Mi total e irreversible transformación
Escrito por jorgina
El Comienzo
De pequeño, vivía en una granja. Mis padres estaban ocupados en el cuidado de los animales y la huerta, mientras yo deambulaba todo el tiempo con mis amigos por el campo y las granjas contiguas cuando no estábamos en la escuela.
Mis amigos eran dos mozalbetes de campo un tanto rústicos y desenvueltos, aunque no muy listos. Era una época llena de aventuras y nos gustaba hacer travesuras, porque no teníamos otra cosa que hacer. Tendríamos de diez a quince años. Yo tendría unos doce.
A menudo se juntaba con nosotros una chica de unos diecisiete años de edad, que pertenecía a una granja cercana y tenían fama de extravagantes. Se decía que su madre que era con quién vivía, hizo desaparecer a su marido con magia, porque era un mal hombre. La verdad es que nunca se supo el motivo exacto por el que desapareció.
Gabriela, pues así se llamaba la chica, siempre iba desaliñada y era más atrevida y ágil que cualquiera de nosotros. Acostumbraba a llevar vestidos oscuros o ropa negra. A mis amigos y a mí, nos gustaba mirar debajo de su vestido cuando subía a los árboles para verle las bragas.
Yo, era blanquito y delgado. Más parecía una niña que un chico. Tenía los ojos redondos y grandes con largas pestañas y unos labios carnosos. Mis manos no parecían de un chico de campo, eran delicadas y suaves, personalmente a mi me gustaban así, aunque no sabía muy bien porqué.
En cierta ocasión que decidimos ir a pasar un día entero por el campo. Estábamos de vacaciones de verano y estuvimos jugando cerca del río. Mientras esperábamos que Gabriela llegara, nosotros tres nos dimos un chapuzón en el agua ya que hacía bastante calor. Mis dos amigos, fuertes y morenos destacaban a mi lado que se me veía de piel clara, rubito con el pelo lacio y un poco largo. Nos salpicábamos y nos tirábamos desde alguna rama elevada para bañarnos. Obviamente todo esto, lo hacíamos desnudos. Nunca habíamos tenido problemas con esto. Nuestros juegos eran totalmente inocentes y desenfadados.
Pero aquél día el ambiente era más cálido que de costumbre y todos sentíamos que la edad empezaba a reclamar la exploración y la aventura de otros terrenos que nunca antes habíamos considerado.
Mientras estábamos en el agua nos empujábamos y nos cogíamos, luchando en broma, nuestros cuerpos se frotaban y sentíamos la piel suave de los otros. Al poco rato de jugar notamos que nuestro pene se había puesto tieso y nos reíamos de eso. Mi pene era más bien pequeñito y el de mis amigos era más grande y robusto.
Sin querer mis manos fueron a agarrar el pene de mis amigos y me encantó. Y ellos sorprendidos, también descubrieron que les gustaba, por lo que de pronto dejamos de salpicar y reír y los tres nos pusimos sonrojadamente serios. Deseé besarlos y ellos me tocaron el culo, mirándome como si fuera la primera vez que me veían.
Y así estábamos en medio del agua cuando Gabriel llegó y socarronamente al vernos dijo:
¡Vaya! Hoy no necesitáis verme las bragas para poneros a tono, ¿eh?.
Y tan pronto hubo dicho esto, se quitó el vestido y las bragas y se zambulló en el río junto a nosotros.
Los tres estábamos envarados al ser descubiertos in fraganti por ella, pero no se inmutó lo más mínimo. Como si fuera lo más natural del mundo, se junto a nosotros y nos besó a los tres, abarcándonos con sus brazos. Ella era un poco mayor que nosotros y tenía unos pechitos preciosos. Mientras nos besaba y nos tocaba, sus tetas iban restregándose en nuestros cuerpos creando una corriente eléctrica entre todos.
Cuando salimos del agua y nos tumbamos en la hierba para secarnos al sol, observamos que había traído dos de sus perros con los que otras veces jugábamos también. Los perros eran muy grandes pero inofensivos con nosotros ya que nunca les hicimos daño y siempre los considerábamos parte de la pandilla. Nos vinieron a saludar moviendo la cola y dándonos lametazos, pero aquél día sintieron que era un tanto diferente y empezaron a lamernos y a querer montarnos a todos. Al principio nos reímos y queríamos zafarnos de ellos pero yo me tumbé y dejé que uno de ellos me lamiera todo lo que quisiese.
