A correazos se aprende.la estricta señora carmen (1)
Escrito por sumisso
CAPITULO I: UN COMPLETO DELINCUENTE
El día que se torció por completo mi vida (hace ya muchos años) fue el día que conocí a Emilio. Un joven de mi edad, nos hicimos íntimos amigos, me defendió cuando se burlaban de mi otros chicos. Desde entonces hice una gran amistad con Emilio, éramos inseparables. Creía que mi vida había cambiado para bien, pero era todo lo contrario, empezaron a surgir problema tras problema, cada cual de mayor envergadura. Emilio era un completo delincuente y pandillero, me enseño a defenderme. En unos pocos días agarré un bate de beisbol y propiné una paliza a los chicos que se burlaron de mí. Aquel acto me costó que fuese expulsado de los estudios. Lleve la venganza hacia esos chicos a un extremo inaceptable, pero yo estaba muy orgulloso de mi mismo y mi comportamiento. Ya no era el mismo de antes.
Los próximos años fueron una fuente imparable de problemas. Comenzamos Emilio, otros amigos y yo a delinquir de jóvenes. Buscábamos dinero sin importarnos la forma. Robábamos, traficábamos a pequeña escala con sustancias prohibidas, trapicheábamos objetos robados…. y siempre metidos en problemas y peleas. Me creía el rey del mundo, nadie se burlaría de mí jamás, me burlaba yo de los demás. Pasaban los años y me iba convirtiendo en un delincuente. Ya era mayor de edad con creces, me acercaba a la treintena de años y cada vez los problemas eran mayores. Me sentía muy orgulloso de la clase de persona que era, me tenían miedo el resto de jóvenes.
¿Sabéis quien estaba sufriendo mi comportamiento, a quien estaba destrozando? A mi madre. Una mujer muy trabajadora, trabajaba muchas horas en una fábrica alimenticia. Hacía turnos interminables, todo para pagar la casa y las facturas. Mientras ella trabajaba y se destrozaba la espalda yo me dedicaba a meterme en problemas de toda índole. Cada día llevaba un nuevo problema a Casa. Mi madre se ponía a gritarme, pero no la hacia el menor caso. No la tenía el menor respeto. Debía ser yo el que trabajase duramente para mantener nuestra casa y por el contrario no hacia nada, solo meterme en problemas y ella trabajar y trabajar y llegaba a casa y se encontraba un nuevo problema proveniente de mi comportamiento.
Recuerdo perfectamente el día que cambio todo, fue el punto de inflexión. Fueron dos acontecimientos seguidos lo que provocó aquel cambio. El primero de ellos, sucedió el día que llegue a casa prácticamente borracho. Me puse muy furioso al observar de nuevo a mi vecina en casa tomando un café junto a mi madre. Odiaba a mi vecina y no solo yo, sino todo el vecindario. La señora Carmen de nombre, era la vecina de dos casas más debajo de mi calle. El resto del vecindario la odiaba por su carácter. Doña Carmen es una mujer de unos 60 con carácter muy fuerte, cascarrabias y malhumorada. Ha discutido con todo el vecindario por diversos temas. Los vecinos siempre tratan de evitarla y no cruzarse con ella, ya que eso implicaría tener alguna discusión. Por algún motivo que desconozco mi madre y ella eran intimas amigas. Mi madre consideraba a la señora Carmen como su madre. La obedecía en todo, la respetaba y pasaban muchas horas juntas riendo y disfrutando de la compañía la una de la otra. Por el contrario, yo odiaba a la vecina, ver a la señora dentro de mi casa junto a mi madre ya me enfurecía. Mi madre me reprochó que llegaba de nuevo tarde y apestando a alcohol. Comenzamos a discutir como siempre y falté nuevamente el respeto a mi madre. La señora Carmen salió en defensa de mi madre y comencé a insultar a mi vecina desproporcionadamente. Me metí con su forma de ser y su cuerpo, ya que la señora Carmen es una muy voluptuosa con muchos kilos de más, cuerpo grande, barriga voluminosa, enorme culo, piernas y brazos muy carnosos y además vieja. Este primer acontecimiento fue el día en que la señora Carmen decidió que alguien debía darme una lección que nunca olvidase y si no lo hacía mi madre lo haría ella. Estaba llena de ira hacia mí. Había faltado al respeto tanto a mi madre como a la vecina y todo había quedado impune.
El segundo acontecimiento fue dos días después. La hermana de Mi madre sufrió un accidente y se rompió una pierna. Mi madre quería visitar a su hermana que vivía en otra ciudad a bastantes kilómetros de separación. Mi madre estaba muy preocupada con mi comportamiento delictivo y ahora se sumaba el problema de su hermana. No quería dejarme solo todo el fin de semana, ya que podía meterme en algún problema irreparable, pero no tenía más remedio que visitar a mi tía. La vecina Carmen se ofreció a vigilarme, si ocurría algo inesperado avisaría a mi madre. Eso fue lo que la dijo pero sus intenciones no eran esas, eran otras muy diferente que os relataré.
