Tiempo estimado de lectura de 10 a 12 minutos

Tu sumisa esclava 4
Escrito por Nenapeke

Allí el hombre y la mujer explicaron a los chicos y chicas que la salida cultural de ese día correspondía a la asignatura de educación sexual. Bien, ese era el misterio, ellos eran una pareja de profesores que iban a enseñar sexualidad utilizando mi cuerpo. Bueno, no era muy grave, tendría que hacerlo con el profesor mientras los jóvenes miraban. Estaba tranquila, había hecho cosas mucho peores.

Ella comenzó la clase en cuanto todos estuvieron desnudos. Sí, les ordenó a todos que se desnudaran de la misma tal como ambos profesores lo hicieron. Los alumnos tenían risitas nerviosas y se hacían bromas pero todos se desnudaron rápidamente y sin preguntar, incluidas las chicas.

El profesor y yo fuimos los maniquíes sobre los que fue explicando las diferentes partes de nuestra anatomía y de los órganos sexuales. Facilitó la tarea que yo estuviera totalmente depilada. Seguidamente les explicó la importancia de excitar a la mujer y las diferentes formas de realizarlo mientras el profesor lo ejecutaba conmigo. Les fue explicando a los chicos como realizar un cunnilingus que realizó tan bien que consiguió que me corriera. Fue impactante para los alumnos. A continuación pasamos a la felación. Les fue explicando lo que yo hacía sobre el pene del profesor. Paré cuando me lo indicó pues no quería correrse ya que debía penetrarme. Fuimos ejecutando diversas posturas para el regocijo de los jóvenes que comentaban animadamente y opinaban. Finalmente me penetró analmente hasta que se corrió dentro de mi ano. Debo reconocer que no fue desagradable y que el profesor fue un buen compañero de sexo.

Consideraba que ya habíamos terminado porque la profesora les explicó a los alumnos que en el curso siguiente estudiarían las relaciones homosexuales tanto masculinas como femeninas…. Pero me equivocaba. El profesor tomó la palabra y les dijo a los jóvenes que los que quisieran podrían realizar prácticas de lo aprendido en la clase “teórica” que acababan de presenciar. Yo me quedé totalmente sorprendida. ¿“Realizar prácticas”? ¿Qué quería decir con eso, que lo harían entre ellos, que lo harían conmigo? ¿Acaso pretendían que desvirgara a los chavales? ¡Pero son menores, eso es delito! Estaba perpleja.
Ambos profesores explicaron que no era obligatorio y que se respetaba a los que decidieran no hacerlo, pero que serviría para subir nota. Animaban y tranquilizaban a las chicas a participar asegurándolas que ninguna perdería la virginidad si no lo deseaba, tal como habían acordado en la reunión que mantuvieron con los padres. Las animaban –a los chicos no hacía falta animarles- a practicar y a permitir el sexo oral e incluso a hacer sexo anal, como ella misma realizaría para que lo vieran. Sería muy tenido en cuenta en el momento de decidir la calificación final del curso de las y los participantes. Confirmaban que el sexo anal debería ser supervisado por los profesores para verificar la correcta realización y que ninguna resultara lastimada.

Se comenzaría con el sexo oral. A los chicos les informaban que podrían realizar sus prácticas con las chicas que estuvieran dispuestas y conmigo. Se valoraría la forma en que realizaban lo expuesto en la clase con especial atención a los orgasmos que consiguieran provocar en las chicas y en mí.

Del grupo de unas veinte chicas todas decidieron participar en el intercambio de sexo oral mutuo con los chicos aunque se mostraban reacias hacia el sexo anal salvo dos. Sorprendentemente, tal vez por vergüenza, nadie solicitó sexo homosexual. Los profesores hablaron entre ellos y decidieron que primero se realizarían las prácticas de sexo oral y luego más tarde se vería lo del sexo anal.

