Atada
Escrito por Nenapeke
Mi nombre es Verónica, ahora tengo 19 años, pero cuando sucedió esta historia tenía 17. No he cambiado mucho desde entonces, físicamente al menos, soy una chica pelirroja, de pelo largo y rizado, ojos oscuros, ni muy alta ni muy baja, 1,67 más o menos, delgada, mi familia opina que demasiado delgada, incluso mi madre ha pensado alguna vez que soy anoréxica, pero os aseguro que no lo soy, simplemente no engordo, mi cuerpo no está muy desarrollado, a pesar de que mi culito es muy bonito, yo opino que es lo mejor de mi cuerpo, es respingón y duro, así que sé muy bien donde miran los chicos cuando paso. Mis pechos son pequeños, pero eso sí, están bien firmes, tanto que a menudo salgo a la calle sin sujetador. Del resto de mi fisonomía estoy muy orgullosa, tengo un rostro bastante aniñado y bonito, y tengo bastante éxito entre los chicos, aunque me este mal el decirlo.
Conocí a un chico llamado Roberto, nos lo pasamos muy bien en la discoteca pero lo mejor estaba por llegar ya que al día siguiente quedamos otra vez para tomar algo, era domingo por la tarde, yo tenía permiso para llegar tarde porque mis padres pensaban que había salido con mi vecina, lo cual no era del todo mentira, yo salí de casa con ella pero luego ella se fue con uno de los chicos de la discoteca y yo me quede con el otro, con Roberto, eran tres los amigos que nos presentaron, pero mi vecina quedo con uno y yo con Roberto, así que sobraba uno, o eso me creía yo.
La tarde del domingo transcurrió de manera normal, tomamos unas copas y charlamos animadamente, casi como si lo del sábado no hubiese pasado.
A las once de la noche más o menos yo ya iba algo mareada, mientras que Roberto aún estaba muy entero y fue él quien me propuso ir a su casa, a mí no me pareció buena idea porque mis padres me esperaban a las dos como muy tarde pero como Roberto me prometió que él mismo me llevaría a casa antes de las dos accedí y nos fuimos a su piso.
Una vez allí él me sirvió otra copa, la cual no hizo sino acrecentar mi mareo lo que a su vez sirvió para que antes de que me enterase estuviésemos ahí con nuestros labios unidos en un beso, que si bien al principio solo unió nuestros labios, tardé poco en sentir la presión de la lengua de Roberto intentando introducirse en mi boca, mi resistencia fue poca, después de que Roberto humedeciese mis labios deje que su lengua tocara la mía, jugando con ella, intercambiando nuestras salivas, rozando nuestros dientes, las manos de Roberto estaban en mi espalda, acariciándomela, pero yo ya tenía la sensación de que estaban recorriendo mi cuerpo.
Cuando despegamos nuestros labios Roberto dijo que iba a servir otra copa y me dejo sola en el salón, yo sabía que esa noche no iba a acabar tan solo con un beso pero no podía imaginar lo que en realidad me esperaba.
Cuando volvió de su habitación además de las prometidas copas vi que llevaba algo más, yo no podía ver lo que era pero me picaba la curiosidad así que me acerque e intenté mirarlo, pero él lo escondió, pidiéndome que cerrase los ojos. Así lo hice, Roberto cogió mis manos y se las acerco al pantalón, pude sentir que su excitación estaba aumentando, yo masajeé su dureza con mis dos manos, siempre con los ojos cerrados de manera que podía sentir mucho más su forma, su dureza.
Pero lo que sentí después fue lo que iba a marcar aquella noche, algo rodeaba mis muñecas, cerrándose con fuerza sobre ellas, abrí mis ojos y lo que vi me dejó asombrada, Roberto me había puesto unas esposas, de hierro, que impedían que separase mis muñecas.
Agarrando mis manos me llevó a su dormitorio, yo le dije que aquello no me gustaba, que nunca había practicado esas cosas, pero él se sonrió y me dijo que anoche en el baño de la disco no parecía lo mismo.
A pesar de que no me hacía mucha gracia esa situación le deje hacer, ya que notaba como el solo el saberme a su merced aumentaba el tamaño de mis pezones y humedecía mis braguitas.
