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El clavel rojo
Escrito por Lena

Se trataba de un callejón de casas humildes, un callejón tranquilo, por el que pasaba cada tarde, al volver del trabajo. No tenía ninguna particularidad, más allá de aquel bar, que en nada desentonaba con el entorno, aunque le llamaba la atención la oscuridad de los cristales que hacían la función de puerta y su curioso nombre “El clavel rojo”, en realidad nunca había visto entrar ni salir a nadie, hasta aquel día en que había alargado su jornada laboral, después de todo nadie la esperaba en casa desde que hacía un año se había separado de su esposo.

Había caído ya la noche. A pesar de lo poco iluminado de aquel lugar la distinguió perfectamente. Llevaba un vestido naranja, muy escotado, mostrando sus muslos hasta más allá de lo que se suponía correcto o normal. La vió cambiar de acera, parecía que se dirigía hacia aquel bar. De natural curiosa aceleró sus pasos intentando y consiguiendo coincidir a pasar por delante de allí justo cuando aquella atractiva mujer entraba. No fué demasiado lo que vió; lo suficiente para descubrir que una luz roja iluminaba aquel interior. Un fuerte olor, mezcla de perfume barato y de tabaco golpeo su cara, por lo visto la prohibición de fumar en espacios cerrados no contaba para aquel.

Durante los siguientes días, agazapada en la esquina más oscura, se dedicó a observar qué era lo que allí ocurría y sus sospechas se confirmaron. Vio entrar y salir a varios hombres y a mujeres que, por el contrario, entraban, pero ya no salían. Allí, de seguro, se practicaba la profesión más antigua del mundo.

Siempre había tenido fantasías de prostitución y la constatación de lo que pasaba en aquel callejón, que hasta aquel momento había tenido por tranquilo, hicieron que estas arreciaran hasta el punto de sentir la imperiosa necesidad de conocer como era aquel sitio, de estar allí, de conocerlo, quizá hasta de ofrecerse a alguno de aquellos hombres. Pero era lo suficientemente inteligente para imaginar que no sería bien recibida sin ser invitada, concluyó, pues, que lo mejor sería ir un día por la tarde, cuando nunca había visto entrar a nadie.

Había soñado tanto en ello que estaba dispuesta a atender a algún cliente temprano si así se terciaba, aunque no creía tener tanta suerte. Pensó mucho en cómo debía comportarse llegado el caso y era bastante capaz de simular seguridad. También en cómo vestir, en su apariencia; de hecho no tenía nada que se pudiese llamar sexy, siempre vestía como lo que era, una ejecutiva. Finalmente optó por unos leggins negros y un jersei, con escote de pico, bastante pronunciado, a ello añadió el único tanga que tenía, una pieza que siempre había encontrado incomoda y completó su vestimenta con un sujetador que realzaba sus senos, demasiado grandes para su gusto, pero sabía que atraían las miradas y los únicos zapatos de tacón alto, también negros.

Se había comprado un esmalte negro para las uñas, que hacía juego con su media melena negra, y una barra de labios, de un rojo, algo más subido de tono del que habitualmente usaba. Se miró al espejo y se gustó. Una puta de treinta y ocho años, algo atípica, pero sin duda deseable.

El local era más ancho de lo que ella imaginaba, sin mesas ni sillas, sólo con unos altos taburetes, alineados en una larga barra. Como ya imaginaba, en aquella hora era la única persona. Pidió una cerveza al único camarero. La bebía directamente de la botella, sentada en uno de aquellos taburetes. Observó que en el fondo había una escalera; pensó que seguramente llevaba a las habitaciones donde se consumó lo contratado.

Iba por la segunda cuando oyó la puerta abrirse, le pareció inadecuado mirar quien entraba.

- ¿Descansando o de trabajo?

Era un hombre formido, de unos cuarenta años, atractivo, con su chaqueta de cuero negro y unos tejanos ajustados.

- De trabajo. - Contestó con una sonrisa. - Nunca te había visto por aquí.

- És la primera vez que vengo. Me dijeron que era un buen lugar, pero veo que está vacío.

- Bueno, la gente viene más tarde, sobre las nueve empieza a llenarse. Pero dime ¿Cuáles son las tarifas?


