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Vacaciones para cuatro 2
Escrito por Wilmorgan

No podía saber el tiempo que llevaba mamando. Pero por el dolor en mis rodillas y sobre todo en mi boca, sabía que mucho. Paula y Carlos no tardarían en llegar y aún no había conseguido que mi Amo descargarse.
Yo me habría corrido 5 veces con el zumbido del vibrador. Y estaba cerca de hacerlo otra vez, pues había seguido jugando con el mandito mientras se la chupaba. Pero siempre bajaba la velocidad cuando iba a alcanzar el orgasmo.
- Un mensaje de Paula. Ya están volviendo. - anunció Jorge.
No paré ni a contestar. Tenía que redoblar esfuerzos y acabar la mamada rápido.
- ¿Quieres que le diga a Paula que entretenga a Carlos? Sabes que se le da muy bien.
- No… hace … falta. Gracias Amo. - contesté con la boca llena.
Si… hubiera sido bueno que se entretuvieran un poco para darme más tiempo. Pero conozco a Paula. Aunque fuese algo hipócrita, teniendo la polla de Jorge en mi boca, no me gustaba que Paula tontease con mi novio.
No era el momento de ponerme celosa. Tenía que hacer que Jorge tuviera su orgasmo. Le conocía. He iba a hacerlo a solas o con su novia y mi novio mirando. Por suerte el vibrador y el morbo de tragar como una puta me mantenían a mil.
Necesitaba hacerlo más rápido y con más fricción. No conseguiría que se corriese con una mamada sin más. Apretando mis labios comencé a succionar bien fuerte, mientras mi cabeza iniciaba un movimiento horizontal. Algo así como un pájaro carpintero, pero en versión zorrita caliente.
Un ligero suspiro de placer emanó de los labios de mi Amo. Eso significaba que su orgasmo estaba cerca
- Sigue así zorrita. Por cierto, están aparcando.
¡Mierda! Tenía menos de 2 minutos para hacerle terminar. Mi cuello comenzó un movimiento desbocado. Su tranca chocaba contra mi campanilla acometiendo arcadas que debía soportar, por la cuenta que me traía. No sólo mi barbilla estaba llena de saliva. Notaba en mis pechos como fluía las babas que desbordaban mi boca. No podía detenerme.
El vibrador se puso al máximo. Yo ya estaba casi lista para volverme a correr. Pero no podía hacerlo. Necesitaba concentrarme en su placer. En aguantar las arcadas y prepararme para retener en mi boca su esperma.
Comenzó a tensarse. Se iba a correr. Notaba las palpitaciones de su polla a punto de explotar. Redoble mi velocidad, si eso era humanamente posible. Lo iba a conseguir. Escuché sus voces tras la puerta.
Un gemido ronco se escapó de su boca. Y en la mía, una cantidad de líquido cálido y espeso comenzó a disparar directo a mi campanilla.
Relajé la velocidad, pero no me detuve. Sabía que duraría unos segundos y no podía permitirme no darle el máximo placer posible. Aunque escuchase como las llaves giraban la cerradura de la puerta.
Me iban a pillar. No sabía que pasaría cuando mi novio me viese arrodillada tragando la leche de Jorge. Pero no podía dejar escapar ni una gota de tan preciado néctar. Era adictivo. Era mi elixir. Podría alimentarme solo con eso.
- ¡A comer! – dijo Paula desde la puerta.
Los disparos cesaron y salí corriendo tras el sofá. El apartamento tenía un pequeño pasillo a modo de recibidor, lo que me salvó de ser vista por ellos.
Escondida tristemente detrás del amplio sofá, escuché como llegaban al salón. Estaba desnuda, mi ropa en la entrada. La tenían que haber visto. ¿Por qué fui tan estúpida de dejarla allí tirada?
- ¡Que bien huelen esas pizzas! – escuché decir a Jorge.
Si antes sudaba por el ejercicio de la mamada, ahora lo hacía más si cabe por la tensión de ser descubierta. No había posibilidad alguna de poner una excusa para encontrarme desnuda tras el sofá. Casi hubiera sido mejor que me encontrasen arrodillada entre sus piernas. Al menos no tendría nada que explicar.
Escuche como corrían las sillas de madera. Se estaban sentando a la mesa. Me armé de valor y me asomé a hurtadillas. Carlos estaba sentado espaldas a mí. Frente a él estaba Jorge, también sentado a la mesa. Él me estaba viendo allí agazapada. En su rostro, el reflejo de la diversión más pura. Estaba disfrutando de mi sufrimiento. Siempre lo hacía, como buen Dom. Pero ahora era especial.
Mi Amo llevaba mucho tiempo insistiendo en que Carlos debía saber lo nuestro. No le parecía bien que yo fuese su sumisa a escondidas de mi novio. Una moralidad un poco hipócrita cuando aún tenía su semen en mi boca.
En ese momento Paula volvía con unos platos y vasos para la bebida. Mientras ella estaba ocupada con eso, tenía que actuar. Lo más cercano era el baño. No podía pedirle permiso para entrar, pero no tenía otra posibilidad.
Con el corazón a mil, comencé a gatear suavemente. Jorge hablaba sobre lo bonitas que eran aquellas playas. Y algo de una cala nudista que él conocía. Al menos los mantenía entretenidos.
