Luna de Miel en Kenia-Maldivas VI
Escrito por Amocalabozo
CAPITULO VII
LA GOTA QUE COLMA EL VASO (II)
Al poco aparecieron tres de los hombres llevando una especie de sillas hechas de paja o algo así, aunque íbamos a comprobar que no era precisamente paja.
Nos cogieron del pelo, y nos sacaron a las tres de la jaula. A rastras nos llevaron hasta las sillas esas que habían dispuesto en el centro de recinto. Ya anochecía y pusieron unas antorchas por el suelo, con el objeto de encenderlas cuando hiciera falta.
Nos tumbaron en las sillas, y de inmediato notamos como pinchos en la espalda. Lo que era el asiento de las sillas, estaba formado por cañas cortadas en pico, vamos para hacernos cómoda la estancia.
Fueron apareciendo los diez, esta vez no estaba Francesco, y empezaron a follarnos con todas las fuerzas que podían. Los picos de las cañas se clavaban en nuestra espalda a cada vaivén que nos daban. Estaba claro que allí nosotras éramos agujeros para vaciarse ellos, y cuerpo para torturar, no se planteaban en ningún momento que tuviéramos algo de placer.
Nos fueron follando las veces que quisieron y por donde quisieron, haciendo comentarios vejatorios sobre cualquier aspecto de nuestro cuerpo Sobre todo nos estrujaban las tetas, mientras decían que se veían muy bien con tantos cortes.
Yo no podía más con la espalda, me tenía que estar quedando como un colador, con todos los picos clavados en la espalda, y me dolía el coño y el ano de los castigos que ya habían sufrido.
Se hizo noche cerrada, y encendieron las antorchas. Entre risas alguna comentaba que no le hacía falta ver, para encontrar el agujero de vacas que tenían estas putas. Encantadores. Todos se fueron corriendo, y se fueron a cenar, después de meternos nuevamente en la jaula.
“Whores, as we suppose that after this nice afternoon, you will be very thirsty, we are going to fill the bowls that you have there with drink”, dijo uno de ellos, que empezó a mear en los cuencos, igual que hicieron otros.
Llenaron bien los tres cuencos. Ahí estaba nuestra bebida. Prefería no pensar en cual sería nuestra comida. Tardaron un buen rato en volver, que a nosotras nos vino bien ya que pudimos descansar un poco.
Cuando salieron el que nos había meado en los cuencos se acercó, y dijo,
“Whores, I see that you haven't been drinking, but we have to take care of you, so that you stay hydrated, and also, eat something”.
Se metió de nuevo en la casa, y salió con unas gomas, con unos recipientes. Nos pusieron a cada una, una de las gomas en el ano, y con la ayuda de un embudo, nos fueron metiendo en el culo todo el meado que había en el cuenco. Nos avisaron de que no se nos ocurriera derramar ni una gota. Aquellos cuencos, por lo menos tenían 1 l. de capacidad, y estaban llenos hasta el borde.
A Pamela, la pusieron un tapón anal, después de llenarle el culo, a las tres nos pusieron una especie de bozales en la boca, que nos hacía mantener la boca abierta con una goma, que casi entraba hasta la garganta. Los tubos eran transparentes, supongo que para poder ver el flujo del líquido que corría por ellos. Una vez que Rocío y yo tuvimos también nuestros culos llenos, empezaron a removernos las tripas con las manos supongo que para que los meados entraran lo más adentro posible en nuestro intestino.
Luego, la goma que salía de mi bozal, se la metieron a Rocío en el culo, y la que salía de la boca de Pamela, me la metieron a mí en el culo.
Yo pude ver como un líquido amarillento y marrón, iba saliendo del culo de Rocío, y se dirigía a mi boca. No tardó mucho en llegar. Se me llenaba la boca, y no tenía otra opción que tragar. El líquido cada vez se fue haciendo más marrón, hasta que empezó a arrastrar, también, trozos de mierda, que también terminaron en mi boca, y también me trague, aunque pese a todo me dio tiempo a degustarlo. Que asco por dios.
La mierda de Rocío, cada vez fluía más por el tubo, hasta que llegó a llenarme la boca con ella. Supongo que a Pamela, le estaría pasando lo mismo, no lo veía. Tuve que hacer un gran esfuerzo para poder tragarme todo aquello. No sé lo que habría comido Rocío, pero aquello era vomitivo.
Los hombres jaleaban la salida de nuestras mierdas por los tubos, así como las caras que poníamos al tragarla.
Al final los tubos dejaron de traer ni liquido ni sólido. Aparentemente Rocío se había vaciado, y yo también.