La señora Carmen se sentó a solas en su casa y comenzó a idear un plan contra mí, sería su venganza y a la vez ayudaría a mi madre a corregir mi comportamiento. La señora Carmen deseaba darme una lección que nunca olvidase, utilizar la dureza que fuese necesario para castigarme. La señora Carmen escondía un pasado, tenía gran experiencia en castigos y disciplina, iba a ser muy fácil para ella. ¿Queréis conocer su pasado ?... seguro os llena de curiosidad. La señora Carmen había sido dominatrix durante toda su vida, tanto profesional como por afición. Llegó a tener múltiples esclavos durante toda su vida, hasta que conoció a su esclavo perfecto masoquista y compartió su vida junto a él. Su marido ya difunto. De ahí que los castigos era algo que conocía a la perfección y sabía perfectamente que debía o tenía que realizar. Tal como os he comentado ideó un plan que lo realizaría durante la ausencia de mi madre. No os contaré el plan de inmediato, ya que sería arruinar el relato, os lo iré contando poco a poco.
La primera parte del plan de la señora Carmen era llevarme a un lugar seguro donde poder realizar su venganza. La señora Carmen supo de inmediato que el mejor lugar era su habitación, ya tenía experiencia y sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Años atrás lo había hecho con su marido – esclavo, había tenido que disciplinarle en numerosas ocasiones y conocía perfectamente que su habitación era el lugar indicado para ello. Necesitaba un cebo para llevarme hasta su habitación, también tenía claro cuál sería el cebo, yo solo respondía ante el dinero.
Mi madre se marchó a otra ciudad a ver a su hermana, estaría fuera dos días, todo un fin de semana. Yo tenía planeado invitar a Emilio y otros amigos a mi casa y emborracharnos tranquilamente viendo videos de música en casa y fumando toda la hierba que quisiéramos. Aquella misma mañana llamaron a la puerta. Abrí y en el umbral de mi puerta estaba mi vieja vecina, la señora Carmen. Iba vestida informalmente con un vestido corto y un delantal hasta las rodillas que dejaban ver sus enormes y voluptuosas piernas. Nada mas verla quise cerrar la puerta de golpe, era la última persona que deseaba ver hoy. Ella me detuvo la puerta y me enseñó dos billetes grandes.
- ¿Quieres ganártelos? Solo tienes que coger un objeto de mi casa y tirarlo a la basura. Yo no puedo, es muy pesado. Si lo haces te daré los dos billetes – Me dijo mostrándome los billetes. Rápidamente accedí por unos minutos me ganaría una buena suma de dinero, con ello podríamos comprar mas hierba para la fiesta que daría en casa con los amigos ese mismo día.
La seguí hasta su vivienda. Entramos en su casa y me guio hasta su habitación. Entre al interior y contemplé una habitación normal. Una cama en el centro de la habitación pegada a la pared y varios muebles en ambos extremos. Mientras yo miraba la habitación buscando cual sería el objeto pesado que debía llevarme, la señora Carmen cerró la puerta quedando ambos encerrados en su interior. La habitación tenía cerradura con llave. Sacó un llavero con varias llaves y cerró la puerta desde el interior. Quedé sorprendido, no entendía nada, ¿por qué cerraba la puerta con llave?
La señora Carmen comenzó a mirarme fijamente parada frente a la puerta cerrada. Metió su mano en un bolsillo de su delantal y sacó unos guantes de goma de fregar. Unos guantes largos de goma de color rojo con tonos marrones. Aquellos guantes estaban tan usados y sucios que tenían tonos marrones, habían perdido el color rojo original en varias partes de la goma. Comenzó a enfundarse los guantes en sus manos, primero una mano y luego la otra, tiró del extremo del guante para que encajasen por completo en sus brazos hasta los codos. La señora tenía unos brazos tan carnosos y robustos que la quedaban muy apretados, parecía que iban a reventar en cualquier momento, muy pequeños para sus voluminosos brazos, pero todo lo contrario, daban facilidad y movimiento a sus manos al ser tan apretados, lo que buscaba.
Estaba asustado ¿Que pretendía, que hacía, porque se colocaba los guantes y había cerrado con llave la puerta? Estaba confuso. La señora Carmen sin mediar palabra se acercó hasta mí. Me propinó una bofetada que resonó en toda la habitación. La goma de su guante chocó en mi rostro muy fuerte. PLAAAAAAAAAAAAAAAFFFFFFFFF. Mi cara quedó sonrojada y sentí un gran desconcierto por la situación. Antes de reponerme de su bofetada mientras echaba mano a mi rostro por el picor, noté como se acercó mas hasta mí, metió su mano enguantada por mi pantalón fino deportivo. Siempre llevaba pantalones cortos de seda deportivos en casa, era el que llevaba en aquel momento cuando tocó mi puerta. Sentí el tacto frio de su guante de goma en mi culo dentro del pantalón. Pensé que quería tocar mi culo, pero estaba completamente equivocado. Deslizó su mano de goma por mi culo hasta abajo y agarró mis testículos entre las piernas. Presionó su mano con fuerza y los estrujó duramente y los giró como quien presiona para ajustar una tuerca. Creía que reventaba mis huevos, sentí un dolor indescriptible.
