De chica a esclava (El final)
Escrito por Pandora
El sol brillaba de nuevo a través de los cristales, iluminando con hermosos colores los distintos rincones de la habitación. Todavía me quedaba un halo de esperanza, pensando que alguien vendría a rescatarme de aquella pesadilla sin fin, pero el sentir cómo se movían las caderas de mi captor, me hizo volver a una realidad que no quería seguir viviendo. Cerré los ojos por unos instantes, pensé que todavía podía fingir estar dormida, pero el escozor ocasionado por las penetraciones en mi dolorida vagina, y el estiramiento de pezones, hicieron que abriera los ojos y gimoteara de dolor.
Desató nuestras cinturas, se colocó encima de mí, y movió sus caderas como alma que lleva el diablo, provocando que de mi garganta salieran sonidos guturales teñidos de dolor. Una y otra vez, aguantaba sus penetraciones fuertes y profundas, notaba que le ponía cachondo el ver cómo sufría, y para mi mayor horror, sentí un chorro caliente inundando mi vagina otra vez. Quería realmente preñarme y hacerse sentir como su vaca, sólo deseo que no lo consiga.
Después de soltar los últimos chorros, se desplomó sobre mi espalda, aplastando mi pequeño cuerpo dolorido por el maltrato de los días anteriores, pero pobre ilusa de mí, que eso era poco comparado con lo que me esperaba. Entraron dos hombres en la habitación, y sin esperar a recibir ordenes, me cogieron por los brazos y me llevaron a una enorme sala, la cual estaba decorada con gran cantidad de cosas. Era como una gran mazmorra de las que había visto anunciar en algunos sitios.
Me recogieron el pelo en una sencilla trenza, me pusieron un collar de metal que pesaba demasiado, y unas muñequeras y tobilleras del mismo material. Me hicieron arrodillarme en el suelo, y ponerme en una posición concreta, la verdad es que yo no decía nada, simplemente me estaba dejando hacer, apenas tenía fuerzas ya para luchar. Uno de los dos gorilas, me dijo que no me moviera y esperase, que mi dueño llegaría ahora.
Esperaba nerviosa por no saber lo que aquel loco me haría esta vez, tenía miedo de que me pasase lo mismo que a mi madre, todavía quería vivir, en mi interior algo me decía que esto acabaría algún día. Mientras estaba distraída en los distintos pensamientos que rondaban por mi cabeza, escuché un enorme ruido, la puerta se había abierto. Ahí estaba él, con sólo unos vaqueros puestos, y con una sonrisa en la cara, que pronto se le saldría de ella, si seguía creciendo.
Bueno perrita, es hora de que tú y yo juguemos, ¿no te parece? -Paseaba por la habitación, tocando las distintas cosas que en ella había-. A partir de ahora me llamarás Amo, porque soy tu dueño.
No eres nadie, sólo un maldito loco que mata a la gente, y me retiene contra mi voluntad -Estaba enfadada, ¿quién se había creído?-.
Llegó el primer guantazo de los muchos que caerían a lo largo de ese día, se veía que mi frase no le haba gustado, y un atisbo de enfado, podía verse en sus ojos. Respiró una vez de forma profunda, como si intentase absorber todo el oxígeno de la habitación, para intentar calmarse otra vez.
Espero que no se te ocurra volver a desobedecer, no me gusta que me lleven la contraria, aunque siempre ha tenido su punto, el que fueras algo rebelde. -Soltó unas pequeñas carcajadas-.
Sabes… Me rindo, has ganado. Ya no puedo más, no puedo luchas más contra ti. -Las lágrimas rodaban por mis mejillas, para luego alzar el vuelo hasta el suelo-.
Por fin lo has entendido perrita, ahora ya eres mía. Disfrutarás de esto, y algún día me querrás como es debido. -Se puso serio de repente.
Cogió un pequeño bote blanco, y algo de comer, que me puso en un pequeño cuenco delante de mí para que comiera algo, mientras él se dedicaba a echarme por el cuerpo el brebaje que tenía en el bote que ahora llevaba en las manos. Agradecí que untara por mi cuerpo aquel brebaje, pues me resultaba calmante para el dolor, y además, me daba pequeños masajes circulares, para relajar los músculos de mi cuerpo.
