Políticamente incorrecto 4.2
Escrito por Wilmorgan
Le mandé unos mensajes más a los que no contestó. Me había dejado super cachondo y con mi rabo desesperado por explotar. No entendía como podía excitarme siendo humillado por él. No pensaba que era un hombre. Solo un ente abstracto que me sometía haciéndome sentir una excitación que me desbordaba.
Erecto, pero aun tapado por el tanga, fui a la cocina a buscar lo que me había ordenado. Sabía que estaba siendo un pervertido asqueroso. Que no podía hacerle eso a mi novia. Pero me ponía muy cachondo pensarlo. Por suerte Natalia tenía una botella de zumo de piña, el preferido de Sofía. Era casi seguro que al despertar se decantaría por un buen vaso de zumo, esta vez con leche incluida.
Me tumbé en el sofá con la botella destapada en una mano y frotándome con la otra. Lo normal hubiera sido agarrármela y pajearme como un mono. Estaba super cachondo. Pero ese mismo estado me pedía que alargase todo lo posible aquel súbito placer.
No podía pensar en la inmoralidad que estaba haciendo. O quizás no quería. Mi mente se concentraba en recordar lo que había vivido aquella noche. Pensar en mi novia sometida por aquellos hombres. En la divina Natalia desnuda. En ambas viéndome humillado. Hasta eso me excitaba en aquel momento.
La imagen mental que tenía de ellas dos sobre aquel banco, prácticamente haciendo un 69… Mi pervertida mente pasó a imaginar que quizás ahora estaban repitiendo en la cama lo que empezaron en el parque.
Mi mano frotaba frenéticamente el tanga dándome muchísimo placer. Una imagen patética, vestido de mujer y frotándome como tal. Y cada vez más salido pensando en ese polvo lésbico que podía estar ocurriendo al otro lado de aquella puerta. Tan abstraído estaba que no pensé que podía pasar aquello.
- Pero bueno… ¿qué haces cerdito?
Esa voz casi susurrante me sacó de golpe de aquel trance. Allí estaba ella, a los pies del sofá. En la oscuridad de aquella sala, con los brazos en jarra mirándome con una sonrisa. Un escueto pijama compuesto de un mini short y un top de satén purpura era toda su ropa. Llevaba toda la noche viéndola desnuda. Y aquel atuendo no es que cubriese mucho sus atributos, pero lo suficiente para aumentar, más si cabe, mi humillante inferioridad sobré ella. No fui capaz ni de articular palabra.
- ¿Qué pasa que te has quedado cachonda, Mar?
- Lo… lo siento, Natalia. Por favor… perdona…
- No pasa nada tonto. Es normal. Eso mismo estábamos hablando tu novia y yo. Que nos habíamos quedado muy cachondas.
Mi libido volvió al pensar que ellas estaban hablando de lo sucedido como algo lujurioso. Debí molestarme por pensar que a mi novia le habían excitado aquellos hombres. Pero en ese momento, todo me ponía cachondo.
- Pero no pares. Sigue tonto. ¿O es que no te gusta mirarme mientras te tocas? ¿No te parezco sexy? – dijo Natalia, contorneando su cuerpo cubierto con aquel pijama tan morboso.
- Sí, sí. Claro que eres sexy. Mucho.
- Pues entonces ¿Por qué no sigues? No me dirás que te da vergüenza. Si ya te he visto el cacahuete antes. Venga déjame verla ahora mientras te pajeas.
No terminé de procesar lo que me estaba pidiendo, solo lo hice. Era como si mi cuerpo obedeciera sin pensar a cualquier orden. O quizás era mi excitación. El caso es que lo hice. Bajando el tanga por debajo de mis huevos, dejé al descubierto mi hinchado pene.
Natalia encendió una pequeña lámpara de pie, que dirigió exclusivamente a mi sexo. Me hizo recordar aquel bochornoso momento en el que ella vio por primera vez mi “cacahuete”. Ahora estaba completamente erecta, pero tengo que reconocer, que no era para nada como la de aquellos hombres.