- AAAAAHHHHHmmmmmm- Grité de dolor pero pronto quedé silenciado, mientras presionaba con mucha dureza mis testículos con la otra mano me tapó la mano pegando la goma de su guante a mi boca. Sentí un fuerte olor desagradable, sus guantes estaban muy sucios y pestilentes, desprendían un fuerte olor a suciedad.
- Estate quieto y calladito. Si no lo haces apretaré mucho más – Volvió a retorcer mis testículos para recordarme que estuviese quieto y callado. No tuve mas remedio que obedecer o me quedaría sin huevos, reventarían. Me llevó hasta la cama agarrado por los huevos y tapándome la boca con su sucio guante. Me tumbó bocabajo sobre la cama y se colocó encima de mí. Note su pesado cuerpo aplastándome. La señora Carmen pesaba 100 kilos o incluso más. Todo el peso de su cuerpo me aplasto en la cama subida a mi espalda. Liberó mis testículos entre sus mano y agarró unas esposas de metal que tenía preparadas en el bolsillo de su delantal. Sujetó mis manos a mi espalda y colocó las esposas en una de mis manos y posteriormente en la otra. Cerró las esposas con dureza y apretó hasta que mordieron mi piel causándome un gran dolor.
Inmovilizado en la cama con la señora subida en mi espalda agarró un nuevo objeto. Un collar grueso de perro de piel que tenía junto a la mesilla de la cama. Lo colocó alrededor de mi cuello y lo rodeó sobre un barrote de la cama. El cabecero superior de su cama estaba formado por barrotes y adornos en espiral. Colocó el collar de perro que rodeaba mi cuello frente al adorno y lo cerró con las hebillas dejándome bien apretado el cuello al cabecero de la cama. Sacó de nuevo su manojo de llaves y agarró un candado que colocó entre el agujero de la hebilla y el barrote, de tal forma que no pudiese soltarse el collar. En apenas un minuto me había esposado e inmovilizado mi rostro a los barrotes de la cama con el collar grueso de perro. La señora Carmen no se detuvo, sabía perfectamente lo que debía de hacer. Las esposas ancladas a mis manos a la espalda las agarraron y las condujo hasta el collar de mi cuello. Colocó otro nuevo candado manteniendo mis manos esposadas y dobladas sobre mi espalda hasta el collar. La situación era realmente incomoda. Tenía la situación perfectamente planificada.
Terminó de inmovilizarme en la cama agarrando una cuerda gruesa que colocó sobre mis pies. Ató mis pies por los tobillos, los rodeó una y otra vez con la cuerda e hizo un nudo complejo que no pudiese soltarse. Ató mis pies junto al metal inferior de la cama. Ahora estaba atado de pies y manos. Mis manos esposadas a mi espalda y sujetas al collar de perro que rodeaba mi cuello y los pies juntos atados al otro extremo. ¡¡Estaba inmovilizado por completo¡¡ ¿dónde había aprendido a atar o inmovilizar a alguien de aquella manera? Aquella cama estaba preparada con cabecero superior e inferior a los pies para atar a alguien.
Confuso y muy nervioso intenté escapar, pero era imposible. Las esposas estaban muy apretadas y cerradas con llave, mis pies atados duramente. La única salida posible era gritar a la señora que me soltase, provocarla miedo.
- Suéltame ahora mismo maldita vieja zorra gorda…. Te prometo que te voy a dar una paliza en cuanto me suelte – La grité enfurecido, faltando al respeto y amenazando a la señora Carmen. Propio de mi comportamiento.
La señora ya era consciente que iba a reaccionar de aquella manera, gritando, insultando, faltando al respeto, lo tenía planeado. La señora Carmen se colocó a un lado de la cama. Giré con dificultad mi vista ya que mi cabeza estaba sujeta por el collar de perro al barrote de la cama y me impedía girar el rostro. Pude observar como la señora metía una mano enguantada roja por debajo de su delantal y de su vestido y se bajaba sus bragas deslizándolas por sus mulos, rodillas, hasta sacarlas por sus pies. Agarró sus bragas blancas de seda de gran tamaño y tipo antiguo entre sus guantes y comenzó a estrujarlas y hacerlas un ovillo. Contemplé horrorizado como sus grandes bragas blancas estaban completamente sucias. Llenas de restos marrones y amarillos.
- No vas a volver a faltarme al respeto nunca más, voy a asegurarme. ¡¡Vas a permanecer calladito ¡¡- Me recriminó mientras se inclinaba con sus bragas sucias hechas un ovillo entre su mano roja enguantada.
