Políticamente incorrecto 3.1
Escrito por Wilmorgan
No era capaz de asimilar como había llegado a esto. Para una única vez que me dejo llevar… Pensé que podía jugar con esos hombres. Que no pasaría nada. Que sería divertido ser como Natalia por una vez. Tontear con dos tíos guapos un rato y demostrar a mi novio que puedo tener al que quiera. Que debe dar gracias por estar con una mujer como yo. Una mujer empoderada que hace con los hombres lo que se le antoja. Pero me equivoqué. Ese hombre no era como otros. Irradia seguridad y fortaleza solo al contemplar su semblante. Eso mismo que me había llamado la atención de él, pero tonta de mí, no me di cuenta que era incompatible. No puedo jugar con un hombre dominante, él es experto en jugar con mujeres como yo.
Y ahora, por mi culpa, habíamos acabado así. Yo, desnuda y arrodillada en medio de aquel parque, con el tanga de mi compañera de trabajo balanceándose frente a mi rostro. Natalia a mi lado, igualmente arrodillada y desnuda, excepto por mi camiseta, que portaba sin servirle pues llevaba los pechos por fuera. Y Marcos… quien peor lo estaba pasando. Por intentar salvarnos del atolladero donde yo nos había metido, había acabado torturado por nosotras, las mismas que él quería ayudar. Y ahora estaba completa y ridículamente desnudo.
Me sentía muy culpable por haber seguido el juego a ese hombre. No tenía excusa. Me había gustado. Me excité a verle con esos aires de chulo. Pero no era eso lo peor. Estaba viendo a mi novio, desnudo y humillado, con la mínima expresión de su pene, como nunca antes lo había visto. Sabía que era culpa mía que estuviera así, que él solo quería alejarnos de esos hombres. Debía estar muriendo de vergüenza por ser humillado de tal manera delante de su novia y la amiga de esta. Lleno de rabia al ver como esos hombres me habían tocado todo el cuerpo a su antojo delante de él sin poder hacer nada. Enfadado conmigo por mi comportamiento hacia él. Y, aun así, sentía algo raro en mí. Supongo que serían los nervios por todo lo vivido… no lo puedo explicar. Era como si no me sintiera lo suficientemente mal. Como si una parte de mi tuviera curiosidad por qué más podía ocurrir esa noche. Creo que mi cabeza no daba para tantos sentimientos a la vez.
No me quedó otra cosa que hacer, que obedecer. Manteniendo mi pose sumisa, de rodillas con los talones en mis nalgas y las manos sobre mis muslos. Una pose, que sin habérmelo ordenado expresamente, era como si yo supiera que debía mantener para tenerle contento. Recogí con mi boca el tanga de mi amiga, sintiéndome sucia y humillada, pero con un hormigueo que no sabía si era ira, nervios o cualquier otra cosa.
Vi como con solo su mirada, mi novio se hizo atrás cobardemente. Una muestra más de la diferencia de un hombre a otro. Mi amado Marcos, un hombre guapo y fuerte del que estaba enamorada hasta la médula. No era ni la sombra de aquel hombre. Y su marcha entre nosotras, acariciándonos el pelo como si de sus perritas se tratase, no era más que la confirmación de ello.
Esa caricia era otra manera de humillarnos a los tres. O, mejor dicho, a las tres, como él mismo se había referido a nosotras. Eso éramos para ellos, unas zorras. Justo a lo que yo quería jugar al principio. A ser una zorra. Pero no tenía ni idea de la amplitud de ese término.
Con el tanga de Natalia aferrado por mis labios, continue con las instrucciones que él me había dado. Lo había dejado claro desde el principio. Le gustaban las zorras obedientes. Y lo había conseguido. Sin darme cuenta, mi mente había dejado de poner en duda sus palabras. Él hablaba y yo obedecía.
Por ello no pensé la razón por la que fui hacia mi novio a cuatro patas con el tanga de Natalia en mi boca. Solo lo hice, viendo como Marcos miraba estupefacto como dos mujeres desnudas se acercaban a él gateando. Natalia me había imitado, siguiendo sus órdenes. No sabía si la razón de que ella se comportara tan sumisa con ellos era el miedo o como yo, también sentía esa excitación extraña y pervertida.
