Dominada en el baño turco
Escrito por dereck
Rosa accedió a la recepción del spa, y la chica encargada del mostrador le dijo de forma automática, casi como una máquina:
-lo siento, el spa esta reservado hasta la próxima hora
-Si, lo se.. estoy invitada. –Y señaló su nombre en una libreta donde solo había otro nombre apuntado, en de él.
Hacía tiempo que él se había convertido en algo mas que un amigo. Casi como un juego, había descubierto su instinto dominador. Y ella, seducida por probar nuevas experiencias, se había entregado a sus caprichos. Había roto mucho de sus tabús y, en cierta forma, él le estaba haciendo vivir y disfrutar sus mas oscuras perversiones. No eran novios, ni pareja ni nada por el estilo.. solo amigos, de esos que de cuando en cuando salen a tomar unas copas, solo que sus copas eran sexo, duro, imaginativo, depravado…
Ya hacía tiempo que él parecía tenerla olvidada. En ese tiempo había tenido un par de relaciones con unos chicos… sexo normal. Aburrido. Así que finalmente se decidió a llamarlo. El parecía hacerse rogar, era su propio ritual de apareamiento, y ella, casi degradada a suplicarle un encuentro. Finalmente él accedió, pero le advirtió que sería mucho mas de lo que hasta ahora había vivido.
Unas semanas después la citó. Era un spa. Las instrucciones eran claras, la esperaba en la sala del baño turco. Era un lugar muy peculiar. Por ratos se imaginaba follando en aquella habitación, a escondidas de que en otras piscinas podía haber gente, que los podían pillar. El hacerlo en un sitio público era algo que la excitaba y él lo sabía.
El hecho de que el spa estuviese reservado solo para ambos le quitaba el morbo de poder ser descubiertos, aunque en parte eso la tranquilizó. Se despojó de la ropa, dejándola en la taquilla, y accedió a la ducha previa solo con su bikini. Dejó que el agua escurriera por su delgado cuerpo y abrió la puerta de madera que daba acceso a la sala turca.
De inmediato, el aroma mentolado le inundó hasta los pulmones. No tardo ni un segundo en vapor en pegarse como una segunda piel. Apenas podía vislumbrar unos centímetros por delante de ella, por lo cual no sabía si se encontraba sola aun en el lugar. Notaba ya la piel mas suave, y se atrevió a saludar
-¿hola? ¿estas aquí?
No fue capaz de verlo venir, hasta que la sombra de su mano estaba ya sobre su propia cara para propiciarle un bofetón, que fue mas sonoro que doloroso.
-Desnuda, ya
Conocía aquella voz. La voz de él podía ser dulce y melosa, pero cuando comenzaban el juego se volvía grutal y aspera, una voz de macho que la excitaba. Le costaba entender como podía ponerse tan caliente cuando la trataba como a una perra, pero asá era. Y obedeció desprendiéndose primero de la parte superior de su bikini, dejando al descubierto sus pequeños pero firmes pechos. Ella apenas podía vislumbrar la silueta de su amante, asá que dudaba que el pudiera apreciar ningún detalle de un cuerpo que, por otra parte, conocía muy bien. Después se bajó las braguitas y quedo desnuda, tal y como a él le gustaba tenerla. Siempre la observaba, como si analizara la mercancía, evaluando si su perra merecía ser follada. Y ese juego previo la excitaba y la volvía tan loca que ardía por saltar sobre él y comenzar a follárselo.
El la rodeo varias veces, en aquel bosque de vapor no era mas que una sombra, de no ser por su voz, podría ser cualquiera. Un buen bofetón en la nalga del culo, duro, fuerte, seco, de los que dejan rosada una piel especialmente sensible por el vapor, rompió el silencio y le hizo gemir. Luego fue otro mas, y uno mas. Rosa se mantenía en pie, firme, recibiendo los azotes sin poder dejar de gemir con cada golpe. Un dedo comenzó a recorrerle la espalda, bajando por su columna, introduciéndose en la raja de su culo hasta penetrarla el coño sin miramientos. Estaba muy mojada, muy excitada. El dedo se retorcía en el interior de su vagina. Cuando estuvo satisfecho sacó la mano que la llevó frente al rostro de Rosa. Ahora si podía distinguir bien su dedo. Ella sabía lo que esperaba de ella y no se resistió. Comenzó a lamer el dedo, con todo el erotismo que podía. Eran sus propios fluidos vaginales los que saboreaba, pero su objetivo era excitarlo a él para que la tomara con ganas. Se introdujo el dedo en la boca y como si fuera una polla, comenzó a chuparlo con ansia.
Cuando él quiso, recuperó su mano, y acaricio la mejilla con suavidad, aquel gesto era casi como si saludara a un perrito que se ha portado bien, hasta que lo recompenso con otra bofetada.