Cuando acabó con la crema y vio que yo había terminado la comida, me acercó un vaso de agua con una pequeña pastilla. Abrí la boca, cogí la pastilla, y con el vaso de agua, me la tragué, devolviéndole después el vaso. Lo dejó en una pequeña mesilla que había al lado de una gran silla, en la cual se sentó, y me miró profundamente.
Ven aquí perra, ahora. -Tenía el semblante más serio que había visto en él hasta ahora, daba miedo-.
Sí Amo.
Lentamente fui a cuatro patas hasta donde él se encontraba, no me levanté, porque no encontraba las fuerzas para hacerlo, y el collar pesaba demasiado. Cuando ya estuve ante él, tiró de la pequeña argolla de mi collar, y me acercó a su entrepierna, aplastándome la cabeza contra ella, obligándome a respirar su repugnante olor. No quería hacerlo, pero sino moriría sin aire, así que la olí sonoramente, y él me dejó poder despegar la cabeza de su entrepierna.
Con una leve sonrisa, y una sola mano, desabrochó el botón del pantalón, para después bajar la cremallera, y así dejar paso a su polla de buen tamaño. Se le notaba que estaba algo dura, pero la mayoría estaba morcilla, con mucho trabajo por hacer, para que ese hombre, acabara de empalmarse lo suficiente. Sabía perfectamente lo que me tocaba hacer, quería que se la chupara, pero a mí me daba mucho asco, yo no quería hacer eso.
Ante la duda que pasaba por mis ojos, él me propinó otro guantazo, que me sacó rápidamente de las dudas. Abrí mi boca, saqué la lengua, y comencé a pasarla de arriba a bajo por todo el tronco, sabía muy raro, pero eso no me podía detener, o las consecuencias serían peores. Subí hasta la punta de la polla, pasé mi lengua en círculos haciendo distintas presiones, y después, metí la cabeza dentro de mi boca.
Notaba un pequeño liquido, que pasaba por mi lengua, succionaba con fuerza ese líquido y la punta, moviendo la lengua de arriba a abajo, y haciendo círculos en el agujero. Podía ver cómo él cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás, disfrutando de mi boca sobre su polla. Posó su mano sobre mi cabeza, instándome a que continuara metiéndola, así que sin hacerle esperar más, abrí mis labios, y metí poco a poco su polla en mi boca hasta tocar con mi nariz su cuerpo. Aguanté varias arcadas, sabía que eso a mi novio le encantaba, y después la saqué para poder tomar aire, pero las babas producidas, me seguían conectando con ella, así que las tomé con las manos y me puse a masajeara, subiendo y bajando mi mano cerrada por ella, haciendo una fricción placentera.
Volví a acercarme a ella, y la metí hasta el fondo de mi boca, pero esta vez movía mi cabeza, hacia delante y atrás, para sacarla y meterla, primero lentamente, aprovechando para mover la lengua, pero poco a poco iba aumentando la velocidad, aprovechando a apretar mis labios al sacarla, dándole un gran placer. Decidió tomar las riendas de la mamada, por lo que agarrándome del pelo, me movía la cabeza a su antojo y placer, así que simplemente abrí mi boca y garganta, para dejarle llegar hasta donde quisiera.
Las babas no paraban de escaparse de entre mis labios, por la comisura, y resbalaban por todo mi cuerpo, por mis pechos, por mi vientre, por mi coño, hasta llegar goteando al suelo. No sé cuanto estuve en esa posición, pero sí tengo claro que ya me dolía la mandíbula, y para mi consuelo, poco después paró. Me provocó cierta tos, que me hizo sacar mas babas, y escupirlas directamente sobre el suelo.
Se puso en pie, enganchó una pequeña correa a mi collar, y me estuvo paseando a cuatro patas por toda la sala. Había una gran cama, vestida con sábanas negras que parecían de muy buena calidad, una cruz, un potro, unas cadenas colgantes, unos ganchos en el techo, unas estanterías llenas de objetos, una mesa, y muchas más cosas. Tiró de mi cadena hacia arriba, así que me intenté levantar, pero al verme temblar un poco, me ayudó a acabar de ponerme de pie.
Enganchó mis manos a la parte de arriba de una de las cadenas, dejando mi cuerpo bien estirado con los brazos hacia arriba, y tocando con las puntas de mis pies el suelo. Se acercó a una estantería, cogió un flogger, y comenzó a azotar mis blancas nalgas, enrojeciéndolas poco a poco, tornándolas en un color rojo carmín.