Natalia se acercó a mí, bueno a esa parte de mí, colocándose en cuclillas. Estuvo un rato mirando mi miembro sin decir nada. Empecé a ponerme nervioso. Comencé a notar como, a pesar de mi estado descontrolado de excitación, mi pene perdía dureza poco a poco. ¡Otra vez NO!: gritaba mi mente.
- Bueno. No esta tan mal. Después de verla antes pensé que no sería capaz de ponerse tiesa. No es que sea grande… a ver… es pequeña… sí. Tengo que reconocerlo. Pero no es algo grave. Si a Sofí le ha servido estos años…
Su discurso me estaba hundiendo. Aun con buenas palabras, estaba calificando mi sexo como pequeño. Y lo peor de todo, es que este iba minimizándose cada vez más.
- ¡Uy! Pero bueno. Si es que tiene miedo escénico. Venga tonto, sigue tocándote. Qué al final pierdes la oportunidad de correrte.
Tenía razón. Ya me había pillado frotándome sobre su tanga. Le había enseñado mi polla, que cada vez estaba más flácida. Masturbarme delante de ella solo podía mejorar aquello. Con suerte mi verga reaccionaría y si era así, sería la paja más morbosa de mi vida.
- Oye, ¿y la botella de zumo? – me preguntó.
- Es el favorito de Sofí. – fue lo único que me atreví a contestar.
- Y el tuyo ¿no? Si no la sueltas ni para machacártela. – contestó, quitándome la botella de la mano para dejarla en la mesa.
- No. A mí no me gusta…
- ¿Entonces? ¿No me digas que nos ibas a preparar un batido de piña y leche?
No me atreví a contestar, pero mi rostro lo hizo por mí. Había descubierto la guarrada que pensaba hacer. Y mi polla solo estaba morcillona por mucho que meneaba mi mano.
- Eso está muy feo ¡eh! Te mereces un castigo por cerdito pervertido. Pero antes te ayudaré a poner eso en funcionamiento.
- Pe… pero… Sofí…
- No te preocupes por ella. No saldrá. Está durmiendo plácida y fresca. Ahora te toca a ti.
Vi cómo se ponía en pie. Me pareció entrever que no llevaba ropa interior bajo el pantaloncito. Por arriba sus pezones dejaban claro la ausencia de sostén. No sabía que iba a pasar. Pero mi corazón latía a mil.
Cuando me quise dar cuenta, ya había pasado una pierna por encima de mi cabeza. En un instante estuvo de nuevo a horcajadas sobre mi cara. De nuevo tenía a aquella diosa dispuesta a sentarse en mi rostro.
Agarró mis dos brazos por las muñecas y los llevo entre sus muslos y sus gemelos. Como unas horas atrás me tenía bloqueado con sus piernas. Mi vista estaba fijada en su entrepierna purpura, buscando ese hueco libidinoso que me permitiera vislumbrar si había algo más a parte del pijama.
Deseaba que bajase y volviese a encerrar mi cara entre sus muslos. Estaba desesperado por volver a sentir su calor, su olor, aquella sensación de asfixia tan placentera. Pero no lo hizo.
Comenzó a jugar con sus manos sobre mi pecho, recorriendo primero el contorno del sujetador. Para luego adentrarse bajó él y jugar en mis aureolas, haciendo que mis pezones se erizaran. Noté como sus manos me abandonaban, para luego volver directas a uno de mis pezones, pero esta vez, húmedos, muy húmedos.
Fue jugando con su saliva sobre mis pezones, primero uno y luego otro. Era una tortura. Deseaba que se dejase de juegos. Pero era tan sublime…
- ¡Ves! Tu cacahuete reacciona mejor cuando se te estimula como una mujer. Mira que duro esta ya. Iba a decir grande, pero tampoco vamos a exagerar. ¿Te gusta?
- ¡Siiii! – contesté gritando en susurros.
- ¿Quieres oler mi coñito y saber si a mí también me gusta?
- ¡Siiii! ¡Por favor! – contesté desesperado.
Apoyando sus manos en mi pecho, bajó sus caderas hacia mi cara, haciendo rozar mi nariz con su sedosa ropa. Inspiré con todas mis fuerzas, llegando a mí aquel aroma a mujer.
Sin dejarme llegar a más, solo podía olfatear cual perro, mientras ella volví a jugar con mis pezones. Yo notaba como mi polla estaba tan hinchada que incluso me dolía. Y solo estaba estimulando mis tetillas.
Volví a sentir la ausencia de unas de sus manos, pero pronto vi cúal era su destino. Esta vez no eran sus labios, al menos no los de la boca. Su delicada mano fue directa al interior de su pantaloncito, comenzando a jugar con su dedo en aquello que yo tanto deseaba. Con sus nudillos golpeaba suavemente mi nariz y boca, mientras aquella diosa se estaba masturbando sobre mi cara.
Me moría por liberar mis manos y llevarlas a mi pija. Era una tortura esa falta de atención en aquella zona. Ella estaba tocándose en mi cara y yo con mi rabo tieso sin poder hacerlo.
Al poco dejó de tocarse para llevar esa mano de nuevo a mi pezón, humedeciendo la zona esta vez con sus flujos. Unos pocos segundos jugando con mis tetitas y volvió a darse placer ella.
Era exasperante. Cada vez olía más a sexo. Deseaba comerme aquel coño. Deseaba que me tocase. Deseaba más. Lo que fuera. Pero más. Estaba desesperado.
Volvió a sacar sus dedos de su entrepierna entre jadeos. Esperé con ansias las caricias en mi pezón, pero no llegaron. De improvisto, sentí como la yema de su dedo rodeaba juguetón mi glande. Mi polla dio un respingo de inmediato.
- Ahora te voy a dar la oportunidad de correrte. Pero para eso debes conseguir que lo haga yo. Y date prisa, no vaya a despertarse tu novia.
Que me recordase que mi novia estaba a solo unos metros de nosotros, no es que me hiciera sentir culpable. En ese momento, me excitaba más aún. Solo había rozado con un dedo mi pene y ya estaba a punto de correrme. Estaba completamente fuera de mí.
Natalia bajó el centímetro que separaba su cuerpo de mi cara. Y yo volé al país de la lujuria, disfrutando del calor de aquella hembra perfecta.
No tardé en intentar llegar con mi lengua a todos los recovecos que me permitía mi posición. Ella se limitaba a seguir jugando con mis pezones y de vez en cuando, rozar muy levemente mi descapullada pistolita.
La sedosa prenda no podía ocultar lo que sospechaba. Debajo no había nada más que un depiladito chochito mojado, muy mojado. Necesitaba llegar a su clítoris para conseguir su orgasmo. Pero aquel pijama me impedía el contacto directo. No tuve más remedio que usar toda la fuerza de mi lengua para compensar aquella barrera. Sacando energía sin saber cómo, conseguí hacerla gemir.
Poco a poco sus jadeos iban aumentando, señal de que lo hacía bien. Una de sus manos pasó a mi polla, que con dos dedos nada más, comenzó a subir y bajar muy lentamente. Su otra mano iba intercambiando por mis pezones, pero esta vez no se limitaba a acariciarlos. Comenzó a pellizcarlos y retorcerlos suavemente.
Según ella se iba excitando, más fuerte torturaba mis tetitas. Y más rápido me pajeaba, eso sí, únicamente con dos dedos. Era muy frustrante, aun así, sentí como me iba a correr solo con eso.
La sedosa tela ya estaba completamente empapada, tanto de mi saliva como de sus flujos. Tanto que se pegaba completamente a su hendidura. Lo que me permitía aunar esfuerzos por proporcionar el mayor posible a esa diosa sin dar lamidas en balde.
Natalia comenzó a moverse sobre mi cara como había hecho en el suelo del parque. Parecía que estaba cerca de conseguir mi objetivo. Y el aumento de velocidad en mi polla así me lo confirmaba.
Los gemidos de Natalia ya eran más que evidentes. Tanto que me preocupaba que mi novia despertase y nos descubriera. Pero no podía parar. Aquel coñito mojado y esos dos dedos me estaban dando el mayor placer de mi vida.
- Vamos cerdito. ¡Lame! ¡Lame con ganas! Quiero correrme en tu cara.
Solo faltaba que me dijera eso para perder del todo el raciocinio. Mi lengua se desboco entre sus labios volviéndola loca de placer.
- ¡Así maricón! ¡Lame! Come coño como la zorrita que eres.
- Solo sirves para comer coños. Con esta pollita que tienes no puedes dar placer a una mujer. ¡Lame puto perro salido!
Yo escuchaba todo claramente, a pesar de tener mi cara bajo su culo. Cada vez temía más que Sofia nos descubriese. Pero mi lengua no paraba. Igual que no lo hacían sus dos deditos en mi pollita.
- ¡Sí! ¡Sí! ¡Joder, sí! ¡Me corro! ¡Me corro en la cara de tu novio Sofia! ¡Síiiiii!
Lo estaba gritando a los cuatro vientos. Era mi fin. Pero no podía parar. Seguí lamiendo como un perro salido hasta que noté ese calambre en su cuerpo. Su orgasmo había llegado. Y no paraba. Y su mano tampoco en mi polla. Yo también me iba a correr. Deseaba gritar como ella, pero no podía. Y tampoco podía parar de lamer mientras ella siguiese alargando su éxtasis.
Intenté aguantar, pero no pude más. Nos sincronizamos durante unos segundos. Ella corriéndose sobre mi cara y yo, sobre mi tanga y mi sujetador. Fue el mejor orgasmo de mi vida. Sin poder ver, sin poder tocar, sin poder tocarme a mí, solo con sus dos dedos y su coño asfixiándome. El mejor, sin duda.
Ella dejó caer todo su peso sobre mí cara durante unos segundos. A mi me faltaba el aire después de mi culminación. Pero la dejé hacer. Dejé que me asfixiase con su culo y su coñito para que disfrutase de ese momento.
Cuando por fin debió caer en la cuenta de que tenía un hombre como asiento, se alzó. Yo tomé aire como loco. A pesar de todo el placer anterior, acababa de sufrir una sádica tortura. Ella solo me miraba y sonreía.
Recobré un poco de lucidez y lo primero que hice fue buscar a Sofía. Mi mayor temor, después de haber recuperado la capacidad de respirar, era verla allí de pie mirando como su compañera de trabajo usaba la cara de su novio como silla sexual.
Pero no. La puerta del dormitorio seguía cerrada y estábamos solos allí. Entonces me vi, todo lleno de semen. Tanga, tripa, sujetador, hasta el cuello había llegado. La euforia pasó y me di cuenta de lo que había hecho. Era su amiga. Y si los remordimientos le hacían confesar a Sofí aquello. No me atrevía a mirar a Natalia a la cara. Pero una presión en el pecho, producto de mi culpa y mi miedo, me hizo hablar.
- ¿Y… Sofí?
Fueron mis escuetas palabras, pero suficientes para que ella entendiera a que me refería. Natalia agarro la botella de zumo de piña. Con los mismo dedos que me habían llevado al cielo, fue recogiendo semen de mi cuerpo para luego escurrirlo dentro de la botella. Y mientras rebañaba la corrida alrededor de mi flácida polla, me dijo:
- Si eres un cerdito obediente, tu novia no sabrá nada. Será nuestro secreto.
Cerró la botella y recogió un poco más de semen de mi cuerpo para llevárselo a su boca. Lo degustó poniendo gesto de aprobación. Entonces ella me beso, un beso profundo y húmedo, para luego decirme:
- Estás rico. Más dulce que Jacob.
En ese momento caí en la cuenta. Había besado la boca que había saboreado a Jacob y comido el coño que había follado aquel maldito negro. Natalia dio media vuelta y contoneando su culito, volvió a su cama con mi novia. Dejándome manchado, con lencería de mujer, y con el sabor de una polla negra en mi boca. Y a pesar de todo volvía a estar cachondo.
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