Los estudiantes se pusieron por parejas “de trabajo” y comprobé que había 19 chicas y 22 chicos. Sobraban tres muchachos, los tres más feos claro está. Me indicaron que yo sería la compañera de los tres mientras que los profesores darían vueltas observando y corrigiendo lo realizado por los jóvenes. Algunas parejas se colocaron en las tumbonas y los demás extendieron grandes toallas sobre la mullida hierba. Yo me dirigí a una tumbona con mis tres muchachos.
Estaban muy nerviosos. Intenté tranquilizarles. Les pedí que me abrazaran y uno a uno les fui besando en la boca. Sus lenguas eran demasiado inexpertas y nerviosas pero me gustó. M tumbé y les dejé que me tocaran a su gusto. Tuve que frenar el entusiasmo de uno de ellos porque no solo metía uno o dos dedos dentro de mi vagina, como los otros, sino que pretendía meter toda la mano. Decidieron entre ellos el orden de participación. Comenzó torpemente a lamer los labios exteriores de mi vagina. Poco a poco le fui indicando que tenía que prestar más atención a mi clítoris y cómo hacerlo. El chaval era muy aplicado y al rato conseguía llevarme al orgasmo. Pensé que el siguiente tendría ventaja porque yo ya estaba totalmente excitada y no le costaría nada llevarme de nuevo al éxtasis… Decidí realizarle yo una mamada al primero de mis chicos y así la cosa estaría más equilibrada. El chico tenía un buen aparato para su edad. Hice que se tendiera sobre la tumbona y comencé a ensalivarle bien toda la polla y los huevos. A pesar de tener cuidado, el chico se corrió en mi boca a la quinta vez que me introducía toda su polla en mi boca, llenándomela con una abundante corrida un poco amarga. Me la tragué sin enseñársela para no excitarlos aún más.

Mientras esto sucedía, escuchaba las indicaciones de los profesores y los gemidos de placer de las chicas. Lo estaban disfrutando. Cuando terminé de dar y recibir sexo oral de mis tres chavales, comprobé que las últimas parejas también estaban terminando y el grupo comentaba animadamente las experiencias.
La profesora les reunió indicándoles que ahora ella practicaría sexo anal con el profesor para que las chicas pudieran tomar su decisión sabiendo cómo era para una mujer menos acostumbrada al sexo como yo. El profesor procedió a excitarla mediante caricias, sexo oral y un poco de sexo vaginal para luego proceder a lubricar el ano y seguidamente, con mucha calma y lentitud, ir penetrando lentamente el ano de la mujer con pausas para que el esfínter se fuera acostumbrando a la intrusión. Al poco el profesor la cabalgaba vigorosamente con gemidos de placer de la profesora que culminaron en un orgasmo casi simultáneo. Ambos cayeron, uno sobre la otra, agotados por el esfuerzo. Cuando se repusieron y el pene redujo su tamaño, lo sacó quitando con cuidado el preservativo y haciendo un nudo.

La mitad de las chicas se animó a practicar el sexo anal. Cada uno de los profesores atendería a una pareja y las demás esperarían su turno pues la supervisión de los adultos era obligatoria. Los demás chicos cuyas parejas no querían hacerlo, podían seguir practicando sexo oral, mirar como sus compañeros daban por el culo a las chicas o realizar sexo vaginal o anal conmigo. Les recordó que el preservativo era obligatorio, que les protegía de contagios e infecciones, etc, todo el discurso que ya habían oído antes.

Me encontré rodeada por 6 o 7 chicos que discutían sobre quien estaba primero y quien después. Lo resolví decidiendo que por orden alfabético de los apellidos y sin más un chico rubio se acercó tumbándome sin más dispuesto a follarme sin demora. El paré y les dije a todos que se tranquilizaran que podrían follarme todo lo que quisieran pero que debían tratarme con educación, que en esos momentos yo era su profesora. Asintieron y el tumulto se calmó.
Todos fueron follándome uno tras otro. Algunos por la vagina y otros por el culo. Inmediatamente que terminaban se volvían a poner en la cola para repetir. Afortunadamente tardaban poco en correrse pero desgraciadamente tardaban muy poco en que sus pollas estuvieran de nuevo apuntando al cielo.

Al rato se unieron al grupo algunos chicos más y algunas chicas que me observaban. Me preguntaban qué sentía a ser penetrada por la vagina, si no me dolía que me follaran tantos y cosas así. Yo les explicaba y les pregunté por sus experiencias. Les había gustado el sexo oral y me preguntaron si yo se lo podría hacer para comparar con lo que les habían hecho sus compañeros. Les dije que sí. Hice que el chico que me follaba se detuviera un momento. Una de las chicas se tumbó, yo me puse a cuatro patas entre sus piernas y le dije al chico que podía continuar. Frente a mí se sucedieron las tiernas vaginas de bastantes chicas mientras que en mi retaguardia no decrecía el vigor de los chicos que suavizaba mediante buenas dosis de lubricante.
Así estuvimos hasta que los profesores terminaron de supervisar a las parejas anales, momento en que los profesores llamaron a que los alumnos les atendieran, lo que enfadó a algunos de los muchachos que esperaban su turno entre mis caderas y sobre todo al que en ese momento me daba por el culo. Entonces algunas chicas plantearon a la profesora que deseaban perder su virginidad. La profesora les preguntó si lo habían pensado bien y ellas asintieron. Había tres que deseaban hacerlo ser desfloradas por el profesor –la verdad es que era muy guapo- y otras dos que traían de la mano a sendos compañeros de curso. También había tres chicas que habían disfrutado tanto del sexo anal que preguntaban si podían seguirlo realizando con sus compañeros y varios de los chicos que pedían poder follar con la profesora.