Pero allí estábamos, las dos arrodilladas frente a mi novio desnudo. En otro momento para él seguramente sería un sueño tenerme así. Y más junto a una mujer como Natalia. Que por mucho que me cueste reconocerlo, es toda una belleza. Pero no era precisamente para hacerle una mamada a dos bocas. No… ni siquiera podríamos, aunque fuese esa nuestra intención. Aquella pena, como había dicho Natalia, no era suficiente para una lengua, menos para dos. En cambio, íbamos a hacer algo que lo convertiría en una zorra más.
Y lo hicimos. Como si me leyera la mente, Natalia aferró el otro extremo del tanga con su boca. No podíamos hablar, pero no lo necesitábamos. Cada una de un extremo del elástico, estiramos la prenda y nos agachamos hacia los pies de mi novio. Notaba como el aire recorría mi ano y mi sexo. Lo que dejaba claro que estaba ofreciéndoles una visión total a Jacob y su amigo de lo más íntimo de mi cuerpo. Mientras, mi novio metía un pie y luego el otro, ayudándonos a vestirle con el tanga rosa de mi amiga.
Cada una a un lado de las piernas de Marcos, tiramos con nuestros dientes del elástico, subiendo la diminuta prenda. Es cierto que me sentía mal. Estaba ayudando a vestir a mi novio con el tanga de mi amiga. Si mi imaginación hubiera sido capaz alguna vez de pensar esto, seguro que me vería a mí misma llorando y suplicando. Pero no… me daba pena mi novio. Me sentía denigrada por estar completamente desnuda en medio de la calle… pero… no había lagrimas…
Cuando llegamos a las caderas de Marcos, soltamos el tanga. Entonces pude ver cómo le quedaba. Era patético. La prenda era muy pequeña y, aun así, le tapaba todo… De verdad que nunca había visto su miembro tan minúsculo. No es que tuviera un pollón, pero algo normal. Nunca había tenido quejas. No diré que nunca había fantaseado con una verga de película. Pero no porque necesitase más por su parte. Pero ahora… me sería difícil volver a verlo como un hombre viril.
Me sorprendí a mí misma pensando esto. Desechando a mi novio como hombre, cuando la culpa de que estuviera así era mía. Si yo no hubiera jugado con ellos… Si Marcos no hubiera tenido que plantarles cara… No tendría a mi novio convertido en un perdedor.
- ¡Pero por favor! ¡Que sexy! Te queda perfecto el tanguita, Marcos. – escuché a Jacob desde el banco.
- Y aún no hemos terminado. – dijo su amigo.
De repente sentí su mano en mi cabeza de nuevo. Acariciaba mi cabello como si fuera su mascota. De rodillas y desnuda, siendo acariciada por otro hombre delante de mi novio. No sé si llegaría a ser peor que llevar puesto el tanga de una mujer delante de todos. Pero a bien seguro, verme a los pies de ese hombre debía hundir a mi pobre novio.
No me atrevía a mirar a Marcos a los ojos. En cambio, los míos no se apartaban del tanga de Natalia tapando su cosita. Estaba hipnotizada, mientras me dejaba acariciar por aquel hombre, no podía levantar la mirada más allá de esa parte. Era lo menos erótico que podáis imaginar, pero a la vez, me hacía sentir una rara excitación. Mezcla de vergüenza ajena. Quizás celos porque llevase el tanga de mi amiga. Y no sé la razón, pero notaba calor entre mis muslos en medio de la brisa fresca de la noche.
- Pónselo. – me dijo, descolgando desde su mano mi sujetador.
Lo mínimo hubiera sido dudar. Sorprenderme por la orden y vacilar al menos. Pero no. Obedecí. Con mis manos cogí el sujetador y me puse en pie para terminar de feminizar a mi novio. Al levantarme, mis pechos rozaron la piel de Marcos. Estoy casi segura que lo hice sin querer, pero no lo sé. Comprobé lo erizados que estaban mis pezones al frotarse contra la piel de un hombre. Aunque me costase denominarlo así, pues también acaricié la suave tela del tanga con mi pecho izquierdo. Era una tormenta de sensaciones y sentimientos que no me permitían aclarar lo que mi mente y mi cuerpo estaban viviendo.