Recuerdo una vez de chica, que un primo mío me propuso probar nuestras orinas, él la mía, yo la suya, y luego la propia, a ver si sabían igual o no. Realmente lo que quería era verme el coño y verme mear, pero cosas de la niñez, yo acepté, y lo hicimos. Me prometí a mí misma no volver a probar nunca la orina.
Y ahora me había tragado la orina de tíos que no conocía de nada, y encima la mierda de Rocío. Y esto ya no eran cosas de niñez, sino cosas del sometimiento. Faltaba Rocío por probar los residuos de Pamela. La quitaron el tapón, la metieron la goma del bozal de Rocío, y ahí pude ver bien todo el desarrollo del líquido y del sólido. Los trozos de mierda que circulaban por el tubo eran considerables, vamos todo el ancho del tubo, y diferentes longitudes, y bastante sólida para estar con líquido, aunque también pensé que no le había dado tiempo a deshacerse.
Cuando terminó Pamela de vaciar su culo, el tío nos dijo,
“Whores, now that you are all three meals, and drinks, I will tell you that we have organized shifts so that you do not lack entertainment during the night. Three men will take care of you while the rest sleep. After three hours, they will change. This way you will be active all night, otherwise you will get bored”.
Todo un detalle por su parte, pensé yo.
Los tres que se quedaron con nosotras nos sacaron de la jaula y nos llevaron al establo donde habíamos hecho lo de la rueda y los cristalitos.
Allí había ahora, bueno, quizás también antes pero no las vi, tres tablas colocadas juntas. Nos mandaron subirnos cada una a una, y tumbamos boca arriba.
Nos sujetaron las manos en la parte superior de la mesa, cada una en una esquina de la mesa.
Con un arnés, nos sujetaron por el estómago a la mesa. Lo apretaron hasta que literalmente no pudieron más. Nos cortaba la respiración, al menos a mi.
Por último nos sujetaron las piernas por las rodillas a los laterales de la mesa, quedando totalmente expuestas.
Nos pusieron en los ojos un aparato para mantenerlos abiertos siempre. Nos echaron unas gotas según dijeron de lágrimas artificiales. Todo un detalle...
A continuación, nos pusieron otro aparatejo en la boca, que igualmente nos la mantenía totalmente abierta.
Luego uno nos cogió de los pezones, estirando todo lo que podía las tetas, y otro nos puso unas bridas de plástico en la base de las tetas, cerrándolas a tope, incluso con el uso de unas tenazas.
Nos quedaron las tetas como globos a punto de estallar. Nos pusieron unos tubos con mangueras en los pezones, que por su funcionamiento eran succionadores. Los accionaron y empezaron a succionar los pezones, que al tener las tetas tan en tensión por la bridas, estaban enterrados en la teta y al succionarlos, al margen de un dolor considerable, al menos a mí me succionaba también la areola.
Siguieron implementándonos, como decían ellos.
Nos pusieron unos electrodos en la vulva, justo encima del clítoris, y en los muslos pegados a las ingles.
Acercaron y anclaron en la mesa una fuckmachine cada una. La maquinita, tenía tres brazos y los tíos fueron poniéndoles consoladores a las tres.
Tuvieron la gentileza de decirnos las medidas y grosores de cada uno.
Para el coño 4 cm de diámetro, 20 cm de largo.
Para el culo 5 cm de diámetro, 25 de largo.
Fuero enroscado el del culo en el brazo de abajo, el del coño en el medio, y en el de arriba, pusieron una pieza cilíndrica de acero de unos 2 cm.
Nos echaron un gel en el coño y en el ano, sin duda algún lubricante y luego echaron también a los tres consoladores.
Nos fueron metiendo los consoladores, culo, coño y el de arriba... Flipamos. Nos lo metieron en el meato. Si, en el agujero de hacer pis.
Dijeron que estábamos listas y pusieron en marcha las maquinas.. Los consoladores, empezaron a entrar y salir lentamente de los tres agujeros donde se habían colocado.
De igual manera, empezamos a sentir las primera descargas eléctricas en el coño.
Los tipos, con una vara en la mano, se dedicaban a azotarnos donde querían, tetas, tripa, muslos, coño, …. Pero no eran azotes para que los notáramos. Eran dados con todas sus ganas. En mis tetas, por la presión de las bridas, la succión de los pezones, y ahora los azotes, estaban consiguiendo al margen del causar un daño grande, que los cortes de los cristales, se activaran, yo creo que incluso abriéndose un poco más.
Los consoladores seguían a un ritmo lento, y el del meato, cada vez entraba más ensanchándome la uretra. Pero su ritmo de avance, era mucho más lento, al menos mientras estuviera ensanchando.
