Tiempo estimado de lectura de 19 a 23 minutos

La perra de Hassim
Escrito por joaquín

El siguiente relato fue publicado hace un tiempo en otro sitio y con otro nombre. Es seguramente una de las cosas más duras que he escrito nunca, no tanto por lo que sucede, sino por como sucede y como lo narró Como me aseguró en su día una lectora, es increíble la completa falta de humidad y la absoluta dignidad a la que hago llegar a su protagonista. Lo increíble es que encanto, pero no esperéis que lo continué.


Me llamaba Sara.
Ese fue el estupendo nombre que mis padres escogieron para mi. Ahora respondo a otro nombre, uno que me da vergüenza escribir...
Un nombre que ahora llevo tatuado en mi antes inmaculado cuerpo para que todo el mundo sepa quien soy y lo que más importante, que soy, la esclava de Hasim.
Todo comenzó hará como dos años, cuando el padre Luis convenció a mis padres de que debíamos acoger a un refugiado.
Convenció, menudo eufenismo... Visto ahora mis padres le tenían que habían mandado a la mierda, ¿Pero quién manda a la mierda a la iglesia?
Como si todo estuviera predestinado para ser su puta y su sirvienta, me tocó a mi limpiar y adecentar la habitación para invitados de nuestra casa.
Aún no había terminado el trabajo cuando nos encontramos.
El uniforme del intituto y del que tanto me había quejado de que era demasiado largo ahora se me hacía demasiado corto... Podía sentir su mirada de depredador recorriendo mi cuerpo.
-¿Criada?
-No – Balbuceé – Soy la Sara, la hija del matrimonio que... te acoje.
-Tú ser bonita, muy bonita.
-Gracias...
Enrojecí por el cumplido.
Recuerdó que no pude moverme. Me quedé allí plantada mientras Hasim se sentaba en la cama y abría el par de maletas que traía consigo.
-Tú futura buena perra. – Aseguró cuando volvió a mirarme...
Fue como recibir un latigazo por su parte. Como si me hubieran dado cuerda, me dirigí a la puerta de la habitación para salir lo antes posible de allí...
-Futura perra mía...
Con esta declaración de intenciones de su parte aún zumbando en mi oído llegué al único refugio seguro que conocía en la casa, mi habitación.
El corazón me latía como un loco mientras me recostaba contra la puerta, pero eso no era lo peor.
Estaba excitada. Realmente excitada.
Había sido una declaración directa, brutal, sin medias tintas. No era tan ingenua para entender en que me quería convertir. ¿Quién no ha visto vídeos a escondidas de esclavas sometidas a las perversiones de sus amos?
Bueno, muchas de mis amigas no lo habían hecho, se conformaban con porno normal, pero a mí me pudo el morbo de ver que hacían con ellas.
Y me resultaba de lo más humillante y degradante.
No, no podía terminar así. No yo. No podía...
Solo salí cuando tuve un plan y fuerzas suficientes. El plan consistía era tan simple como pedirle a mi padre que echará a Hasim de casa. Pero mi padre y Hasim estaban juntos tomando un refresco...
-Si que has tomado tu tiempo en bajar. Toma ten, toma algo.
-Lo siento, papá.
Me había acercado una Coca Cola. Yo la cogí y me senté en el sillón que quedaba libre. Hasim no apartaba su vista de mi. Ni yo de él.
-Bonita hija. ¿Qué edad tener?
-17, recien cumplidos.
-Toda una mujer. - Mi corazón se aceleró cuando escuché decirle eso - ¿Prometida?
-No sé como se haran las cosas en tu país, pero aquí dejamos que nuestras hijas se casen con quien ellas decidan.
-¿Y aciertan?
-La mayoría de las veces, no.
-Entonces no ser buen método.
Mi padre echó un tragó. Estaba de acuerdo con eso.
-Pero diles algo. Solo faltaba a todas estas feministas que los padres escogieramos a los maridos de nuestras hijas.
-¿Ustedes no mandan?
-Ja. No Hasim, los hombres no mandamos una puta mierda.
Mi padre se levantó y abandonó el salón dejándonos a mi y a Hasim solos.
-¿Novio? - Me peguntó de forma descarada.
-No. - ¿Por qué le estaba contando la verdad?
-¿Virgen? - No respondí a eso, pero tampoco hizo falta – No extraña. Tú necesitas un hombre, no un marica, como tu padre. Tu futura buena perra.
Y así, dejándome sola y derrotada, Hasim se dirigió a la cocina.
No pude conciliar el sueño esa primera noche. Sabía que él vendría y sabía íntimamente que accedería a sus deseos, fueran los que fueran.
No sabía porqué.
Ni si quiera era un hombre guapo o apuesto.
Él entró sobre la una de la mañana.
-Gritaré... Si das un paso más, gritaré con todas mis fuerzas.
No me creyó.
No se trago ni una palabra.
Cerró la puerta tras de si y ando hasta situarse delante mía. Encendió la luz de la mesilla.
Estaba desnudo.
Estaba durísimo.
Yo estaba asustada.
Y fascinada.
Y orgullosa.
Es difícil decir que sensación me dominaba.
Era plenamente consciente de que su enorme polla iba estar dentro de mi, que me iba a penetrar con ella. Pero también de que yo era la principal responsable de que estuviera así.
Me colocó su mano sobre mi mejilla y comenzó a masturbarse.
Mi cara y mi pecho no tardaron en estar bañada en su leche.
-Aún no lista.
Y tal y como vino, se fue.
Yo... no sabía que hacer.
Tenía que limpiarme.
Debía limpiarme.
No podía moverme.
Y cuando lo hice fue para apreciar en el espejo mi carita bañada en leche.
Experimente una sensación de fascinación y puro horror, algo horrible que no podía dejar de mirar.
Era como si no fuese yo.
En un acto incompresible para mi en aquel entonces acerqué un dedo a uno de los pegotes que adornaban mi cara y tras mirarlo... me lo metí en la boca.
Me derrumbé. No entendía lo que me estaba pasando. Debía estar limpiándome, no saboreando su semilla.
Y sin embargo... cogí otro pegote.
Era asqueroso, repulsivo, sabía mal... Pero era lo que me deseaba hacer.
Sí, me lo trague todo, hasta el último pegote, como una buena perra...
-Que has hecho, Sara... Pero qué coño has hecho..
-Quiero un cerrojo, para mi puerta. - Le dije a mi padre por la mañana.
-¿Por qué?
-¿Cómo que por qué? Papá, hay un hombre viviendo con nosotros.
-No se atreverá a entrar en tu habitación. Si entra, le reviento la cara a hostias.
-Papá, no es eso. Puede entrar a revolver mis cosas, como... mi ropa interior. - dije con vergüenza