Todos y todas querían participar según sus preferencias, pues las que no deseaban ser penetradas sí que querían seguir con el sexo oral con chicos y algunas también con chicas.
Se decidió que todos deberían presenciar el desfloramiento de las dos chicas por sus compañeros bajo la supervisión de los profesores para que vieran como se debía hacer, y que luego cada uno podría hacer lo que quisiera durante la hora y media que restaba hasta que el autobús volviera a recogerles. Así, tras la ceremonia del desfloramiento de las dos chicas, el profesor fue desflorando a sus tres muchachas, la profesora permitió ser follada por todos los chicos pero solo una vez y solo por la vagina, y los demás estuvieron haciendo sexo oral. Yo, por supuesto volví a tener una larga fila de chicos que me fueron follando a su antojo y de chicas que deseaban las caricias de mi lengua. Hubo una a la que tuve que atender más de cinco veces. La profesora pareció dudar sobre si acceder a ser follada por todos los chicos, pero pienso que no es fácil negarse mientras estás desnuda delante de todos. Finalmente accedió pero solo a 5 minutos como máximo cada uno.

Se marcharon mientras la profesora les decía que lo vivido no debía de modificar las relaciones entre ellos. Ella, aunque joven, era su profesora, estaba casada y tenía un hijo, y no les toleraría ninguna falta de respeto. Les había dejado follarla pero ahí se había acabado todo y volvían a sus alumnos y profesora como si nada de todo aquello hubiera sucedido.
Yo estaba agotada pero también feliz. Había sido una experiencia sorprendente pero muy placentera, pues había perdido la cuenta de los orgasmos que había sentido. Esos chavales son incansables… Por la noche mi Amo recibió una llamada de la profesora agradeciéndole la ayuda que esta humilde esclava les había proporcionado para su “clase práctica” de educación sexual.
Oigo la puerta del jardín. Mi Amo ha vuelto. Seguimos haciéndonos el amor tal como nos ordenó.
Nos encuentra haciendo un húmedo 69. Y notamos sus manos que nos acarician.

- Muy bien, chicas. Os habéis portado muy bien. Ahora dejad lo vuestro que deseo relajarme tras un duro día de trabajo. Emma, ata las manos de mi esclava a las argollas del techo y sus tobillos a las del suelo. Sí, así… muy bien… formando una X. Ahora dame el látigo… sí, aquél… Antes de nada tengo que hacer un poco de ejercicio y nada mejor que azotar el lindo culo de mi esclava. Emma, pon esa bola de mordaza en su boca para que no me moleste con sus gritos cuando la azote. Esta vez le va a doler.

Uno tras otro caen los golpes del fuerte brazo de mi Amo sobre mi culo y espalda. Duelen mucho y marcan rojas líneas sobre mi espalda –lo veo reflejado en los espejos de las paredes- pero no me producen sangre. En un par de días no se notará nada. Tras veinte minutos mi Amo cesa en su ejercicio. Yo cuelgo sin fuerzas de la argolla del techo.

Yo soy suya y vivo tan solo para su placer. Mi Amo me quiere y cuando me azota lo hace sin maldad. Ahora le está ordenando a Emma que me aplique un bálsamo en mi espalda. Él necesita hacer ejercicio y por eso me ha azotado, nada más. Me esfuerzo en cumplir sus órdenes no por temor a los castigos, sino para que esté contento y sea feliz. No es que sea masoquista, pero he aprendido a convivir con el dolor de una manera normal. No me gusta pero tampoco lo odio.

