Tiempo estimado de lectura de 16 a 20 minutos

Irene empieza a conocerse (Amistad, dolor y Placer)
Escrito por Nina Sharp

Aunque el relato se puede leer por si solo, recomiendo leer antes los capítulos anteriores:

Cuando se pierde de vista el tren Julián vuelve a casa. Conduce distraídamente sin dejar de pensar en Irene. No tarda en llegar y acostarse. La cama le parece enorme, fría y vacía para él solo. Ya no recordaba la sensación de dormir con una mujer a su lado. Aunque es tarde y está cansado tarda a dormirse. Se despierta temprano y todavía con Irene en su retina mira el reloj. Todavía estará en el tren. Coge el teléfono y le envía un escueto buenos días. En un arrebato le añade una canción, esperando transmitirle sus deseos.

La mañana continua con aparente normalidad para Julián, aunque interiormente no deja de recordar a Irene y tiene que contener sus ganas de llamarla a cada momento.

Al llegar se va directa a casa. El calor del asfalto le hace apresurar el paso y no tarda en llegar. Se quita los zapatos nada más pasar la puerta y prepara café. Mientras lo toma no deja de pensar en los últimos días. Ha sido excitante y morboso, pero su voz interior le dice que no es solo un juego. Le gustaría saber donde le llevaría seguir a Julián. Y eso la asusta. Se queda pensativa con la taza vacía en las manos y cuando sale de su letargo le queda el tiempo justo para llegar puntual al trabajo.

Sus compañeras de trabajo la acribillan a preguntas sobre el fin de semana. El recuerdo de algunos momentos la hace ruborizar y contesta con evasivas. Su nerviosismo no pasa desapercibido para nadie y tiene que oír alguna burla y ver varias sonrisas maliciosas. Las ignora y se concentra en el trabajo.

La mañana pasa rápido. Irene se va directamente a casa y sin apenas comer se recuesta en el sofá y cae en un sueño profundo.

Por segunda vez ese día es el sonido del teléfono lo que la despierta.

- Hola? - con voz todavía somnolienta.
- Hola!!! ¿Qué tal el fin de semana?
- Hola Daniel- incomoda por hablar del fin de semana con él, le contesta con voz nerviosa- muy bien, el pueblo muy tranquilo, pero calor igual que aquí.
-Al menos habrás descansado.
- Si, si- si tú supieras piensa Irene- el viaje de noche en tren no ha sido muy cómodo, a gusto me hubiese quedado todo el día en la cama.
- ¿No estarías durmiendo ahora?
- Sí, me quedé dormida cuando terminé de comer.
- Cuanto lo siento. Tendría que haberlo pensado.
- No te preocupes, no pasa nada. Si duermo mucho más luego me desvelo.
- ¿Te apetece quedar más tarde? Vamos a tomar algo o a cenar.

Irene duda unos segundos, no sabe si es buena idea ver hoy a Daniel. Pero debe darle una excusa razonable.

- Mejor otro día. Tengo la maleta por recoger y quiero acostarme pronto. ¿Qué te parece comer mañana juntos?
- Mañana no puedo yo, estoy fuera todo el día y no sé a que hora pueda volver. Si te parece lo dejamos para el jueves. Te puedo recoger en la oficina y vamos a ese sitio que te gusta tanto.
- Estupendo, el jueves. Pero ya hablaremos antes, ¿vale?
- Sí, claro. Te dejo descansar y recoger tus cosas. Un beso Irene.
- Besos Daniel!!!
- Te eché de menos estos días.

Irene cuelga sin contestar a la última frase. Le apetece ver a Daniel, claro que si, igual que le apetecería ver a alguna de sus amigas. Pero es Daniel, llevan tiempo juntos, son casi pareja. Hasta sospecha que en sus planes está vivir juntos cuanto antes. Y aunque ella no rechazaba del todo la idea, tampoco estaba convencida. Ahora lo ve más claro. Se siente a gusto y tranquila con él, la confianza es absoluta, pero... ahora le ve más como un amigo. El sexo con él ha sido bueno, pero... Demasiados peros estás encontrando, Irene, se dice a si misma.

Es todo plano, y no es malo. Lo malo es lo que falta, no hay pasión, no hay arrebatos, no hay complicidad. Inevitablemente piensa en Julián y su cuerpo se llena de calor al recordar. Se sacude la pereza y el calor y se dice a si misma que tiene hasta el jueves para pensar.

Con Julián otra vez en sus pensamientos, si es que llegó a salir de ellos, decide llamarle. Necesita oír su voz. Duda. No sabe donde va a estar o si va a ser mal momento. Finalmente le envía un mensaje, corto:

- Hola, ¿cómo estás?

La respuesta no tarda en llegar:

- Hola Irene, que alegría tener noticias tuyas. Día de trabajo, ¿te parece bien que hablemos esta noche?

Irene, con ganas de ponerse a bailar en medio del salón le contesta de inmediato:

- Sí, lo estoy deseando. Hasta luego.

