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Las bolas chinas
Escrito por Nazgul

Termino despacio el café que estoy tomando y te sigo observando desde la ventana de la cafeteria. No haces más que mirar el reloj, no paras de jugar nerviosamente con algo que tienes en las manos, creo que no te has dado cuenta de lo que es. Veo tu rostro con el mínimo maquillaje, lo justo un poco de pintalabios y sombra de ojos. Llevas la melena suelta dejando que caiga sobre tus hombros. Tu cuerpo es cubierto por una falda corta que permite ver tus piernas cubiertas por unas medias y un jérsey de lana fino. No llevas nada de bisutería, tal como te ordené. No llevas bolso, ni cartera, tal y como te ordené.

Me levanto de la silla y salgo de la cafeteria caminando en tu dirección. Cuando me ves en tu cara se dibuja una sonrisa, una sonrisa un tanto nerviosa. Cuando estoy a pocos centímetros de ti me detengo y te miro a los ojos, tú bajas los tuyos en muestra de sumisión, o a causa del nerviosismo, no lo sé. Ante ese gesto no puedo evitar sonreír, así que acariciando tu barbilla te hago mirarme para verla. Tú sonríes, y mis labios se encuentran con los tuyos. Siento como durante los primeros segundos tus labios tiemblan, volviéndose imperceptible según vas cogiendo seguridad en el beso.

- ¿Nerviosa?
- Si, Amo.

Tu voz apenas ha sido un susurro, casi tímida.

- Tienes algo que darme verdad?

En ese momento te das cuenta de con que has estado jugando todo el rato mientras me esperabas. Son las bragas que debías entregarme nada más verme. Me las das y tras olerlas las guardo en el bolsillo del pantalón. Sin previo aviso comienzo a caminar, te pones en marcha a mi lado, pero ligeramente rezagada. A cada paso nuestras manos se rozan, tú te estiras levemente, intentando prolongar la caricia de mi piel. Siento como te vas concentrando en esa caricia, sin fijarte hacia donde caminas. Cuando detengo mis pasos y ves donde me he parado te sonrojas. Efectivamente, la puerta de un sex shop. Entro tranquilamente y al abrirte la puerta veo como entras con la cabeza baja, intentando cubrir el rubor que se agolpa en tu rostro. Me pongo a curiosear contigo pegada a mí, como si te intentases tapar con mi cuerpo de las miradas ajenas. Llamo al dependiente y le pido que me muestre unas bolas chinas, tú te giras levemente. El dependiente se acerca y me muestra unas cuantas de diversos tamaños y materiales.

- ¿Cuál te gusta más?

Al escuchar la pregunta te has puesto rígida de golpe. Te giras despacio, intentando que el pelo tape la mayor parte de tu rostro. De eso nada, te retiro el pelo de la cara y sonriéndote vuelvo a preguntar.

- ¿Cuál te gusta más?
- Este.

Dices señalando uno con tres pequeñas bolas.

- Ese es demasiado pequeño para ti, mejor este, toma sujeta.

Coloco en tus manos uno de cinco bolas de tamaños ascendentes.

- Espérame aquí mientras compro un par de cosas más perra.


Me voy con el dependiente al fondo de la sala, supongo que escuchas sin entender del todo lo que decimos, ya que no te veo sonrojar. Me acerco a ti de nuevo y cogiéndote del brazo te guio por la tienda, hasta un pasillo lateral. Al llegar a él ves que hay puertas a los lados. Me miras con curiosidad y nerviosismo, pero no dices nada al ver que te ignoro. Seguimos hasta la última puerta donde me detengo. Tú te paras a mi lado, ves cómo te abro la puerta y te mando pasar con un gesto. Entras despacio, sin estar segura del todo con lo que te vas a encontrar. Dentro hay una tele grande, una silla, y una especie de cajón del que salen servilletas para limpiarse y un mando sobre el mismo.

- Espera aquí perra, de rodillas.