Mis amigos me miraban mientras yo gemía de placer y Gabriela me miraba divertida.
De pronto cogió un frasco con un líquido de su bolso y me untó el rostro y todo el resto de mi cuerpo, incluida mi colita que estaba más tiesa que nunca. También, bajo la mirada atónita de mis compañeros, me untó el agujerito de mi culo, el culo y las piernas hasta los pies.
Recuerdo que dijo: Amigos, creo que hoy ha nacido una nueva chica en el grupo. ¿Quieres ponerte mis braguitas, Jorgina? Yo asentí con la cabeza.
Por primera vez, me nombró con un nombre femenino y me estremeció de tal manera que me ruboricé toda. Desde entonces siempre me llamarían así y yo acepté mi nuevo rol y así empezó todo.
-Te he puesto un líquido aceitoso que les encanta a los perros. Se lo doy para que me obedezcan y sean cada vez mas sumisos a lo que les mande. Tu, ahora Jorgina, serás mi amiga para siempre y la próxima vez te traeré un vestido preciso para que a partir de ahora si nuestros amigos quieren ver las braguitas a alguien, sea a ti. – Y se puso a reír a carcajadas.
Los dos perros empezaron a lamerme mientras yo, ataviada tan sólo con las braguitas de mi amiga, me convulsionaba de placer y de gusto. La pícara de Gabriela seguía sonriendo y mis amigos se masturbaban espasmódicamente. Nunca habían imaginado vivir una escena como ésta conmigo como protagonista y parecía que les gustaba.
En este momento, Gabriel me agarró por la cintura y dándome la vuelta, me puso a cuatro patas, me bajó un poco las braguitas y me dijo: Ahora, estate quietita que te van a follar como a una mujercita. Cierra los ojos y siente lo hermosa que eres.
De pronto, uno de los perros se abalanzó sobre mí y me penetró. Me hizo un poco de daño pero después ya sólo sentí placer. Se descargó totalmente dentro mío, mientras el otro perro iba lamiéndome el rostro y mis pezoncitos erguidos.
Después de estar enganchado a mi, el perro que me había enculado se desenganchó y lo sustituyó el otro. ¡Vaya! Eso sí que me gustó. Ya no me hacía daño, estaba tan dilatada que entró fácilmente.
Empezó a sacudirse y a follarme con deseo y pasión hasta que al igual que el otro, se corrió y se quedó un rato enganchado a mi.
De reojo pude ver lo excitados que estaban mis amigos y en mi mente supliqué que también me follaran, pero no me atrevía a decirlo. Gabriela sin embargo, pareció adivinar lo que había en mi cabeza y les dijo: - Vuestra amiga tiene muchas ganas de que la hagáis sentir mujercita. ¿A qué esperáis para besarla y chuparle las tetitas? ¿No estáis deseando follarla como los perros?
Y tan pronto como dijo esto, ellos se acomodaron para turnarse y hacer todo lo que Gabriela les había indicado. Curiosamente ella no participaba, pero parecía la directora de esta obra de teatro que se estaba produciendo en la orilla del río.
Cuando terminaron. Todos nos tumbamos en la hierba exhaustos y Gabriela se acercó a mí y me dijo: - Jorgina, lo que te he puesto antes, te mostrará lo que tú eres de naturaleza. Te crecerán los pechitos y serás una mujercita muy guapa. Con el tiempo verás todo lo que la magia de nuestra familia puede hacer por ti. Te has portado muy bien y te regalo mis braguitas. Yo me las puse en lugar de los calzoncillos que usaba habitualmente y encima me pareció extraño, pero me puse los pantalones de chico. En aquél momento decidí que nunca más iba a llevar ropa masculina.
Al despedirnos, era de noche. Mis dos amigos me dieron dos dulces besos en la boca y Gabriela me abrazó como si fuera mi mejor amiga. Cuando volví a casa mis padres ya estaban durmiendo y yo pude subir a mi habitación sin ruido y soñar en el futuro.