Irene pasa la tarde entre maleta y lavadora. Casi tira los pantalones cortados, aunque al final decide guardarlos no vaya a ser que cada vez que hagan una excursión vaya a estropearle unos vaqueros.

Cuando empieza a oscurecer Irene empieza a esperar la llamada. Sabe que es aún temprano, pero se va poniendo nerviosa con cada minuto que pasa.
Mientras tanto Julián, teléfono en mano, se debatía entre llamarla ya o hacerla esperar un rato más. Cuando ya ni él era capaz de esperar más marcó.

Al oír el teléfono Irene se sobresaltó y se abalanzó sobre la mesita para cogerlo. Consciente de su exaltación lo dejó sonar un par de veces más mientras trataba de tranquilizarse.

- Hola Julián- con voz nerviosa y excitada.
- Hola Irene, ¿qué tal ha ido la vuelta a la rutina?
- Bastante bien, pero estuve cansada toda la mañana. Los trenes no son cómodos para dormir.
- Lo imagino, donde esté una alfombra en el suelo... -el tono irónico le arrancó a Irene una carcajada. Yo he pasado casi todo el día en el campo, ayer dejé algunas cosas pendientes para poder hacer la excursión, pero he aprovechado bien el tiempo. ¿Sólo has ido a trabajar hoy?
- Sí, esta tarde dormí un rato. Mañana quiero ir de compras y el jueves quedé para comer con Daniel. -se le hace raro nombrarle mientras habla con Julián. Se queda callada y Julián tampoco dice nada.
- Voy a tener unos días libres a partir de la semana siguiente y me gustaría verte. ¿Te apetece?
- Me encantaría!!!!
- Ya lo hablaremos, hay tiempo. Que pases un buen día mañana.
- Un beso, Señor
- Un beso, Nina

N i n a. Esas cuatro letras lo atormentan y le hacen feliz. Le hacen poderoso y débil, el deseo de tenerla y el miedo a perderla. Cada Señor es una caricia, un escalofrío, el sueño ansiado convertido en realidad. Lo susurra para si mismo, la respiración contenida, la voz ronca, el estremecimiento que le trae su recuerdo. Algo cambia en él cuando la llama Nina, cuando oye Señor. Se convierten en otros, pasan a su mundo oculto a los ojos ajenos. Le viene a la mente aquel poema:

Que tibio placer quererla a escondidas
Todo el que nos ve cuando nos ve no lo diría
Pero nosotros ya nos hemos abrazado
Y más, que los abrazos traen locura

Irene se acuesta sin dejar de pensar en la conversación, y tarda en dormirse. Julián se duerme tranquilo, ha conseguido desviar la atención de Daniel.

El jueves y tras intercambiar varias llamadas y mensajes Irene se encuentra con Daniel. El saludo es efusivo y afectuoso y pronto se siente a gusto a su lado. Durante la comida se siente tentada de contarle, de hablarle de Julián y termina por parecerle poco oportuno.

Terminan sentados a media tarde en una terraza. La conversación se apaga un poco. Daniel le propone ir a pasar la noche a su casa. Irene indecisa. No quiere darle una excusa. Daniel la abraza y trata de besarla. Se aparta. Daniel la mira sorprendido, no esperaba ese gesto. Lo ve tan desconcertado que se ve obligada a darle una explicación.

- Daniel- la voz nerviosa apenas se hace oír, le cuesta encontrar las palabras- Daniel, ¿cómo definirías lo que tenemos? He estado dándole vueltas, eres un amigo, pero también eres algo más, no eres un novio, no somos una pareja, a pesar de todo el tiempo que pasamos juntos. Tenemos muchas cosas, amistad, complicidad, diversión.... sexo. Y todo está muy bien, pero no sé si es suficiente.

Lo ha soltado todo sin casi respirar. Daniel se ha quedado mudo, observándola incrédulo.

- Daniel, todo lo que tenemos es bueno, pero no es todo. No hay pasión, no hay ilusión ... ¿te conformas con eso?

Daniel se levanta con cara seria.

- No te entiendo, Irene. En todo este tiempo nunca me habías dicho que no estuvieses bien. Ahora me sueltas todo eso, de repente, sin motivo aparente. No sé que más decirte ahora. Pensaba que me querías.

- Te quiero, me quieres. Nos queremos de forma diferente.
- ¿Hay alguien más?

Irene mira al suelo y se queda callada.

- Me voy. Ya hablaremos.

Irene se queda sentada un rato más, piensa en Daniel. No sabe si ha sido justa con él. Cuando anochece va rápidamente para casa, esperando recibir la llamada de Julián. Cada día, como un ritual, le ha enviado un mensaje de buenos días y la ha llamado todas las noches. Y ahora ella vive esperando esos momentos.

Ya cómoda en casa hace tiempo hasta que suene el teléfono. Contesta al segundo tono.