-Joder, hija, que cosas tienes.
-Quiero un seguro.
-Pero si solo va a ser temporal. Le diré al padre Luis que busque otro lugar para Hasim.
-Papá...
-Está bien, está bien, tu ganas. Te instalaré un cerrojo.
-Con llave...
-Hija... - se había rendido – De todas formas, ¿qué vas a hacer? ¿Encerrarte en tu cuarto hasta que tu madre y yo vengamos?
-No, yo solo quiero que no entre... y me iré con una amiga.
Logre tragarme el más. No, no quería más visitas nocturnas, no quería seguir recorriendo ese camino.
Quería parar.
Al menos la mayor parte de mi.
La otra...
Mi corazón se aceleraba solo de pensar que cada paso que daba en dirección a mi casa, más cerca estaba de él.
A solas con él.
Porque esa era otra.
El padre Luis había prometido a mis padres que la situación solo era temporal, que le encontraría un trabajo pronto, pero que por el momento debía quedarse solo en casa.
Y yo iba para allá a pesar de todo...
Se comportaba como si fuera el dueño.
Iba medio descalzo y desnudo de cintura para arriba.
-¿Has pasado buen día, perra?
-No soy tu perra – logré articular.
-¿No? Estás aquí en lugar de con una amiga.
-No quería dejar mi casa sola contigo dentro. - Mentí.
Hasim hechó un trago de la fanta que tenía en la mano y se acercó despacio a mi...
-Hoy tragarás directamente de mi polla. - Me susurró al oido.
Le empujé de mi lado y el me aboteó con tanta fuerza que me tiró al suelo.
Era la primera vez en mi vida que me aboteaba nadie.
No se detuvó.
Estaba enfadado.
Enfadado por mi culpa.
Me quitó las bragas.
Y me la metió entera.
Me estaba violando desde atrás, en una posición en la que no tenía el menor control.
¿O me estaba follando?
Yo no lo sabía.
Solo sabía que era brutal.
Y que no deseaba que se parase.
Gemía como una perra con cada una de sus embestidas.
Porque lo estaba disfrutando.
Disfrutando de mi violación.
Tal y como había prometido, me lo iba a tragar directamente de su polla. Antes de correrse, se levantó, me cogió de mi pelo largo y negro y me metió toda su polla en la boca, hasta la garganta, descargando toda su hombría dentro de mi estómago.
Y yo me lo tragué todo.
-Buena perra.
Aún no me había levantado y él estaba como si nada. La cara y la entrepierna me ardían de dolor. Agarré mis bragas que estaban tiradas en el suelo.
Él colocó su sucio pie encima de ellas.
-No.
El se agachó para recogerlas y las pegó a la nariz.
Apestaban a mi.
-Esto eres tú. Una perra.
Me tumbó en el suelo y me abrió las piernas.
No puse mucha resistencia.
No tenía fuerzas para resistirme.
No quería resistirme.
Volvió a follarme, cara a cara esta vez.
Más suave, más lento, casi casi parecía un polvo normal, dos amantes haciendo el amor.
Verle la cara sonriente mientras empujaba dentro de mi resultaba perturbador.
Me mandó bañarme.
Quería llorar pero las lágrimas no salían de mis ojos.
Hasim me inspeccionó cuando terminé de arreglarme.
-Esta noche trabajaras para mi.
No era necesario que me dijerá de que.
Fingí la más absoluta normalidad durante la cena con Hasim y mis padres.
-Siento no haber puesto el cerrojo en la puerta. Pero lo haré.
-Está bien papá, no te preocupes...
No estaba segura de si mi padre era imbécil o si sólo quería marcar territorio.
Las órdenes que me había dado Hasim eran extremadamente sencillas. Debía bajar al garaje a la una de la madrugada vestida con el uniforme del instituto.
Y descalza.
Sin bragas y descalza.
De no hacerlo...
No quería pensar en lo que pasaría en caso de desobedecer.
La pregunta era porque no informaba a mi padre.
Pero conocía de sobra la respuesta.
En el fondo, muy en el fondo, deseaba hacerlo.
Era igual que por la mañana, cuando no le dije a ninguna amiga si podía ir con ella, o por la tarde, cuando vine directamente a casa a estar con él...
Bajé cuando el reloj marcaba la una menos diez.
Hasim me estaba esperando con tres personas, tres inmigrantes, tres hombres a los que conocía...
-Mi perra. - Anunció Hasim.
Se situó detrás de mi y con toda la confianza del mundo colocó mi mano sobre mi cintura y me levantó la falda dejando expuesto mi coño.
Me excitó muchísimo ser expuesta de esa manera.
-Deberías afeitárselo.
-Menuda perra peluda.
Hasim no le dio importancia a los comentarios y mientras tanto me estaba frotando suavemente el coño.
No era cierto, lo tenía limpio y cuidado, pero no integral.
-Nunca me imagine que lo tuviera así, nos merecemos una rebaja.
-Venis a follar, no comer coños. - Sentenció Hasim.
Los billetes cambiaron de manos delante de mis ojos.
Al menos era una puta cara...
Me apoyé contra la pared.
Deseaban follarme desde atrás, sin preservativo, corriéndose dentro de mi.
El primer hombre me agarró de las caderas y me penetró con fuerza, de un golpe.
Yo gemí.
-Recuerda donde estamos, perra.
Comenzó a follarme con fuerza mientras explicaba a sus compañeros lo apretada que estaba y lo riquísimo que estaba mi coño peludo y todo.
Se corrió dentro de mi.
No tardó el segundo hombre en tomar su lugar.
Igual que el primero sentí unas fuertes manos sujetándome la cadera y una polla que entraba con fuerza dentro de mi.
Parecía una competición.
Yo no gemía.
No deseaba hacer el menor ruido por lo que pudiera pasar y eso solo hacia que fueran más brutos, que los excitará más.
Tras correrse llegó ocupó su lugar el tercero, el más grande de los tres...
-Nunca se he logrado meterla entera dentro de una puta. - Me aseguró mientras me acariciaba el pelo.
Pero yo no era una puta... Esa noche aprendí lo que significaba ser una perra al servicio de su amo.
Era enorme, gigantesca, mayor que la Hasim y eso que la suya mide 22 cm totalmente erecta.
Y empujaba aún con más fuerzas que los demás.
Yo solo podía relajarme.
Relajarme y entregarme cada vez más mientras esa cosa se abría paso dentro de mi.
Deje que me dominara por completo como había dejado a Hasim esta misma tarde.
Terminé reventada cuando acabó de correrse dentro de mi.
-Eres una buena perra – Me dijo Hasim.
Me dejó allí tirada mientras él subía a dormir.


