Azote tras azote, de mi garganta salían pequeños quejidos, pero eso no le detuvo, pues fue subiendo por mi espalda y bajando por mis muslos. Con cierto dolor, noté que paraban los azotes, y acercándose a mí. Me restregó su polla por mis nalgas una y otra vez, y por primera vez, por un segundo, desee que estuviera dentro de mí. Se separó, y lo dejó sobre la estantería para coger un plug, en cual acercó a mis labios e instintivamente abrí mi boca, aprovechando él a meterlo y pasarlo por todos mis recovecos.
Perra mójalo, saboréalo, así te molestaré menos. -sonrió relajadamente.
De mi salgo un sonido imposible de entender, lo que hizo que él sonriera aún mas, y moviera algo más rápido el objeto de mi boca. Cuando consideró que era suficiente, lo sacó de mi boca, y abriéndome las nalgas, hizo presión sobre mi orificio, estaba intentando entrar en mi culo, y con un poco de esfuerzo, consiguió insertarlo bien adentro.
Sentía cierta molestia, pero era bastante soportable. Volví a sentir su polla restregándola contra mi coño, una y otra vez, y sin que yo lo quisiera, éste se empezó a mojar, mi pensamiento era de asco, y sin embargo mi cuerpo reaccionaba de una forma totalmente distinta. Largó el brazo y se hizo con unas pinzas para los pezones, los cuales no tardó mucho en colocar, provocándome dolor en mis pequeños pezones rosados y duros.
Bajó la cadena hasta que mi culo pudo apoyarse en el solo, y abriendo mis piernas, me ató cada una a unas pequeñas argollas que sobresalían del suelo, dejándome con las piernas abiertas completamente. Me puso en la boca una mordaza de bola, enganchando la cadena que unía las pinzas, y dejándolas bien tirantes. Ató un vibrador a mi clítoris, el cual puso en marcha, y encendiendo una vela, se puso a echarme cera caliente por todo el cuerpo. Era una mezcla extraña de dolor y placer, era algo poco soportable.
¿Nunca acabaría esto? ¿Nadie vendría a rescatarme? Gota tras gota, mi piel iba enrojeciéndose y quedando tirante, a causa de la cera que se secaba en mi cuerpo. Puso su pie en mi tripa, hacía presión, me estaba produciendo aun más dolor, pero yo no podía moverme para evitarlo, tenía que aceptar, todo lo que de él viniera. Bajó su pie, apagó la vela, y la dejó sobre la mesa, de donde cogió una fusta, para azotarme mis doloridos pezones, mi hinchado clítoris y mucho mas. Otra vez volvía a mí, esa mezcla de dolor y placer que tanto me desagradaba, ¿cómo era posible que estuviera disfrutando de ello?
Mientras tanto en una de las cuevas del acantilado…
Mi madre se despertaba después de un largo sueño, en el que había vuelto a revivir la pesadilla de como el hermano de su marido, violaba a su pobre pequeña, la cual estaba indefensa y sola. Abrió los ojos lentamente y volvió a ver al hombre que la había rescatado de las profundidades del mar, y que sino llega a ser por él, no habría sobrevivido.
Hola. -Decía todavía adormilada-.
El hombre no dijo cosa alguna, simplemente se limitó a acercarle un plato con comida, para que mi madre pudiera alimentarse, la cual se quedó sorprendida de lo mucho que cuidaba de ella, sin conocerla de nada. Por un momento se estuvo fijando en los gestos que hacía aquel hombre a la hora de moverse, y sabía que algo en ellos le resultaba familiar, pero no sabría decir el qué, o simplemente, después de todo lo que había pasado, se lo estaba imaginando.
Un hombre trajeado entró en la cueva, mi madre se llevó un gran susto al verlo, ya que no le había oído entrar en la cueva, se acercó a su salvador, y estuvieron hablando tan bajito, que apenas podía oír sus voces. Quería enterarse, y puso la oreja, pero eso no le sirvió de nada. Poco después el hombre se marchó fuera de la cueva, y su salvador en silencio, empezó a recoger todo lo que tenía ahí por medio.
Al acabar, se puso a mi lado, me levantó por el brazo y me sacó de la cueva para llevarme a un coche bastante elegante. ¿Quién era este hombre? ¿Qué había hecho yo para merecer su ayuda? Nada de lo que estaba sucediendo podía explicarlo con palabras, todo era tan raro, tan misterioso. El coche nos llevó a un pequeño claro del bosque, en el que había un campamento montado, y a mí me soltaron en una de las tiendas, y mi salvador se fue a otra.