Más que con los azotes, mi Amo disfruta atándome en posturas complicadas y muy incómodas. Hay veces que duran solo unos minutos, pero otras veces puedo estar así toda una noche amaneciendo en un estado lamentable con las piernas y brazos tan totalmente acalambrados por el estado de tensión al que han estado sometidos durante tantas horas que me impide incluso arrastrarme. También le gusta atarme en posturas tan artísticas como incómodas cuando tiene una cena con invitados. En esas ocasiones soy solo decoración, soy su creación artística de ese día como hacen los japoneses con sus arreglos florales.
Como ya te he dicho, mi Amo es abogado y tiene su bufete en unas oficinas muy elegantes del centro de la ciudad. Hay una cosa que supongo le gusta mucho ya que tengo que hacerlo al menos un día casi todas las semanas. Le acompaño en su coche con nada más encima que mi uniforme, pero como el bufete tiene garaje en el mismo edificio, solo me ven las personas que suben con nosotros en el ascensor. Todos (y todas) me miran de reojo pero nunca dicen nada. Vamos hasta su despacho y, junto a la puerta, hay otra puerta que da acceso a una habitación muy pequeña como de un metro por dos. En la pared del final, de madera, se quitan unos aros concéntricos para que yo pueda meter la cabeza. Luego pone algunos de ellos alrededor de mi cuello que reduzcan el tamaño del orificio impidiéndome volverla a sacar. Dispongo de unos agarraderos en la pared a ambos lados de mi cabeza para que pueda sujetarme. Mis tobillos son sujetados a unas argollas de las paredes laterales para que no pueda cerrarlas. La postura no es nada cómoda con la cabeza dentro de la pared mirando el despacho de mi Amo como si fuera un trofeo de caza, agarrada a unos soportes para no caerme y con las piernas sujetas sin poder cerrarlas, pero es mucho peor cuando uno tras otro van entrando los que supongo son empleados y clientes del bufete que van follándome por ambos orificios según su gusto de ese momento. Cuando mi Amo libera mi cabeza, puedo ver que en la papelera hay multitud de preservativos con el fruto del placer que con mi cuerpo han obtenido.

Mi Amo disfruta viendo los gestos de mi cara mientras soy follada y sodomizada, aunque también disfruta del placer que mi boca le produce cuando introduce su miembro hasta la garganta o cuando decide orinar en mi boca. Por supuesto que debo beber hasta la última gota, ya que su despacho debe estar inmaculado.
Nunca hay posibilidad de aburrimiento con mi Amo y cada día es igual pero totalmente diferente. A mi Amo le gusta mucho el baloncesto y le encanta ver los partidos en la enorme televisión panorámica que llena una de las paredes del salón. En esos días de partido, me viste de cheerleader americana con un vestido que me contó se trajo de los Estados Unidos cuando estuvo allí estudiando Derecho. Con ese mini-vestido puesto debo servir bebidas y aperitivos cuando no estoy siendo follada por cualquiera de mis tres agujeros, como ellos los llaman, por la casi docena de amigos que se reúnen para disfrutar del partido, las bebidas y la esclava de mi Amo. Uno tras otro se suceden entre mis piernas de manera casi constante. Tienen una tradición, por llamarla así, que es que van recogiendo el semen que escurre de mi coño y mi culo en una gran copa que tengo que beberme delante de todos mientras me jalean con sus gritos. Si su equipo ha ganado, perfecto, pero como haya perdido me meten una botella de cerveza vacía por el coño y otra por el culo mientras se mean sobre mi “por no haber animado bien al equipo”…
Ya me he recuperado un poco de los azotes. Mi Amo está follándose de forma ruda y violenta a Emma. Ambos están disfrutando mucho pues la oigo como le pide que le dé más fuerte, lo que hace redoblar las embestidas de mi Amo.

Me vienen a la cabeza muchas de las cosas que me sucedieron al principio. Los comienzos son siempre duros y más cuando tienes que aceptar que no solo no eres nadie sino que no eres más que una cosa, un juguete, una diversión. Y por supuesto las cosas no tienen pudor, y ese siempre ha sido un punto clave para mí que me ha costado mucho superar. Ahora puedo pasear siendo la única desnuda en una sala llena de gente, hacer mis necesidades delante de una multitud o dejar que me follen en cualquier parte. Podría pasear desnuda tranquilamente por cualquier avenida, sentarme en un restaurante, ir a comprar al supermercado, rezar en una iglesia… pero al principio.

Os conté la experiencia cuando “me tomaron medidas” para la ropa que mi Amo encargó. Allí estuve desnuda por primera vez, pero eso no era nada. Al día siguiente mi Amo me llevó a una especie de disco-bar de un amigo suyo. Llegamos casi de noche cuando todavía no había mucha gente. Ese día no me permitió usar la gabardina e hizo que caminara unos doscientos metros por la acera de la calle hasta llegar al local. Le dije que estaba desnuda (salvo por mi uniforme que nada tapaba) y que la gente me miraría… que tal vez llamaran a la policía.