Él me tumbó en una gran cama de matrimonio que presidía su habitación, boca arriba, y me dijo que estuviese muy quieta, lo primero que hizo fue atar mis manos tal y como estaban, con las esposas aun puestas, a la cabecera de la cama, de tal forma que mis manos quedaban por encima de mi cabeza, después ato una de mis piernas a la pata de la cama y la otra a la pata contraria, de tal forma que parte de mis piernas quedaba fuera de la cama, atadas las dos a las patas, lo cual me dejaba abierta de piernas, hasta tal punto que casi me dolía.
Roberto deslizó un pañuelo negro por detrás de mi cabeza y oscureció mi mirada, yo no veía nada, solo sentía que aunque nadie me tocaba había alguien en la misma habitación que yo, mirándome.
Intentaba moverme pero estaba inmovilizada totalmente, estaba a su merced, sus dedos tocaron mis labios, abrí mi boca intentando atraparlos, pero ya estaban en mi cuello de donde se fueron deslizando hacia mis pechos, tocando mis pezones a través de la fina camiseta que llevaba, sus manos levantaron dicha camiseta, dejando al descubierto mis tetitas, que estaban a punto de explotar, rozaba con la yema de los dedos mis pezones, me estaba volviendo loca.
Pero lo que realmente me desconcertó y me volvió loca es que a la vez que unas manos tocaban delicadamente mis pezones note como otras dos manos subían mi faldita negra, me di un gran susto cuando lo sentí, y entonces Roberto me susurró al oído que me tranquilizase, que en realidad el sabía que eso me gustaba, que era su putita y que haría lo que él me dijese.
Trate de moverme, de resistirme, pero ya dije que estaba completamente inmovilizada, así que mis movimientos fueron en vano. Entonces escuche como una voz que no me era conocida me dijo que mejor que me estuviese quieta o me podía cortar, al tiempo que con un objeto punzante me cortaba las braguitas, primero una pierna, y luego la otra, quitándome los restos de la fina tela de un tirón.
Después de esto Roberto me dijo que abriese mi boca, metiéndome mis braguitas en ella, me las metió enteras, aunque me preguntó si me impedía respirar, a lo cual contesté moviendo mi cabeza hacia los lados..
Los dos se pasaron un largo rato sobándome, me tocaban por todas partes, yo solo podía gemir, a la vez que mi coñito chorreaba, ellos mojaban sus manos en mi rajita y luego las pasaban por mis pezones, mis tetas, mi cara, estuvieron así mucho tiempo, de vez en cuando uno o dos dedos se metían en mi intimidad, casi no ofrecía resistencia, estaba tan mojada que sus dedos se colaban fácilmente hasta el nudillo. noté como uno se animó y levantándome un poco metió uno de sus húmedos dedos en mi culito, eso sí que lo sentí, al principio no entraba, pero a base de empujar y sacarlo y empujar otra vez su dedo se metió hasta el fondo, arrancándome un orgasmo bestial que hice notar con un aumento de mis gemidos y movimientos.
Al cabo de pocos minutos note como algo caliente se derramaba sobre mis muslos, y al minuto noté lo mismo en mis tetas, se habían corrido los dos, encima de mí, y se fueron, me dejaron allí sola, no sé cuánto estuve así, con mis manos y piernas atadas, mi ropa levantada, mis braguitas en mi boca y su leche sobre mi cuerpo pero a mí me pareció mucho. De vez en cuando oía sus risas en otra habitación, así pude comprobar que estaba sola.
Pasados unos minutos que a mí me parecieron horas noté unos pasos en la habitación, metiendo sus dedos en mi boca me saco las bragas, yo tenía ganas de insultarle, de patalear, de gritar, pero lo único que salió de mi boca fue gracias, me besó, humedeciendo con su lengua mi seca boca, se subió en la cama y puso un cojín bajo mis caderas, así que ya me imagine lo que venía, pero no me esperaba que fuese tan brusco, de un solo empujón introdujo toda su polla en mi estrecho coñito, un jadeo de sorpresa salió de mi boca, sin darme tiempo a reaccionar empezó a moverse dentro de mí, entraba y salía de forma brutal, su cuerpo apenas tocaba el mío, estaba levantado sobre sus manos, empujando con fuerza saliendo despacio de mí para volver a entrar más fuerte aun.
Mi respiración se aceleraba, yo soltaba aire cada vez que su polla entraba en mí, estaba como loca, mis sentidos estaban disparados, entonces él empezó a decirme: toma vamos tómala entera, es toda para ti, tómala, zorra, ; eso me volvía loca, no sé porque pero me gustaba que me dijese eso mientras clavaba su polla en mi interior.