Su mano izquierda cerró mi nariz atenazándola entre su mano enguantada y presionó con fuerza impidiendo pudiese respirar. No tuve más remedio que abrir la boca para inhalar aire. En ese momento empujó su mano derecha enguantada que agarraba sus bragas sucias dentro de mi boca. Fue terriblemente rápida y apretó con dureza para que entraran en mi boca, volvió a presionar con sus dedos y las empujó más al fondo, poco a poco comenzó con sus dedos a empujarlas para que entraran por completo dentro de mi boca. Degusté un sabor sucio a orines y restos de su ano. Estaban sucias sus bragas, el sabor era muy fuerte. Me sentí humillado degustando el sabor sucio de sus bragas mientras terminó de introducirlas por completo en mi boca. Sentí como mi boca estaba completamente inflamada, sus bragas eran muy grandes debido a su poderoso y pesado culo e inflaban mi boca. Tapó la boca con su mano enguantada para que no pudiese escupirlas mientras con la otra mano agarró un rollo de cinta americana de color gris.
- Ya no podrás faltarme al respeto ni insultarme. ¿te gusta el sabor de mis bragas ?.... me da igual si te gusta o no, vas a tener la boca cerrada mucho tiempo. Voy a asegurarme no puedas escupirlas- . Comenzó a colocar el extremo del rollo de cinta gruesa americana sobre mi boca y comenzó a dar vueltas sobre mi boca y cabeza. Se aseguró por completo que no pudiese escupirlas, me rodeó la boca y cabeza con muchas vueltas. Gastó medio rollo sin escatimar, se aseguró por completo que no pudiese escupirlas.
Terminó de amordazarme e intenté liberarme de la mordaza, pero descubrí que era imposible. Sus bragas sucias inflaban mi boca y no podía escupirlas con tanta cinta. Aquella cinta me dejaría marca en la boca, era muy pegajosa y terriblemente eficaz.
- ¡¡ Así calladito ¡¡ . ¿Ahora no eres tan chulo, verdad? Voy a quitarte la chulería hoy mismo. Vas a obedecerme al pie de la letra cuando termine contigo, te lo prometo – La señora furiosa se dirigió hacia un armario que había en un lado de la habitación. Tras abrir el armario lleno de ropa colgada, seleccionó un objeto que había .Escuché como la señora habló consigo misma “¡¡ así, aquí esta ¡¡ y agarró el objeto . Cerró el armario y se dirigió de nuevo hacia el lado de la cama donde me encontraba atado y amordazado.
La señora Carmen se dirigió hacia mí con el objeto agarrado entre sus manos a su espalda sin que pudiese verlo, lo escondía como si fuese una sorpresa. Se inclinó hacia el cabecero de la cama donde estaba sujeto mi rostro a los barrotes y me habló con un tono condescendiente como si fuera un niño.
- ¿Sabes cómo voy a enseñarte a obedecer y dejes de faltar al respeto ?.... – Me preguntó riendo y burlándose de mí. Me mostró la sorpresa. Sus manos escondidas a su espalda se dirigieron al frente y me mostró el misterioso objeto. Era una correa de piel gruesa. No era una correa normal de hombre, era más gruesa, más bien de mujer, para llevar como adorno por encima de un vestido. La correa era gruesa y rugosa con tachuelas de goma. Quedé completamente sorprendido, desconocía que pretendía, todavía no había comprendido el significado de la correa pero la señora me lo explicó:
- ¿Ves esta correa? La compré hace muchos años. Estaba en una tienda y cuando la vi supe que era la correa perfecta; Gruesa, flexible, una piel muy dura y con unas tachuelas de goma. ¿sabes el dolor que produce si te azotan con ella ?.... Estoy segura que lo desconoces. Cuando mi marido esclavo se portaba como no debía, la utilizaba. Puedo asegurarte que no volvía a cometer el mismo error. Hoy voy a utilizarla contigo, así aprenderás. – Su tono de voz cambió a enfadada según hablaba y me explicaba la utilidad de la corra. ¿ su marido – esclavo?. Todavía no entendía aquel término, pero la señora guardaba muchas cosas de su pasado que desconocía.
Ahora había comprendido la utilidad de la correa y para que servía . Quedé completamente asustado. Intenté desatarme y escapar, pero era imposible. No podía romper las esposas y las cuerdas estaban muy apretadas. Intenté gritar para pedir ayuda, o quizás solo para insultar a la señora, pero dio igual no podía articular palabra alguna. El sabor repugnante de sus bragas sucias me recordaba que no podía emitir sonido alguno. La señora comprobó mi nerviosismo y miedo. Observó cómo intentaba indefenso patalear para escapar o gritar.
- ¡Vaya¡…. ¡¡ No puedes escapar ni gritar ¡¡….. Me he asegurado bien que no puedas hacerlo. ¿alguna vez te han roto el culo a correazos?... No te preocupes, voy a ser la primera en hacerlo. El dolor es muy intenso, cada vez aumenta más el dolor y llega un momento que es un verdadero suplicio y ¿sabes lo que sucede después? …. Que comienzas a llorar desconsoladamente y desear que terminé pronto el castigo…. Pero….. atado y amordazado terminará cuando yo desee y te aseguro que va a ser muy largo, tenemos el día entero. Es mas….. ¡¡ no me gustan los llorones¡¡….. si lloras aumentó el castigo…. ¿no eres tan chulo y faltas al respeto y desprecias a los demás, incluida tu madre?... hoy va a ser un día muy largo para ti. ¡¡ Correazos y correazos ¡¡. – Sentenció la señora hablándome duramente. Quedé aterrado con sus palabras, hablaba muy enserio.