Subí cuando reuní fuerzas mi habitación... Y mis ojos se fueron a su cuarto.
Él estaba ahí dentro, durmiedo supuestamente.
¿Y si no lo estaba? ¿Y si estaba esperando a su perra?
Había algo dentro de mi que me decía que sí, que debía entrar, que me estaba esperando.
Y llevada por mi instinto me acerqué a su puerta y la abrí despacio...
Hasim no dormía. Es más, me estaba esperando sentado en una silla, sujetando con sus manos una especia de vara.
-Esperar demasiado por ti...
-Lo siento... Yo...
Sentía que había cometido alguna terrible falta que debía expiar.
Me arrodillé y andé los metros que me separaban de Hasim como lo perra que era.
Y le besé los pies.
-Bien, pero debes ser castigada, perra.
Me invitó a subir a la cama. Allí me levanté la falda para él y me abrí de piernas.
Me azotó con la vara en el coño.
-Una perra no debe avergonzar a su amo.
Fueron diez golpes duros y secos en mi área más sensible en mitad de la noche.
Todavía hoy no entiendo como no grité como una loca.
Fueron diez golpes que me dejaron cristalino en manos de que hombre había caído y que clase de chica era yo.
La peor de todas.
Mi trabajo no había terminado. Hasim quería que se la chupará.
Para ello me desnudo primero pues no deseaba manchar de semen mi uniforme.
Y desnuda y arrodillada me meti su enorme polla en la boca.
Se corrió abundantemente encima de mi, de mi cara y de mis pechos.
Recogí mi uniforme del suelo y me dirigí a mi habitación.
Necesitaba dormir y descansar, la noche había sido muy larga...
-Ya era hora. - La luz se encendió de repente. - Me parece que nos podemos olvidar del cerrojo.
-Papá, yo...
-Ni papá ni hostias. No he criado a mi hija para que se convierta en la puta de un moro. Se tiene que ir ahora mismo.
Deje caer mi vestido al suelo y me di la vuelta.
Sí, deseaba que mi padre me viera tal y como estaba, desnuda y las corridas de mi amo adornando mi precioso cuerpo.
-Me iré con él, papá. Soy suya.
-Sara, ¿De verdad quieres hacer esto? Para ese hombre no vales nada, menos que la mierda. Solo te espera maltrato físico y psicológico. Te utilizará hasta que te rompas o se canse de ti.
-Ya me ha protituido, papá. Esta misma noche, en el garaje, con el chino de la tienda la esquina y con los dos marroquís que tiene trabajando para él. Uno de ellos tenía una polla así de grande... - Era muy liberador decir todo esto en voz alta-... Que me la he metido entera.
Mi padre simplemente se levantó y se dirigió al cuerto de invitados donde estaba Hasim.
Solo pude oír como le decía que recogiese sus cosas, que se iba ahora mismo y como Hasim se reía de mi padre...
Hasta que no se rió más.
Mi padre lo agarró y lo arrojó dentro de mi habitación, no sin antes soltarle un puñetazo brutal.
-Tu hija pagar por esto. - Juró mientras se acariciaba la mejilla debido al dolor.
-Ya no es mi hija, ahora es tu perra. Haz con ella lo que te venga en gana.
Mi padre se fue de la habitación cerrando la puerta tras de si y yo corrí al lado de mi amo.
Pude ver el odio reflejado en sus ojos, mirándome.
-Voy a recoger mis cosas. - Mencioné mientras le abrazaba.
Metí toda la ropa que pude ente una mochila y una maleta y tras ponerme vestido y unas zapatillas, salí a la calle a esperarle.
Comencé a andar detrás de él en mitad de la noche.
No sabía adonde nos dirigíamos ni donde íbamos a pasar el resto de la noche porque apenas eran las tres de la mañana y yo estaba rota de dolor.
Pero no tardé mucho en reconocer la dirección en la que íbamos.
-Hasim, ahí me conocen.
Me soltó una hostia en plena calle.
-Tú callar.
-Sí, Hasim, sí. Lo siento.
Era como si se estuviera dando cuenta de que estaba ahí, con él.
-Quítate bragas.
Metí mis manos por debajo de mi falda y me las baje hasta los tobillos. Tras eso se las ofrecí...
Me las arrancó de las manos y me indicó que me levantará la falda.
En mitad de la calle, sacó unas tijeras y comenzó a cortarme el vello púbico, mientras yo no paraba de mirar a un lado y al otro.
No terminó hasta que lo tuve totalmente rasurado.
-Ahora ven.
Me ató las manos a la espalda y me dirigió hacía un callejón oscuro. Allí había dos mendigos, bebiendo alcohol de una botella barata...
-¿Quieren follar con perra joven? - preguntó mostrándoles mis bragas.
-Hombre, claro que sí.
-¿Pero por cuanto?
-Gratis, entrenamiento para perra.
No podía dar crédito a lo que estaba pasando. ¿Hasim no había oído hablar de las enfermedades veréneas?
Pero ya me había tirado a tres hombres a pelo...
Se situó detrás de mi, me pasó la mano por la cintura y subió mi falda mostrándoles mis intimidades a los mendigos.
Sabía que ser expuesta de esa manera me ponía a mil.
Me quitó el vestido y lo arrojó por ahí dejándome desnuda delante de los dos hombres que apenas si podían contenerse...
Y me arrojó a sus brazos.
Caí como si de un saco de patatas se tratara encima de ellos.
Cuatro pares de mano comenzaron a recorrer mi joven y hermoso cuerpo.
Me magreaban los pechos, me sobaban los muslos, me restregaban el coño, hipersensibilizado por el castigo recibido de toda la noche.
-Es sensible la perra.
No tardó mucho uno de ellos en sacarse la polla y plantarmela en la cara.
Yo abrí la boca todo lo que pude y comenzó a follarme.
Una cosa era oír hablar de la expresió follarse la boca y otra muy distinta era hacerlo.
El vagabundo la estaba usando como si de un coño se tratase.
Entraba y salía brutalmente de ella y apenas si podía mantener el ritmo.
Mientras el otro hombre no paraba de manosearme la entrepierna...
Me penetró.
Sentí un dolor como nunca antes.
Mis labios vaginales estaban hinchados y enrojecidos debido al uso de la vara en ellos, pero no solo sentía dolor, también mandaban oleadas de placer.
Intenté concentrarme en el placer mientras el vagabundo que me follaba la boca era cada vez más salvaje.
Me había agarrado con fuerza la cabeza para que sus penetraciones fueran cada vez mas profundas.
Yo solo quería que se corriera lo antes posible.
Lo hizo en mi cara mientras su amigo seguía follándome con fuerza.
Llevó sus manos a mis pechos y comenzó a pellizcarme los duros pezones.
Más dolor.
Más placer.
Su amigo se detuvo y me cambió obligo a ponerme a cuatro patas.
Y me la metió por el único agujero virgen que me quedaba en el cuerpo.
Fue tan inesperado como brutal.
Yo gemí de dolor cuando sentí la clavada.
-¿Es virgen por aquí?
-¿Acaso importa?
La sacó y volvió a clavármela.
-Tiene un culo estupendo.
Con movientos más suaves pero intensos, el vagabundo me estaba follando el culo.
Su amigo me agarró del pelo y tirando de él me levantó la cabeza.
-Abre la boca, perra.
Sí, estaba duro de nuevo, listo para volver a follarme la boca que al parecer era lo que más le gustaba.
Accedí a sus deseos.
De nuevo tenía dos pollas sucias y mugrientas dentro de mi cuerpo, llenando agujeros que no debería de estar llenando.
Era una follada mucho más suave que antes, pero seguía completamente entregada a los deseos de los hombres.
-¿Puede follársela el perro? Hace tiempo que no disfruta de una buena hembra.
-No veo problema.
-Por favor, Hasim, eso no. Por favor...
-Mala, mala perra. Castigo luego. Perro primero.
No me dejaron levantarme.
Con uno de sus asquerosos pies encima de cara para que me mantuviera quieta y a cuatro patas, el perro se me montó encima y comenzó a bombear.
Pude sentir cada una de sus embestidas, así como su semen llenando mi vagina y su enorme bola saliendo de mi.
Las lagrimas no me salían de los ojos.
Cuando al fin tuve libertad para moverme y usar las manos, me dirigí hacía donde estaba mi vestido. Solo deseaba salir de allí.
¿Pero para qué?
¿Para seguir a ese hombre despiadado que se había convertido en mi amo a un destino cada vez más oscuro y cruel?
Miré en dirección a mi casa...
-Tú no poder volver. Ahora tú mi perra.
-Ahora yo tu perra – repetí yo. - Ahora y para siempre.

































