La semana de castidad de mi sumiso
Escrito por Dómina Ama
Hola a todos
Soy pedro1974madrid, el sumiso y propiedad de DominAma y hoy vengo a hablaros de una situación que se repite de vez en cuando, en mi día a día sirviendo a mi Dueña.
Espero que os guste, y os leo en los comentarios.
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Por fin es viernes, y después de terminar tres días de intensas reuniones en Ámsterdam, estoy ilusionado por volver a Madrid y poder verla a Ella. Desde que vivimos juntos, no veo el momento de dejar lo que esté haciendo para llegar a casa y estar con mi Ama, y esas ganas de verla son mucho mayores aún por haber estado varios días fuera.
El Cabify me deja en la puerta de casa, y cansado subo las escaleras. Al abrir la puerta está Ella sentada en el sofá, viendo una serie. Se levanta y nos besamos… cada vez más intensa y apasionadamente. Mis manos recorren su 1,59. Ese cuerpo tan bonito y excitante que me hace perder el sentido… y cuando quiero meter la mano por dentro de su tanga, me agarra la mano para decirme:
“Lo siento cariño, pero tenemos la regla”
Me río y le digo que pensaba que tendría un día o dos para poder disfrutarla, pero me contestas que se te ha adelantado un poco. Notas mi cara de decepción e inmediatamente siento que me he equivocado, fruto de la ansiedad y de las ganas de follar con las que venía soñando en las casi tres horas de vuelo desde el aeropuerto de Schipool. Enseguida me dices:
“¿Decepcionado de no poder poder follarme, princesa?. No te preocupes cariño, vamos a estar los dos igual de frustrados, porque tú tampoco vas a correrte mientras tenga la regla. A partir de este mes y hasta nueva orden, compartiremos la regla para que entiendas lo que significa”
Con una sonrisa abres un cajón del salón y sacas el dispositivo de castidad que compramos juntos hace tiempo. Al ver mi cara de frustración me dices tajante:
“Bájate los pantalones. Voy a encerrar tu ridícula pollita hasta que podamos follar”.
Protesto y te digo que llevo tres días de viaje en los que no me has permitido tocarme, y que aguantar una semana o más me parece injusto. Pero lo único que haces es colocar el dispositivo y guardar la llave, dejándola colgar de tu cuello, mientras me indicas que me acerque a la cocina y me desnude completamente. Me pides que te espere en la esquina de pensar, desnudo y de rodillas mirando a la pared.
No me gusta el tono de tu voz, y me doy cuenta que no debería haber protestado. Te frustra estar con la regla porque necesitas varios orgasmos cada día, y yo, en vez de ser empático con la situación, he sido egoísta buscando mi placer… y soy consciente de que mi actitud tendrá consecuencias e inmediatamente me arrepiento de mi estupidez. Me dirijo hacia la cocina, me desnudo, coloco la ropa doblada tal y como te gusta, y siento que pasados unos minutos que se me antojan eternos mirando a la pared y pensando lo estúpido que soy, tu presencia llena la cocina. Siento tus pasos hacia mí, y me doy cuenta que tus tacones golpean el suelo, cuando antes estabas en el salón descalza. En ese momento confirmo que has pasado antes por la habitación para calzarte, y quién sabe para qué más. Aunque conociéndote, y por el tono de voz, intuyo lo que puede llegar a pasar.
Pronto empiezas a hablarme y me dices que no te ha gustado mi actitud. Que te gusta que sea una zorra ansiosa, pero que de ahí a buscar mi placer por encima del tuyo, va un tramo largo, y que hoy tienes uno de esos días en los que las hormonas se apoderan de tu humor y donde no tienes ganas de nada.
“Bueno, tengo ganas de algo”… y entonces, haces una pausa para decir: “Hoy tengo ganas de azotarte y de follarte el culo hasta escucharte llorar, mi amor”
Trago saliva. Sé perfectamente lo que eso significa, porque lo he sufrido en otras ocasiones. Con otros fallos.Con la voz ahogada respondo con un “Sí, Ama… como desees”. Sabes que ese “como desees” viene de la escena de La Princesa Prometida, en la que uno de los protagonistas responde a su Ama de esa forma, queriendo decir “Te amo”, pero creo que no estás de humor para juegos de palabras ni para recordarte escenas de películas, aunque sea una de nuestras favoritas.
Colocas la silla cerca de mí, y agarrándome del collar que acabas de ponerme, acercas mi cabeza a la silla y me dices: “Vamos perra, sabes cómo has de colocarte”.