Salgo sin esperar para ver si cumples mi orden. Vuelvo donde el dependiente el cual me entrega una bolsa. Compruebo el material de la bolsa y dando mi conformidad respecto a la calidad de todo le pago. Al dirigirme otra vez al cuartito le guiño un ojo cómplice. Cuando entro en la habitación estás como te había ordenado. Me miras. Tus ojos denotan el nerviosismo que te embarga, sabias que el día que entrases conmigo al sex shop pasarían muchas más cosas de las que imaginabas, pero no esto. No sabes que va a pasar. Cojo de tus manos las bolas chinas y las saco. Le doy media vuelta a la silla y te hago un gesto para que apoyes las manos en los apoyabrazos, de tal manera que tu pecho apoye en el respaldo. Subo despacio tu falda y te hago separar las piernas. Te doy cinco palmadas en cada nalga y dos en el coño más suaves. Cojo la primera de las bolas y la introduzco en tu coño, entra muy fácil. La segunda cuesta más, pero entra con relativa facilidad. En la tercera debo empujar un poco, y cuando entra dejas escapar un leve quejido. Las dos últimas las empujo a la vez, la más pequeña termina por entrar mientras sueltas un gemido, la última tras más esfuerzos entra de golpe haciendo que te muerdas los labios mientras gimes.

Escuchas como enredo con la bolsa, como retiro un envoltorio. Sientes como te coloco lo que debe ser una especie de cinturón, por el tacto puede ser cuero. Escuchas como un bote desprende su contenido, dos veces. Mi mano fría entre tus nalgas te hace dar un respingo, mis dedos juegan con el agujero de tu culo y empiezan a introducirse en él. Sé que duele, pero por mucho que aprietas no consigues detener mis dedos gracias a la lubricación del bote. Cuando entran del todo los dejo dentro durante un minuto de reloj, para que te acostumbres a ellos. Transcurrido ese tiempo los saco e introduzco algo un poco más gordo en él. Tus gemidos son de placer y dolor, son esos gemidos cortos, de los que te sacan todo el aire de los pulmones. Cuando entra del todo aun sueltas un par de gemidos más hasta controlarte. Engancho unas correas al cinturón de cuero para ceñirte bien el objeto y que no se salga lo más mínimo.

Hago que te endereces y descubriéndote los pechos te coloco un par de pinzas especiales para llevar con ropa. Haces una mueca de dolor al sentirlas morder tu piel. Las uno con una cadenita pequeña, que hacen que los pezones estén tensos tirando entre ellos. Te coloco la ropa correctamente y salimos de la habitación. Nos acercamos al dependiente y me despido de el.

Cuando estamos saliendo nos dice que nos faltaba por pagar las bolas. Te hago un gesto para que te acerques tú a pagarle.

- ¿Qué es lo que se te debe?
- Las bolas chinas, si me las dejas te digo cuanto es.

Veo cómo te quedas blanca, me miras suplicante, pero yo solo me encojo de hombros. Supones que quiero que lo hagas, así que comienzas a tirar de la cuerda entre suspiros. Cuando pagas con el dinero que llevas sujeto en la media. Me coloco detrás de ti y te digo que te las vuelvas a poner mientras miras a los ojos al dependiente. Yo te sujeto la cabeza mientras las vas metiendo despacio. Cuando terminas nos vamos.

- Hasta luego, muchas gracias por todo.
- Un placer. Todo lo demás te está bien?

El rubor sube otra vez a tu rostro, la boca se te seca de golpe, haciendo que solo puedas articular un leve "SI". El dependiente y yo reímos alegremente mientras salimos del sex shop. Esta vez te cojo de la cintura mientras caminamos.

- Ahora empieza lo bueno mi perrita.
- Si Amo.

Dices sin apenas levantar la vista.


Licencia de Creative Commons

Las bolas chinas es un relato escrito por Nazgul publicado el 06-09-2022 20:54:23 y bajo licencia de Creative Commons.

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