Andaba como una autómata...
El vivo recuerdo de lo que acaba de experimentar era lo único que ocupaba mi mente, como si esta quisiese torturarme con ello.
Pero no era eso lo que estaba consiguiendo.
Seguía excitadísima, lista y preparada para otro asalto más, como si de un boxeador se tratase, como si ser usada por dos pordioseros a su antojo o satisfacer las necesidades físicas del perro que usaban para lograr sus limosnas no fuera suficiente.
Como si todo lo que había vivido desde la tarde no fuera suficiente.
Eché cuentas.
Hasim dos veces, los tres inmigrantes que trabajaban juntos en la tienda, los dos vagabundos, su perro...
Me fallaron las fuerzas al pensar en él de nuevo.
-Acostumbrate a los animales, perra. Los zoofilicos ser muchos y pagar bien.
-Sí... Sí, Hasim. Lo siento.
-No, no Hasim. Amo. Yo amo. Tú no más Sara. Sara muerta. Tú Cerda. Mi Cerda. ¿Claro?
-Sí, amo.
Hasim, o mi amo como debía llamarle a partir de entonces, se acercó a mi y se sacó la polla en mitad de la calle.
-Abre boca, Cerda.
Obedecí tímidamente porque creía adivinar lo que venía ahora.
Mi amo metió su polla dentro de mi y comenzó a mearse
En el interior de mi boca.
Y sí, me lo tragué. En cierta forma, estaba interiorizando que mi cuerpo ya no me pertenecía, que le pertenecía a él, y que así debía ser.
Es nauseabundo, caliente y ácido.
También excitante a su sucia manera.
-¿Te ha gustado, Cerda?
-Sí, amo – respondí mientras me limpiaba los restos de orina de la boca.
-Serás mi retrete. - Me aseguró – Mearé y cagaré en tu boca, Cerda.
-Sí, sí, amo.
Me agarró del pelo tirando con fuerza para arriba.
Yo no entendía que había hecho mal o que falta había cometido.
-A la cara – Me dijo.
-Le serviré de retrete, mi amo. - Aseguré totalmente entregada.
Me dio un fuerte bofetón.
-Levantaté, nos vamos.
Obedecí sin rechistar.
Volví a coger mis cosas y le seguí como la perra que era hasta donde mi amo quisiera llevarme.
Tal y como había intuído nos dirigíamos a la residencia del padre Luis, el hombre que había metido en nuestro hogar a mi amo.
Yo me quedé atrás, medio escondida, intentando encontrar alguna buena excusa para explicar porque estaba ahí.
No hizo falta.
Acompañado de mi amo, el hombre al que conocía desde pequeña vino para inspeccionarme.
-Joder, pero si es Sarita. Quien lo iba a decir.
Se fijo sobretodo en mi cara y en mi pelo manchados por el semen de los vagabundos.
-Ya no Sara, ahora Cerda.
-Bien. - Dijo el anciano. - Tienes derecho a llamarla como tú quieras. La bautizaremos a su debido tiempo. ¿Y estamos seguros de que es una perra entregada? ¿De qué no va a desobedecer? No deseo obligarla a nada.
-Quítate vestido.
Hasim estaba visiblemente molesto por el comentario. Por lo poco que le conocía, sabía que poner entredicho su hombría no era nada bueno, sobretodo para mi.
Mis manos se fueron a las hombreras del vestido veraniego que cubría mi cuerpo y luego a la cremallera.
No tardé en quedarme desnuda en mitad de la calle.
Desnuda para mi amo y para un hombre que conocía desde niña y que nunca me pude imaginar como era realmente.
Mi amo me pegó.
Yo no me quejé, ni si quiera intenté acariciarme la mejilla y eso que me ardía de dolor. Seguía allí, inmóvil, en posición de sumisión. Debía mostrar obediencia ciega, más allá de la locura.
-Me la follaré esta noche y servirá para pagar la cama y el desayuno. No más.
-Tengo 20 hombres esperando para usarla mañana por noche. Dinero no problema.
-No me extraña con lo buena y joven que es la zorrita.
Se dieron las manos y de está forma el trato estaba cerrado.
-No tienes ni puta idea de las ganas que te tengo... - Me susurró al oído.
Me agarró del coño solo para asegurarse que estaba empapada.
Porque en el fondo, me encantaba.
Toda esa brutalidad, sadismo, verme tratada como si fuera menos que nada, como una mierda, me vuelve loca.
Es posible que el lector no lo entienda. Yo misma aún no soy capaz de comprenderlo. Pero sí sé que lo necesito.
Mi amo y el Padre Luis se dieron cuenta de este aspecto mío bien pronto. Mucho antes que yo misma.
