Políticamente incorrecto 2.2
Escrito por Wilmorgan
- Venga amorcito. En pie para comparar vuestros culitos. – le dijo Jacob a Natalia, instándole a levantarse tirando de sus pezones.
- Eso es. Hacerlo como lo habéis hecho hace un rato. Pero sin pantalones. – añadió él.
Por unos instantes pude ver ambos traseros juntos, eso sí, enfundados en sus ajustados pantalones. Las dos bellezas de cuerpo perfecto estaban de frente a ellos, dándome la espalda a mí, que seguía relegado a un par de metros del banco. Pero fue poco tiempo lo que tardaron en darse la vuelta las dos, como habían hecho al principio de la noche, mostrando sus formidables glúteos a los dos hombres. Ambas me miraban mientras bajaban sus pantalones, dejando al descubierto sus nalgas a ellos y a mí el frente de su ropa interior. No podía verlo del todo bien por la oscuridad, pero juraría que esos cerdos estaban disfrutando de unos preciosos y pequeños tangas. Blanco, a juego con el sujetador que aun yo tenia en mis manos, el de mi novia. Y un rosado fuerte que resaltaba en la blanca piel de Natalia.
Cuando las dos mujeres tenían los pantalones por las rodillas, se agacharon como habían hecho antes, dejando su culo en pompa a escasos centímetros de ellos. Crucé la mirada con mi novia mientras se mantenía en esa humillante posición. Podía notar su vergüenza, más que lógica por otra parte. Pero también me pareció que intentaba recriminarme que las estuviera mirando. Si, a las dos. Lo normal seria que no pudiera levantar la mirada para no ver como mi amada Sofía pasaba por tal exposición degradante. Y una parte de mi se sentía así. Lleno de rabia e ira hacia aquellos hombres que jugaban con ellas. Pero el morbo de ver a mi novia, junto a su espectacular compañera de trabajo, con el culo en pompa y las tetas colgando, en medio de un parque desierto… No voy a negarlo, estaba excitadísimo.
La cosa cambió cuando ellos empezaron con el manoseo a sus nalgas mientras hacían comentarios sin pudor alguno. No puedo decir que dejase de estar excitado, pero la rabia y la frustración iban ganando terreno. Escuchar como hablaban del culo de mi novia, como si fuera un trozo de carne, mientras se turnaban para palpar con sus manazas la suave piel de mi chica. Hubiera saltado por encima de ellas para golpearles. Pero eso ya lo había probado y sabia bien que no funcionaba. No me quedó otro remedio que ver como azotaban a mi novia, para según ellos, comprobar la firmeza de sus nalgas.
- Ves, en la piel blanca se nota más la marca de mi mano. – decía Jacob al azotar a Natalia.
- Si bueno, eso es normal. Pero en el suyo también se queda marcado. – dijo él, después de otro azote bien fuerte a mano abierta.
- Además, aquí hay más donde azotar. Y fíjate que durito esta. Me duele la mano de pegarla. – añadió él.
- Eso es que estas acostumbrado al cinturón.
- Puede ser. Pero esta piel es muy delicada para hacerlo con cinturón ¿Verdad?- preguntó a las chicas.
- ¡Sí, sí! Con la mano mucho mejor, señor. – dijeron ellas.
- Bueno como no nos ponemos de acuerdo, necesitamos una tercera opinión. – decidió él.
- Marquitos, ven aquí. – me ordenó.
Asombrado porque me incluyeran en su sádico juego, pero también temeroso de lo que podría pasar, fui hacia ellos. Ordenaron a las chicas que se dieran la vuelta, quedando ahora con el culo en pompa hacia a mí, apoyando sus manos en el banco, entre las piernas de ellos. Ahora sí que podía ver perfectamente los tangas de ambas. Liso y muy ajustado el rosado de Natalia. Y con pequeños encajes el de mi novia.
- Venga Marquita, dinos cual es el mejor culo. – dijo Jacob
- El suyo. – dije, señalando a mi novia.
- No seas calzonazos. Compara bien. Que no te has visto en otra como esta. – me recriminó el negro.
- Si venga. Aprovecha, que no volverás a tener unos culos así a tu disposición en tu vida. - añadió él.
No quería hacerlo. Una parte de mí no quería. Pero mi lado pervertido y morboso controlaba la mayor parte de mi cuerpo. Y tenían razón. No me vería en otra oportunidad como esa en la vida. Ya no solo por poder tocar el culito de Natalia. Si intentaba hacer memoria de cuando fue la ultima vez que tuve a mi novia con el culo en pompa… imposible.
Guardé el sujetador que aun mantenía en mi mano en mi bolsillo. Tímidamente lleve mi mano a la nalga derecha de Sofi, notando un pequeño sobresalto en su cuerpo. Lo acaricié despacio, pues aún sentía el calor de los azotes que esos pervertidos le habían propinado. Sentía lastima por mi pequeña niña, siendo el juguete de dos desconocidos en mitad de un parque. Pero ese sentimiento no detuvo mi otra mano, que fue directa al culo de su compañera.