Él desapareció entre el vapor un instante. Cuando regresó, lo hizo todo de forma rápida y experta. Llevó las manos de rosa a su espalda y una soga se enrosco en sus muñecas. La cuerda apretaba mucho, y con la piel tan delicada del baño turco, el roce de la fibra se notaba mas intenso. Después fue su cuello el que quedo vestido con un collar del cual colgaba una corta cadena. Ahora empezaba el juego, ya la había aceptado como a su perra. Y Rosa ansiaba tener su castigo, aquella virilidad que la follaba como un demonio. Para su sorpresa, y excitación, esta vez no le iba a permitir gritar, pues de inmediato una mordaza de bola ocupo su boca.
El tiró de la cadena forzándola a levantar el cuello y acercar su rostro al suyo. A tan poca distancia pudo ver sus ojos lujuriosos, y se imaginaba la enorme erección que debería tener entre las piernas. Le excitaba sentirse tan deseada. Y esa excitación se reflejaba en sus ojos ávidos de sexo. El acercó aun mas su rostro al suyo propio, y pasó su lengua por la comisura de sus labios. Con la bola en la boca no podía besarla, pero su lengua parecía recoger las babas que emanaban de sus labios y disfrutar bebiéndolas. Por unos instantes, su lengua mojaba su boca, hasta que desapareció la presión del collar y rosa recibió un nuevo bofetón.
Él desapareció otra vez unos instantes y regresó con mas cuerda en sus manos, o así lo intuía la silueta oscura. Pero fue ese momento cuando los ojos de rosa se abrieron tanto que no daban mas de sí. Junto a él, había otras dos siluetas de gran tamaño. Dos hombres mas. Quiso gritar, protestar, pero su mordaza lo impedía. Trató de girarse y salir en un arrebato, pero ambas siluetas la atraparon por cada lado. Trató de verlos, pero el vapor solo le dejaba ver dos sombras de gran envergadura. Ella apenas era una muñequita de trapo para ambos hombres. Los cuales, siguiendo las instrucciones de él, la manejaron flexionando sus piernas. El utilizó las cuerdas y en solo unos segundos Rosa tenía los muslos atados y pegados a los gemelos. La cuerda estaba muy firme, fuerte, se le clavaba en la piel hasta casi cortarle la circulación. Fue puesta en el suelo pero en su estado, solo podía estar en cuclillas. Tras unos instantes aguantando la posición, cedió y cayó de rodillas a los pies de los 3 hombres. Nuevamente él desapareció para regresar. No parecía prestarle atención a Rosa mientras trabajaba. Frente a ella, colocó en el suelo una base que se pegaba al piso, fijándose con una potente chupona. Rosa miraba fascinada sin poder moverse, ni hablar, ni siquiera patalear. Y sobre la base, él acopló una enorme polla de juguete. Era realmente enorme. Su tamaño debía de estar próxima a los 30 centímetros. Pero lo que más le inquietaba era un grosor, mas propio del pene de un animal que de un hombre. El se afanó con una crema para lubricar un poco aquel juguete.
Tras chasquear los dedos, ambos hombres tomaron a rosa por los hombros y la levantaron en el aire con insultante facilidad. Él dirigía la operación. Con suma delicadeza dejaron a rosa en cuclillas en el suelo, y él se encargó de que la base del pene quedara justo en la entrada de su vagina. Tras soltarla, Rosa trató de apartarse pero los hombres la sujetaron y no le permitieron cambiar de lugar. Estaba en cuchillas, su peso sostenido tan solo por los dedos de sus pies, y aquel monstruo empujando la entrada de su vagina. De fondo escuchaba comentarios a los que no le prestaba la atención “ya veras como a la muy puta le entra entera”. En su fuero interno se debatía entre la tensión de sentirse empalada por semejante miembro y la excitación, siempre había leído historia y visto fotos de mujeres siendo folladas por algo así de brutal. Pero aunque hubiese querido dejarlo, no podía. Los músculos de los pies fueron diciendo terreno al peso, y según iba bajando, aquella polla se iba introduciendo en su vagina. Noto como sus labios se abrían golosos, pero como su piel se tiraba hasta el limite para dejar paso. Se notaba llena por dentro. Trató de incorporarse pero las cuerda no la dejaban y sus fuerzas se esfumaban. Cuando por fin el capullo entro en su coño, forzándolo, soltó un gemido de placer y su cuerpo se rindió, cayendo y siendo penetrada de golpe por toda la longitud de aquel diabólico juguete.
Por un momento rosa se quedó quieta, sintiéndose casi empalada pero increíblemente excitada. Los tres hombres la observaban ahí. Y ella comenzó un suave vaivén, lo que sus cuerdas apenas le permitían. Se avergonzaba el pensar que en el momento de caer sobre aquella polla se había corrido. Pero quería mas y trataba de moverse, con mucha dificultad.