El padre me condujó hasta una las habitaciones, la más alejada, con un dedo dentro de mi.
No voy a negar que disfruté del paseo. Desnuda en mitad de la noche, solo con las zapatillas, donde cualquiera podía verme, con el dedo de un anciano urgando dentro de mi.
Me invitó a que me pusiera a cuatro patas en la cama.
Tras ponerme una bola de goma en la boca y agarrarme fuertemente de mis caderas, comenzó a darme por culo.
-¿Qué creías? ¿Qué te lo iba a hacer normal?
Yo no creía nada.
Estaba ahí para ser usada.
Porque es siendo usada como disfrutó.
El viejo no se contuvó. Me agarró del pelo tan fuertemente que me levantó la cabeza y arqueó mi cuerpo.
Me cabalgó a base de bien. Demasiado bien para tratarse de un cura.
Terminado el polvo, el Padre Luis me ordenó volver con mi amo. Yo solo queria dormir y descansar, pero eso no era asunto suyo.
Lo que hiciera hasta entonces no era asunto suyo.
Ni si quiera podía vestirme porque mi vestido estaba tirado en mitad de la calle.
Atravesé la puerta desnuda, recién enculada y asustada, y me dirigí hacía allí.
Fue cuando me lo puse y me volví a sentir yo cuando me asaltaron las dudas.
¿Y si despertaba a Hasim? ¿Me dejaría entrar en ella?
No sabía que hacer, pero no podía quedarme en mitad de la nada.
Hacía allí encaminé mis pasos.
Mi amo estaba durmiendo.
Con verdadero pavor a despertarle, me senté en la acera y allí me quedé a dormir...
-Levanta, Cerda.
Me desperté sobresaltada.
Hasim, no, mi amo llevaba puesto únicamente un pantalón. Iba a levantarme cuando me lo impidió.
-Tu primer trabajo diario es besarme los pies, Cerda.
Sumisa a las peticiones de mi amo, acerqué mi cara a sus pies y se los besé.
-Pasa, pero recuerda lo que eres.
Me metí dentro de la habitación caminando a cuatro patas.
No hizo falta que me ordenara abrir la boca.
Lo hice porque sabía lo que se esperaba de mi.
Mi amo no tardó en meterme la polla y dar rienda suelta a sus necesidades.
Noté un sabor más fuerte en su meada que la última vez.
Había estado bebiendo.
-¿De verdad me crees religioso? - se burló.
Hasim echó un tragó de la botella de alcohol que tenía con él.
-También como cerdo. ¿Tienes problema?
-No, mi amo.
Por supuesto no se refería a cerdo como tal, se refería a que me iba a comer entera.
-Sube cama.
Me subí en ella y mi amo me rajó mi precioso vestido, el que había escogido para irnos juntos.
Me ató las manos y los pies en la cama y me mostró los instrumentos de tortura.
Porque iba a torturarme.
La tortura física, psicológica, sexual y sádica a la que Hasim me somete es una forma de demostrar su hombría, de reafirmar su dominio sobre mi.
Cuando por la noche me azotó el coño, mi zona más privada, como castigo lo noté. Él necesitaba esto mucho más que yo.
Hasim me colocó en la boca la misma pelota amarilla que el padre Luis había usado antes.
Y descargó en mi coño el primer golpe.
Y un segundo, y un tercero, y un cuarto...
Me corrí.
Como la puta guarra que era.
Me corrí.
Me corrí mientras me destrozaban el coño.
A Hasim no le hizo ni puta gracia.
-Tú no placer. ¿Entiendes?
Me golpeó con saña.
Me castigó duramente el coño, así como también recibí fustazos en los pechos, el vientre, las plantas de los pies o en la misma cara.
A continuación, me mostró la salvaje erección que este acto de violencia había provocado en él y se masturbó, bañando con su lefa mi vientre y mis pechos.
Hasim me desató pero yo no podía moverme.
Me dolía todo el cuerpo.
No me creía con fuerzas sufientes para aguantar otra sesión como esa.
Que tonta era...
No quería levantarme de la cama y no hice hasta que mi amo me llamó.
No logré encontrar mis cosas, así que caminé desnuda por la casa del padre Luis.
Ellos estaban en la cocina.
Yo entré sin taparme, ¿Para qué? Me tenían ya muy vista
-Hola, amo. Hola, padre Luis. Cerda está aquí.
-Tu amo necesita usar el retrete.
Así que me acerqué a él, me arrodillé, le saqué la polla, me la pusé en la boca, y delante de un hombre que me conocía de toda la vida, me tragué hasta la última gotita que salió de la polla de mi amo.

