Capítulo 2 - La Magia
Mis padres al día siguiente me vieron y sabían que algo había cambiado en mí.
No les dije nada, pero mi madre me descubrió las bragas de Gabriela y me preguntó sobre ellas.
Le confesé que quería transformarme en una chica y que no volvería a usar ropa masculina.
Me miró y después me dijo: Está bien. Tu padre lo entenderá. Siempre creyó que eras más niña que niño. Mañana cuando vaya al pueblo te compraré tu ropita femenina para seas una preciosa chica.
Durante varios años que duró mi transición fui muy feliz con mis amigos y Gabriela que al igual que yo, cada día se volvía más hermosa. Mis amigos, apuestos y atléticos aceptaron mi transformación y tuvimos muchos encuentros amorosos junto con nuestra amiga Gabriela.
Con el tiempo, ellos tuvieron que ir a estudiar a otro país y quedamos solas, Gabriela y yo. En un principio no parecía que fuera a ser tan divertido, pero un día que estábamos paseando, me confesó algo que me dejó de piedra.
-Jorgina, ¿recuerdas que te dije que te volverías una chica y ya lo eres? Pues hay algo que no te dije. Mi madre sabe de brujería y me enseñó muchas cosas. El aceite que te puse encima, era para lograr lo que te sucedió, pero ahora mi madre me ha dicho que quiere conocerte porque quiere pedirte algo.
A mí me daba un poco de miedo esta mujer, pero acepté. Hasta ahora me sentía fabulosa y me encantaba mi nuevo rol femenino. ¿Qué podía perder?
Nos fuimos a su casa y pude observar que tenía un carácter misterioso. Al llegar, abrimos la puerta de la entrada y vimos a su madre sentada cerca de la ventana con un gato en su regazo y un bastón largo en la otra. El interior de la casa era oscuro y tenía muchos libros en estanterías y recipientes de mil tipos como si fueran botes de conservas, aunque yo sabía que no eran eso, para nada. Nunca había conocido a us madre y menos a una bruja de verdad. Hoy era el día.
Os esperaba- dijo serena, he hizo un ademán con la mano – Pasad.
Tenía el cabello largo y negro. Vestía de negro con un vestido ajustado. Era guapa pero demasiado delgada, lo que su rostro aparecía como anguloso y un tanto alargado. Aún y así parecía amable y risueña. Sus ojos brillaban tanto como los del gato que tenía sobre su falda.
Sentaros- Nos dijo- Seguramente-continuó dirigiéndose a mí – Habrás oído muchos chismes de mí.
No hagas caso. Generalmente se quedan cortos. Soy bruja y me dedico a la brujería. ¿Te doy miedo?
B-bueno, -titubeé- no mucho.
Madre e hija rieron hasta las lágrimas.
Bien. –prosiguió – Mi hija me ha hablado mucho de ti y sé que te has vuelto muy amiga de ella. Sé que te has transformado en una chica por un aceite que le di y veo que tuvo un éxito asombroso.
Ahora es preciso que entiendas lo que voy a pedirte. Se puso seria y mirándome fijamente, casi susurró: Estás en un momento de tu vida que puedes escoger diferentes caminos y yo te voy a proponer uno que nadie más a podido realizar, pero tú al ser amiga de Gabriela vas a tener este privilegio. Puedes negarte y no pasará nada, pero nuestro vínculo se romperá definitivamente.
Si decides aceptar lo que te voy a proponer, nuestro vínculo será cada día más potente y seremos grandes amigas. ¿Quieres que te cuente eso?
Asentí con la cabeza y mi cabello rubio se movió, mientras juntaba mis rodillas y alisaba mi falda. La miré de reojo y esperé sus palabras.