Le sorprendió y agradeció que todo fuese tan rápido, tan directo, sin preámbulos. Le evitaba simulaciones. Deseó que su lenguaje fuese el apropiado.

- Veinte por un francés y sesenta por un completo. Con preservativo, claro.

- ¿Y griego? ¿Cuánto pides por un griego?

- No hago esto...

- Joder. Aquí todas lo hacen.

- Yo no. Lo siento.

- Bueno. está bien, que sean sesenta pues, pero la mamada sin condón. Imagino que la habitación irá a parte, por mi cuenta.

- Sí, claro. Por cierto, me llamo Alba.

- Alba, bonito nombre. Bueno. Vamos arriba ¿No? ¿O quieres terminar la cerveza?

- No. No hace falta.

- Antonio: ¿A qué habitación vamos?

- La que quieras, A esta hora están todas vacías.

- Cogeré la primera, dame la llave. te pago después y lo que haya tomado la señorita. Invito yo.

El tal Antonio le entregó una llave mientras le sonreía, con una sonrisa que parecía de complicidad.

- Venga pasa delante, que quiero contemplarte bien.

La habitación era pequeña, pero suficiente para cumplir su misión, parecía limpia y además contaba con un aseo propio. Se desnudó, es lo que se suponía que tenía que hacer.

- ¡Joder! Que buena estás. Que suerte he tenido de venir tan temprano. Además, no llevas el coño depilado, como algunas de las que corren por aquí. Lástima que no ofrezcas griego, con estas nalgas que tienes, se me ha puesto dura solo de verte subir las escaleras.

- La suerte la he tenido yo de encontrarme con un cliente como tú. ¿No te desnudas?

- No. Prefiero que lo hagas tú.

- Será un placer.

Había dejado su cazadora de cuero en la única silla que había en la habitación. Se acercó a
él y empezó a desabrochar su camisa, acariciando su torso, su abdomen. Sentía aquel pene, dentro de los pantalones, rozando su pubis. Aquel hombre le gustaba. Desde que se había separado no había follado con ninguno, absorta en su trabajo y en el día a día. Sentía humedecerse y más aún cuando sus senos fueron sobados, más que acariciados, por él. Pronto sus pezones se pusieron duros.

- Vaya, si hasta parece que te pongo cachonda.

- No hay muchos clientes como tú. Te lo aseguro.

Cuando le bajó sus pantalones y su bóxer, comprobó hasta qué punto la tenía dura. No sintió ningún reparo que en llenarse la boca con ella.

- Eso es. Traga, puta, traga. Que bien la mamas.

Aquello. la excitó aún más. Estas palabras y sentir de nuevo su boca llena por un hombre, un verdadero macho. Sí, era una puta. Una puta sumisa. Siempre lo había sido, pero nunca se había atrevido a evidenciarlo.

- Para. No querrás que me corra en tu boca y eche a perder mis sesenta euros. Túmbate en la cama, quiero follarte, es por lo que he pagado.

Sacó un preservativo de su bolso.

- ¿Te lo pones o prefieres que lo haga yo?

- Hazlo tú, Seguro que tienes práctica en ello.

La penetró de golpe. Estaba suficientemente lubricada. De hecho, estaba chorreando. La follaba con dureza. Pronto empezó a gozar de placer, rodeando con sus piernas aquel cuerpo masculino.

- Te gusta, ¿Verdad?

- ¡Sí! ¡Sí!

- Eres una jodida puta viciosa.

Nico, así se llamaba, sintió las contracciones de su vagina cuando ella orgasmó por dos veces antes de que el descargara.

- Tú no eres una prostituta ¿Verdad?

- ¿Por qué dices eso?

- Ninguna prostituta, si no es de lujo, usa un perfume tan caro como el tuyo, ni ninguna se corre como lo has hecho tu.

- Sí. Sí lo soy, solo que tú me gustas.

- Dime la verdad o te la sacaré a hostias.

Aquel hombre se había convertido en un ser agresivo. Sintió miedo.

- No. No lo soy.

- ¿Te parece bien venir aquí a robarle el trabajo a mis mujeres? Eres una jodida puta viciosa.

- ¿Tus mujeres?

- Sí. Mías y de mi socio. Este local es nuestro y todo lo que hay dentro. Entérate.
No quiero volver a verte por aquí, de lo contrario te aseguro que vas a recordarlo toda tu vida. Si vienes será para trabajar para nosotros.