Mi amo había decidido que esté era tan buen momento como cualquier otro para probar un culo que no siendo virgen, aún no tenía demasiado uso.
Me estaba penetrando encima de la mesa de comer, con mis piernas encima de sus hombros y mi cabeza colgando por el borde de la misma.
Sus penetraciones eran lentas, pero fuertes y seguras, diferente a la brutalidad habitual, como si por algún extraño motivo desconocido para mi estuviera respetándome o al menos intentando hacerme el menor daño posible, cuando simplemente podía clavarme su inmensa polla y destrozarme el culo con ella.
Yo por mi parte lo estaba disfrutando. Recuerdó que gemía, lenta y pesadamente al compas de las penetraciones de mi Amo y Señor, con la vista fija en el padre Luis que no se perdía ni una coma del espéctaculo que se estaba desarrollando delante de sus ojos.
Mi Amo al fin me la metió entera y yo clavé mis uñas en la madera de la mesa, por el dolor, por el placer que me producía tenerla dentro de mi cuerpo.
Me sentía una con él, unida a él, de una forma primitiva y tan animal como el sexo que estabamos prácticando.
El padre Luis se acercó a nosotros y me metió su polla en la boca dando rienda suelta a sus más oscuros deseos.
Y así, enculada y con mi boquita siendo brutalmente follada por un hombre al que hasta nada consideraba mi amigo, estallé de placer.
-Vas a tener que corregirla ese defecto, Hasim. Una perra no puede correrse sin el consentimiento de su amo.
Mi amo comenzó a follarme fuertemente el culo mientras yo soportaba las embestidas de ambos machos como buenamente podía.
Me estaban llevando a un punto de ruptura física y mental difícil de explicar.
Estaba agotada.
Estaba dolorida.
Estaba hambrienta.
Estaba siendo utilizada de forma inhumana.
Y no quería parar.
El padre Luis no tardó mucho más en correrse llenando toda mi boca de leche.
Me dio una fuertísima arcada, pero al ser incapaz de mover la cabeza líbremente, tuve que hacer el esfuerzo de tragármelo todo.
Mi amo no tardó mucho más en correrse también.
-Puedes ir, Cerda. Yo llamar si te necesitó.
Me levanté como pude de la mesa y comencé a andar en dirección a la cama. Estaba rota como no recordaba estar en toda mi vida.
-Y recuerda esta noche. Tú chupar mucho
-Sí, mi amo.
Era cierto. Si no recordaba mal esa noche me tenía comprometida con 20 tíos. Se me erizaron todos los pelos de la piel al recordarlo.
Caí a plomo en la cama, completamente agotada y me dormí en seguida.
-Despierta, Cerda. Es hora de cumplir con tus obligaciones.
-Sí, padre Luis.
Traía consigo un collar de perro así como unas muñequeras y tobilleras unidas por cadenas.
No tardó mucho en colocarme todo aquello.
No podía caminar salvo en pasos cortos por el interior de la casa.
Me conducía al patio de la casa.
Allí, dos palos horizontales, mi amo, un montón de inmigrantes y un brasero al rojo vivo me estaban esperando.
Por primera vez, deseaba escapar de todo aquello.
Por primera vez, no podía.
Supliqué.
Sí, supliqué que por favor no lo hicieran...
El padre Luis me empujó hasta el escenario que habían preparado para mi.
Ataron mis manos y mis pies en ellos de forma que quedaba con todo abierto.
Era poco más que unas tetas, una boca, un coño... Porque ninguno de ellos veía a la chica que estaba detrás. Ni les importaba.
Mi amo les había prometido un buen espectáculo.
Porque allí, delante de todos ellos, mi amo iba a matar a Sara y me iba a convertir en Cerda.
Y Cerda no podía poseer el cuerpo inmaculado de una chica de alta clase.
Mi amo cogió el marcador al rojo vivo con su marca y me lo plantó en la pelvis.
Grité.
Grité como nunca en mi vida había gritado antes.
Grité delante de un montón de hombres que lo único que hacían era reírse de mi.
Grité porque en alguna parte de mi todavía pensaba que esto era un juego.
No fue el único sitio donde mi amo dejó su marca.
Tras amordazarme, mi amo me hizo una segunda señal en la espalda.
Marcada a fuego, como una esclava, como el ganado.
Mi amo no estaba satisfechó con eso.
Me pinzó los pezones y los labios interiores del coño.
Es un dolor distinto, intenso y brutal, casi placentero.
Porque sentía placer de mi tortura.
Tras eso, mi amo me colocó una mordaza dental que impedía que mi boca se cerrará.
Los hombres allí reunidos hicieron cola, para uno detrás de otro, para follarse mi boca.
Los hombres fueron metiendo su polla a presión, sin miramientos, en una boca cada vez más y más reseca.
Pero no se corrían dentro de mi.
Se corrián encima de mi.
Pronto mi cara, mi pelo y mi pecho estaban bañados el semen de medio centenar de hombres.
No lo entendía del todo.
Hasta que acercaron una jarra llena con algo blanco y muy líquido.
Mi amo me tiró del pelo para levantarme la cabeza y me obligó a tragar una mezcla de semen y meados entre las risas de los presentes.
Para la segunda jarra notaba como mi vientre plano comenzaba a hincharse.
Mi amo no había terminado conmigo.
Comprobó son gusto que mis pezones y mis labios vaginales estaban hinchados y enrojecidos.
Acercó un punzón y me los perforó.
Una y otra vez.
A mi ya no me quedaban ganas de gritar.
Me adornó el cuerpo con anillas.
Y me soltó.
Las piernas no lograban sostenerme.
Y no había terminado.
El padre Luis traía consigo al perro más grande y negro que habia visto en mi vida.
Me obligaron a ponerme de nuevo a cuatro patas.
Le colocaron encima de mi.
Y me perforo el culo.
Y yo me corrí.
Me corrí como una loca sintiéndo su enorme polla dentro de mi, destrozándome viva.
Los hombres solo se reían.