- He hablado con tus padres y me han dicho que si tú lo deseas te dejarían a mi cuidado y vivirías conmigo tanto tiempo como deseases. – Hizo una pausa dramática y continuó:
En realidad lo que deseo proponerte es algo que puede cambiar tu vida por completo. Pronto serás una mujer completa y puedes vivir esa experiencia o sentir cosas que nunca antes hubieras imaginado. Se aclaró la garganta y bebiendo un poco de agua explicó:
Quiero que seas parte de un experimento que deseo realizar. Vivir como una mujer aquí no te aportará grandes cosas. Es un pueblo y es muy aburrido, pero si aceptaras lo que te propongo, sentirás muchísimas cosas nuevas que ningún ser humano ha experimentado antes.
Recuerdo que cuando mencionó ‘ser humano’, hizo una pequeña pausa y suspiró profundo.
Ahora lo entiendo. Miré a Gabriela y ella me miró a mí. Ambas estábamos profundamente unidas en una amistad perfecta. Me cogió una mano y me hizo un ademán para que siguiera escuchando a su madre.
Yo, cuando tenía unos doce añitos, fuí a casa de unos amigos de mis padres que tenían un hijo de la misma edad que yo y su hermana dos años mayor. Ellos vivían en Menorca y de vez en cuando pasábamos el agosto con ellos.
Tenían una casa con piscina y un perro. Algunos días nuestros padres se iban a la playa o a comprar y nos dejaban a nosotros en la piscina con el perro.
Cuando yo me masturbo y me toco aunque sea un poquito por encima de las braguitas aún re-cuerdo dias como este.
Yo era delgadita y aunque no había experimentado aún con mi feminidad ni la había mostrado abiertamente, suspiraba por las prendas de la hermana de mi amigo.
Cierto día, nuestros padres se fueron unos días dejándonos solos, con comida en la nevera, haciéndoles prometer que no haríamos ninguna travesura. Evidentemente, lo único que estábamos pensando todo el tiempo era en hacer eso. Travesuras.
Pero todavía no sabíamos muy bien cómo se inclinarían los gustos por estas travesuras hasta que estando en la piscina con mi bañador de niño encima, estaba dormitando boca abajo mientras mi amigo y su hermana jugaban en el agua. El perro, un pastor alemán, se acercó olisqueando y empezó a olerme entre las piernas. Yo no me di cuenta hasta que empecé a oír las risas de mis amigos que veían como el perro me estaba lamiendo y en este momento me di cuenta que estaba totalmente excitada.
Me avergoncé y quise darme la vuelta, pero fue peor porque vieron lo excitada que realmente me había puesto el perro y la situación.
¿Sabes? - le dijo la niña a su hermano. creo que nuestro amiguito tiene deseos de ser una perrita. Creo que le dejaré un bikini de los míos y hoy tendremos un juego para pasarlo bien.
Mi amigo, su hermano aplaudió la idea y noté que le excitaba imaginarme con un bikini de su hermana.
Al poco, la niña trajo un bikini rosa con florecitas de colores y me dijo con un mohín en los labios y las manos en jarras: - póntelo.
Yo estaba totalmente ruborizada y no sabía dónde ponerme, porque era exactamente lo que de-seaba con todo mi corazón.
Me quité el bañador de niño como pude y con mis manitas temblorosas cogí el que me tendía la hermana de mi amigo.
En este trance, mi culito estaba totalmente mostrado delante de mi amigo y el perro aprovechó la ocasión para cogerse a mi pierna y empezó a moverse como si me quisiera poseer, sacando la punta de su pollita completamente roja e hinchada.
Mi amigo que era moreno y ciertamente más masculino que yo, empezó a tocarse y masturbarse delante de nosotros sin ningún rubor, y Susy, su hermana empezó a reír y a saltar divirtiéndose mu-cho con toda la situación.
Finalmente pude acabar de ponerme el bikini, zafándome a duras penas de los embates del perro. Me puse las dos partes del bikini, tanto la parte inferior que tenía un lacito a ambos lados como el sostén que evidentemente en aquella época poco tenía para sostener. Pero me encantó la idea de llenarlo algún día.
Cuando terminé tenía las manos delante de mis genitales, pensando que esto mitigaría la vulnerabilidad que sentía en aquellos momentos.
Susy se me acercó y me dijo - no seas tontita, yo sabía que te gustaría - A partir de ahora serás mi amiga y te dejaré toda la ropita que tengo para que seas cada vez más niña. Te llamaré Jorgina y mi hermano te protegerá de los otros niños para que nadie se aproveche de ti. Te gustarás ya verás.