También podía notar su calor. Y es cierto que en su blanca piel las marcas de los azotes se notaban a la perfección. Incluso podía notar una ligera hinchazón en ambas. No entendía como podía excitarme sabiendo lo que les habían hecho por mi culpa, pero mis manos no podían evitar recorrer cada centímetro de piel de esos glúteos perfectos. Más duros en el caso de mi novia, a pesar de ser un poco más grande y redondito que él de Natalia. Tenía claro que mi novia tenía mejor culo que su compañera, sin desmerecer ni un ápice aquella divinidad hecha carne que era Natalia. El resultado estaba decidido, pero no podía dejar de manosear aquellos preciosos traseros.
Mi mano fue recorriendo el camino de tela, adentrándose entre las nalgas de ambas mujeres, que aguantaban sumisamente con sus rostros frente a los paquetes de ellos. Pasé muy despacio por la zona donde encontré un agujerito. Agujerito que no había probado nunca en mi novia. Casi diría que era la primera vez que lo tocaba tanto. No pude evitarlo, quería, pero no pude. Con un dedo en cada uno de los anos de ellas, presione suavemente, disfrutando el poder de penetrar con mi dedo a dos jóvenes preciosas. Pero se quedó en eso, una presión suave, interrumpida por otra orden de aquel mal nacido.
- Venga. No te entretengas. La verdad es que no me importa tu opinión. Azótalas. La primera que suelte un quejido, perderá.
Quedé helado. Como pretendía que azotara a mi novia y a su compañera. Yo no era un sádico como ellos. Las pobres chicas ya tenían el culo bien dolorido por su culpa. No pensaba hacerlo. Prefería mil veces que volvieran a patearme los huevos a ser yo quien hiciera daño a mi pequeña Sofi.
- No… no voy a hacerlo. – dije, con la voz temblorosa.
- Esta bien. No lo hagas. Entonces lo haré yo, con el cinturón.
Ese hijo de mil putas me tenia agarrado de las pelotas. O hacia lo que decía, o seria peor para ellas. No contesté, no tenia valor. Solo hice lo que me había ordenado. Azotar a mi novia, sin queja alguna por su parte. Cierto es que no lo hice muy fuerte. Cosa que recriminaron enseñándome como sonaba el cinturón al golpear el banco con él. Yo sabía lo que dolía y había sido con mis pantalones protegiéndome. No podía permitir que lo usara en su delicada piel.
Natalia recibió un fuerte golpe de la palma de mi mano en su nalga derecha. Tanto que noté como me picaba a mí. Ahora entendía lo que decía aquel cerdo. Pero pareció que no era suficiente. El cinturón volvió a sonar dejándome claro que quería más. Con pena y rabia hacia él, golpee a mi novia, la cual aguantó estoicamente. Los azotes fueron trascurriendo, viendo como sus nalgas y mi mano acababan ardiendo. Pero ninguna emitía sonido alguno de queja. Aquello me encendió. Como podían estar aguantando tanto, solo por quedar por encima de la otra delante de aquellos cerdos.
Mi rabia hacia ellos se convirtió en dolor y celos por darme cuenta de que aun con lo que estaban pasando, ellas seguían luchando. Perdí el control y solté un golpe con todas mis fuerzas a mi novia, que cayo de bruces con su cara en el regazo de él. No dijo nada. Y si lo hizo, quedo ahogado como se ahogaban antes mis gritos, pero en su caso, en la entrepierna de él. Estaba decidido a hacerla gritar, pero antes tenia que azotar a Natalia. Lo hice, pero sin tener en cuenta mis fuerzas, golpeé tan fuerte su culo como lo había hecho al de mi novia. Esta no fue directa a ahogar su grito en el paquete del negro, si no qué soltó su alarido a unos centímetros de él. Había perdido.
- Vaya vaya, Marquitos… parece que tienes cierto rencor contra las mujeres… - dijo Jacob.
- Bueno, no estamos aquí para tratar los traumas de este perdedor. Él caso que mi morena ha ganado la competición de culos.
- La verdad es que a mi también me gusta más el suyo. Pero me pone demasiado la tetona. En fin… tenemos un empate. Solo queda una parte de su cuerpo para desempatar. – dijo Jacob.
- Cierto. Ya que estas aquí, ayuda a estas preciosas mujeres a quitarse del todo los pantalones.
No dudé en obedecer. Total, ya estaban prácticamente desnudas. Colocándome en cuclillas descalcé a ambas mujeres y bajé lo que faltaba de pantalón por sus piernas, hasta que estuvieron únicamente vestidas con su tanga.
- Prueba de inteligencia rápida. ¿ qué parte de su cuerpo podemos comparar para decidirnos por la mejor? - me preguntó él.
- Su… sexo… - dije yo.
- Su sexo dice... ¿Eso le dices a tu novia en la cama? ¿Ven que te la voy a clavar en tu sexo? – se burló Jacob de mí.