Rota.
Literalmente rota.
Rota de cuerpo y de mente.
Mi amo ni si quiera se molestó en cambiarme de lugar. Me dejó allí tirada, inmovilizada, en posición fetal, con manos y pies encadenados, en mitad de un charco de meados.
Intenté retener el vómito que se abría pasó por mi garganta. Me aterraba la idea de que mi amo me lo hiciera tragar en uno de sus arranques de ira.
No pude.
Lo eché todo, o al menos, vomité gran parte del contenido de mi estómago.
Y me revolqué en mi propio vómito para tratar de tapar mi falta, para tapar mi vergüenza... Para no tener que tragármelo.
No.
La culpa, como si de agujas clavadas en mi carne se tratarán, empezó a invadirme.
Para una esclava, para una mujer que ha decidido entregar su cuerpo, su mente y su vida a la manos de un amo, hay algo peor que el castigo físico o psicológico y es decepcionarle de alguna manera.
Eso lo estaba descubriendo por mi misma.
Agaché la cabeza, abrí la boca y la llené de vómito, orines, mierda y tierra.
Y me lo tragué.
Bocado a bocado, hasta expiar mi propia culpabilidad.
Me desperté cuando sentí mojarse mi cara.
Giré mi cabeza con la boca abierta. No deseaba que ni una gota de mi amo se desperdiciará.
-Estás echa toda una tragona, Sarita.
No era él, era el padre Luis.
Y aún así no la cerré, tragándome todo lo que caía dentro de ella. Incluso el escupitajo que lanzó al terminar de mear.
Movió mi cuerpo de forma que quedé sentada, con las rodillas muy abiertas, totalmente expuesta a él.
(nota de la autora: es la posición que todos hemos hecho en clases de educación física para estirar. Pero es muy complicada de describir)
Me sentía sucia al extremo.
Mi piel, que hasta hacía dos días lucía blanca, cuidada e impecable, no había parado de recibir corridas de hombre, así como meados.
La sentía pringosa, enrojecida aquí y allá por culpa de los azotes recibidos el día anterior, y marcada con el fuego.
De mis pezones, rojos e hinchados, colgaban unos aros grandes y antiestéticos.
De mi coño colgaban un par de pesados cascabeles que tintineaban como me movía.
Y apestaba.
El olor nauseabundo que emanaba de mi era lo peor de todo.
No.
Eso no era lo peor de todo.
No quería ni imaginarme como tenía el pelo a estás alturas.
Siempre lavado y muy cuidado debía ser a estas alturas una maraña llena de mierda.
Y ahí estaba él, con la polla bien dura, mirándome.
-Te voy a demostrar para que sirve parte de lo que te hemos puesto, Sarita.
El hombre al que yo creía mi amigo se sacó del bolsillo una caja de cristal donde había una puta cucaracha, grande, enorme y muy negra.
-Por favor, por favor, no. Eso no.
Me calló de una hostia.
Chillé.
La fue bajando poco a poco hasta mi coño sin que yo la perdiera de vista.
Abrió la caja y me introdujó dentro del cuerpo esa maldita cosa.
A continuación me lo cerró.
Los cascabeles empezaron a bailar por los espasmos de mi cuerpo.
Podía sentirla, andando, hurgando dentro de mi.
-Saquela, por...
Me calló de otra hostia.
Chillé de nuevo.
-Le he dado un buen dinero a tu amo para utilizarte. Y puedes creerme, a él no le importas nada. Solo le importa el dinero que te pueda sacar.
Intenté calmarme. No me estaba contando nada nuevo, Hasim me estaba vendiendo desde la primera noche, cuando me cedió en el garaje de mi propia casa.
La puta cucaracha no paraba de moverse dentro de mi.
-Mírate como estás y solo ha pasado un día desde que le conoces, ¿Cómo crees que estarás dentro de una semana? ¿O de un año?
El padre Luis me agarró del pelo para forzarme a que me pusiera de rodillas.
Está vez no grité.
Él acarició uno de los cascabeles que colgaban de mi coño.
-Esto terminará deformando este bonito coño tuyo. Y los aros de tus pechos no te harán ningún bien, puedes estar segura.
-Será lo que mi amo quiera. - Pronuncié sumisamente.
Él me colocó una mano en la mejilla.
-Pero ahora tu amo soy yo, Sarita. ¿Y sí me apetece cortarte el pelo? A Hasim seguro que no le importa, pero, ¿Y a ti? Siempre has estado muy orgullosa de él, pero míralo ahora, huélelo. Apesta a mierda.
Había cogido un manojo para mostrármelo.
Yo no podía mirar.
Y la puta cucaracha no paraba de moverse dentro de mi.
-Pero si lo hiciera, no podría hacer esto...
Me tiró el torso contra el suelo, me colocó el pie en la espalda, y tiró de mi cabello con todas sus fuerzas.
Yo gemí de dolor.
-¿Te recuerda a cuándo te cabalgué? No fue hace mucho.
Volvió a tirar y yo a gemir.
No eran gritos de dolor propiamente dichos, mi boca emitía los mismos sonidos que durante el sexo.
-¿Te gusta esto?
Volvió hacerlo y respondí de la misma manera...
-¿Quieres más?
Estaba totalmente entregada al placer del dolor.
Empeñado es hacerme sentir el máximo posible, el padre Luis fijo los aros de los pezones al suelo. Y se pusó a tirar de nuevo.
Me los tensó tanto que creía que me los iba arrancar del cuerpo.
Pero no se trataba de un tirón continuó.
Apretaba y desaflojaba, apretaba y desaflojaba, como si me estuviera follando.
Yo gemía y gemía sin parar con cada tirón.
Y los cascabeles tintineaban con el constante balanceo estimulándome constantemente.
Y la puta cucaracha no dejaba de moverse dentro de mi.
Me corrí.
El padre Luis se detuvo al poco de notarlo.
Tras soltarme de los amarres de mi pecho, me hizo acomparle bien agarrada del pelo hacia el interior de la casa.
Dentro me estaba esperando mi amo.
-¿Portado bien?
-Se ha portado estupendamente.
Hasim colocó en el suelo un bolt de perros lleno de sobras, mierda humana y corridas de hombres.
-Tu alimento.
Yo me arrodillé, metí mi cabeza en el bolt, y bocado a bocado, me lo tragué.
Mientras, la puta cucaracha no paraba de moverse dentro de mi.