Desde luego que lo sé. Meto mi cuerpo como puedo por el hueco que hay en el respaldo de la silla, colocando mi pecho sobre el asiento, y quedándome encajado, con las manos a ambos lados de la silla y con el culo expuesto para ti. Entonces te veo de reojo. Noto que llevas puesto el strap grande y que en tu mano tienes la fusta, el látigo de cola y el flogger. También noto que estoy empapado y que de mi ridícula polla enjaulada sale un chorro denso y viscoso de líquido preseminal. Te das cuenta y espetas con voz firme:
“Qué puta eres, Pedro. Me encantas… lástima que hoy no vayas a disfrutar. Y seguramente tampoco yo. Sabes que no me gusta castigarte si no es dentro del juego, pero hoy no habrá juegos y no estoy de humor, así que procura que tus grititos no traspasen la mordaza”
Colocas la mordaza de bola en mi boca. Es roja con agujeros. Te gusta el contraste de mi collar negro, con el cuero negro de la mordaza y la bolita roja en mi boca… y los agujeros harán que mi baba cuelgue por mi barbilla en cuanto empiece a intentar respirar aceleradamente. Eso me humilla… y cuando estoy humillado, ambos nos excitamos, aunque sé que hoy mi excitación se quedará en eso. También sé que te vas a excitar pegándome y follándome, pero eres estricta con eso. No te gusta penetrarte ni que nadie te penetre cuando tienes la regla, así que quizás te masturbes masajeando tu clítoris en la ducha, aunque eso siempre te deja a medias.
Sin mediar palabra, siento el primer latigazo en la parte baja de mi espalda. El sonido me advirtió apenas unas décimas de segundo antes de sentir cómo mi piel recibía el impacto y un golpe de calor instantáneo se apodera de mí. Aguanto el gemido como puedo, pero antes de pensarlo, llega el segundo golpe, esta vez en mi nalga derecha. Siento que me ha abierto la piel y emito un grito que se ve ahogado por la mordaza. Desde ese momento, los impactos del látigo se repiten rítmicamente, hasta que notas que me están temblando las piernas y paras.
Te acercas por mi espalda despacio. Siento tu pecho desnudo sobre mi espalda y eso me reconforta. Con calma me das un beso en el cuello… muerdes mi oreja, pero inmediatamente te echas para atrás y siento que tu strap está empujando en mi culo. Está mojado con mi propio preseminal. Te gusta follarme lubricándome con mis propios fluidos, igual que te gusta follarme el culo cuando me he corrido, empapando el strap con mi propia leche.
Enseguida el strap se pierde dentro de mí. Apenas puedo moverme, pero noto que tu respiración se acelera al ritmo de tus caderas. Cuántas veces he pensado cómo se puede embestir con esa fuerza siendo tan pequeña, pero no es el momento de reflexiones, sino de apretar la mandíbula y ofrecerte mi culo, así que, en un gesto que te encanta, dejo mi cuerpo soportado con mi pecho en la silla, dirijo los brazos atrás y abro mi culo para ti.
“Zorra. Eres deliciosa… me vuelves loca”
Y aumentas la velocidad y la profundidad de las embestidas. Intento follarme el strap, pero precisamente me has colocado así para que no pueda hacerlo… aunque lo intento frustrado. Me gusta retarte y mirarte mientras mi culo se folla tu dildo, y no al revés… pero apenas puedo moverme, y termino rindiéndome… dejando los brazos lacios en el suelo y mi cuello colgando hacia abajo. Llevas más de cinco minutos empujando sobre mí, y te das cuenta que no puedo más.
“¿Ya te rindes bonita? ¿Quieres que pare acaso?”
Giro mi cuello hacia atrás y te miro con ojos de orgullo. Sabes que no me voy a rendir y, haciendo un esfuerzo, vuelco a colocar mis manos en mi culo y vuelvo a abrirlo para ti, ofreciéndotelo. No tardas ni cinco segundos y tu strap entra violentamente en mí, provocándome un grito tenso, y moviendo la silla varios centímetros hacia delante. Desde ese momento, las embestidas se suceden… cada vez más rápido, cada vez más fuerte… y siento que voy a desmayarme, porque el ritmo y la profundidad de las embestidas es realmente intenso.
Ahogo un grito en la mordaza y me dices que no me entiendes, pero que recuerde que si no puedo hacerme entender, la palabra de seguridad también tiene un gesto:
“No veo que cruces los dedos, así que voy a seguir… quiero hacerte llorar, bonita”.
Siento el cansancio del viaje, las noches durmiendo poco, las reuniones interminables y el peso de mi error. Soy consciente de que te he decepcionado, y eso duele más que cualquier cosa. Siento tu silencio y no me gusta. Eres cualquier cosa menos callada, y el hecho de que apenas te hayas dirigido a mí para darme órdenes concisas, me deja un mal sabor de boca.
Entonces ocurre… no paras de follarme y no puedo más… pero no es un tema físico. El peso de haberte decepcionado cae sobre mí, y arranco a llorar. Al principio, apenas son mis ojos los que se humedecen… luego es un lloro sordo que no percibes, y finalmente notas como estoy moviendo la espalda al compás de mis lloros, y ves que cruzo mis dedos en la mano derecha”.
Paras inmediatamente. Sales de mí, pero no te acercas. Me dejas sólo con mi dolor. Con mi culpa, y con la sensación de que me has roto en dos. Física y emocionalmente.