La señora se inclinó hacía la cama y me bajó los pantalones. Sentí la goma fría de sus guantes mientras bajaba mis pantalones cortos. En ese momento el teléfono móvil que llevaba en el bolsillo del pantalón se había caido a un lado de la cama. La señora descubrió que portaba encima mi teléfono. Lo agarró entre sus guantes y sonrió:
- ¡No te va a hacer falta el teléfono¡. Sin embargo a mí me va a ser de mucha utilidad – Se guardó mi teléfono en el bolsillo de su delantal sin comprender a que se refería, pero más adelante lo comprendería a la perfección.
La señora agarró el cinturón entre sus guantes rojos hasta los codos y lo dobló por la mitad. Lo sujetó firmemente y dio unos pasos hacia atrás de la cama donde me encontraba inmovilizado y amordazado. Se aseguró que tuviese suficiente espacio para lo que iba a ocurrir a continuación.
- Bien. Tu castigo va a ser muy sencillo. Vas a recibir 50 correazos. Si lloriqueas… tendré que volver a darte otros 50… y así sucesivamente… pero… ¿eres muy chulo, verdad y lo soportaras ?. Lo comprobaremos, ¡¡demuéstrame lo duro que eres¡¡. - Aquel juego llevaba trampa. La señora había pensado azotarme con tal intensidad que mi llanto brotase de mis ojos. Estaba completamente segura que lloraría de dolor, era conocedora del castigo de su correa. Pronto averiguaríamos cual sería el resultado.
La señora Carmen alzó su mano enguantada en el aire y descargó la gruesa correa con dureza sobre la piel de mi culo desnudo.
ZAAAAAAAASSS
- Uno….. – Comenzó a contar en voz alta para que lo escuchase. Sentí un dolor fuerte pero aguantable.
- Dos….. – ZAAAAASSSSSSS. Comprobé en mi propia piel como azotó con más dureza.
- Tres… - ZAAAAAAAAAAAAAS. La señora continuó aumentando la intensidad y la dureza. Comenzó a azotar con más fuerza sobre la piel de mi culo desnudo. Su correa azotando mi trasero comenzó a doler más. La simple picazón de su primer azote fue poco a poco convirtiéndose en un dolor más intenso.
ZAAAAASSSSSS ZAAAAAAASSSSSSSSS
Los azotes eran cada vez más dolorosos. Comencé a preocuparme de verdad, ya que cada azote era más fuerte y doloroso que el anterior. Terminó de propinarme el último azote de la primera decena y comprobé en mi propia carne que aquello empezaba a ser cada vez más doloroso.
- ¡¡Muy bien¡¡. Primeros diez correazos. Ahora doblaré la dureza de los correazos. – Me explicó la señora.
ZAAAAAAAAAASSSSSSS
Azotó con mucha más dureza. La piel de su correa comenzó a quemar mi culo. El dolor era muyo mayor que los azotes anteriores.
ZAAAAAAASSSSSSS ZAAAAAAAAAAAS
Comencé a sentir un dolor intenso, cada azote era más doloroso ya que mi piel empezaba a sonrojarse. Al levantar una y otra vez su correa y descargarla de nuevo sobre mi culo comprobé que cada azote era más doloroso. Los siguientes diez correazos me asustaron, eran dolorosos y comenzaba a hacerse pesada su azotaina, cada azote era un suplicio.
Los siguientes diez correazos sentí el verdadero dolor de su correa. La señora cada vez azotaba con más fuerza y furia sobre mi culo. Ahora si deseaba que parase, era muy doloroso cada nuevo correazo. Fue el momento que intenté suplicar que se detuviese… pero su mordaza me recordó mi situación. Degusté el sabor fuerte de sus bragas llenas de restos de orines y suciedad. No pude articular palabra alguna. Solo conseguí tragar y tragar más de fuerte sabor proveniente de su mordaza.
Los correazos del intervalo de 30 a 40 fueron especialmente dolorosos. Azotó con dureza sobre mi culo ya dolorido, sentí el verdadero castigo. Comenzó a brotar una lágrima sobre un ojo y posteriormente sobre el otro. Cada nuevo correazo era como ser azotado con una correa llameante que quemaba mi culo. Soporté sus nuevos correazos sin más remedio por la situación pero el dolor era muy fuerte. Comencé a llorar en silencio entre mi mordaza.
- Últimos 10 correazos. Voy a ser especialmente dura contigo, te lo mereces. ¡¡ Voy a romperte el culo a correazos ¡¡ . Vas a pagar todos los insultos, se te van a quitar las ganas de volver a faltarme al respeto – Sentenció la señora mientras daba un paso hacia atrás para tener mayor margen de maniobra con su correa.
