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El doctor chiflado encuentra zorra
Escrito por Pandora

Estaba tumbada en la cama, divagando sobre las razones por las cuales no me bajaba la regla, ya que últimamente no me había acostado con mi marido, llegaba muy tarde y cansado a casa, y no satisfacía mis necesidades. En fin, y con mi amante no follaba desde hace tiempo, pues estaba teniendo varios viajes de negocios seguidos y no había podido.

Tras hablar por teléfono con un par de amigas, decidí que tenía que ir al médico para que me hiciera las pruebas pertinentes, con el fin de averiguar si realmente no estaba embarazada, así que llamé a la clínica que me habían recomendado mis amigas y pedí cita.

Un par de días después ahí estaba yo, delante de la puerta del médico, nerviosa por saber qué pasaría, pues seguía sin bajarme, y necesitaba saber si estaba preñada o no, ya que si lo estaba, ¿cómo iba a explicárselo a mi marido? Todo era tan confuso, tenía una sensación rara, pero tenía que entrar y saber.

Entré en la clínica, y me dirigí al puesto de la recepcionista a decirle que había llegado, pero sin hacerme mucho caso mientras atendía una llamada de teléfono, miró mi DNI y me apuntó en la lista que ella tenía. Me senté pacientemente en la salita de espera, no me quedaba otra, pero estaba sola esperando, y parecía que la secretaria tenía ganas de irse, pues no paraba de recoger su mesa, intentando cortar la llamada de teléfono.

Justo cuando salió el doctor, la recepcionista anunciaba que se iba a casa, que ya había acabado su jornada por hoy, lo cual no sé porqué, me puso nerviosa. Pasé a la consulta, tenía los nervios a flor de piel, me senté en la silla en frente de la mesa, y esperé a que pudiera atenderme.

- Buenas tardes, ¿cuál es la razón por la que viene usted al médico? -sonreía un tanto extraño, como si fuera forzado- ¿Alguna dolencia en general?
- Pues mire, es que llevo unos días de retraso con la regla, y venía a hacerme las pruebas para saber si estoy embarazada -estaba de los nervios, ojalá que no lo estuviera- Además de que mis amigas me sugirieron una revisión completa, ya que hace tiempo que no vengo al ginecólogo.
- Entiendo, por favor, desnúdese y túmbese en la camilla, ahí detrás del biombo tiene una bata para que se la ponga -giró su vista al ordenador, y escribió-.

Fui detrás del biombo, pero dejé el bolso en la silla donde estaba sentada, y me desnudé lentamente, hasta ponerme la bata, y subirme a la camilla-silla del ginecólogo, dejándome las piernas completamente abiertas. Poco después apareció él, con sólo el pijama del médico, dejando ver que definitivamente, aquel hombre iba al gimnasio, pues tenía unos brazos bien formados.

Se puso unos guantes, se echó un poco de gel en los dedos, y posó su mano sobre mi coño, palpando todas las zonas posibles excitando mi cuerpo como pocas veces lo había sentido. Sus dedos se movían por todas partes, a mí me costaba trabajo poder acallar mis suspiros por el placer que me provocaba, y que poco a poco se iban transformándose en leves gemidos.

Para mí fue un momento eterno, pero tras un rato sacó los dedos de mi coño, creando en mí un sentimiento de tristeza, pues en el fondo quería que continuara, que me hiciera correr. Cogió un palo, y echándole gel, lo introdujo en mi vagina, el cual sentí como una polla dura que se clavaba en mi interior, una y otra vez. Sin poder controlarlo más, se me escaparon unos pequeños jadeos, que provocaron que aquel médico me mirara de forma extraña, recorriendo un escalofrío por todo mi cuerpo.

- Quiero que te pongas esto, saldrá un gas que te adormecerá un poco, pero no te preocupes, es sólo para hacerte unas pruebas más contundentes.

Asentí con la cabeza, una vez que me había colocado ya la máscara aquella, y poco a poco pude notar como mis párpados pesaban, hasta que me quedé profundamente dormida. Empecé a despertarme del sueño, y sentía verdadero dolor por varias partes de mi cuerpo, no recordaba ni dónde estaba, pero poco a poco me fue volviendo todo a la cabeza.
Intenté levantarme, pero tenía el cuerpo atado a la camilla-silla de la consulta, así que no podía moverme. Sentí una mano sobre mi hombro, y cuando pude enfocar un poco mi vista, vi que era el doctor que me miraba con una extraña sonrisa, que ciertamente daba miedo.

- Doctor, ¿por qué estoy atada? Quiero irme a casa, por favor, mi marido está esperándome.
- Ahora esta es tu casa perra, así que sería mejor que te acostumbraras pronto. Ahora estarás dolorida, te administraré fármacos para el dolor. Tus amigas tenían razón contigo.
- ¿Mis amigas?
- ¡PERRAS PASAD! -El mundo se me cayó a los pies, mis dos mejores amigas estaban allí de pie, completamente desnudas, mirado hacia el suelo-. Ellas querían que también fueras mi perra, pero necesitabas unos arreglos.

Miré mi cuerpo, y mis tetas habían aumentado tres veces su tamaño, y en mi coño había una cremallera con un enganche, donde había un candado, para no poder bajarla. ¡Joder! Me había cerrado el coño.

Mis amigas se pusieron a mis lados para intentar tranquilizarme, mientras el doctor me ponía un collar con un candado, y no es que lo viera, es que lo oí. Sin ningún tipo de pudor, se sacó la polla ahí mismo, y mis amigas rápidamente se pusieron de rodillas atentas a chuparle la polla.

- No perras, esto es para la nueva, ya lo tendréis en otra ocasión.
- Sí, Amo -al unísono-.

Sin ningún tipo de miramiento, me la clavó en mi encharcado coño, pues a pesar de la situación, la necesidad y la buena pinta que tenía su polla, era una oferta que no iba a rechazar. Me la clavó de un solo golpe, provocando que chillara de la sorpresa y el placer, me estaba rellenando entera. Hacía tanto que no me sentía tan viva, me daba igual que mis amigas me vieran ahí, gimiendo, chillando de placer, sólo quería más de su increíble polla.

Acabó dentro de mí, y yo al sentir su espesa leche caliente, que bien se sentía, me importaba poco si me quedaba embarazada, ahora lo único que me importaba era cómo ese hombre me había encendido tanto. Me desataron y me ayudaron a levantarme, muy despacio.

- Perras, ya podéis ir con vuestros Amos, dadles las gracias de mi parte.
- Si, Señor.
- Y ahora a tí, voy a vestirte, y nos iremos a mi casa, necesito vigilar que no te pase nada.

No pude articular palabra, creo que estaba sobrepasada en emociones, por lo que me dejé hacer, hasta que me llevó a su casa, y nada más entrar, comprendí dónde me había metido, pero lo que más me sorprendió, era ver quién estaba allí, no podía ser…

Continuará, si te ha gustado, deja tus comentarios ;).


Licencia de Creative Commons

El doctor chiflado encuentra zorra es un relato escrito por Pandora publicado el 30-12-2020 23:15:12 y bajo licencia de Creative Commons.

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