Vinieron unas señoras a ayudarme, me arreglaron, me bañaron y vistieron, y además, me peinaron, dejándome demasiado… elegante quizás, para lo que ahora estaba ocurriendo en mi vida. Al salir de la tienda, como me indicaron aquellas señoras tan amable, le vi, era una ilusión tan perfecta… Entonces sentí un pequeño pinchazo en el cuello, y todo se puso negro.
De nuevo en la mansión, las cosas cada vez se iban calentando más.
Dejó la fusta sobre la mesa, se acercó a mi coño, y puso a máxima potencia el vibrador que torturaba mi clítoris con sus vibraciones una y otra vez. Por fin llegó lo que él tanto deseaba, y lo que más me aterraba mostrarle, el orgasmo. Me corrí con varios espasmos que movían todo mi cuerpo, hacían que me contrajera una y otra ves, los ojos se me ponían en blanco, y chorros de mi flujo, se extendían por el suelo.
¿Ves perrita cómo podemos disfrutar los dos? -Sonreía de oreja a oreja-.
No podía articular palabra, los espasmos cada vez más suaves, me impedía poder hablar con claridad. Desató todo lo que me había puesto, y me soltó de la cadena a la que había anclado mis brazos. Arrastrándome por el suelo con el collar, hizo que mi parte de atrás enrojecida por los azotes anteriores volviera a doler, por lo que rápidamente volví en sí.
Me dejo caer al suelo, desde la altura de su mano, y se colocó encima de mí con la polla fuera, y queriéndome penetrar a toda costa, se podía ver en sus ojos, que eso es lo que más deseaba, enterrarse dentro de mí. No tardó mucho en conseguirlo, hundiéndose hasta lo más profundo de mí. Se movía lentamente, disfrutando de cada centímetro de mi coño, le encantaba lo apretado que estaba.
Poco a poco iba subiendo el ritmo, me rozaba todo el interior con su polla, y aquella fricción, me estaba produciendo placer, sólo me tenía que dejar llevar y hacer. Él seguía penetrándome, cada vez más duro, pero de repente paró, al escuchar unos ruidos fuertes fuera de la habitación. Al ver que paraban, decidió continuar, hasta que se corrió en mi parte más profunda. Se limpió la polla en mis tetas, y se la guardó de nuevo en el pantalón, yo simplemente me quedé tendida en el suelo de la sala.
Un oído fuerte llamó su atención, yo apenas podía moverme, pero sé que le vi entrar por la puerta, no podía ser él, ¡otra vez esto no! ¡Mi corazón no lo soportaría! Mi padre acababa de entrar en la habitación, y mirándome, pude ver cómo se le caía el alma a los pies, mientras yo mojaba el suelo con mis lágrimas.
¿Qué has hecho? ¿Qué le has hecho a mi pequeña? -Su enfado era asombroso, jamás lo había visto así-.
¡Hermano, estas vivo! -Se notaba su cara de preocupación-.
Sin esperar más por parte de su hermano, mi padre empezó a pegarle por mucho tiempo, casi hasta que mi tío estuvo irreconocible de tanto golpe. Cuando acabó, ordenó a sus hombres que se encargaran de él. Se acercó a mí, me puso su chaqueta por encima, y me llevó al coche, donde estaba mi madre esperándonos. Yo simplemente cerré los ojos, hasta que los volví a abrir, y me encontraba en una gran cama, con mi padre al lado.
Lo siento hija, debí rescatarte antes. -Lloraba como un niño pequeño sin consuelo-.
Papá, estás vivo, y eso vale mucho más.-acaricié su mano lentamente-. ¿Cómo es que lo estás?
Aquella vez, escuché toda la conversación que tuvo tu madre con tu tío, y lo orquesté todo, para que pareciera real, me ha costado mucho estar lejos de vosotras. -Se le notaba bastante afectado-. Pero ahora está todo bien, papá está aquí y te protegerá.
Pasaron los años, y mi vida había vuelto a la normalidad, había conseguido independizarme de mis padres, tenía un trabajo, y una vida feliz. Una de las noches, estando en el sofá, llamaron a la puerta, lo cual me extrañó, pero quizás era mi amigo que a veces se presentaba en horas extrañas. Cuando la abrí, deseé no haberlo hecho, porque ahí estaba él de nuevo.
Hola preciosa, ¿me has echado de menos?
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