- Hola!!
- Hola Irene. ¿Cómo ha ido el día?
- Todo bien. ¿Y tú cómo estás?
- Bien, como siempre.
- Me alegro.
- No me dijiste ayer como fueron tus compras, cuéntame-Julián se contiene esperando el momento de preguntarle lo que le tiene todo el día preocupado.
- Miré en varios sitios y no me gustó nada, volví con las manos vacías.
- Vaya, ¿tan feo era todo?
- Nada que me convenciese.
- Y ¿qué tal fue hoy la comida? -ya no es capaz de esperar más.
- La comida estuvo bien y luego fuimos a tomar algo a una terraza cuando bajó el sol
- Y Daniel ¿cómo está?
- Espero que bien. - Irene no sabe como explicarle la conversación con él, calla unos segundos- creo que no vamos a vernos en un tiempo, ya te contaré.
- Pero ¿tú estás bien? -la voz suena preocupada
- Sí, sí, estoy bien. Ya sabes que estaba en un punto muerto, y sacar todo lo que tenía dentro ha sido una liberación. El fin de semana me ayudó ver las cosas de otra manera. Aunque me ha quedado como una inquietud...
- Ya pasará, no estés preocupada. Podemos hablarlo cuando nos veamos, si te puede ayudar.

Más tranquilo, termina por cambiar de tema y pronto se despiden. Julián no puede contener una sonrisa satisfecha al saber que el camino está despejado para él, para celebrarlo se sirve una copa de brandy y la saborea imaginando el próximo encuentro con Nina.

Irene está a medio vestir cuando el sonido del teléfono le avisa de un mensaje. Julián Como cada mañana le da los buenos días. Responde rápido. Llega un segundo mensaje.

- ¿Qué vas a ponerte hoy?
- Falda azul y camisa blanca, y sandalias blancas.
- ¿Nada más?
- Sí, bragas y sujetador.
- Enséñamelo.

Termina de vestirse y se hace una foto coqueta.

- ¿No me lo enseñas todo?
- No.
- Arisca!! Muy guapa, luego hablamos. Un beso.
- Un beso.

Sin planes para esa tarde a mediodía Irene vuelve a casa. de camino manda un mensaje a Julián.

- Empieza el fin de semana.
- A mí todavía me queda un rato. Cuando llegues a casa quítate solo los zapatos, Nina
- Sí, Señor.

Pasa el tiempo después de comer y casi se adormece, todavía vestida. Un mensaje la saca de su sopor.

- Hola, ya terminé por hoy. ¿Has comido?
- Sí, ¿y tú?
- También. ¿Sigues vestida?
- Sí
- Entonces es buen momento para que me enseñes toda tu ropa, prenda a prenda, Nina. Y desde varios ángulos.
- Sí, Señor.

Las primeras fotos le cuesta poco hacerlas. Se quita la camisa y sigue, todavía es fácil.

Llega el turno de la falda. Irene se observa. Bragas escuetas y sujetador, el color claro resalta su piel bronceada. Primera foto, la mira. Esa no es ella. Repite varias y ninguna le gusta. Decide no mirarlas y que salga lo que sea.

A medida que mengua la ropa aumenta su nerviosismo La última foto muestra únicamente sus bragas. Sin pensarlo dos veces las envía todas en el orden que las hizo.

Julián esperaba con impaciencia y sin querer darle prisas. Recibió todos los archivos y fue observando cada una detalladamente. Cuando mira la última se queda extasiado mirándola.

-Me encantan tus fotos, Nina. Pero me parece que falta una.
- Sí Señor.

Irene se quita la última prenda y se mira al espejo, avergonzada. Hace la última foto, con gesto tímido, y la envía.

Julián se recrea mirándola y su imaginación se dispara.

- Nina, ve a buscar dos pinzas de madera y cuando las tengas las colocas en los pezones. Me avisas cuando las tengas puestas.

Por aviso recibe otra foto de sus pechos con las pinzas sujetando los pezones.

- Muy bien, Nina. ¿Te gusta llevarlas?
- Sí Señor
- Te excitan?
- Sí Señor.
- Ahora quédate frente al espejo. Mírate. Busca dentro de ti lo que eres, y tócate. Tócate para mí.

La orden la excita. obedecer a Julián la altera y se apresura a obedecerlo. Al principio se mira tímidamente, un cuerpo desnudo y nada más. Busca en sus ojos y encuentra deseo, lujuria, pasión. Desliza una mano entre sus piernas y empieza a masturbarse. Nota sus dedos húmedos y su coño caliente. Las pinzas le recuerdan los dedos de Julián, un dolor que se va extendiendo.

Cada vez más sudorosa y sofocada se toca cada vez más rápido.

- ¿Ya sabes lo que eres, Nina?
- Soy lo que usted quiera, Señor.
- Eres mía, tú y tus orgasmos también. Solo te correrás cuando yo te dé permiso.
- Sí Señor.
- Continua.