- No volveré más, te lo aseguro. A mí no me vas a explotar como haces con estas mujeres. Además, tengo un buen trabajo y no me hace falta venderme a unos tipos como vosotros. A unos proxenetas, a unos explotadores.

No sabía de dónde había sacado fuerzas para hablarle de aquel modo. Pero lo cierto es que lo hizo. De pronto aquel hombre que tanto la había atraído se había convertido en un cabrón para ella.

- No sabes de lo que hablas. Aquí las mujeres se van cuando quieren. Les ofrecemos un sitio, seguridad y limpieza, pero mientras están aquí no queremos ni una queja de los clientes. Si vienes será para trabajar, sin tonterías. Podrías ser puta de los fines de semana. ¿Por qué no?

- ¿Qué haces?

- Quiero saber quién coño eres y donde vives, no se te vaya a ocurrir hacer alguna denuncia o cualquier otra estupidez.

- Me llamo Raquel, soy ejecutiva de una empresa y vivo muy cerca de aquí. Por esto paso por este callejón volviendo del trabajo, pero te aseguro que no volveré a atravesar la puerta de este local.

- Está bien. Ya veremos si es verdad que no vuelves, no eres la primera que monta el numerito que has montado, ni serias la primera en volver. Si te decides pide por mí, me llamo Nico, ahora toma tus sesenta euros y lárgate.

- No quiero tu dinero.

- Pues se lo das a un indigente. No me gusta tener deudas y menos con zorras como tú.

Tres semanas habían pasado. Los primeros días solo quería olvidar lo sucedido, pero una y otra vez le venían las imágenes de aquel día, recordaba el placer sentido, no podía olvidar ni dejar de tocarse cuando estaba sola. Se estaba convirtiendo en una obsesión, hasta tal punto que algunas veces volvía a vestirse y a maquillarse como aquel dia, se miraba al espejo, saboreaba sus propios labios pintados con pintalabios, terminaba tendida en la cama, frotando su clítoris, penetrándose su sexo.

Eran las nueve de la noche, solo había tres mujeres en el local, sentadas en sus respectivos taburetes, esperando, pronto, mientras esperaba a Nico empezaron a llegar más. La miraban sin hostilidad, algunas hasta la saludaban, aún no había clientes. pronto llegarían, pensó.

- Vaya. A si que al final te has decidido. Imaginaba que lo harías. ¿Piensas venir cada noche? Por qué lo que no vamos a permitir es que vengas hoy y vuelvas a presentarte de aquí a tres semanas.

- Solo los viernes y sábados…

- Una lástima. A los clientes les gusta la carne nueva.
Pero antes tenemos que hablar y me coges en un mal momento, estoy reunido con mi socio haciendo números. Te presentaré a Mari y ella te explicará cómo funciona esto y luego nos vemos.

La presentó como Alba, por lo visto había decidido que este fuese su nombre allí dentro.

Se trataba de una mujer de mediana edad, muy atractiva y agradable, al menos esta es la sensación que le transmitió mientras le explicaba cuáles eran los servicios que ofrecían, en ellos estaba incluido el griego. Le confesó que nunca había tenido sexo anal, pero, por lo visto, era imprescindible ofrecerlo ya que muchos clientes lo demandaban. Así pues francés, completo y griego, a partir de aquí había todo un catálogo de prácticas que podía o no ofrecer. De esto y de las tarifas le habló y de las condiciones del trabajo: Nico y Toni, así se llamaba el otro socio, se quedaban una parte de sus ganancias, concretamente el cuarenta por ciento, pero les exigen que al menos hicieran doscientos por noche, de lo contrario acumulaban deuda.
Sí, era verdad que podían irse cuando quisieran, siempre que estuviesen libres de deuda o la abonaran. Ellos cuidaban de su seguridad y se aseguraban de la limpieza de las habitaciones. En cada una de ellas había un timbre por si el cliente se sobrepasaba, cosa que raramente ocurría. Todo con preservativo menos las mamadas. lo peor que le podía ocurrir era que hubiese quejas de sus servicios, por lo visto a alguna le había caído más de una ostia por este motivo.