- No…
- Bueno déjale, es medio tontito. No creo ni que se la pueda meter. Vamos a darle una alegría. Serás tú quien les quite los tangas a las señoritas. Y lo harás con la boca. – dijo él, dejándome con los ojos abiertos.
Las risas de su amigo resonaban en todo el parque. Por un momento tuve la ligera esperanza de que hubiera algo parecido a un guarda vigilando y le escuchase. Pero que estuviera lejos. Lo justo para que me diese tiempo a desnudar con mi boca a mi novia y su amiga.
Sí… en mi mente había una lucha constante entre la moral y la perversión. El bien y el mal. Era como tener al angelito y al diablo, cada uno en un hombro, diciéndome cosas. El ángel se perseveraba en recordarme que era un buen hombre que amaba a su mujer. Pero el diablillo se machacaba su mini pene, mientras me decía que sería la única oportunidad que tendría de vivir aquella película porno.
Me gustaría decir que fui fuerte y expulsé al diablo de mi hombro, pero lo cierto es que ya estaba de rodillas como me habían ordenado para comenzar con mi tarea. Me dieron a elegir por cual empezar. Y lo hice con Sofía. Puede que por confianza o por darle a entender a mi novia que para mí era lo más importante después de haberla menospreciado con su amiga. O quizás, solo quise dejarme el postre para el final.
La verdad que volver a estar arrodillado a los pies de mi novia, me excitaba. Y no solo por el hecho de tenerla casi desnuda esperando a que hiciese desaparecer la palabra “casi”. Era como un nudo en el estómago, como unos nervios. Como un sentimiento de admiración y servidumbre hacia ella. A pesar de estar haciéndolo por mandato de ellos, o quizás, justo por eso. Como fuere, mis pantalones guardaban mi excitación lo mejor que podían mientras llevaba mi boca a su piel.
Comencé por un lateral, agarrando con mis dientes el elástico del tanga. Bajé todo lo que pude por su cintura hasta el muslo. Andando sobre mis rodillas, fui a la parte trasera, tirando del triangulito con mi cara bien pegada a sus duras nalgas. Dejando para el final la parte que más ganas tenia de ver. Llevaba ya tiempo con la duda y era el momento de saber si Sofía estaba excitada como me había parecido, o solo era mi mente pervertida.
- ¡Venga, huele! Que seguramente no vuelvas a hacerlo cuando sea mío. - dijo él, empujando mi cabeza contra el sexo de Sofi.
Aquella frase me llenó de rabia. ¿Cómo que cuando sea suyo? ¿Cómo que no volvería a hacerlo? Pero qué coño se creía ese cerdo. Era tanta mi indignación, que dejé mi curiosidad a un lado y con una estúpida dignidad me negué a oler los bajos de mi novia. Solo me mantuve apretando mis dientes furioso, a la vez que él empujaba mi cabeza contra el cálido sexo de Sofía.
- Estas tardando mucho. Eso es que no te interesa el chochito de tu novia. Tú quieres oler el que te deja sin aliento ¿verdad? Pues venga. – dijo él.
Apartando unos centímetros mi cara la única prenda de Sofi, fue él mismo quien metiendo un dedo por dentro del tanga, fue bajando la fina tela que cubría la parte más intima de mi novia. A menos de 5 centímetros de mi nariz, otro hombre desnudaba con sus manos a Sofía, conmigo de rodillas siendo testigo. Ahora me maldecía a mi mismo por no haber aprovechado la ocasión de disfrutarlo cuando lo tenía en mi boca. Al fin pude ver bien la fina línea de vello púbico que solía dejarse, ese mismo que él acariciaba con su dedo hasta donde su cuerpo de separaba en dos. Con una mano agarraba mi pelo, mientras con la otra jugaba con los de mi novia, subiendo y bajando su dedo a su antojo.
- Me gusta este caminito. Para algunos hombres, es una señal de por donde ir. Y para otros, perdedores sumisos, es señal de prohibido. ¿ A que sí, preciosa? – le preguntó a mi novia.
- Sí, señor. – contestó ella, con su tanga colgando entre sus muslos.
- Perdedor. Termina de quitar el tanga y dámelo. Pero ni se te ocurra tocar lo que ya no es tuyo. – me dijo a mí.
Asqueado y rabioso, hice lo que me ordenó. Tirando de la prenda con mi boca, teniendo que casi tocar el suelo con mi rostro para quitarlo. Lo peor fue cuando tuve que entregárselo, de la misma manera. Con mi boca y de rodillas, viendo su maldita cara de chulo de gimnasio, mientras me acariciaba el pelo y me decía: buen perrito.
Le hubiera mordido la mano cuando me arrebato las bragas de mi novia. Pero en ese momento sentí un fuerte tirón de mi pelo. Era Jacob que, demostrando su fuerza física, me hizo trastabillar arrodillado hasta quedar frente a Natalia. Me instó a darme prisa, por lo qué fui directo a su parte delantera con mi boca. En cuanto tuve bajado lo suficiente para dejar al descubierto un completamente depilado y brillante coñito, volví a ser empujado contra él.
- