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El perro gay
Escrito por Pandora

Hacía mucho que me había cansado de ser el niño perfecto de papá, haciendo siempre cosas para que mis padres estuvieran contentos, que si sacar buenas notas, que si conseguir la novia perfecta, que si llegar a tener un buen puesto de trabajo, pero todo cambió cuando le conocí a él.

Era un hombre relativamente guapo, o al menos a mí me lo parecía, y lo conocí un día que fui a la universidad a mirar las notas de un examen. Él estaba allí, con su mono sudoroso, marcando un cuerpo fuerte, con algún kilito de más, y demostrando una hombría como pocos, que hizo que la polla se me pusiera dura al instante. No entendía nada, a mí no me gustaban los hombres, yo había tenido novias, y esto nunca me había pasado, ¿realmente era posible esto?

Intenté disimular la erección que tenía bien marcada en los pantalones, pero creo que él llegó a verlo, ya que me sonrió pícaramente, antes de seguir con su trabajo. Nada más acabar de mirar la nota, me giré para echarle un último vistazo a su buen culo, y me marché corriendo de allí, no fuera a ser que me abalanzara sobre aquel hombre.

Los días pasaban, no me podía quitar de la cabeza a aquel hombre que había visto, incluso había empezado a masturbarme con videos porno para gays, y me corría con apenas tocarme la polla, cosa que nunca me había pasado con mis novias, y mirad que no eran nada feas.

Un día que volvía de la universidad andando hacia el coche, el cual había tenido que aparcar un poco lejos, me encontré con aquel hombre en su coche, trasteando con algunas herramientas en la parte de atrás de su furgoneta. Al verme se quedó parado al lado de su furgoneta, y cuando fui a pasar para seguir andando, me paró con su brazo sutilmente en la cintura susurrándome al oído.

Espero que el otro día disfrutaras de las vistas nena -podía ver como sonreía-, porque tu pollita lo dejó todo muy claro.
No.. no sé de qué me estás hablando -¿por qué me costaba articular cuatro palabras juntas? ¿me ponía aquel hombre nervioso?-, deja que pase, tengo que irme a casa.
Perrita, no me digas que te quieres ir, ¿no me vas a decir cuántas pajas te has hecho pensando en mi? -Volvía a sonreír-.
¿De qué hablas? -Bajé su mano de mi cintura, pero él agarró mi muñeca-, será mejor que me dejes.
Te dejo mi tarjeta por si algún día quieres sentir el verdadero placer -sonreía-.

Me soltó, se giró, y metiéndose en su furgoneta se largó, dejándome ahí plantado, en medio del aparcamiento con cara de idiota. Continué andando, llegué a mi coche, y nada más montarme, miré la tarjeta que me había dado el hombre. Me quedé pensando, si realmente lo llamaría o dejaría pasar el tema. Tiré la tarjeta en el cajetín del coche, sin darle una mayor importancia, puse rumbo a mi casa, hoy había sido un viernes de mierda, y sólo quería largarme.

Por la noche, unos amigos me dijeron de salir a una buena discoteca, y ¿por qué no? Había dejado a mi novia, pues ya no se me ponía dura con ella, y para colmo, uno de mis profesores había decidido mandarme hacer unos trabajos. Cuando se fue acercando la hora de salir, me preparé con unos vaqueros, una camisa y unas deportivas, para el frío llevaría una chaqueta de cuero negra, de las que están tan de moda.

Cogí el coche, y a pesar de las quejas de mis padres, fui conduciendo hasta la discoteca, en la cual no me costó demasiado aparcar, ya que se podía decir que contaba con un buen parking. A lo lejos vi a mis amigos, y les saludé con la mano, pero todas las ganas de fiesta se me fueron al ver que habían invitado a mi exnovia. Los muy capullos la habían invitado, porque seguro que ella les dio pena, y querrían que arreglaramos las cosas, pero yo no estaba nada por la labor. Al llegar con ellos, cogí unas birras, y me puse a beber, en lo que ella se me acercó, y mis amigos, a los cuales miraba con cara de odio, se apartaron para dejarnos hablar tranquilamente.

Oye Laura, ya te lo he dicho, no quiero nada contigo -miraba seriamente- lo hemos pasado bien juntos, pero ya no me interesas, lo siento.
Pero no lo entiendo, ¿qué he hecho mal? ¿Por qué me dejas ahora? -se le saltaban las lágrimas- Yo todavía te quiero.
Pero yo no, lo siento. No has hecho nada malo, es sólo que ya no me gustas -miré hacia otro lado por unos segundos- Y ahora si me disculpas me gustaría pasar una buena noche de fiesta.
¡Eres un capullo!

Vi como se alejaba corriendo medio llorando, y la verdad es que me sentía como tal, como un verdadero capullo, pues era una chica increíble que no se merecía esto, pero yo no podía cambiar las cosas. Empecé a beber mucho, tanto que hubo un momento donde mis amigos me quitaban las cervezas y el alcohol para que no bebiera más, lo que provocaba que me cabreaba con ellos, ya que no eran mis padres como para prohibirme hacer lo que me diera la gana.

Enfadado como estaba me largué a mi coche, iba a irme a casa, pero entonces vi la tarjeta del hombre de la universidad, así que le marqué por impulso, y bien poco me importó que fueran las cuatro de la madrugada. Una voz somnolienta contestó, a los cuatro toques del teléfono.

¿Sí? ¿Diga? -sonaba recién despierto- ¿quién es?
¿Es que no te acuerdas de mí? ¿Tan pronto olvidas a los tíos a los que les tiras los tejos? -decía entre divertido y cabreado- ¿Ya no tienes ganas de chuparme la polla? La tengo bien lista para ti. Dime dónde está tu casa, que voy a dártela.
¿Estás borracho? -sonaba preocupado- ¿Dónde estás?
No lo estoy, sólo he bebido un poco -Las náuseas empezaban a aparecer- Estoy en la discoteca del pueblo. ¿Dónde estás tú?
No te muevas, voy para allá -sonaba realmente preocupado- Ni se te ocurra coger el coche y conducir.
¡No eres mi padre! -Ya había colgado-.

Esperé en el coche aguantando las náuseas enormes que tenía de vomitar. Poco rato después él llegó y me encontró, supongo que habría observado cuál era mi coche, durante los días que estuvo en la universidad. Abrió la puerta de mi coche y me sacó de él casi arrastras, pero de camino a su coche, no pude aguantar más y vomité todo lo que llevaba dentro y más.
Poco recuerdo después de aquello, hasta que me levanté por la mañana en una habitación que no era la mía, desnudo completamente, y con aquel hombre de la universidad a mi lado. Me incorporé rápidamente y comencé a vestirme, pero hice demasiado ruido y mi acompañante se despertó mirándome con una sonrisa de oreja a oreja, mientras se levantaba de la cama y venía hacia mí.

¿Ya te vas? -pegó su cuerpo al mío, y acarició mi pecho- No me has dado las gracias aún por recogerte ayer y traerte aquí. Estabas deseando darme tu polla, y ¿ahora ya no quieres? -La acarició por unos breves segundos- Deberías ser todo mío por el día de hoy, como muestra de agradecimiento.
¿No hemos hecho nada verdad? -Me ha acariciado por un instante, y ya se me ha puesto la polla dura, joder- Voy a irme a casa.
¿Eso crees? ¿Crees que voy a dejar que te vayas tan fácilmente? -Sonrió y se agachó- En realidad suplicarás porque no te deje marchar.

Se metió mi polla en su boca, y joder, que boca tenía este tío, era increíble, me estaba haciendo sentir cosas, que jamás pensé que llegaría a sentir. Tenía la sensación de que no tardaría mucho en correrme, si me seguía chupando la polla así de bien, pero de repente paró en seco, se la sacó de su boca, se puso de pie, y sentándose sobre la cama, dejó que viera su enorme polla gorda, algo morcillona, pero que ya empezaba a estar erecta.
Bueno a qué esperas, ahora te toca a ti devolverme la mamada -Como me molestaba que sonriera así- No estés quieto.
Yo me voy… -Me temblaba la voz mientras decía esas tres palabras, pues no podía dejar de mirar su polla- Esto no es para mí.

Me giré con la intención de irme, pero entonces el ambiente cambió radicalmente, y noté como una mano aprisionaba mi cuello, me ponía de rodillas, y en cuestión de unos instantes, tenía las manos atadas a la espalda. Puso su polla en mi cara, ¡era enorme! Me tapó la nariz, y cuando tuve que coger aire con mi boca para no asfixiarme, fue el momento que aprovechó para meterla dentro de mi boca.

Al principio movía mi cabeza, intentando sacar aquello de mi boca, pero él aflojó la mano que tenía sobre mi cuello y acarició mi cabeza lentamente, lo que provocó que me calmara un poco. Para ser sinceros, cuanto más tiempo la tenía dentro de mi boca, más me gustaba su sabor, su olor, su dureza… la verdad es que me estaba gustando todo de ella, así que con mi inexperiencia intenté chupársela lo mejor que pude.

Eso es perrita, continúa así -hizo una mueca- suave suave, no tengas prisa por aprender.
¿Me acababa de llamar perrita? ¿Pero quién se cree este tío? Aunque la verdad, al oírlo mi polla había saltado ligeramente, por lo que sólo pude ruborizarme, haciendo que él se riera y me acariciara la cabeza de nuevo.
Veo que llamarte perrita te ha gustado -sonrió con una sonrisa aún más ancha, si es que eso era posible- Es hora de que pasemos al siguiente nivel, tengo muchas ganas de romperte ese culito perrita.

Cuando me sacó la polla, no me dio tiempo ni a articular palabra, pues al segundo después, ya tenía lo que parecía una bola con correas a los lados, metida en mi boca y sujeta por la parte de atrás de mi cabeza. Me cogió casi en brazos, porque para un hombre como él, yo debía ser un peso pluma, así que sin mucho esfuerzo me llevó hasta la cama y me tiró en ella, dejándome boca abajo.

Sentí un líquido frío sobre mi ano, y luego sus dedos masajeando en círculos mi entrada, intentando de vez en cuando entrar por mi entrada, provocando cierto dolor en mí. Lejos de que mi polla perdiera su dureza, fue ahí donde empezamos a descubrir mi nuevo lado, aunque más adelante os hablaré de él. Mi polla estaba dura, realmente dura, como no la había tenido en mucho tiempo, mientras notaba como seguí con el masaje de sus dedos en mi ano, y como conseguía dilatarlo poco a poco.

Ha llegado el momento perrita -notaba la presión de su polla en mi ano- Joder, que culito más prieto.
Mmmmm.
Mmm en breves lo disfrutarás perrita, no te preocupes.
Tenía razón, poco a poco el dolor se fue pasando y vino el placer, sentía como me daba en mi punto g una y otra vez, provocándome oleadas intensas de placer. No pude evitar correrme al mismo tiempo que él inundaba mi interior con su leche caliente, recién salida de su polla, y se tumbaba sobre mí para poder recuperar fuerzas.
Ahora te pondré algo, hasta que volvamos a vernos, tienes prohibido quitarlo.

Sentí como introducía algo en mi culo, después de que sacara la polla flácida, y me dio un cachete en el culo, antes de desatarme por completo. Cuando lo hizo, me giré y le planté un buen beso en sus morros, y qué bien sentó.

Ahora sí que no dejaré que te marches perrita.
No quiero irme, quiero más.
Pues así será.

Aquí acaba por ahora, pero ya os contaré cómo siguió el día, pues la cosa se pone interesante. Si te ha gustado, deja tu comentario.


Licencia de Creative Commons

El perro gay es un relato escrito por Pandora publicado el 22-11-2020 19:38:14 y bajo licencia de Creative Commons.

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29 No me gusta0
Comentarios  
Sin nick
+2 #2 Sin nick 24-11-2020 21:45
Muy buena sensación el que haya relatos de este tipo en una web de este género.Además el relato es buenísimo. No dejéis de hacer lo que estáis haciendo
gaby
+3 #1 gaby 23-11-2020 01:26
Muy bien descrito, tiene mucha calidad la manera de escribir.Sobre todo me encanta que aporteis relatos gays en esta comunidad.
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