Irene sigue masturbándose sin dejar de verse reflejada en el espejo. la vergüenza que sentía al principio ha desaparecido y la excitación aumenta hasta que el reflejo se desdibuja. Los dedos se mueven cada vez más rápido, frotando con fuerza su clítoris y cambiando a follarse con ellos. Siente las piernas débiles y el cuerpo sudoroso, sofocado, los dedos mojados y una humedad creciente resbalando entre sus piernas.

Ya no aguanta más, sabe que está a punto de explotar. La presión de las pinzas en los pezones es una mezcla de dolor y placer que se le hace insoportable, aumentando su deseo.

- No puedo aguantar más. Quiero correrme.
- Seguro que sabes pedirlo mejor.
- Por favor, Señor, estoy tan excitada que ya no aguanto más. ¿Puedo correrme?
- Vas a seguir masturbándote hasta que sientas que tu coño explota. Entonces te quitarás las pinzas en el momento en que te corras. Avísame cuando lo hagas.
- Sí señor.

Irene, un poco desconcertada, sigue. se repite mentalmente... quitar las pinzas cuando vaya a correrme... quitar las pinzas cuando vaya a correrme... y avisarle.... no quiere olvidar nada, desea hacerlo bien ... y sigue...Adivina el momento en que su cuerpo se rinde, entre jadeos y espasmos sigue masturbándose concentrada en el punto preciso que la está volviendo loca Ya no puede esperar más y se deja llevar. Escribe apresuradamente “ahora” y con rapidez se quita las pinzas y suelta un grito de dolor. Es lo que le faltaba para abandonarse.

Con las pinzas todavía en las manos y sin necesidad de tocarse nota llegar las oleadas de placer. Cierra los ojos y se entrega a ellas. Cada vez más seguidas, más intensas, más enloquecedoras. Y luego se van esfumando lentamente. Disfruta de cada segundo hasta quedarse sin fuerzas. Se deja caer al suelo y cierra los ojos, tratando de recuperar la respiración.

- Nina, ¿estás bien? -Julián preocupado por la falta de noticias termina por preguntarle.

Al oír el sonido Irene reacciona.

- Sí, sí, muy bien.
- Ve a refrescarte y luego al sofá.
- Sí Señor.

Le obedece perezosamente y luego se instala en el sofá.

- Ya estoy.
- Muy bien. ¿estás tranquila, te molestan los pezones?
- Me molestaban antes, ahora menos. Y tranquila.
- Túmbate. Dobla las rodillas hacia el pecho, cruza los brazos sobre los hombros. Es mi abrazo, como si estuviese ahí, contigo. Descansa, hablamos esta noche. Un beso, Nina.
- Un beso, Señor.

Poco a poco Irene se calma. A oscuras se tumba en el sofá hasta que se siente más tranquila y acaba durmiéndose.

Al despertar ve que tiene varios mensajes de Julián y cuando va a contestarle él llama.

- ¿Y si nos vamos unos días a algún sitio? ¿Podrías coger vacaciones esa semana? No se me había ocurrido hasta ahora.
- Sería estupendo, no creo que tenga problemas con las vacaciones, te lo confirmaría el lunes.
- Yo puedo ir el viernes, llegaría por la noche. Y ya marchar juntos.
- ¿Dónde iremos?
- ¿Qué te gustaría? Playa, montaña, ciudad ... puedes ir mirando y el viernes lo hablaremos.
- Buscaré varias opciones, montaña mejor no, prefiero playa o ciudad y habrá más oferta para elegir.
- ¿Hotel te parece bien? O prefieres un apartamento.
- Según lo que vea.
- Una cosa, mañana recibirás un paquete. Me gustaría que no lo abrieses hasta la noche.
- ¿Qué es?
- Ya lo verás

La charla se alarga mientras Irene picotea algo de cena. Después se despiden.

A media mañana llaman al timbre y le entregan un paquete. Lo deja sobre la mesa después de inspeccionarlo sin averiguar nada. Le hace una foto y la envía a Julián.

Papel marrón con etiquetas blancas. De tamaño medio y poco peso, es bastante ligero. Lo agita y algo se mueve dentro. No parece que sea solo una cosa.

El día se pasa entre compras y tareas de casa. Julián no ha vuelto a dar señales de vida. Irene espera ansiosa que llegue la noche. La caja la tiene intrigada y durante el día la ha observado varias veces con creciente curiosidad.

Cuando se acerca la noche se mete en la ducha y se pone ropa fresca y cómoda. Pica alguna cosa y mira la tele haciendo tiempo hasta que Julián la llame.

Suena un mensaje.

- ¿Cómo has pasado el día?
- Intrigada.
- ¿Quieres abrirlo ya? ¿Has cenado?
- Todavía no, comeré algo de fruta.
- Eso no es cena. Pide una pizza, Nina. Así cenaremos lo mismo. ¿Cual te gusta?
- Sí señor, ahora la pido. La que más me gusta es la de cuatro quesos.

Busca el teléfono de una pizzería cercana y llama. En media hora llega.