El se agachó y se acopló a su espalda. Chasqueo los dedos y los hombre comenzaron a trabajar lo que evidentemente tenían pactado. Soltaron las ataduras de las muñecas de rosa, que por un momento sintió una sensación de alivio, pero apenas le duro unos instante cuando volvió a ser atada. No podía ver donde habían sujeto sus cuerdas, pero ahora sus brazos estaban estirados a ambos lados. Los hombres se bajaron sus bañadores y colocaron sendas pollas, erectas y ya húmedas, en las manos de rosa. Ella, nunca había estado con mas de un hombre a la vez. Y en cualquier otro momento habría expresado sus quejas, aunque la mordaza se lo impedía, ahora ella solo quería disfrutar de aquella experiencia. Asi que obediente, agarró ambas pollas por sus troncos y comenzó a masturbarlas. Atada como estaba no podía hacer mas que mover sus manos y masturbarlas. Aunque era vagamente consciente que en aquella posición, si se corrían, caería todo sobre su cuerpo.
Sus pensamientos desaparecieron en el momento que él la tomo por detrás y comenzó a empujarla y elevarla. Para dejarla caer y volver a elevarla. Asi aquella monstruosidad de polla que tenía en su interior la fue follando. En tanto él la recompensaba con un buen azote en el culo. Aquellos azotes, con la sensibilidad de su piel, y el aparato en su coño, eran muchos mas intensos que cualquier otro que hubiese recibido. Pronto llegó a otro orgasmo, y sus gemidos se acompasaban con el movimiento de sus manos, frotando aquellas pollas como si no hubiese un mañana. Los hombres no se corrían, ella si. Pero rápidamente él la alzó y su coño quedo libre de la polla gigante. Casi noto el aire rellenándola.
La tumbaron en el suelo, desataron sus manos y sus piernas. Y quedo tumbada, extasiada. No había respiro. Uno de los hombres abarró sus piernas, las elevó, y clavándole los dedos en las caderas, la penetró con una embestida salvaje. Cuando trató de reaccionar, se encontró con sus manos sujetas al suelo, aprisionadas por él. El tercero de los hombres se sentó sobre su pecho, dejándola casi sin aliento. La agarró del pelo. Él le quito la mordaza. Y sin tiempo a tomar aire, la bola fue sustituida por la polla del hombre.
Durante un buen rato estuvieron follándola asá, hasta que al tiempo, mientras él seguía sujetando sus manos contra el piso, los hombres se cambiaron los papeles. Una nueva polla entro en su coño y otra en su boca. La primera la follaba con una fiereza animal, estaba a punto. La segunda estaba muy mojada, se había corrido en su coño y ahora ella solo limpiaba los restos de su semen. No había notado aquella corrida, sumergida en su propio placer.
El tiempo pareció detenerse. Supuso que el segundo hombre se había corrido cuando ambos se levantaron y desaparecieron en la oscuridad. Ella quedo extasiada sobre el suelo.
Él la tomo en brazos, de forma amorosa y camino saliendo de aquella habitación. Sus cuerpos sudaban. Ella solo se dejaba llevar. Y fueron hasta la ducha donde ató sus manos a la barra superior. De pie y de espaldas, sus manos se apoyaron en el frio azulejo de la pared. Él encendiá la manguera a toda presión, y varios chorros de agua hidromasaje salieron disparados, golpeando con agua fría varios puntos del cuerpo de ella. El contraste de la calidez melosa del baño turco, al agua fría, la espabilo, haciéndole soltar un gemido.
Pero poco pudo gritas cuando la mano de él le tapo la boca. Y de inmediato, sintió su polla penetrándola desde atrás. El la azotaba con la otra mano en las nalgas, con cada embestida. Ahora, dejado llevar por la pasión del momentos, sus azotes eran mas seguidos, mas fuertes. Notaba encenderse la piel de su culo, enrojecerse, gemía pero él ya era ese animal ávido de poseerla. De tanto en tanto, tiraba de su pelo, obligándola a levantar la cabeza. El agua de la ducha caía con presión en su cara, dejándola sin poder respirar. La soltaba, para que tomara aire y volvía aplicar sus azotes mientras seguía taladrándola con sus embestidas. Estaba agotada, quería que llegase pronto a correrse, y aun así su cuerpo pedía un poco mas, una ultimo orgasmo estallaba de manera traicionera en su interior. Él lo noto, le excito y la penetro con mas brio aun, la golpeaba aun con mas rapidez, le metía aun mas la cabeza en el agua, y en algún momento, el animal que llevaba dentro estallo en un brutal orgasmo.
Unos minutos después, el la llevo hasta un jacuzzy burbujeante. El tacto de aquel agua cálida en su cuerpo fue un estallido de sensaciones como nunca antes había sentido. Y se sumergió en un placentero éxtasis.
|