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AVENTURAS Y DESVENTURAS DE V (VII)
Escrito por Lena

LA CENA

- Hoy vendrá a cenar Roberto.
- ¿Cómo? ¿Roberto? Podrías haberme avisado antes y hubiera salido con Rosa, ahora tendré que encerrarme en mi habitación.
- Quisiera que cenáramos los tres… Por favor… Quiero hablar de algo con Roberto y me gustaría que tú estuvieras…
- Sabes que no soporto a Roberto.
- Por favor… te lo suplico… Después de cenar si quieres te vas o te encierras en tu habitación.
- Sí, claro, porque Roberto querrá algo más que cenar. Esto seguro.

Lo que más llamó la atención a Ricardo fue como su madre se dirigia a él, pidiendo favores, rogando. Nada tenía que ver con la madre que había tenido hasta hacía poco, hasta aquella semana en que Roberto la estuvo sometiendo a su proceso de dilatación anal. Recordó las palabras de la tía de Roberto referente a como de dócil se convertiría, en que hasta con él lo sería. Por desgracia tenía toda la razón. Él prefería la madre de antes, aunque a veces pecara de cierto autoritarismo.

- No sé qué te ocurre mamá. ¿No te das cuenta? Todo el mundo murmura ya de ti.
- Lo siento hijo… Lo siento…
- ¿Y piensas ir vestida así? ¿Solo con el kimono? Si al menos no llevases estos zapatos de tacón.
- Es como a él le gusta…
- No te das cuenta en que te estás convirtiendo. Está haciendo lo que quiere de ti, aunque por el momento no te entrega a sus amigos, como hace con Montse, al menos que yo sepa.
- No. No lo hace y nunca lo hará con personas del Centro. Me lo prometió.
- ¿Y de fuera del centro?
- No. Aún no lo hace.
- Aún…

Roberto se presentó a a la hora prevista, vestido, como siempre, de forma descuidada, con sus tejanos cortos, por encima de las rodillas y una camisa de color crudo, medio abrochada, mostrando parte de su abultada barriga y con un paquete envuelto de regalo que entregó a Victoria nada más entrar.

- Te he traído un regalo, pero no lo puedes abrir hasta terminada la cena.
- Gracias Roberto, no tenías por qué hacerlo.
- Sí tenía.

Deglutía, más que comía, mientras Ricardo intentaba tragar la cena, nervioso y contrariado a la vez.
Los tres sentados en la mesa Victoria creyó que había llegado el momento de exponer su idea, su plan: Le ofreció a Roberto que fuera a vivir allí con ellos, que dejara aquel viejo y destartalado piso para disfrutar del suyo, junto a ella y a su hijo. Naturalmente podría traer a quien quisiera y estaba dispuesta, cuando así se lo requiriera, a dormir ella en la habitación de invitados mientras él usaba su antigua habitación de matrimonio, que ahora sería la de los dos, la de él por encima de todo.
Claro que ella no disponía de suficientes ingresos para mantenerse los tres y sufragar los estudios de Roberto, además de los de su hijo, pero este último podía buscarse un trabajo para los fines de semana y ella buscaría otro para las tardes que el centro le dejaba libres, En cuestión de un par de meses, como mucho, ella ya lo había encontrado y él podría ir a vivir allí, como hombre de la casa.

- ¿Te has vuelto loca o que mamá? Ya sabes lo que se murmura de ti y de Roberto en la escuela y solo se te ocurre esto para rematarlo; que venga a vivir aquí.
¿Y Yo? ¿Yo no pinto nada? ¿Qué le digo a Rosa? Ya no podrá volver a venir estando aquí este.
- Oye tío, tengo un nombre y no es "Este". ¿Qué coño te pasa con esta tal Rosa? ¿Es tu novia o que? Lo dudo, porqué te he visto con ella y está demasiado buena para ti, pero en fin, tu sabrás, lo que es seguro es que no iba a violarla. No se porque no puede venir aquí estando yo, de paso me la podrías presentar.
- No, no es mi novia, es una amiga de toda la vida y no quiero que te acerques a ella.
- A lo mejor es ella la que se quiere acercarse a mi para saber que hago con tu madre.
- No os peleéis… por favor…
- No, tranquila, no tenemos porque pelearnos ya que yo no voy a venir a vivir aquí. Tu hijo tiene razón en una cosa, parece que te has vuelto loca.
¿Que crees que dirían las otras? Andrea y mi tía, incluso tu amiga Montse. ¿Quieres usurparles su sitio o que?
- Yo…No…
- ¿No? Pués es lo que pensarian. No eres más que las otras, al contrario, eres la menos, la última en llegar a este club y aún no quieres enterarte. Bastantes delicadezas he tenido contigo. ¿No te parece? Si alguna vez me voy de la casa de mi tía será para ir a vivir con Andrea, claro que siempre puedes venir a hacernos de chacha JA, JA, Ja. Y en cuanto si necesito dinero ya se como puedes ganarlo para mi, creo que lo tienes claro. ¿No?

- Disculpame…Sí, tienes razón, ha sido una tontería por mi parte pretender esto…
- Bueno, vamos. Dejemos este tema y terminemos de cenar que quiero darte el regalo. ¿Tienes algo de postres?
- Solo fruta. ¿Te va bien?
- Sí claro. Y si tienes algún plátano mejor, seguro que a Ricardo le encantará ver como los tragas.
- Pero…
- Haz lo que te digo, trae uno y tragalo, que estamos en confianza. ¿Verdad Ricardo?
- Yo….
Montse fué quien le enseñó cómo hacerlo. Ya verás, ya.