- Encargada la pizza, ahora a esperar.
- ¿Qué llevas puesto?
- Ropa de casa, una camisola y las zapatillas.
- Nada más?
- Bragas y sujetador.
- Enséñamelo.

Irene le envía la foto. Julián la observa detenidamente. La camisola es más bien una camiseta larga, suficiente para cubrirle las caderas, dejando ver las piernas bronceadas. De escote generoso, aunque no exagerado, desbocado por el uso y bajo el que asoma el tirante del sujetador. Es una pena no aprovechar ese vestuario, se dice a si mismo.

- Quítate las zapatillas y el sujetador. Deja la cartera encima de la mesita baja. Y enséñame las bragas que llevas puestas.

Irene le obedece y le muestra las bragas, de algodón y color indefinido, desgastadas.

- Ponte otras bragas, me las enseñas antes.

Irene busca entre su ropa, pensando que elegir. Se decide por unas bragas altas y muy escotadas de encaje granate. Se cambia y levantando la camiseta hace la foto para enviarla a Julián. Le da el visto bueno.

- Cuando llegue la pizza tienes que estar sugerente, provocativa. No dejes que pase del recibidor, pero deja que te vea mientras buscas para pagarle.

Suena el timbre. Irene, nerviosa, contesta al interfono y mientras espera se observa en el espejo y se sonríe a si misma.

Abre la puerta y recoge la pizza mientras le da las buenas noches. Nota la mirada recorriéndola de pies a cabeza. Se ruboriza al ver la lascivia en sus ojos, ahora clavados en el escote y ve como bajan hasta la cadera, Coge el ticket. Le mira a los ojos y le dice que espere mientras busca el dinero.

Camina lentamente hacia la mesa, con un movimiento sugerente de caderas. No tiene más remedio que inclinarse para coger la cartera. Al hacerlo nota la camiseta subiendo por sus piernas y es consciente que deja a la vista parte de sus bragas. Se entretiene un poco más de lo necesario, consciente de la mirada clavada en ella.

Cuando se gira un calor sofocante la llena. Sobre la camiseta destacan los pezones duros y erguidos. Vuelve hacia la puerta y observa el sofoco del repartidor. Se acerca a él más de lo necesario, rozando su brazo de forma descuidada.

Coge el dinero que le tiende y un segundo después se pega a ella, una mano levantando la camiseta, la otra pellizcando los pezones. El calor de Irene se dispara y deja escapar un jadeo. El sonido anima al hombre a continuar y trata de arrancarle la camiseta, mete una mano bajo las bragas buscando su coño, húmedo y caliente. Coge la mano de Irene y la lleva hasta su polla. La nota caliente y dura, hinchada bajo el pantalón.

Instintivamente Irene empieza a acariciarla a través de la tela. nota sus labios en los pezones, lamiéndolos y mordisqueándolos. Irene baja la cremallera del pantalón y mete la mano buscando su polla, la acaricia notando más el calor que desprende, húmeda y pegajosa. Se la imagina hinchada, brillante, y sus movimientos se aceleran. las manos sobre sus hombros tratan de hacerla agachar, sigue el movimiento y las manos están ahora en su pelo. La empujan con prisas hacia abajo, hasta dejarla casi arrodillada. Frente a su cara se encuentra una polla apuntando a su boca.

Recupera repentinamente la cordura, consciente de la situación. Asustada se separa rápidamente y le empuja hacia la puerta, cerrándola casi sin darle tiempo a salir.

Se queda de pie frente al espejo devolviéndole la mirada a esa extraña. No se reconoce. Piensa en lo que acaba de ocurrir y se dice a si misma que ella no es así.

El sonido insistente de los mensajes la hace moverse. En los ultimos se adivina la preocupación de Julián.

- Hola
- Irene, ¿estás bien?
- Ahora regular.
- ¿Qué ha pasado? Cuéntamelo todo.

Irene le explica lo ocurrido y el miedo final.

Julián la tranquiliza. No contaba con que Irene fuese tan obediente. Ha respondido a sus peticiones de forma admirable. Está dejando salir a la Irene entregada y ardiente que lleva dentro. Está convencido que si le hubiese ordenado llegar hasta el final con el pizzero lo hubiese hecho, aunque igual se hubiese resistido un poco. Irene va camino de convertirse en Nina. Satisfecho se sirve una copa de brandy y se acomoda en el sillón, sonriente.

Se despierta varias veces, sudorosa e inquieta, la respiración agitada y el cuerpo en tensión, rondando en su cabeza las imágenes de esa noche y con más fuerza el recuerdo de Julián. Es tan tarde cuando se levanta que hace horas que le llegaron los buenos días de Julián. Contesta apresurada y se prepara un café. El paquete sigue sobre la mesa, sin abrir. Se olvidó por completo de él después del susto con el pizzero.

- ¿Puedo abrirlo ya?
- Ya podías ayer. Ábrelo ya.