- En fin, creo que esto es todo. Bueno y que tienes que halagar a los clientes, todos son deseables o esto les hacemos creer.

Naturalmente simulamos los orgasmos, de lo contrario quedaríamos agotadas cada jornada, yo sólo me corro de verdad cuando estoy muy cachonda después de unos cuantos servicios o con algún cliente que realmente me atrae, lo que no suele ocurrir y con ellos, claro, cuando les apetece disfrutar de mí. Con ellos lo hacemos a pelo y sin cobrar, claro.

- Solo una pregunta. ¿A qué hora se cierra el local?

- Hija, cuando no quedan ya clientes. Los días buenos de madrugada.
Bien, ahora voy a ver si Nico te ya puede atender.

Tuvo que esperar unos diez minutos. El local se había llenado, algunas chicas subían a las habitaciones con sus clientes, otras intentaban seducir a alguno de los hombres que aún no se había decidido. Esperó en un rincón intentando pasar desapercibida.

Finalmente estaba en el despacho de Nico, junto a su socio, al cual fue presentada. Aquel hombre estaba lejos del atractivo de Nico, sus ojos pequeños y su sonrisa irónica le producían a Raquel, ahora y allí Alba, un cierto rechazo, aunque su cuerpo, robusto y musculoso, no era para nada desagradable.

- ¿Qué te parece? No está nada mal. ¿Verdad? Vale la pena tenerla unos días a prueba.

- Sí. Claro que sí. Espero que no nos decepcione.

- Bueno Alba, creo que Marí ya te ha contado cómo funcionamos aquí.
Aunque por lo que me ha dicho tenemos un problema contigo que debemos solucionar. Supongo que ya sabes a qué me refiero.

- Sí. ¿No hay alternativa? Es algo que siempre me ha dado miedo.

- No. No hay alternativa y debemos solucionarlo antes de que te pongas a trabajar.

- ¿Ahora? ¿No sería mejor que vendiéramos su culo virgen a algún cliente? Seguro que más de uno pagaría bien por estrenarla.

- ¿Qué quieres que se lo hagan a lo bestia y no vuelva más por aquí?

- Tienes razón. pero al menos ponle el bozal, si no igual chilla y asustamos a la gente.

- Sí, claro.
Venga Alba. Desnúdate y apóyate en la mesa. Te lo haré con cuidado y te pondré lubricante. Es mejor que lo solucionemos ya.

Llena de miedo, pero a la vez confiando en él, siguió sus indicaciones. Ya desnuda le puso aquel bozal, era una bola con agujeros, solo había visto aquello en fotografías y en algún vídeo de los que acostumbraba a mirar. Se apoyó en la mesa. Miraba a Toni, colocado frente a ella, sonriendo delante del espectáculo que iba a presenciar.

- Fíjate que buenas nalgas tiene. Los clientes van a disfrutar con ella.

- Sí Joder. Un día tenemos que azotarla. Seguro que se pone cachonda. Las pocas que lo hacen por vicio son todas unas putas sumisas.

- Todo llegará en su momento.

Nunca había sido azotada, pero siempre lo había deseado. Sí, era una sumisa y lo sabía, por eso estaba allí. para sentirse humillada ejerciendo de prostituta.

Sintió algo frío en su ano, Nico le estaba aplicando lubricante.
Entró despacio, con cuidado, aun así, le dolía, le dolía mucho. Pronto sus ojos se humedecieron. Lloraba de dolor y sus babas mojaban la mesa. Sus babas y sus lágrimas de dolor. Sentía como si la desgarraban y cuando empezó a follarla. moviéndose dentro de ella el dolor se reproducía a cada movimiento. Solo esperaba que aquello terminara. Que él se corriera.

Sintió como salía, como finalmente quedaba liberada. Cuando intentó levantarse fue empujada de nuevo a la mesa.

- Toda tuya, Toni

No. Por dios, pensó. Aquello aún no había terminado.

Abofeteó sus nalgas y entró de golpe, sin los miramientos que había tenido Nico. Ahora si lloraba de verdad.

- Ya puedes vestirte. ¿Aún quieres trabajar para nosotros?

Apenas pudo incorporarse y mantenerse en pie, las piernas le temblaban. Por unos momentos dudó. Había sido humillada, traicionada. Sentía un dolor intenso y no solo era el dolor lo que le hacía dudar.