Mientras mi cerebro trataba de poner en orden todo esto, yo seguía con mi tarea. Marcos, sin un ápice de resistencia, me ayudó a ponerse mi sujetador. Tuve que estirar al máximo los tirantes para que llegase a cerrar a su espalda. Cosa que hice desde el frente, pegándome a él, juntando mis pechos a los suyos. Los mismos que ahora estaban cubiertos por el encaje blanco de mi sujetador. Me aparté al concluir, pues sabía que ahora tocaban las burlas. No se hicieron esperar. Riendo a carcajadas, piropeando y silbando como si de una mujer se tratase.
- ¡Falta un detalle! – dijo Jacob, saltando por detrás del banco.
El musculoso negro se adentró entre las sombras de los pinos, donde la luz de la luna no clareaba nada. Tardó un par de minutos, teniéndonos expectantes a los cuatro. Lo primero que vi fue su sonrisa. Señal inequívoca de que sería algo malo para mi novio.
Volvió a saltar por encima del banco y fue directo hacia nosotros. Traía las manos escondidas tras su espalda, hasta que estuvo frente a Marcos. Entonces descubrió sus manos con sendas piñas en ellas. Entre risas puso una en cada copa del sujetador, dándole el relleno que le faltaba.
- No ibas a ser la única zorra sin tetas. – reía Jacob mientras tocaba las tetas falsas de mi novio.
- ¡Es perfecto! Ahora sí que eres toda una mujer Marquitos. – decía su amigo.
- Marcos la tetas duras. Puede ser tu nombre profesional. – se burlaba Jacob.
- Marcos… no. Mejor lo dejamos solo en Mar. Ya es una mujer, sería una falta de respeto tratarle como un hombre. – añadió él.
- Me parece genial. ¡Mar! ¿Que os parece chicas? ¿Os gusta el nombre de Mar?
- Si señor. – dijimos tanto Natalia como yo.
- ¿Y tú no contestas? Os he preguntado a todas. – le dijo a mi novio.
- Si… señor. – contestó él, casi sin voz.
- No, no, no. Tienes que hablar con la voz más aguda, no más bajito. Prueba otra vez. – dijo él, calmadamente como un maestro a un alumno.
- Si, señor. – dijo Marcos, algo más alto y patéticamente más agudo.
Las risas no cesaban. Al igual que no lo hacían las manos de Jacob sobre el sujetador que portaba mi novio. Se reía y magreaba humillándole. Haciéndole pasar por una zorra, como había hecho con nosotras antes. Nos animaban a reírnos. Natalia no tardó en hacerlo, primero con vergüenza, después no tanta. Debía obedecer. Y la risa es algo contagioso. Pronto estuvimos los cuatro riéndonos mientras mi novio era sobado por el negro.
- ¿Te gusta, Mar? ¿Te gusta cómo te las toco?- le decía Jacob.
- Contesta zorra. ¿Te pone cachonda que te toque las tetas?- insistió.
- Sí, señor. – contestó avergonzado y poniendo voz de mujer.
- Sí señor ¿qué? – dijo amenazante, apretando las piñas contra el pecho de mi novio.
- Si, señor. Me pone cachonda que me toque las tetas. – contestó, haciendo que las risas estallaran.
- A ver ese culito…- continuó Jacob, llevando sus manos al trasero de Marcos.
- No está mal… aunque me gusta más el de tu novia. Al menos el tuyo será virgen… Me encanta desvirgar culitos.
Estuve a punto de decir que mi culo también era virgen. No entendía cuál era la razón para dar ese dato. ¿Quizás quitar la atención de los hombres sobre Marcos? ¿Para evitarle más humillaciones? Sí, esa era la razón más digna. Porque si seguía pensando, podría llegar a la conclusión de que estaba celosa de los manoseos de aquel hombre a mi novio. De que no me hicieran caso a pesar de estar completamente desnuda y prefieran humillar a mi novio que jugar conmigo. No, eso no podía ser. Solo quería ayudar a Mar… a Marcos.
- Anda Natalia, ¿por qué no miras si a Mar le está gustando la idea? Seguro que ya ha mojado tu tanga. – ordenó él.