Lo abre con prisas, rasgando el papel. Encuentra una caja blanca, de cartón, sin nada identificativo. Abre la caja y saca el contenido. Tres objetos, cada uno en su bolsa de plástico transparente. El mismo objeto en diferentes tamaños. Los mira extrañada. La primera impresión ha sido pensar en vibradores. Ahora observándolos mejor se da cuenta que no. Son plugs anales. los coge y siente su textura, suave y firme a la vez, flexibles. Al fin tiene utilidad tantos años leyendo cosmopolitan.

No se le ocurre que decirle a Julián. Su cara es una mezcla de pasmo y sorpresa. Pasan unos minutos y sabe que tiene que escribirle algo.

- Gracias Julián
- De nada. ¿Sabes qué es?
- Creo que plugs anales.
- Lo son. explícame como son.

Con ellos entre las manos Irene le va diciendo, de goma negra, cónicos, suaves, firmes y flexibles. Agradables al tacto. Uno es bastante pequeño, poco más que un dedo. Otro es mediano, se podría comparar con una zanahoria. El más grande de los tres es enorme, casi como un calabacín.

- ¿Te gustan?
- No lo se. ¿Qué quieres que haga con ellos?
- Tranquila, te explicaré como y cuando usarlos.
- Vale
- ¿Tienes que salir hoy?
- A comprar el pan
- Es un buen momento. Prepárate para salir, puedes vestirte como quieras. ¿Tienes algún lubricante?
- No
- ¿Y aloe vera?
- Tampoco
- ¿Aceite de coco?
- Eso si
- Perfecto. Coge el aceite y embadurna el plug pequeño. Poco a poco lo introduces. Te va a parecer molesto al principio, pero se irá pasando esa sensación. No tengas prisa. Avísame cuando estés vestida.

Con el aceite en una mano y el plug en la otra Irene se pone manos a la obra. Empieza con suavidad y sin ningún resultado, el aceite hace que resbale. Masajea alrededor de su ano con el mismo plug y poco a poco nota como se va introduciendo y termiIna por deslizarse dentro de ella con bastante facilidad.

Elije un vestido a media pierna con tirante, unas bragas de algodón y un sujetador a juego.

- Ya estoy preparada.
- Enséñame que te pusiste.

Le envía una foto.

- Y debajo del vestido?
- Bragas y sujetador.
- El sujetador fuera.
- Ya me lo quité.
- Pues a comprar el pan.

Continúan hablando de camino a la panadería. Julián le pregunta varias veces como se siente. Como si se le fuera a caer en cualquier momento. Hasta llegar a casa y quitarse el plug no se siente segura.

Se despiden tan pronto llega a casa. Julián va a comer con unos amigos y ella come un poco y se queda dormida en el sofá.

Julián pasa parte de la comida pensando en Irene. Quiere mantener la tensión y el interés a pesar de la distancia, sin agobiarla. No deja de darle vueltas a que puede pedirle. Hasta ahora siempre se había limitado a los encuentros cara a cara. Y con Irene siente que necesita más, que no quiere perderla.

Un mensaje, dos, tres ... no responde. Cuando anochece y sigue igual la llama.

El teléfono la saca del sueño. Está todo oscuro. Mira la hora, ha dormido toda la tarde.

Contesta con voz soñolienta.

- Hola
- Hola Irene, ¿estás bien? ¿O dormías?
- Me quedé dormida, no quería dormir tanto.
- ¿Quieres ir a beber algo o a despejarte? Te llamo en un rato.
- Sí sí. Yo te llamo luego

Se despereza y casi vuelve a dormirse. Al darse cuenta se levanta y se lava la cara con agua fría. Va a la cocina y se busca una cocacola. Vuelve al sofá y llama a Julián.

- Hola!!
- Ahora si estás más despierta. ¡Hola!!
- ¿Qué tal fue la comida?
- Muy bien, distraernos un rato para no vernos solo trabajando. Volví pronto y también dormí un rato. Nina, esta semana vas a tener tareas. Hasta que nos veamos.
- Sí Señor.
- La primera es usar el plug cada día. Mañana también usarás el pequeño y
a partir del martes el mediano. Lo llevarás mínimo una hora y puedes elegir si lo haces en casa o sales con él puesto.
- ¿Todos los días?
- Todos los días. Es una preparación que haces para mí. La segunda tarea, la empezarás hoy. Vas a masturbarte hasta que estés a punto de correrte y entonces pararás. Si quieres puedes hacerlas a la vez, lo dejo a tu elección.
- Pensaré como hacerlo.
- Empezarás hoy mismo, el plug no que ya lo llevaste esta mañana.
- Bien. Estoy deseando que llegue el viernes para verte.
- Yo también Irene, me muero de ganas. Y me voy a dormir que mañana madrugo. No olvides tus tareas. Un beso.
- Un beso, hasta mañana.

Nada más colgar Irene se tumba sobre la cama desnuda. Empieza a acariciarse tímidamente, por su mente van pasando las imágenes de su fin de semana con Julián.