- Ese no es tu problema. Camina junto a mí y mantén la vista al frente como te enseñé. No quiero volver a repetirlo. Eres mía y harás lo que te diga sin pensar.

Caminé mirando al frente pero sin posar los ojos en nadie. Notaba sus miradas y sus gestos de sorpresa y también de asco. Había hombres y mujeres, algunas muy jóvenes, pero afortunadamente ningún niño. Algunos chicos me gritaron obscenidades llamándome guarra y ofreciéndose “a darme lo que estaba buscando”. Intenté acercarme a mi Amo para ocultarme parcialmente tras él, pero su mirada me lo impidió obligándome a caminar al descubierto.
El local era bastante grande con muchas mesas alrededor de una pista de baile casi en el centro. La luz no era mucha pero se me veía perfectamente en mi desnudez. Los clientes y el personal me miraban descaradamente mientras mi Amo conversaba con su amigo, el dueño del bar.

Yo estaba muy avergonzada. El paseo por la calle había sido muy fuerte para mí y aún no me había repuesto. Mi corazón latía muy deprisa. Y ahora estaba allí, en medio de unas veinte personas que no me quitaban los ojos de encima y que hablaban sobre mí entre ellos. Sentía como si sus miradas me tocaran, me sobaran por mis partes más íntimas.

- Sí, creo que es una buena idea –oí que mi Amo le decía a su amigo- Quedará muy decorativa y seguro que anima a la clientela a beber.

Colocaron una mesa baja a la entrada de la sala. Mi Amo me ordenó agacharme dejando mi culo levantado poniendo las manos frente a mis hombros. Me pusieron una bandejita con vasos de chupito en cada mano y me ordenó quedarme quieta. Dos campanillas quedaron colgadas de mis pezones a través de sendas pinzas.

- No quiero que muevas ni un pelo pase lo que pase. Ni siquiera un gesto de tu cara. Y ustedes, señores, esto es para que lo disfruten. Adelante.

En seguida me vi rodeada de hombres y mujeres que se acercaban sorprendidos, tomaban uno de los vasitos y bebían sin quitarme la vista. Pronto noté una mano que rozaba mi culo, al momento otra más y otra. Yo mantenía la mirada neutra y desenfocada como si fuera una estatua. Al ver que no había respuesta por mi parte ni por la de mi Amo, las manos se dirigieron a mi coño, introduciéndose. En unos minutos mi espalda, pechos, culo y sexo estaban cubiertos de manos que acariciaban, pellizcaban, sobaban y se introducían sin el menor reparo. También las clientas que en ese momento había disfrutaban del espectáculo.
Aquello era mucho para mí. No solo estaba desnuda en medio de tanta gente, sino que notaba como decenas de manos disfrutaban de mi cuerpo inmóvil. Tenía un calor sofocante producido en parte por la gente que me rodeaba, en parte por la tensión que me producía ser sobada en mis partes hasta ese momento recatadas y en gran parte por el esfuerzo al mantener la postura. Mi Amo se debió de dar cuenta y me permitió incorporarme y bajar de la mesa. Me colocaron nuevas bebidas en las bandejas y me ordenó mantener las piernas muy abiertas.

Durante cinco horas estuve siendo manoseada y penetrada por vagina y ano por cientos de manos que disfrutaron de mi inmovilidad y que lograron vencer mi resistencia a ser tocada en mi feminidad.
Para terminar, tanto el amigo de mi amo como los cuatro hombres y dos mujeres que formaban el personal del establecimiento disfrutaron de mi cuerpo. Ellos me follaron varias veces cada uno y ellas disfrutaron de mi lengua mientras era follada una y otra vez.


Licencia de Creative Commons

Tu sumisa esclava 4 es un relato escrito por Nenapeke publicado el 17-08-2022 00:46:44 y bajo licencia de Creative Commons.

Ver todos los relatos de Nenapeke

 

 

21 No me gusta0
PARTICIPA!! Escribe tu opinión

MÁS RELATOS

 Gambito (de zapatilla) de Dama (2)
 Escrito por Slipper

 De chica a esclava (El final)
 Escrito por Pandora

 Amigas para siempre I
 Escrito por Lena

 Historia de una sumisa 2 y 3
 Escrito por joaquín



   ACCESO USUARIOS

   
   
   
   BÚSQUEDA AVANZADA