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El sobrino III
Escrito por Lena

- Dame las llaves del coche, voy a conducir yo. Aún te están temblando las piernas.

Mike hablaba como si estuviera contrariado.

- ¿Puedo preguntarle una cosa señor?

- Dime. ¿Qué quieres saber?

- ¿Por cuánto me ha vendido, señor?

- No te he vendido, te he alquilado mientras no regrese, espero que lo tengas claro y ya que quieres saberlo, ha sido por dos mil euros. ¿Te parece poco? Todos salimos ganando, a ellos les sales por mil euros al mes, yo sabré que no andas por ahí buscando pollas y tú vas a disfrutar como no has disfrutado en tu vida.

- ¿Por qué dice esto, señor? Yo solo quiero que usted vuelva. Ojalá no se fuera estos dos meses.

- Vuelves a actuar como la vieja hipócrita que eres. ¿Crees que no me he dado cuenta de lo perra que te ha puesto Don Ricardo?

- Lo siento…Lo siento, señor.

- Ya hablaremos mañana. Ahora solo quiero llegar a tu casa y follarte, por cansada que estés y aún que yo no te ponga tan salida como con él.

Aquella noche la folló con más rudeza, si cabe, de la acostumbrada, pero ocurrió algo que ella no esperaba, por primera vez la besó y fue un beso largo, profundo, un beso como nunca se da a una puta.

- Estos días que me quedan dormiré contigo, si no te importa.

- Gracias, gracias, señor.

A la mañana siguiente la dejó dormir hasta tarde. Cuando, duchada y en camisón, entró en la cocina, lo encontró esperándola para desayunar con ella. Le había preparado unas tostadas con mantequilla y mermelada.

- Supongo que no te importará que cuando regrese me instale en tu piso, tal y como hasta ahora.

- ¿Por qué me pregunta esto señor? Sabe que es lo que más deseo. En realidad, lo que quisiera es que no se fuese. Le voy a dar una copia de las llaves para cuando regrese.

- Oíste lo que va a hacer contigo. Serás distinta, quizá no quieras volver a ser mía.

- Señor, si quiere le puedo dar el dinero y así no tiene por qué hacer el trato que ha hecho.

- Cuando se cierra un trato se cumple.
Supongo que escuchaste lo de que puedo alquilar sus instalaciones. He estado pensando en ello y le voy a proponer que lo complazcas una vez al mes como pago.

- Pero…pero ¿Por qué? Yo puedo darle el dinero para el alquiler, señor.

- Lo hago porque vi como gozaste entregándote a él y seguro que lo desearás. Lo hago porque quiero retenerte, quiero que sigas siendo mía hasta que me canse de ti.

Rosa se calló. Sabía que tenía razón. Le dolía que se fuera, le dolía mucho, pero al mismo tiempo esperaba que fuese el miércoles, para volver a ser usada por Don Ricardo…Por Don Ricardo y por Clara.

- Ahora vístete, vamos a que te hagan un tatuaje.

- ¿Un tatuaje, señor?

- Sí, una pequeña K dentro de un círculo, en una de tus nalgas. Quiero que Don Ricardo no olvide a quién perteneces.
Van a cambiar muchas cosas a mi vuelta. La primera de todas, esta desde ahora mismo, será que me dejes de hablar de usted y me digas señor, estoy harto de estas convenciones del “señor”, del “AMO” y de todas estas tonterías. Solo me tratarás como ahora cuando estemos con otras personas, cuando te entregue o te comparta, porque yo también voy a hacerlo, como hará él, eres demasiado puta para conformarte sin estos alicientes.

- Gracias…

Iba a decir gracias, amor, pero se contuvo. No, no era su amor, no era esto lo que sentían el uno por el otro. Habría sido un error, un error imperdonable decirlo.

- Espabila, que no se nos haga tarde.
¡Ah! Mientras esté fuera no quiero que me llames, solo si te ocurre algo grave y también espero que no me llame Don Ricardo quejándose de ti.

Durante aquel tiempo de ausencia Mike solo recibió un mensaje de Don Ricardo. Se trataba de una foto, tenía la cara ladeada, pero era ella. En la calle, de noche, llevaba una cazadora barata, de plástico, roja y brillante, totalmente abierta, aunque no las veía, seguro que estaba mostrando sus tetas. Esto, unos zapatos de tacón alto, también rojos y una falda negra, ajustadísima y muy corta. que dejaba al descubierto el inicio de sus nalgas. No podían faltar las luces de los coches. No pudo evitar una fuerte erección.

EPÍLOGO

- Don Ricardo, soy Mike.

- Vaya. ¿Ya has regresado?

- Sí. ¿Está Rosa aquí?

- Sí.

- Dígale que la estoy esperando en su casa.

- Ahora mismo le digo que venga. Ya hemos terminado.

- ¿Alguna queja?

- No, claro que no. Ninguna. Al principio le costó un poco con Clara, pero pronto se envició, te lo digo porque creo que tendrías que dejarle dar placer a alguna hembra de vez en cuanto. Pero bueno esto ya es cosa tuya.

- Sí. Ya lo suponía. Del tema del alquiler de sus instalaciones ya hablaremos un dia de estos.

- De acuerdo. Seguro que se va a poner muy contenta de saber que has regresado y espero que tú dé como te la hemos dejado. Voy a avisarla ahora mismo.

- Bien, Gracias Don Ricardo.

- Ha sido un placer tener tratos contigo. Nos vemos pronto por lo del local. Ya me llamarás.

Cuando lo vió se echó a sus brazos, con los ojos húmedos de lágrimas de felicidad, para acto seguido postrarse a sus pies.

- Levántate, aún no se si vas a volver a servirme como puta.

De pie frente a él, le miró, desafiante, a los ojos.

- Ni tú a mí como AMO.

Después de dos meses de ausencia fue la primera bofetada que volvió a recibir de Mike.

FIN


Licencia de Creative Commons

El sobrino III es un relato escrito por Lena publicado el 09-09-2022 22:05:52 y bajo licencia de Creative Commons.

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