Levanto su brazo carnoso enfundado en sus guantes y lo descargó contra mi culo con gran intensidad.
ZAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSS
El dolor fue terrible. La lava de un volcán en llamas quemó mi trasero. Intenté gritar de dolor, no se escuchó sonido alguno, su mordaza era completamente efectiva. Mi boca estaba completamente inflada por unas grandes bragas de una talla grande debido a su enorme culo. Mi llanto comenzó a brotar de mis ojos en silencio.
ZAAAAAAAAAAASSSSSSSSSS
ZAAAAAAAAAASSSSSS
Lloraba mientras la señora continuó descargando su correa fuertemente sin importarla lo más mínimo mi dolor.
- Solo queda uno para los 50. ¡¡ Va a ser especial ¡¡ - La señora Carmen agarró la correa fuertemente entre la palma de su mano enguantada y escuché un silbido más sonoro al descender su correa. El impacto de su correa resonó en toda la habitación. La piel me ardía. Hubiese gritado de tal forma que me hubiesen escuchado en varios kilómetros a la redonda del dolor que sentí, pero no emití sonido alguno entre mi mordaza. Deseaba patalear y gritar de dolor, no cesaba la picazón de mi piel, ahhhhhh era muy doloroso. Su último correazo fue especialmente duro tal como me había prometido. Ahora sí me había roto el culo a correazos tal como me prometió.
La señora se inclinó hacia la cama, situó su rostro frente al mío que seguía sujeto al cabecero de la cama por el grueso collar de perro y me habló con su cara pegada a la mía:
- ¿Se te han quitado las ganas de insultarme y faltarme al respeto, verdad? No te preocupes ya tendrás tiempo para suplicar mi perdón. Ya sabes las condiciones del castigo…. Si lloriqueabas se duplicaba el castigo…. Ohhhh pobrecillo…. Veo que has llorado ….. Tendré que darte otros 50 correazos…. He de advertirte que los próximos 50 azotes van a ser mucho más duros… mira tú culo ya lastimado y voy a azotarle más duro, acabaras llorando como una niña desconsolada .¡¡ Veras como nunca más vuelves a faltarme al respeto ¡¡ - Me hablo con voz tranquila y condescendiente burlona pegando su boca a mi oído.
El miedo se apoderó de mí, deseaba escapar, suplicar, gritar…. Nada de todo aquello era posible. La señora sonreía mientras observaba mis vanos intentos por escapar o gritar.
- ¡Deja de intentar escapar, me he asegurado que no puedas ¡… eres tan estúpido que sigues intentándolo. Y gritar ya te aseguro que no vas a poder decir ni mu…. ¿Te gusta el sabor de mis bragas ?... ¡Las preparé especialmente para ti¡….. a una boca sucia unas bragas sucias, pero da gracias porque podría ser peor, podría ir al baño a hacer caca y limpiarme con ellas y luego metértelas en la boca…. ¿crees que no me atrevería ?.... Ya lo comprobaras si sigues faltándome al respeto con tu boca sucia. – Continuó la señora hablándome de forma perversa y humillándome.
- Ahora te voy a dejar descansar, ambos necesitamos un descanso. Recapacita sobre tu comportamiento, sobre el daño que haces a tu madre, a mí, a las demás personas…. Cuando regrese continuaré con tu castigo, ya sabes… 50 correazos nuevos y más duros. – Sentenció la señora. Se dirigió hacia la puerta de salida de la habitación. Abrió la puerta con su manojo de llaves y posteriormente abandonó la habitación dejándome allí encerrado y escuchando como cerraba desde el exterior la puerta de nuevo con llave.
Tuve tiempo para pensar en muchas cosas, en más de las que deseaba. Estuve encerrado en la habitación durante horas. Desconozco el tiempo que pasé allí encerrado en aquella situación, inmovilizado en la cama y amordazado degustando el sabor sucio de su mordaza. Quizás fueron 2 horas, quizás más…. Se hizo eterno. Escuchaba algún ruido detrás de la puerta, los pasos de la señora Carmen y mi teléfono móvil sonando dentro de su bolsillo. Por suerte no escuché que descolgara el teléfono, serían mis amigos buscándome para la fiesta prometida en mi casa.
Primero pensé en mi situación, inmovilizado y amordazado. Nada podía hacer por evitarla, estaba sujeto incluso con candados y esposas. Esperar en silencio es lo único que podía hacer. Pensé en el daño que había hecho a muchas personas tal como me había indicado la señora. Aparté mis pensamientos… luego pensé ¿ porque obedecía a la señora y estaba pensando en el mal causado? Finalmente pensé en la señora Carmen, su dureza y el dolor de la piel de mi culo. Noté una excitación al pensar en la señora, no comprendía porque me excitaba, pero más adelante lo averiguaría, ahora era demasiado pronto para conocer mis sentimientos.