Licencia de Creative Commons

La perra de Hassim es un relato escrito por joaquín publicado el 14-03-2022 14:58:55 y bajo licencia de Creative Commons.

Ver todos los relatos de joaquín

 

 

45 No me gusta0
Comentarios  
Maria
0 #6 Maria 11-05-2022 17:43
Es muy erótico, sí. Muy fuerte y contiene muchos elementos excesivos...pero consigue poner,sí...
Pedro G.R.
0 #5 Pedro G.R. 28-03-2022 17:37
Brutal, mi más sincera enhorabuena al autor
jtm1111
0 #4 jtm1111 22-03-2022 13:31
Sí, lo sé, me pase bastante cuando escribí esto XD Fue en plena pandemia y bueno, me deje llevar.
Yania
0 #3 Yania 22-03-2022 02:13
Madre mia!! supera mis expectativas jejejeje, fuerte no, es fortisimo
jtm1111
0 #2 jtm1111 21-03-2022 16:19
Sí, pero no mola tanto escribirlo. Se hace muy cuesta arriba al utilizar la primera persona.
Sandal
0 #1 Sandal 21-03-2022 14:33
Junto con la vaca pura es lo más fuerte que he leído en esta web. Auténtica degradación y aberración pero que mola leer sin duda
PARTICIPA!! Escribe tu opinión

MÁS RELATOS

 Traicionado y esclavizado 5
 Escrito por Jorge Jog

 Situación límite
 Escrito por Zorra de Diego

 La caída III
 Escrito por Lena

 Amal, el tendero
 Escrito por Lena



   ACCESO USUARIOS

   
   
   
   BÚSQUEDA AVANZADA