
Pues sabes que no puedes correrte ni tocarte -se acercó a mi oído y me susurró- voy a jugar toda la noche con ella zorra.
Se alejó de mí sonriendo, sabía que eso me ponía muy cachonda, pero tenía merecido este castigo, pues había faltado a una de sus órdenes.
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