Estaba llegando a la puerta del baño cuando mi novio me echó en falta.
- ¿Y Silvi? Pensé que se estaría duchando, pero no escucho el agua.
- No. En el baño no. Decía que quería ponerse cómoda.
Me quedé petrificada. Estaba en mitad del salón, aún centímetro de cruzar la puerta del baño. Y me habían estropeado mi escapatoria.
Miré a mi Amo a los ojos con ira. Sabía que lo había hecho por no pedirle permiso para ir al baño, era muy estricto con sus normas. Allí, postrada y desnuda a 3 metros de la mesa. Y no se apiadó de mí. Mi única alternativa era cruzar al otro lado del salón hasta la habitación más cercana.
No serían más de cuatro metros, pero la puerta de la habitación quedaba casi enfrente a la mesa. Con un leve ruido que hiciera o un simple vistazo de lado, mi novio me encontraría gateando desnuda por el salón.
Colocándose detrás de Carlos, Paula lo abrazó desde su espalda. Con su cara justo en el lado donde estaba la puerta. No podía dejar pasar el momento y salí casi levitando mis rodillas para no ser descubierta.
- Eso es que se está poniendo sexy. – dijo Paula a mí novio, de forma bastante sensual.
Era la primera vez que me alegraba que Paula fuese tan cariñosa con mi novio. Gracias a ese abrazo, descaradamente largo, pude llegar a la puerta entre abierta.
Entre y cerré la puerta sin hacer ruido. Una puerta me cubría y allí estaban nuestras maletas. Por fin estaba a salvo. O eso pensaba yo.
Fui directa a la maleta de Paula. Estaba cerrada con combinación. ¿ Quién cierra la maleta para viajar en coche con amigos? Busqué la de Carlos y recordé que la había dejado en el suelo de la entrada. La de Jorge, también cerrada. Esto no era casualidad. Conocía demasiado bien a mí Amo. Lo tenía todo pensado desde antes de salir de casa.
Allí estaba yo, completamente desnuda. Con dos maletas cerradas y la mía vacía. La ropa que llevaba antes, fuera de mi alcance. ¿Que haría ahora?
Abrí mi maleta con la esperanza de que mi Amo hubiera puesto en algún momento algo de ropa para esta ocasión. Seguramente sería lo más provocativo del mundo, aún así sería mejor que salir desnuda.
Nada. Sólo mi maquillaje, mi collar y mi plug. Lo único que mi Amo me había permitido echar en la maleta. El pánico recorrió mi cuerpo. No podía volver a salir para buscar mi ropa. Estaba perdida.
- ¿Silvi te queda mucho? Se va a enfriar la pizza. – gritó mi novio.
No podía contestar. No con la boca llena. Otra de sus normas inquebrantables era esperar a que mi Amo me diera permiso para tragar. Si no me había portado bien, me hacía escupir. Normalmente en mis tetas, o en mi mano para luego embadurnar mi cara con su esperma. Tragarlo es como un premio para la sumisa. Y como buena perrita, obedezco a mí Amo.
- ¿ Estás bien? Voy a ver… - dijo mi novio preocupado.
Busqué. Busqué con desesperanza algo con lo que taparme. Pero no había nada. Por no haber no había ni sábanas en la cama. Estaban dobladas en la cocina como prueba de que estaban sin usar. Maldita pulcritud la del arrendador.
- Será que no se decide. Silvi es muy indecisa y presumida. Ya voy yo y así no estropeas la sorpresa. – escuché decir a Paula.
Ni tres segundos después estaba abriendo la puerta de par en par. Lo justo para volver a esconderme agachada tras su maleta. Cerró la puerta desde dentro y nos quedamos las dos solas en la habitación.
Estaba completamente desnuda y con la corrida de su novio en mi boca. Por muy grande que fuese su maleta, que lo era, podía verme a tan corta distancia.
- Que haces ahí escondida. Venga, ponte en pie. – me dijo mi amiga.
Asegurándome que la puerta estaba cerrada, lo hice. No me quedaba otra. Era lo único que podía hacer.
- Vaya, vaya… parece que alguien tiene calor.
Quise contestar, pero no podía con la boca llena.
- Enséñamelo. – me dijo la joven Paula.
No podía hacer otra cosa. Abrí la boca y le mostré como guardaba en ella la corrida de su novio.
- Menos mal. Si te lo hubieras tragado estarías en un buen lío.
- Me ha dicho que te de permiso para tragar. Pero aún no. Aguanta así con la boca abierta mientras elijo que ropa te pones.
Atravesé sus ojos con una mirada de odio. Quería decirle de todo a esa niñata. Pero no podía. Si me hablaba de esa manera era porque nuestro Amo así lo quería. Allí me quedé, con la boca abierta, procurando que no se escapase nada. Mientras esa niñata rebuscaba en su maleta con lo que me haría salir a comer delante de mí inocente novio.


Licencia de Creative Commons

Vacaciones para cuatro 2 es un relato escrito por Wilmorgan publicado el 29-07-2022 00:27:22 y bajo licencia de Creative Commons.

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