Su hermano, Juan también se acercó con una mirada que nunca le había visto hasta ahora y tenía la mano en su pene totalmente erguido.
Se acercó tanto que su pene me rozó la piel de mi vientre y lo frotó descaradamente entre mis nalgas mientras seguía mirándome descaradamente y acercando mucho su cara traviesa a mi rostro desencajado y sonrojado.
El perro daba vueltas alrededor nuestro y seguía queriéndome montar agarrándose a mis piernas una y otra vez.
Sussy me dijo. Ven, Jorgina. Ponte de rodillas y cierra los ojos. Vamos a hacer un juego.
Yo, ya no sabía si era yo o era otra persona, solo que quería estar haciendo esto y no quería que se acabase nunca.
Me encantaba ser una niña. lo supe en el instante que desde los tres añitos soñaba que vendría un hada y a la mañana siguiente me habría convertido en niña. Tendría en lugar de mis ropas de chico, unas prendas preciosas de colegiala y unas braguitas de puntillas con calcetines blancos bordados y una faldita plisada con una blusa y una cinta para mi cabello con trencitas.
Finalmente lo que estaba deseando pasó. Juan, mi amigo se acercó tanto a mi cara que sus labios rozaron mis labios entreabiertos y ambos nos besamos y cogiendo él mis manitas, las colocó sobre su pene tieso y me las movió indicándome que lo hiciera yo.
Jamás había tocado el pene a otro chico y casi me corrí cuando lo hice. Me temblaron las piernas y mientras besaba a mi amigo y lo masturbaba, Susy se puso detrás mío y lamiéndome el cuello, me bajó un poco la braguita del bikini y me hundió, salivándolo primero, su dedito en mi culito.
Ahh, yo ya no sabía lo que me pasaba. No quería volver a mi vida 'normal' nunca mas. Yo quería que lo 'normal' fuera esto que estaba viviendo para siempre.
Como estaba de rodillas el perro se irguió sobre sus patas traseras y empezó a lamerme también por todos lados hasta que empezó a poner su lengua justo en mi cara. Juan se apartó un poco pero no me dejó quitar las manos de su pene. Yo seguía masturbándolo cuando el pastor alemán, em-pezó a lamer mi boca abierta, mi lengua y toda mi cara. Susy me acariciaba mis pezoncitos y creo que allí fué donde supe que me empezarían a crecer mi tetitas porque estaban mas puntiagudas que el pene de mi amigo. Recuerdo que en algún momento me incliné para besar el pene erecto del perro, pero sólo recuerdo el sabor y el jadeo constante del perro junto al jadeo de Juan y las risas de Susy.
Susy me hizo poner a cuatro patas y bajándome hasta media pierna la braguita del bikini, dejó que el perro se adueñara de la situación. sin pensárselo dos veces y habiéndome lubricado el ano durante un ratito, noté la polla del perro entrando dentro de mí.
Nunca había sentido nada igual. A mis doce añitos, viví una experiencia que marcó totalmente todo lo que ahora soy. El perro se sacudía desaforadamente encima mío, yo masturbaba a mi amigo y Susy se excitaba a si misma tocándose, mientras, puesta debajo de mi me lamía los pezoncitos.
Acabé llena de la leche de mi amigo y la del perro que se corrió irremisiblemente y Susy al grita como una loca, supimos que también lo hizo.
Los tres días que estuvimos solos, yo viví como una niña, con falda y con braguitas, con unos sos-tenes preciosos que tenía Sussy y aunque aún tenía el cabello corto, cuando pasaba por delante de un espejo, cada vez me veía más como una niña y me encantaba. Durante bastantes años estuvimos siendo inseparables. y vivimos muchas otras experiencias, pero ésta, a los tres nos marcó maravillosamente para el resto de nuestras vidas.
Si te explico todo esto, es porque quiero que sepas que tengo unas fantasías que van por este terreno entre otras. Espero y me gustaría que fueran compartidas porque en esta complicidad podríamos disfrutar muchísimo.
Besos
Jorgina
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