De vez en cuando el tío nos escupía en la boca, y nos decía que teníamos que beber algo.
Comencé a sentir como los consoladores del coño y culo al margen de aumentar su ritmo, empezaban a girar .
El ritmo siguió aumentando sin parar. Aquellos consoladores entraban en mi coño y culo a una velocidad endiablada mientras giraban dentro de la vagina y el ano.
El del meato ya había entrado por completo en la uretra y ya follaba también el conducto aunque con manos rapidez que los otros. El tío seguía azotándome. Los varazos eran intensos, y casi todos en la misma zona. Seguro que ya había hecho marcas.
Para nosotras era muy complicado medir el tiempo, pero supimos que habían pasado 3 horas, cuando pararos las maquinas, y se cambiaron los tíos.
“Lindo espectáculo”, dijo uno de los nuevos, “¿las habéis lubricado?”.
“Al principio”, contestó uno.
“Se les van a abrasar los agujeros”, dijo el nuevo.
“Estas putas están en celo, tienen el coño encharcado, seguro que se han corrido más de una vez, pese a que les hemos dado fuerte”, le dijo el que se iba.
“No te digo que no tengan el coño mojado, ¿pero el ano y el meato?”, hay que lubricárselo”, dijo en nuevo lubricándonoslo él.
Cambiaron los dos consoladores, del coño y culo y pusieron otros más gordos y largos y con irregularidades. Nos dejaron el del meato, parece que era el más gordo que había. Nos echaron una gota de lagrima en los ojos, y a seguir.
Accionaron las maquinas nuevamente, y ahora desde el principio a máxima potencia. Estos siguieron con las corrientes, con los consoladores a tope, y con los azotes, en todos lados.
Ya hacía tiempo que no nos quejábamos, nos dolía todo, y ahora encima con el culo abierto a tope con el consolador, girando todo dentro y con las irregularidades, de verdad que no sabía cómo iban a quedar nuestros cuerpos, después de aquella sesión de tortura, y aún quedaba más de medio día de sufrimiento.
Realmente no entendía el porqué de todo aquello, Vale que quisieran follar, incluso que les gustara dar cachetes, pero todo aquel material, todo aquel despliegue, solo correspondía a un comportamiento totalmente sádico. Yo tenía claro que había que intentar llegar al medio día de mañana enteras. Con eso ya me conformaba.
Como novedad, estos incorporaron al consolador del meato un electrodo más. Ahora las corrientes estaban recorriendo todo el aparato reproductor. Me temí que quedara dañado. Los gritos a cada descarga, era profundos, los que dormían se iban a levantar muy cabreados porque no les habríamos dejado dormir con los gritos.
Estos echaban de vez en cuando, unas gotas de lubricante en los consoladores del coño y culo. Realmente escocían enormemente ambos agujeros, y el lubricante, algo lo paliaba.
Y llegamos a otro cambio de turno, y esta vez fueron cuatro los que acudieron para completar los diez.
Cambaron los consoladores nuevamente, poniendo uno para la vagina, que por lo menos tenía 6 cm de grosor, aunque no era más largo que el que habíamos tenido.
En el culo igual. Era impresionante ver, sobre todo en el culo con la facilidad que entraban. Yo creo que hubiera entrado cualquier cosa.
Y así estuvimos hasta que se hizo de día. He de decir, que, por la noche, y supongo que, por los efectos de las corrientes, y tanto uso de agujeros, las tres nos habíamos meado y cagado.
Teníamos un aspecto peor que lamentable.
Nos soltaron de las mesas, quitando antes todos los aparatos que nos habían puesto antes. Sobre todo el de los ojos y la boca, resulto casi más incómodo estar sin ellos que con ellos puestos.
A mí me costaba mover las mandíbulas, veía borroso.
Nos pusieron a las tres de pie y cogieron una manguera, y empezaron a asearnos, como decían ellos. Chorro de agua a presión que erosionaba aún más las heridas de los cristales, látigos y vara.
Cuando estuvimos limpias, nos mandaron empezar a correr. Nos fallaban las piernas, pero o corríamos o latigazo.
Cuando terminamos el ejercicio, nos encontramos con la sorpresa de que nuestros maridos, el de Solé y Francesco, se habían unido a los hombres, con lo que ahora eran quince. Y se pusieron a follarnos todos.
Hacían comentario del estilo,
“When husbands stick their dick in these sluts' pussies or assholes, they'll think they're putting it in an empty glass. What pieces of holes are left”.
No nos lo veíamos pero si mirábamos los de las otras, nos hacíamos una idea de cómo estarían los nuestros.