Aumenta su excitación, nota sus dedos húmedos y el cuerpo tembloroso. las piernas se tensan y mete dos dedos dentro follándose con fuerza. Cuando cree que ya no aguanta más para, unos segundos, y continua, volviendo a sentir que va a explotar. Entre resignada y enfadada, para.

Lunes de vuelta a la rutina. No tiene problemas en pedir las vacaciones. Las tardes las dedica a las tareas que le impuso Julián y a prepararse. Va a arreglarse las uñas y los pies y mira indecisa su armario pensando que se llevará. Los días se le hacen eternos esperando ver de nuevo a Julián.

Los mensajes y llamadas de Julián han sido la alegría de cada día. ha hecho un seguimiento exhaustivo de sus avances y la tranquilizó cuando pensaba que no podría usar el segundo plug. No consigue entender el motivo de masturbarse cada día y no poder correrse, aunque Julián insiste en que entenderá pronto.

El jueves las chicas de la oficina organizan una cena y casi se ve obligada a ir. Nada más llegar a casa avisa a Julián. La anima a salir y la llamará antes de que se vaya. Y la asesora sobre su vestuario.

Llegado el momento elige para ella un vestido por encima de la rodilla y escote pronunciado y al verla con él puesto le da el visto bueno.

Cenan en un sitio tranquilo. No son tantas como esperaba Irene, cinco. La conversación fluye sola entre risas y alguna confidencia. Al terminar deciden ir a tomar algo, aunque más de una busca una excusa y se va.

Terminan en un pub que conocen bien, de ambiente tranquilo y buena música. Se toman una copa y un rato después se animan a bailar. No tardan en tener compañía, aunque les hacen poco caso. Uno en concreto no separa los ojos de Irene y en algún momento bailan juntos. Cuando deja de bailar se acerca a ella y le habla. La acompaña a la mesa.

Las otras chicas siguen bailando y él le ofrece tomar algo más en su mesa. Sus amigos también se han ido ya. Irene acepta.

Es una mesa apartada de la pista, un poco arrinconada y en semipenumbra. La conversación es agradable y banal. Irene está tranquila hasta notar el roce de una mano en la rodilla, como sin darse cuenta. No dice nada. La caricia se intensifica. Empieza a estar un poco nerviosa y nota un cosquilleo. Se ha dado cuenta. La mano avanza un poco más por su pierna, ya está debajo de la falda. Hace un gesto rechazándola, pero él, consciente de su perturbación, insiste. Sube cada vez más hasta llegar a las bragas.

Irene abre las piernas. Pasa un dedo por encima de su coño y lo nota caliente y húmedo. Irene se estremece. Le coge la mano y la pone sobre su polla. Ella la acaricia por encima del pantalón mientras nota dos dedos entrando en su coño. Irene jadea. Le aparta la mano. Tiene que distraerle para que no continúe. Baja la cremallera del pantalón y mete la mano. El se desabrocha el botón facilitándole la tarea. Le ofrece irse a su casa y ella se niega. Irene empieza a masturbarlo, una polla dura y húmeda entre sus dedos.

La atrae hacia él y le acaricia el pecho. Se levanta y la hace levantar. La guía entre la gente y la lleva al baño. Hay gente, pero nadie se fija en ellos. La mete en uno de los cubículos.

Nada más cerrar la puerta ya tiene el vestido subido hasta la cintura. Unas manos ansiosas deslizan los tirantes por los brazos, y apartando el sujetador dejan sus pechos al aire. Los pellizca con fuerza haciendo que se endurezcan todavía más. Se inclina y los muerde. Irene se retuerce de placer, pero sabe que no puede correrse. Le baja el pantalón y coge la polla con las dos manos. Le masturba con una mano y con la otra le acaricia los huevos. Oye su respiración entrecortada y como le sujeta los pezones tirando de ellos. La sujeta por las caderas y trata de penetrarla.

Irene se resiste y se aferra a su polla. Tiene que controlarlo como sea. Él nota el rechazo, aunque le gusta lo que le hace. Le susurra al oído… “quiero más”. Irene piensa rápido. Si la folla va a correrse y no puede. Si sigue tocándola también se correrá. Tiene que evitarlo. Piensa en irse, pero le excita tanto esa situación… Nota su impaciencia y se da cuenta que no va a aguantar mucho más así.

Se separa de él y se sienta sobre el inodoro. Le atrae hacía ella y queda la polla ante su cara. Empieza a masturbarlo de nuevo. Lo mira y con voz ronca le pregunta si le gusta. El asiente con la cabeza, impaciente. Lo atrae un poco más y empieza a lamerle la polla, saboreándola. El hace un movimiento brusco y se la mete hasta el fondo de la garganta. Le dice que abra la poca todo lo que pueda y que no se mueva. Le gira un poco los hombros y empieza a follarle la boca. Irene se siente usada, pero le gusta.