No podía mirar a los ojos de su hijo, que se sentaba frente a ella, mientras obediente tragaba aquella fruta hasta el fondo, para volverla a sacar entera. Por tres veces lo hizo, antes de morderla lascivamente. Se sentía expuesta, exibida y aunque fuese delante de su hijo aquello abría las puertas a sus oscuros deseos de sumisión, siempre, de alguna manera, presentes. Empezaba a percibir sus humedades en pleno exhibicionismo, pecaminoso por antinatural.
Ni que decir tiene de la fuerte erección que aquella visión había producido en Ricardo, en la cabeza del cual se entrecuzaban el deseo y el sentimiento de culpa producido por este mismo

- Bien es hora de que abras tu regalo, te lo has ganado con creces.

La mirada de Victoria brilló cuando vió el contenido de aquella caja, envuelta en papel de regalo. Un collar, un collar de perro, en este caso se debería decir de perra, de cuero marrón, lejos de los típicos collares BDSM.

- ¿Te gusta? La correa la tengo yo. Quiero que lo lleves siempre en tu bolso, estés donde estés y que te lo pongas en mi presencia cuando nos encontremos, así como en los momentos que yo te indique.
Ven, arrodíllate aquí, a mi lado, que voy a ponértelo.

Acariciaba su barriga por debajo de la camiseta mientras sentía el contacto del cuero en su cuello y un escalofrío recorría su cuerpo.

- Ahora ya eres como las otras, una perra enviciada y sumisa.
- Gracias… Gracias Roberto….
- Demuestrame tu agradecimiento. Seguro que sabes como.

Ricardo veía todo aquello sin saber cómo reaccionar. Su madre desabrochando el cinturón de Roberto, abriendo su bragueta y sacando aquel pene, del que había oído hablar pero nunca había visto ni imaginado. No podía sacar la mirada de aquella polla de semental.

- ¿Qué miras? ¿Te gusta? ¿Por qué no la tocas? Seguro que te gustaría. Venga hombre.
- No soy ningún maricón.
- No te he dicho que seas maricón. Te he preguntado si quieres tocarla.

Su mano temblorosa se acercó hasta aquel pene, grande y nervudo. Acariciandolo.

- Pruébalo. Vamos, pruébalo, sin miedo.
- Pero… Pero… Mamá…
- Vamos hijo, no tengas miedo.
- Serás el primer tío en probarla.
- Sí... Vamos cariño…arrodíllate y hazlo, esto no te hace menos hombre.
- No se lo dirás a Rosa ¿Verdada mamá?

Fueron las últimas palabras que pronunció antes de empezar a mamar la polla de aquel al que siempre había odiado.

- Para. Para, qué quiero follarme a tu madre. Te queda mucho que aprender para hacer una buena mamada, pero ella te enseñará. ¿verdad que lo harás? Mejor dicho: Te ordeno que lo hagas.
- Sí… Sí lo haré.
Ahora ven aquí, perra. Voy a darte mi polla.

Cogiéndola por un brazo hizo que se levantara y la llevó hasta la mesa al tiempo que abría su kimono.
Con el solo roce de la manos de Roberto en sus senos empezó a suspirar hondamente, teniendo aun en sus pensamientos la imágen de su hijo arrodillado chupando aquella polla que tanto deseaba y por la que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa que se le ordenara.
Entre jadeos y gemidos, completamente desnuda, sosteniéndose en el suelo con sus piernas y su torso doblado encima de la mesa, estaba siendo enculada mientras, con la boca entreabierta, miraba a su hijo, sentado al otro lado de la mesa y acercaba sus manos a él buscando, quien sabe, si una caricia de comprensión.

- No puedo soportar ver esto. ¡No puedo!

Ricardo se levantó de pronto, mostrando una gran mancha en los pantalones y , no hay otra forma de decirlo, huyó hacia su habitación. No por esto dejó de sentir los gemidos de su madre, ni las palabras de Roberto.

- Eres una puta. Una puta viciosa que sólo quiere polla.

Aunque en realidad sabía que quería más que eso y por ello podía usarla como quisiera.

- Vamos a tu habitación. Aún no hemos terminado, aún me queda leche para darte, zorra.

Mientras gozaba, tendida en la cama, de las embestidas, del que ya era su chulo vio, por la rendija de la puerta entreabierta, los ojos de su hijo observándolos y no hizo sino recrearse devolviéndole la mirada mientras se deshacía de placer.

- No pararías nunca, seguro que aún quieres más. ¿Quieres que llame a tu hijo para que te folle?
- No…No… A mi hijo no…
- Está bien, pues por hoy ya tiene suficiente. Me está esperando Andrea. Ya te llamaré.
- No. No te vayas. Quédate a dormir conmigo. Siempre me abandonas.
- No te abandono. te dejo bien satisfecha. Con esto debes tener bastante. ¿No crees? Si lo que quieres es un amante buscate a otro.
- No. No… Está bien.

Ricardo tuvo el tiempo justo de refugiarse en su habitación antes de oír la puerta del piso cerrarse. Aquella noche volvería a correrse pensando en su madre. y en lo que había visto y oído, En esto y en el enorme pene de Roberto.

FIN DEL EPISODIO.


Licencia de Creative Commons

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE V (VII) es un relato escrito por Lena publicado el 12-04-2024 11:06:06 y bajo licencia de Creative Commons.

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