Los quince nos follaron nuevamente coño y culo.
Cuando terminaron, nos dijeron que nos habían preparado un jueguecito, para terminar de agrandar nuestros agujeros de mierda. Pero que el juego iba a ser una competición entre las tres. Consistía en meterse una serie de consoladores primero en el coño y luego en el culo, en el menor tiempo posible. Ganaría la que antes terminase. En caso de empate, ganaría la que más se hubiera metido el último consolador. Miedo me daba pensar como sería.
A la ganadora, no le pasaría nada, las otras dos recibirían 100 latigazos cada una. Madre de Dios, pensé, nos van a arrancar la piel a latigazos.
Nos llevaron de nuevo al establo. Allí sobre una tabla había 5 consoladores, al cual más monstruoso. Tenían puesto un papelito con las medidas, el primero polla negro 30 x 6 cm.
El segundo polla dragón 20x7,5 cm.
El tercero polla caballo 40,64 x 7
El cuarto trompa elefante 35 x 8
El quinto tres anales 5 x 100 cm
Increíble.
"Vamos a ver quién empieza, ya que la última tendrá ventaja, al haberlo mojado antes las otras dos. Para ello os vamos a abofetear. La primera que caiga KO, empezará, la segunda, pues irá en segundo lugar y la tercera, será la última", nos dijeron.
La locura de aquella gente no tenía límites.
Para hacerlo más divertido para ellos nos pusieron a las tres en fila y ellos se pusieron cinco delante de nosotras uno detrás del otro.
Se alternaron diestros y zurdos o ambidiestros.
En mi grupo estaba el marido de Solé, y Álvaro. En el de Pamela, Julio, su marido, y en el de Rocío su marido y Francesco.
El que llevaba la voz cantante dijo,
"lets go"
La primera bofetada en mi mejilla izquierda me hizo tambalearme, pero aguanté el tipo. La segunda un zurdo, en la otra mejilla, el tercero era Álvaro, diestro en la mejilla izquierda. El hijo puta me dio tal ostia que caí en redondo al suelo, pero no inconsciente, por lo que me levanté y me volví a colocar. El cuarto, zurdo, en la mejilla derecha. Me ardía la cara. Estaba empezando a marearme. El quinto, el marido de Solé, ambidiestro, me dio dos seguidas en las dos mejillas. Me volví a desplomar.
Cuando volví en sí, me dieron algo a oler, me dijeron tu empiezas puta.
Me había tocado el premio gordo.
Afortunadamente se habían corrido dos o tres en mi coño, y tenía el semen de lubricante.
Realmente deberíamos haber imaginado como iba a terminar aquello, pero bueno, lo vamos viendo.
Yo me metí los consoladores todo lo que pude. En la vagina era imposible meterse todos enteros, por la medida de la vagina, y en el ano, lo que entraban.
Para el último el anal de sólo un metro de largo, pidieron ayuda a los maridos.
Nos los fueron introduciendo por el culo. Los hombres les decían, empujar tienen que entrar enteros. Yo no notaba mi ano, supongo que estaría tan abierto, que estaba insensible, pero si notaba el consolador adentrándose en mis tripas.
"Empújalo más, que no se vea", oí decir a uno de los tíos.
"Ya", dijo Álvaro.
Imposible, no me podía haber cabido todo aquel bicho dentro. Un metro de consolador.
Pero si, el consolador era lo suficientemente flexible como para recorrer los intestinos haciendo sus curvas.
Los diez tipos, hicieron un numerito, haciendo que deliberaran y nos dieron su conclusión. No había ganadora, o sea que las tres perdíamos, y las tres seríamos azotadas. No había que ser muy lista para imaginarlo.
Cogieron unas cuerdas, y nos ataron las tetas a las tres. Cada teta por separado. Luego hicieron un nudo con las cuerdas de las dos tetas de cada una.
Ataron una cuerda al nudo hecho, y la pasaron por una viga del establo. Apenas tendría dos metro y medio de altura. Lo suficiente.
Una vez pasadas las tres cuerdas, tiraron de los extremos libres, hasta que nos quedamos colgando de las tetas. Tal cual.
Los brazos eran un estorbo para sus planes, pero no, no nos los cortaron. Una cuerda a cada grillete de las muñecas, y los brazos extendidos en cruz. No influía para nada en el peso que soportaban las tetas, y les dejaba el cuerpo libre para los azotes. 100 nada más. 100 latigazos.
Aguanté los cinco primeros. Luego, desperté en la cama del hotel. No me pregunten como llegué hasta allí, está claro que me llevaron, pero no se ni quien ni cómo ni cuándo.
CONTINUARA
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