- Sí…

- Está bien.
¿Sabes lo que es esto?

Le mostraba un plug. negro, parecía de látex. Afirmó con la cabeza.

- Toma estos trescientos euros. Mañana es sábado, vas a comprarte uno y ropa más acorde con tu nuevo trabajo de fin de semana.
Te lo pondrás toda la semana hasta el próximo viernes, a todas horas, incluso para cuando duermas, solo queremos que te lo quites para ir al lavabo, te recomiendo que te lo pongas con un condón, te entrará con más facilidad y será más higiénico.
El viernes ya estarás lista para ofrecer ser enculada. Seguro que estarás totalmente dilatada y con lo viciosa que eres hasta te gustará.
En cuanto a la ropa, disponemos de un cuarto para cambiarse y guardar la ropa por si alguna quiere cambiarse y no ir vestida de puta por la calle, algunas son tomadas por respetables en su vecindario.

- No hace falta que me deis dinero. Puedo pagarlo.

- Si te doy dinero lo coges sin rechistar. me importa una mierda que ganes o no un buen sueldo. Tú serás tratada como todas, ya lo devolverás con tu trabajo, como hacen las demás.
Ahora dame tu número de teléfono, te llamaré el jueves por la tarde para saber si ya estás totalmente disponible para la noche del viernes.
Ahora vete a descansar.

Los primeros días le molestaba llevarlo, sobre todo durante el trabajo y a la hora de dormir, pero pronto se acostumbró a ello, ahora solía moverse en la silla del despacho, cuando nadie la veía, aquello le excitaba cada vez más. Esperaba llegar a su casa para poder gozar moviéndolo, sobre todo cuando, en la cama intentaba dormir. No podía evitar terminar masturbándose. Deseaba ya poder sentir un pene dentro de ella, estaba segura de que ya no sentiría dolor, como no lo sentía cada vez que tenía que ponerse de nuevo el plug.

El jueves, a media tarde llegó la anunciada llamada.

- Hola Alba. Soy Nico. ¿Has hecho lo que te he dicho?

- Sí… Sí lo he hecho. -Hablaba con voz temblorosa, había estado todo el día excitado debido, precisamente, a causa de haber seguido sus indicaciones.

- Entonces imagino que debes estar preparada para mañana.

- Sí…sí lo estoy…seguro que lo haré bien.

- ¿Qué te ocurre Alba? ¿estas cachonda?

- Sí…sí, lo estoy…mucho…

- Esto no es bueno para el trabajo. Me dijiste que vivías cerca ¿No?

- Sí…a un cuarto de hora…

- ¿Quieres que vengamos a follarte?

- Sí…por favor…no puedo más…

- Dame la dirección y vente poniendo uno de los vestidos que te has comprado, queremos ver cómo luces.

Tuvo el tiempo justo para maquillarse y ponerse uno de aquellos vestidos, concretamente uno rojo, de tirantes, que dejaba casi toda su espalda al descubierto y con un pronunciado escote delantero, faldas dos dedos por encima de la rodilla y con una raja lateral que llegaba hasta casi la cintura. por ropa interior solo un tanga del mismo color, al igual que los zapatos de tacón.
Se liberó del plug para poder ofrecer su ano, si así lo deseaban.

- ¡Joder! Vas a tener mucho éxito con los clientes.

Cuando terminaron con ella, se postró antes de ambos. mostrando sus nalgas aun rojizas por los azotes recibidos. Besaba sus pies agradecida.

- Así me gusta perra. Además de trabajar para nosotros serás una más de nuestras sumisas, junto a Nieves y a Elena. pronto las conocerás, esperamos que te lleves bien con ellas.

- A partir de ahora nos vas a tratar como a los AMOS que somos de ti.

- Sí, señor. Gracias AMOS.

- Mañana no deberías ir a trabajar, debes estar descansada por la noche. Esperamos que estés allí sobre las nueve, dispuesta a cumplir.

- Sí, señor. Así lo haré.

Entonces supo que tarde o temprano terminaría dejando la empresa y trabajando solo para ellos.


Licencia de Creative Commons

El clavel rojo es un relato escrito por Lena publicado el 07-04-2023 22:30:56 y bajo licencia de Creative Commons.

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