Un nuevo despertar
Escrito por Nazgul
Años viviendo tu sumisión de manera virtual. Años de aprender, de analizarte, de descubrirte. Años de creer tenerlo todo cuando alguien tomaba las riendas de tuvida.
Los días pasan. Las personas entran y salen de tu vida dejando una huella imborrable, pues todas ellas, del modo que fuera, te ayudan a crecer y convertirte en la persona que eres hoy, ahora, en este preciso instante.
Momentos buenos, de ilusión, alegría, euforia incluso, mezclados con momentos de tristeza, soledad, desilusión y profundo dolor.
Sin embargo, la vida sigue, y aquello que llevas dentro, lejos de desaparecer, se torna más profundo, más sincero.
Llega un momento en que ya no puedes más, necesitas avanzar, seguir creciendo, permitirte sentir, experimentar, perder el miedo y dejarte guiar, pero esta vez… de verdad. Poniendo toda la carne en el asador.
Enfrentando miedos e inseguridades, dando paso a la realidad.
Pero ahora, llego el momento de un nuevo despertar. Tras muchos días de conflicto emocional. Horas y horas de profundos pensamientos analizando cada parte de tu existencia. Nuevas personas que aparecen en la vida, eso sí, en el momento indicado, realizando preguntas nunca antes planteadas. Dando una nueva definición de todo aquello hasta ahora conocido. Poniendo de buenas a primas tu mundo patas arriba.
Asusta, ¡sí! Entristece y decepciona descubrir que lo que considerabas todo, en realidad no era nada. Un huevo kínder sin sorpresa en el interior. Sin embargo el chocolate estuvo ahí, manteniendo viva la llama que ardía en lo más profundo de tu ser. Como una brasa retirada del fuego lo suficiente como para que siga ardiendo sin llegar a apagarse.
Todo llega cuando tiene que llegar. Justo en ese preciso momento, ni antes ni después. Cuando estás listo para dar el paso y enfrentar nuevos retos. Momentos de sucumbir “A un nuevo despertar”.
Llego el momento de crecer, de avanzar, de probar de experimentar, pero eso sí, desde lo real. Desde el cara a cara. Observando a esa persona que tienes en frente, o esquivando su mirada. Sintiendo su presencia, alejándote por si muerde. Acercándote cuando la calma interior se hace presente. Escuchando su voz, sus diferentes tonos durante la conversación. Ese aroma tan especial, que se queda anclado en la mente agudizando los sentidos.
Y ya los abrazos de stikers dejan de tener el valor que se les daban, pues nada apacigua más el alma que un abrazo dado de corazón, así, sin más. Por el mero placer de abrazar, de sentir, de calmar. Notando la fuerza de los brazos de esa otra persona a tu alrededor, el calor que desprende su cuerpo, el latido de su corazón.
Las palabras vacías, muchas veces escritas en un chat, en una aplicación, en este momento carecen de valor. Como darle valor ahora, a algo que no percibes como se dice, si con la boca pequeña o con el corazón.
Una vez experimentada la sensación de escuchar esas palabras teniendo a la persona delante. Sea lo que sea que te diga, un alago, una frase cariñosa, un regaño, cualquier cosa. Despertando o apaciguando todos los instintos.
Nada más tierno que estar acurrucada en los brazos de esa persona que se convierte en un superhéroe para ti, mientras escuchas atenta como te lee un cuento.
Nada más intenso que el roce de su mano acariciando con delicadeza tu piel. He incluso con no tanta delicadeza, dejando paso a la lujuria. Al hambre voraz de un lobo feroz acechando a su presa.
Nada más duro, que sentir su enojo por tu mal comportamiento, por tus faltas de respeto, por decir tacos descontrolados, o por no callar ni debajo del agua.
Nada es grabado a fuego en la mente tan intensamente, como el roce de sus labios en los tuyos profundizando un beso. La dureza de sus manos azotando tus nalgas entremezclando con la sensualidad de calmar el dolor en el momento indicado, para instantes más tarde, volver a incentivar el dolor.
Locura desigual, convertida en una montaña rusa de constantes subidas y bajadas, tanto emocionales como mentales.
El deseo de querer parar para poder descansar. La necesidad de pedir más, ligadas a la intrínseca timidez que impide expresar con palabras aquello que realmente deseas, por miedo, inseguridad, temor, o yo que sé el porqué.
Lo que si sé a ciencia cierta. Es que por fin, has descubierto quien eres y lo que llevas dentro, ahora sí, desde lo real. Desde la propia experiencia vivida con quien te ha brindado la oportunidad de hacerte presente. Quien se tomó el tiempo de escucharte y valorarte. Quien con su gran paciencia, te desmostro que eres mucho más de lo que aparentas, en lo más profundo de tu ser, la sensualidad, el deseo, el placer, la necesidad de obedecer y complacer. Deseando ser liberados, desarrollados, modelados y disfrutados.
Un nuevo comienzo deja atrás lo hasta ahora vivido. Un camino sin retorno. O con un retorno eliminado, pues ya no hay marcha atrás. Quieres esto. Quieres ser tú, simple y llana mente. Viviendo tu sumisión, como realmente mereces. Tratando de darle todo exclusivamente a esa persona que te valore, y desea guiarte, modelarte, educarte y castigarte. Para convertirte en algo especial para él, y para tí.
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