Pasado un rato en el que te siento haciendo cosas por casa, te acercas y me quitas la mordaza. Después me dices que salga de la silla, cosa que hago como puedo. No me atrevo a mirarte a los ojos, porque estoy humillado y dolido por mi error, pero me miras, pones tu mano en mi barbilla y me dices:
“Cariño, mírame. Te quiero. No te preocupes por tu egoísmo…me encanta que me desees, pero tengo un mal día. Vete a la ducha y luego te pones la ropa que te he dejado en la cama y los zapatos de tacón negros. Vuelve al salón, que quiero hablar contigo antes de que prepares la cena”
Nos damos un beso precioso. Un beso de amor, como todos los besos que nos damos… un beso largo, pausado e intenso… y el aparato de castidad me recuerda que excitarse no es una buena idea. Te das cuenta y, agarrándome por el CB6000, me dices:
“Mejor no te excites más, cariño… porque vas a estar enjaulado una temporada larga”
Con esa mezcla de sentimientos que solo tú eres capaz de provocarme, subo a la ducha apesadumbrado y feliz del beso que acabamos de darnos. Me ducho un buen rato con el agua caliente cayendo sobre mi espalda, y después me visto. Has dejado un vestido verde, unas braguitas negras, unas medias de rejilla con liguero también negras. También hay un sujetador con un ridículo relleno y después de pintarme los labios como te gusta que haga siempre que me ordenas vestirme de mujer, me subo en los zapatos y bajo a por ti.
Nada más verme me dices que estoy preciosa y vienes a darme otro beso. Te noto de mejor humor, e inmediatamente soy feliz. Completamente feliz. Me agarras del cuello y me das un beso. Nos decimos que nos queremos y otra vez me enciendo con tu beso, notando como mi pequeña polla intenta escapar del dispositivo de castidad. Te das cuenta y me dices que me siente en la alfombra, a tus pies. Adoro estar así cuando estamos en el salón viendo la tele, o muchas veces cuando estamos hablando. Me recuerda que estoy a tus pies, y eso me hace sentir muy especial.
Acerco mi boca a tus pies pidiéndote permiso para lamerlos, pero me dices que no, y me explicas que hasta nueva orden, aquella va a ser nuestra nueva rutina.
“Si yo tengo la regla, la tendremos los dos. Yo podré correrme sin penetración, pero tú no podrás hacerlo hasta que yo te lo diga”.
Te pregunto por qué esta vez con dispositivo de castidad, si sabes que nunca me corro sin tu permiso… que llevamos más de 7 meses en los que todos y cada uno de mis orgasmos han sido tras una orden tuya, pero te ríes y me dices que puedo tomármelo como un entrenamiento… que es bueno que me acostumbre, ya que tienes una sorpresa para mí.
Sé perfectamente lo que significa eso. Cuando me miras con esos ojos de vicio, significa que esa mente que me vuelve loco, está maquinando algo para divertirse, humillarme, y disfrutar los dos… y enseguida recuerdo una conversación con Olibert, un aspirante a juguete, que comentó lo que le gustaría follar contigo mientras yo participaba todo el rato con el dispositivo de castidad y mi pollita enjaulada. Decía que era un agravio comparativo que me humillaría mucho, y pienso que quizás hayas estado hablando con él y quieras llevarlo a cabo.
Te miro con ese calor que sube por mi cuerpo cuando sé que otros hombres disfrutarán de tu cuerpo, mientras me dedicas todos y cada uno de los orgasmos que tienes en esos encuentros y recuerdo como nos besamos apasionadamente antes, durante y después de cada uno de esos momentos. Cuando otro juguete me está sodomizando, cuando estás follándotelo, cuando le estás haciendo una mamada y me animas a hacer lo mismo empujando mi boca hasta clavarme sus pollas en el fondo de mi garganta… o sencillamente cuando nos haces competir por comerte el coño, o después de correrte y limpiarte, me dices que te dé un beso. Estoy excitado y con ganas de volver a vivirlo.
Sin esperar a tu permiso… te quito los zapatos de tacón y comienzo a lamer tus pies con devoción. Estoy excitado porque tengo ganas de sentir tu placer y mi humillación con otro hombre… y te das cuenta enseguida de que es así cuando sientes que meto tu pequeño pie hasta la campanilla, provocándome yo mismo arcadas de excitación.
Escucho un mensaje claro:
“Pedro, mi amor… no me calientes. No seas impaciente, que todo llega. Levántate y vete a preparar la cena. Tengo hambre y estoy cansada… voy a ducharme. Quiero la mesa lista y la comida servida dentro de 30 minutos exactamente. Tú comerás en el suelo, en el bol de metal. Deja al lado el bol para la bebida, pero no lo llenes con nada… yo lo haré por ti, cariño”
Y sin decir más, te levantas con los tacones en la mano y desapareces del salón.
Me doy cuenta de que soy la persona más feliz del planeta por poder ser tuyo y disfrutarte cada segundo de cada día, desde hace más de 7 meses. Sin que apenas salga un hilo de voz de mi garganta digo :”Te quiero, mi amor”, y me dirijo a la cocina contoneando mis caderas al andar sobre mis tacones, con el culo dolorido y mi espalda notando como las marcas que tendré mañana, se rozan con mi vestido verde.
Soy feliz.
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