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Martita y la madre de Martita III
Escrito por Lena

La recibió con una sonrisa.

- Hola Montse, se te ve muy bien así, ni siquiera te has olvidado de tus zapatos de tacón.
Vamos, entra y ponte el collar, Luis nos espera en la habitación.

Sabía muy bien a qué habitación se refería, había estado varias veces, primero con Luis y después con los dos. fue donde Daniel se había hecho con ella. Una habitación insonorizada, con dos anillas colgando del techo, un gran espejo en la pared del fondo, estanterías con juguetes, varios utensilios para azotar, colgados en una parte lateral y aquella colchoneta en el suelo para follarse a las sumisas que caían en manos de Luís.

- ¡Dios mío! ¡Martita!

Allí estaba su hija, atada, con correas a aquellas anillas, con las nalgas totalmente rojas, moviéndolas como una perra poseída por la lujuria.

- ¡Mamá! ¡Mamá!

Iba a abalanzarse sobre ella. Sintió la mano de Daniel en su hombro, cogiéndola con fuerza. Reteniéndola.

- Por favor ya no puedo más. por favor, señor.

- ¿Qué te pasa, putilla? Quieres que te folle, esto es lo que quieres ¿Verdad? ¿N te da vergüenza, delante de tu madre?

- Lo necesito. Lo necesito, señor. Por favor.

- ¡No puedo soportar esto! No puedo soportar ver a mi hija así.

- Pues si no puedes soportarlo lárgate o al menos deja de mirar.

Era verdad. No podía soportarlo, pero tampoco podía dejar de mirar aquellos cuerpos. El de su hija, totalmente ida, entregada y el de Luis, desnudo, refregando su pene, erecto, en sus muslos. Inmóvil Notaba la mano de su AMO, acariciándole las nalgas.

- No…No me hagas esto…Ahora no…Por favor.

La tocaba, por encima de sus bragas, acariciando su sexo.

- Estas mojada, cerda. Estas mojada viendo como usan a tu hija, esperando a que se a que la follen.

- ¡Cabrón! Eres un maldito cabrón y un hijo de puta.

La bofetada que recibió hizo que se tambalease.
En realidad, a Daniel, le importaban bien poco aquellos insultos, pero conocía muy bien a Montse y sabía que aquella bofetada haría que se rompiera, que aflorara la sumisa que llevaba dentro.

- Perdone…Perdóneme, señor.

- Pónmela dura, quiero que me la pongas dura. Que tu hija vea lo bien que mamas las pollas. ¡Venga! ¡Joded!

Arrodillada delante de él, dándole placer con su boca, veía a su hija en la colchoneta, a cuatro patas, ofreciéndose. Sus miradas se cruzaron. Fue obligada a desnudarse. Tumbada, al lado de Martita era tomada, con rudeza, por su MO. A pesar de las palabras vejatorias de las que eran objeto, dándose una mano, no podían evitar mirarse, ni jadear, gemir, ceder, sucumbiendo al placer.

Avergonzadas de sí misma no se atrevían a decirse nada. Habían sido usadas y ahora, tumbadas allí, sabían hasta qué punto podían ser humilladas por aquellos dos hombres, hasta qué punto no eran ya más que unas perras sumisas.

- Vaya par de putas tienes Daniel, un dia de estos deberíamos cruzarlas.

- Si. Seguro que lo disfrutan, son unas viciosas, no me extrañaría que ya lo hagan.

- Si un día te cansas de la perrita me la pasas, creo que le gusta mi polla.

- Ya lo noté ayer en casa. Venga, vestidos y largaos. ¿O queréis más?

- No…No…Por favor…señor…

- Marta. Te espero mañana en casa.

Marta temblaba y lloriqueaba al lado de su madre, mientras se dirigían, con el automóvil, hacia su casa.

- Dios mío ¿Qué hemos hecho? ¿Que nos han hecho?

- Todo es culpa mía, Nunca me lo perdonaré, no debía consentir que te conociera.

- No mamá. No es culpa tuya. Fui yo quien me entregué, si no hubiese sido él habría sido otro.

- Tenemos que dejarlo ¿Has oído lo que han dicho? Por nada del mundo haría esto. Ha cruzado todas las líneas.

- Sí, mamá, mañana no iré. No iré nunca más con él.

Mamá… ¿Es verdad que Luis te llevó dos veces a un prostíbulo?

- Sí, hija, es verdad.

- Dios mío.

A duras penas pudieron ducharse, antes de ir a la cama. Montse estaba llorando, intentando olvidar y dormir de una vez, descansar, cuando vio a su hija entrar en la habitación.

- Mamá…mamá…

- ¿Qué te ocurre? Túmbate aquí conmigo.

- Ya nunca volveré a ser la misma mamá. No seré como mis amigas…mamá…necesito esto. No puedo tener sexo de otra manera.

- Lo sé hija. Hay otros hombres, pero nunca más un hombre que nos conozca a las dos, que sepa que sentimos igual, que somos madre e hija. Nunca, nunca es esta casa.

- Sí mamá. Cualquiera que adivine lo que somos podrá hacer lo que quiera con nosotras.

- Hay un sitio donde van personas como nosotras, AMOS y AMAS, sumisas y sumisos. personas que quieren discreción. Personas que nunca nos harán esto. Lo llaman “El Club” y ni Luis ni Daniel son socios.

- ¿Me llevarás mamá?

- No. No podemos ir juntas. nadie nos tiene que ver nunca juntas. pero te daré la dirección y a quien por quien pedir para solicitar ser socia, ya pagaré yo las cuotas de las dos,

- ¿De verdad mamá? ¿No te importa?

- Claro que me importa, pero antes de que caigas en manos de un desaprensivo prefiero esto.

- Gracias mamá…pero tu ¿Como sabes esto y a quién dirigirse?

- Mañana te lo cuento hija. Ahora descansa e intenta dormir.

Finalmente, las dos, otra vez una al lado de la otra, lo consiguieron.

“El Club” pronto iba a contar con dos nuevas socias.


Licencia de Creative Commons

Martita y la madre de Martita III es un relato escrito por Lena publicado el 01-12-2022 21:58:16 y bajo licencia de Creative Commons.

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