Pasadas varias horas la puerta se abrió. La señora Carmen entró en la habitación y volvió a cerrarla con llave. Escuché un sonido a goma, comenzó a enfundarse de nuevo sus guantes largos de color rojos sucios y usados que usaba para todo tipo de limpieza. No comprendía porque usaba siempre esos guantes, todavía no comprendía muchas cosas. El chirrido de la goma entrando en sus manos me ponía nervioso, la señora tenía unos brazos carnosos y obesos y entraban con dificultada en sus manos. Terminó de ajustarse los guantes y agarró de nuevo la correa gruesa con tachas de goma de relieve.
- Voy a continuar con tu castigo. 50 correazos nuevos. Tal como te he prometido, ahora van a ser mucho más duros. Te aseguro que vas a llorar a lágrima suelta, no voy a contenerme. ¡¡Te lo mereces ¡¡. No vas a olvidar este día y nunca jamás vas a volver a insultarme o faltarme al respeto te lo aseguro. Bien… comencemos - . La señora agarró la correa fuertemente entre sus manos nuevamente enguantas y ZAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSS uno ZAAAAAAAASSSSSSSS dos
¿Habéis estado alguna vez en el infierno? Os aseguro que aquello era lo más parecido. Un dolor muy fuerte emanaba de la piel de mi culo ya dolorido con anterioridad. Cada azote era un suplicio, un dolor que aumentaba y aumentaba. La señora llevaba completamente razón, comencé a llorar a lágrima suelta según avanzaba la azotaina. Inmovilizado y en silencio soportaba cada nuevo correazo. Llevábamos unos 25 azotes, prácticamente la mitad cuando sonó de nuevo mi teléfono móvil dentro del bolsillo del delantal de la señora. Lo sacó de su bolsillo y sonrió:
- ¡¡Es tu madre ¡¡. Me indicó. Pensé que me habría librado del resto del castigo, un absurdo pensamiento. La señora Carmen descolgó mi teléfono. Mi madre se extrañó al comprobar como descolgaba mi teléfono la señora Carmen pero pronto todo se solucionó. La señora Carmen le contó la verdad a medias, o más bien no mintió pero si omitió detalles.
- Hola. Estoy con tu hijo. ¡¡Tengo buenas noticias¡¡. Ha decidido escucharme. Hemos tenido una conversación muy profunda y está recapacitando sobre su comportamiento - . La señora Carmen comenzó a explicar a mi madre por el teléfono.
Mi madre estaba muy contenta. Era una gran noticia que empezara a recapacitar sobre mi comportamiento, aunque no conocía la verdad de todo lo ocurrido. Mi madre y la señora Carmen comenzaron a hablar sin parar. La una a la otra se quería mucho y continuaron hablando. Mi madre dejó escapar una pequeña lágrima de felicidad al comprobar mis progresos. ( por supuesto sin saber mi situación actual atado a una cama , amordazado y el culo en llamas ) . La señora Carmen indicó que no podía ponerme al teléfono ya que estaba recapacitando sobre mi comportamiento, luego la llamaría la indicó. Atado y amordazado escuchaba la conversación sin dar crédito.
La señora Carmen se sentó en una silla ya que la conversación telefónica empezó a ser larga. Hablaban y hablaban sin parar. La situación era muy extraña; Yo inmovilizado en la cama, amordazado y la señora sentada a un lado en una silla con sus manos enguantadas sujetando mi teléfono móvil. Empezaron a hablar de mí, luego del estado de salud de la hermana de mi madre, luego cosas cotidianas… ambas se reían.
Intenté en varias ocasiones gritar y pedir ayuda y me escuchase por el teléfono, pero como he repetido en varias ocasiones no podía emitir el más leve sonido, la mordaza era muy eficaz. Empecé a retorcerme y patalear, el sonido de los candados y las esposas producían un tintineo metálico, pensé que quizás llamaría la atención de mi madre aquel sonido.
Ante el ruido que estaba causando con el sonido metálico al patalear, la señora se levantó de su silla. Se dirigió hacia mí y agarró entre sus guantes mis testículos con una mano enguantada. Estrujó mis huevos y los retorció con fuerza. Dejé de moverme de inmediato, el dolor de su mano estrujando mis testículos me dejó completamente quieto sin fuerzas. La señora Carmen se sentó en un lado de la cama mientras agarraba duramente mis huevos y seguí hablando por teléfono. Estuve completamente quieto, no tenía fuerzas para patalear y hacer ruido. Deseaba que terminase la conversación para que dejase de estrujar mis testículos, pero seguían hablando y hablando.
- No te preocupes querida….. Tu hijo va a cambiar su comportamiento… te lo aseguro… - Repetía la señora Carmen a mi madre tranquilizándola.
Tas casi una hora terminó la conversación. Bufffffff, la señora liberó mis huevos entre sus manos enguantadas y se guardó mi teléfono de nuevo en el bolsillo de su delantal.
La señora se levantó de la cama donde estaba sentada a mi lado y se ajustó los guantes de goma rojas tirando de un extremo ya que se la habían caído de sus brazos. Agarró de nuevo la correa de piel entre su mano.
