Aventuras y desventuras de V (I)
Escrito por Lena
EL DIRECTOR.
Se encontraba en su presencia en aquel despacho, sentados frente a frente, sin muchas ganas de escuchar lo que quería decirle. Aunque no sabría decir por qué, no le gustaba aquel hombre, a pesar de no carecer de atractivo a sus cincuenta y algunos años más, siempre había sentido hacia él un rechazo casi físico, algo que le ocurría con algunas personas.
El curso estaba a punto de terminar y con él se irían algunos alumnos y vendrían de nuevos, algo que para ella se repetía, en aquel centro, desde hacía cinco años.
- Bueno Victoria, doy por presupuesto que tu alumno preferido se va a sacar el curso y con el título oficial. Ya sabes a quién me refiero. ¿No?
Victoria, permanencia callada, con el rostro impasible a la espera de lo que suponía, algún tipo de reprimenda.
- Claro que lo sabes, me refiero a tu amigo Roberto y esto será así si yo no tomo una decisión, una decisión difícil y que despierta dudas sobre su idoneidad, dudas que espero que tú me ayudes a despejar.
Roberto va a salir de este centro con una titulación indebida, si antes no lo expuso yo, pero claro, si lo expulso, también lo tengo que hacer con sus amigos y tengo que despediros ti y a Montse, con lo cual y debido a los motivos por los que seriáis despedidas os haría muy difícil encontrar otro centro donde trabajar y esto sin contar con el daño reputacional que tal medida comportaría a nuestra escuela.
Quizá lo mejor sería no tomar ninguna medida, atendiendo a que estos alumnos, dentro de dos semanas, ya no estarán aquí. Sí, sería lo mejor para todos, menos para mí. Imagínate lo que pasaría si todo lo que está ocurriendo llegará a oídos de los padres y pensarán que yo he consentido todo esto.
Si aún fuera solo lo que se dice de ti; de que te acuestas con un alumno, una situación del todo irregular, aunque siempre podría alegar que es un mayor de edad y que no era un hecho comprobable a pesar de que sea un rumor extendido entre alumnos y profesores.
Tu cambio de actitud respecto a él, el que hayas cambiado tu forma de vestir, pasando de llevar siempre pantalones holgados y blusas bien abotonadas y por encima de estos para esconder tus formas, a estas faldas cortas que llevas ahora, estos tacones altos, estas blusas, por no decir de estos jerséis con escote de pico. En fin, todas estas evidencias que apuntan a que algo está ocurriendo entre vosotros dos, más allá de rumorologías.
¿No piensas en cómo debe sentirse tu hijo yendo en la misma clase?
Pero además está Montse, tu amiga ¿Sabes como la llaman? Te lo voy a decir por si no lo sabes: “La puta de la clase”. Esto le llaman. No solo folla con Roberto, es que además este invita sus amigos a que lo hagan y ella, por lo visto, no pone ninguna objeción.
Fue entonces cuando se levantó de su silla y se situó a la espalda de ella, que intentaba digerir la gravedad de las palabras de Ramón, el director.
Sintió la mano de él en su hombro mientras, calmadamente, seguía hablando.
- El dilema es, pues. ¿Tomo la decisión de expulsar a Roberto y sus amigos y despediros a vosotras o dejo que todo quede de aquí, entre nosotros Hacer de garante vuestro, defenderos si los hechos llegan a oídos de las familias, decir que todo son invenciones, asumiendo el riesgo de mi propio despido?
Si al menos tuviera compensaciones asumir este riesgo…
Estas últimas palabras fueron acompañadas del roce de uno de sus dedos en la nuca.
- ¿Entiendes lo que quiero decir? ¿Podría contar yo con estas compensaciones tanto de ti como de tu amiga?
Claro que lo entendía, lo entendía muy bien, demasiado bien y más lo entendió aun cuando la mano de aquel hombre se deslizó hasta su blusa desabrochando un botón. Por primera vez se oyeron sus palabras.
- Sí… Sí señor.
- Entonces llama a tu hijo y dile que no te espere para ir a vuestra casa. La reunión se puede alargar un poco. ¿No crees?
Os llamaré a mi casa cuando termine el curso, pero no estaría de más que selláramos el trato hoy.
Obediente, abrió su bolso para sacar el móvil y llamar a Ricardo.
- Vaya. ¿Qué es esto? ¿Te lo Regaló Roberto? Por lo visto no eres simplemente su amante ¿Cómo se llama a esto’ ¿Su sumisa? ¿Su perra?
Le mostraba el collar que siempre llevaba en su bolso, por orden expresa de Roberto. Supo entonces que estaba perdida. El mismo Roberto se lo había dicho en una ocasión “Estás tan embrutecida que cualquier hombre que adivine lo que eres hará contigo lo que quiera.
- Vas a dejar que te lo ponga ¿Verdad? Seguro que estás muy atractiva con él.
No espero ninguna respuesta. El contacto del cuero de aquel collar en su piel hizo que se erizara el imperceptible bello de su cuerpo.
Sí, realmente mejoras mucho con él. No hace falta que te pongas de pie, solo con que te separes de la mesa es suficiente.
Frente a ella vio como bajaba la cremallera de su bragueta, ya hinchada y sacaba su pene, dejándolo a la vista, duro, erecto. Lo que no imaginaba es lo que sucedió después. Aquel hombre, su director, masturbándose mientras ella no podía debía la mirada de aquella polla. Nunca habría visto a un hombre masturbándose. Se sintió humillada, mucho más que si hubiese sido tomada.
- Seguro que te gustaría llenarte la boca con mi polla ¿Verdad?
- Sí… Señor… Por favor.
La sensación de ser vejada junto a la visión de aquello hizo que sintiera su sexo palpitar.
- En su debido momento, en su debido momento, la sentirás dentro de ti. Pero este momento no será hoy. Ni se te ocurra tocarte.
Victoria se agarraba con sus manos en los bordes de la silla, deseando aquel pene. Sabiendo, una vez más. En que se había convertido; en una perra sumisa, en nada.
- No. No… Por favor... No me haga una foto... Por favor.
Tranquila, solo es una garantía para que cumplas tu compromiso.
Bueno y para mostrársela a tu amo. Creo que estará conforme con nuestro acuerdo. Después de todo lo haces por él, por él, por vosotras, por sus amigos, por el centro. Te la mandaré para que recuerdes bien a qué trato hemos llegado.
Mientras decía esto con un dedo iba recorriendo su cara y llevando el semen derramado en ella hasta sus labios,
- Vamos, trágalo. Pronto podrás hacerlo directamente de mi polla y no solo esto vas a tragar.
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- Mamá. Por dios. ¿Has visto como vas? Tu blusa está llena de manchones y tu cabello ¿Has visto como llevas el cabello? Ha sido Roberto ¿Verdad?
Se derrumbó. Sentada en el sofá, tapándose la cara, arrancó a llorar.
No. No ha sido él, no ha sido él. Roberto nunca me haría esto.
FIN DE ESPISODIO
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