Entonces fue cuando note una mano en mi cabeza, esa mano me hizo mover mi cabeza hacia un lado, a la vez que notaba como algo duro y húmedo se apoyaba en mis labios, abrí mi boca y entonces sí que me creí morir, esa polla entró en mi de golpe, toda en mi boca, la podía sentir en mi garganta, supe que Roberto era el que me estaba follando ya que la polla que tenía en mi boca era más grande que la suya.
Mientras me susurraban los dos al oído que chupara, que me iba a gustar, que era una zorra, que tenía una polla en mi coño y otra en mi boca, no podía más, me corrí como una loca a la vez que ellos me follaban uno mi boca y otro mi coñito, sentí que me desmayaba, pensé que no iban a acabar nunca, pero no fue así, el primero fue el amigo de Roberto, descargando parte en mi boca para luego sacarla de dentro y seguir haciéndolo en mi cara.
Eso debió excitar a Roberto ya que note como la fuerza de sus embestidas aumentaba, cada vez que entraba en mi yo sentía como si fuese a romper mi coñito, me agarré a la cabecera de la cama con mis manos, parecía que se iba a desarmar, mientras el amigo de Roberto metió otra vez su polla en mi boca diciéndome que se la tenía que limpiar bien, ya había tragado una buena cantidad de su leche y ahora pasaba mi lengua alrededor de su polla, lamía de arriba a abajo, yo sacaba mi lengua y el pasaba su polla por ella.
De pronto note como Roberto sacaba su polla de mi coñito y vertía gran cantidad de leche sobre mí, yo ya sabía que Roberto se corría siempre muy abundantemente, pero esto aunque no pude verlo me pareció demasiado, al principio todo parecía normal yo notaba como caían sobre mi chorros de su semilla, pero después de una pausa empecé a sentirlo de manera continuada.
Entonces comprendí lo que estaba pasando, Roberto después de correrse encima de mi ombligo estaba meando encima mío, escuche como se reían los dos mientras el amigo de Roberto decía que yo era el váter más bonito que había visto.
Notaba aquel liquido caliente encima de mí, mojándome entera, tal y como yo estaba con mis piernas totalmente abiertas Roberto dirigió su chorro directamente a mi coñito, creo que aquella sensación me daba asco pero a la vez me gustaba, entonces su amigo dijo que el también tenía ganas de mear pero que no iba a ensuciar la cama dicho lo cual agarró mi pelo con una mano mientras con la otra abría mi boca, yo no pude resistir mucho ya que había tenido mi boca abierta tanto tiempo que me dolía mucho y casi no tenía fuerza, intente gritar pero antes de que pudiese hacerlo su blando miembro ya estaba orinando en mi boca, intente no tragar nada, pero era imposible, él había metido su polla tan adentro que no me permitía hacer otra cosa que tragar.
Me sentía sucia, mi ropa estaba mojada, tenía en mi boca el sabor de la leche y la orina del amigo de Roberto y en mi vientre la leche seca de este.
Seguía atada, cuando note como unas manos liberaban mis piernas, cuando las cerré creí que estaba en el cielo, que sensación, por fin estaba libre, las mismas manos soltaron mis manos y permitieron ver la luz a mis ojos, era Roberto, me besó me desnudo completamente mientras me besaba, y me llevó al baño donde me arregle lo mejor que pude, tal y como prometió Roberto me llevo a casa antes de las dos, al salir de la habitación pude ver al amigo de Roberto, era Juan, me lo habían presentado en la disco, el me miró y sonrió, yo no pude más que desviar la mirada mientras salía de la casa.
Al llegar a mi bloque Roberto me despidió con un beso a la vez que me decía que me llamaría mañana, yo no dije nada, pero el sabía que yo estaba deseando que lo hiciera.
Antes de subir a mi piso llame a mi vecina, que me presto un pantalón y una camisa, guardando mis ropas sucias en una bolsa, me preguntó qué había pasado, yo solo la pude decir que había sido maravilloso, que mañana la contaría, prometiéndome ella contarme que tal la había ido con su chico.
Subí a mi casa con la suerte que me recibió mi padre, pues mi madre se habría dado cuenta de que no llevaba la misma ropa, fui a mi habitación y me desnudé, escondiendo mis ropas hasta que tuviese tiempo de limpiarlas.
Al tumbarme en la cama lo hice boca arriba, abrí mis piernas dejándolas caer por los lados de la cama, agarré la cabecera de la cama con una de mis manos, cerré los ojos y la otra mano empezó a recorrer mi cuerpo.
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