Saca la polla llena de saliva y se la pasa por la cara. Se la mete otra vez, se mueve más rápido y cada embestida es más fuerte. Va a correrse pronto. Irene nota los espasmos en la boca, intenta apartarse. Le da una bofetada y la sujeta. Irene se remueve, resistiéndose.

Cuando está a punto de correrse la saca y se corre sobre su pecho. Irene nota el líquido caliente y pegajoso sobre su piel. Otro susurro, límpiame la polla. Irene obediente se la mete en la boca otra vez y recoge cada gota con la lengua.

La hace levantar y le baja las bragas. Unos dedos ansiosos entre sus piernas empiezan a masturbarla. No aguantará, está al límite. Se aparta y coge un trozo de papel. Se lo quita de las manos y lo tira. Le sube los tirantes sobre la piel húmeda. Y salen. Al llegar al bar Irene mira buscando a sus amigas. No las ve. Se gira hacia él y le suelta un escueto adiós. Le pide el teléfono, pero se niega a dárselo. Insiste y le pide al menos su nombre. Antes de girarse para salir ella se lo dice, Nina.

Irene camina hasta casa con las piernas temblorosas. Está tan excitada como avergonzada. Cuando llega se va directa a la ducha. Y cae dormida nada más tumbarse.

Se despierta un poco mareada. La ducha no le alivia el dolor de cabeza ni la vergüenza de la noche anterior. No es capaz de desayunar y toma un café antes de salir de casa. Los nervios la distraen constantemente. Lleva toda la semana esperando este día. Volver a ver a Julián.

Va rápidamente a casa. Come un poco y prepara algunas cosas. dedica un rato a sus tareas, masturbarse se está convirtiendo en una tortura, el más mínimo roce la excita y las imágenes de la noche anterior que se repiten la llevan en unos minutos al borde del orgasmo. Se ducha y se arregla. ha elegido restaurante para la cena y se viste con tiempo de sobra.

- Hola Irene. Me he retrasado un poco. ¿Nos encontramos directamente en el restaurante?
- Hola!! De acuerdo. ¿A qué hora crees que llegarás?
- Entre ocho y media y nueve, según esté el tráfico.
- Te esperaré en la puerta. Hasta luego.
- Hasta pronto. Ahh, una cosa. Lleva un plug que quiero verlo, solo vi las fotos.
- Vale.

A las ocho Irene sale con el plug mediano en el bolso. Lo lleva bajo el brazo y lo aprieta como si cualquiera pudiese adivinar el contenido. Va caminando sin prisa y llega con tiempo de sobra, da una vuelta a la manzana para dejar pasar un poco el tiempo.

Poco antes de las nueve llega Julián. Se queda en la puerta del restaurante buscando a Irene con la mirada. Ella llega por detrás y le roza el brazo. Julián se gira y la abraza impetuosamente, se inclina hacia ella y la besa con pasión. Aunque le sorprende tanta efusividad le corresponde y se quedan así unos minutos, en silencio, disfrutando del esperado reencuentro.

Entran sonrientes al restaurante tranquilo y silencioso. Ya instalados en su mesa siguen en silencio mientras eligen la cena. La conversación fluye sola y pronto les lleva al destino de sus vacaciones. Irene ha buscado sitios muy diferentes y algunos son rechazados de inmediato. al final dudan entre dos, el spa rural en el que insiste Irene y que Julián rechaza porque para rural ya tiene su casa, y Sagunto, que defiende él basándose en que ofrece atractivos variados y algo más de animación.

Irene termina cediendo y cuando les traen los cafés la decisión ya está tomada. La está observando detenidamente, fijándose en cada detalle, mientras remueve la cuchara en la taza. Se inclina para mirar las sandalias que lleva. Saca el pie de debajo de la mesa y estira la pierna. Le hace un gesto para que lo levante, sujetándolo por el talón observa el pie y el calzado. Lo apoya sobre su rodilla y de un bolsillo saca una fina cadena que coloca alrededor del tobillo.

Con el pie todavía sobre la rodilla observa la cadena. Fina y delicada, se ajusta perfectamente a su pierna. Lo mira, sorprendida e ilusionada.

- Qué bonita!!!
- Te queda muy bien ¿te gusta?
- Mucho, es preciosa. Y aún me gusta más por ser tuya.

No tardan en salir del restaurante. Julián ha aparcado cerca y van hacia allí. Ya sentados en el coche le sonríe misteriosamente. Arranca y le da el teléfono y una tarjeta de crédito.

- Llama y haz la reserva.
- Llamo desde casa mejor.
- No, reserva para esta noche. Nos vamos ahora.


Licencia de Creative Commons

Irene empieza a conocerse (Amistad, dolor y Placer) es un relato escrito por Nina Sharp publicado el 07-02-2021 01:49:03 y bajo licencia de Creative Commons.

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Comentarios  
Frederic
+3 #1 Frederic 02-03-2021 05:39
un relato muy bien escrito. empiezas a leerlo y llegas al final sin darte cuenta. eso es porque vale la pena leerlo. nota alta
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