- ¿Te creías que iba a salvarte tu mama querida ?... ohhhh pobre ingenuo, ¡no me conoces ¡ - Se burló de mí, tras terminar la conversación telefónica.
- Bien… te quedan 20 correazos todavía – La señora cruelmente comenzó a azotarme donde lo había dejado una y otra vez de forma intensa. Nunca me mintió, tenía absoluta razón, terminé llorando desconsoladamente. Me azotó con gran dureza. Me rompió el culo a correazos. No tuvo la mínima piedad, azoto y azotó una y otra vez. Los últimos diez correaos fueron los más duros. Azotó con gran fuerza proveniente de sus carnosos y regordetes brazos. Las lágrimas caían a borbotones de mis ojos en silencio. Quedé con el culo completamente dañado y dolorido con tonos morados.
- Aquí termina tu castigo por hoy…. A partir de ahora me vas a obedecer en todo sin rechistar. Me trataras con mucho respeto y obedecerasmis órdenes…. Desobedéceme una sola vez y te aseguro que la próxima azotaina será mucho más dura… puedo azotarte horas y horas si es necesario. – Me recriminó la señora Carmen mientras dejaba de nuevo su correa dentro del armario.
La señora Carmen sacó de nuevo mi teléfono móvil del bolsillo de su delantal e hizo algo que me aterró. Comenzó a fotografiarme con el teléfono. Sacó fotos del estado de mi culo, de mi cuerpo inmovilizado, de mi boca amordazada, de mis manos esposadas. Sacó un álbum completo de fotos desde diferentes ángulos. ¿Por qué hacía aquello? Pronto obtuve la respuesta.
- Tus amigos no paran de llamarte. ¡¡Siii…. tus amigos delincuentes¡¡. Ahora están en la puerta de tu casa buscándote…. Voy a salir y les voy a mostrar estas fotos tuyas tan divinas. Ohhhh no te preocupes…. Me voy a asegurar que no vuelvan a llamarte, les mostraré todas las fotos y se van a burlaran de ti…. Me aseguré de explicarles que debajo de la cinta americana están mis bragas sucias ….. ¡¡ olvídate de tus amigos. Solo traen problemas ¡¡. ¿iba a ser tan cruel la señora Carmen de realizar aquello y mostrarle mis fotos?
La señora Carmen abandonó la habitación y me dejó de nuevo allí inmovilizado y encerrado. Comencé a pensar en la situación. La señora Carmen frente a mis amigos, “ delincuentes” como ella los llamaba. Vestida con su delantal corto y sus guantes de goma rojo. Mostrándoles las fotos y burlándose de mí, explicándoles que estaba amordazado con sus bragas sucias en la boca. ¡¡ Aquella idea era terrible ¡¡. Intenté suplicar pero no podía y la señora ya había abandonado la habitación dejándome allí encerrado de nuevo. ¿Cómo explicaría a mis amigos lo ocurrido?...¿ Cómo les explicaría que una mujer mayor de unos 60 años, voluptuosa me había provocado aquel castigo? Sería el hazmerreír de por vida.
La señora una hora más tarde me liberó de la cama, me quitó mis esposas y sacó mi mordaza de la boca. Estaba aterrado solo de pensar que había mostrado las fotos a todos mis amigos delincuentes. La señora notó en mis ojos mi miedo, agarré rápidamente mi móvil y busqué las fotos para borrarlas, ¡¡ no estaban ¡¡. ¿Se las habría enseñado ya?.
- Hoy has tenido mucha suerte…. Me he apiadado de ti, no les he enseñado las fotos, pero podía haberlo hecho… Me he guardado las fotos y todos los teléfonos de tus amigotes delincuentes. Ya puedes agradecérmelo, creo que me he ablandado demasiado últimamente. Te voy a dar dos órdenes muy sencillas que vas a cumplir al pie de la letra. La primera es que a partir de hoy vas a tratar con mucho respeto a tu madre y a mí. La segunda es que dejaras de ver a tus amigos los delincuentes, tienes completamente prohibido verlos. ¿has entendido? – Terminó de hablar la señora Carmen.
- Si, si – Respondí eufórico y todavía nervioso al saber que no había enseñado las fotos. Hubiera sido el hazmerreír durante toda la vida.
PLAAAAAAAAAAFFFFFFFFFFF de repente su mano cubierta de sus guantes rojos me propinó un fuerte bofetón en el rostro. Quedé sorprendido.
- ¿Qué te acabo de decir? Nos trataras con respeto. Contesta educadamente - PLAAAAAAAAFFFFFFFF su mano enguantada chocó de nuevo en mi cara.
- Si señora lo he entendido – Contesté educadamente.
La señora se levantó de la cama donde estaba situada a mi lado y comenzó a quitarse los guantes de goma.
- Muy bien… puedes marcharte – Me indicó. Salí corriendo de su habitación, ya había tenido suficiente castigo, me fui antes que cambiase de opinión la señora.
Continuará …. Segunda parte ya publicada. Os gustará, surgirán una serie de acontecimientos donde descubriremos el verdadero lado sádico de la señora Carmen.
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