Jacob se puso detrás de Marcos, dejando así sitio a Natalia que poniéndose en pie fue a cumplir con la orden. Yo me mantuve inmóvil viendo como mi compañera de trabajo llevaba su mano a la entrepierna de mi novio. Era una situación inverosímil. Sabía que lo estaba haciendo bajo coacción. Pero eso no tranquilizaba mis celos. Estaba tocando lo que era mío. Ya no me importaba la humillación que Marcos estaba pasando. Ni siquiera que tuviera a un negro de dos metros detrás de él, agarrándolo de la cintura, amenazando con desvirgar su culo. En ese momento me sentía yo la agraviada, viendo como otra mujer manoseaba el paquete a mi novio. Por mucho que llevase su tanga puesto.
- ¿Y bien? ¿Se le pone dura o se moja?- preguntó él.
- Dura… no se le pone. Ni con mis caricias se le pone dura. Pero si parece mojado… - dijo Natalia, pausadamente mientras toqueteaba la polla flácida de mi novio.
La declaración de Natalia no podía ser más demoledora para Marcos. Ni con una mujer acariciándole reaccionaba su miembro. En cambio, para mí, aquellas palabras me aliviaron. Al menos Marcos mantenía su polla dormida a pesar de las caricias de ella. Me siento mal al confesarlo, pero debo ser sincera. Me produjo placer saber que Natalia no podía poner tiesa su colita, aunque aquello hundiera más en la miseria a mi pobre novio.
- Claro nena. Las zorritas os mojáis. Y Mar es una zorrita. Está deseando que estrene su culito. - dijo Jacob, comenzando a frotarse con Marcos.
Ver a ese negro imponente frotar su verga contra las nalgas desnudas de mi novio era mejor que ver a Natalia magrearle la polla. Sentía pena por Marcos. ¿ Y si de verdad le iba a violar? Solo por el bulto que pude ver en sus pantalones, Jacob debía tener un misil entre las piernas. Mi mente imaginó la escena de cómo sería aquel falo negro. Lo largo y grueso que debería ser. Y dudo mucho que lo hiciese con cariño. Ese hombre no tenía pinta de ser de los que hacen el amor despacio y con sentimiento. Debía ser una locomotora sin control, sin contemplaciones para lo que, para él, solo era un agujero para su placer. Le destrozaría. Eso fue lo que me hizo hablar.
- Señor, mi culito también es virgen. – le dije a él. Mientras su amigo seguía frotándose con mi novio.
Habrá quien piense que esa no fue la razón. Que tendría que reconocer que ver como aquel impresionante negro frotaba su pollón con el culito desnudo de Marcos, mientras mi amiga continuaba acariciando la polla flácida escondida tras el tanga, era demasiado para mí. Que quizás me moría de celos. Que quería protagonismo. O simplemente, que estaba cachonda como una perra. Cada cual que tome la versión que más le guste.
- El mío también. – dijo rápidamente Natalia.
- Vaya, vaya… las perritas se pelean por unos buenos pollazos. – dijo Jacob, soltando las caderas de Marcos.
Puede que yo no tenga claro lo que quería en ese momento. Pero Natalia… esa sí que era una zorra. Yo lo hacía por salvar a mi novio de una violación. ¿Pero ella? ¿Por no dejarme sola? ¿Quizás era su manera de apoyar a una amiga? ¿De verdad estaba de mi lado? Si seguía toqueteando a mi novio mientras decía eso…
- Tienen razón, Jacob. Tenemos tres putitas. No nos centremos en la más fea. – dijo él.
Jacob dejó a mi novio y fue directo a por Natalia. Como un auténtico animal, cogió a mi amiga y la colgó en su hombro como si de un saco se tratase. Mientras magreaba su culo obscenamente, se fue de nuevo hacia el banco. Nosotros les seguimos por indicación de su amigo.
- Venga chicas. De rodillas. – Nos dijo soltando a Natalia en el suelo.
- Vamos, bajarme los pantalones zorritas. – ordenó Jacob.
Natalia y yo obedecimos, tirando ambas de sus pantalones descubriendo un bulto considerable bajo su ropa interior blanca. No pude evitarlo. Sabía que ese cerdo posiblemente nos violaría a las tres. Pero deseaba ver lo que escondía bajo esa tela. Llevé mis manos para descubrirlo y me encontré con las de Natalia. Mi amiga parecía igual de curiosa que yo.
- Compartir zorritas. Ahora le toca a Mar.
Frustración. Básicamente se puede resumir con esa palabra. Aquel cabrón prefería que fuese mi novio travestido quien le bajase los calzoncillos antes que yo. Sin darme cuenta, comencé a ver a Marcos como una rival.
|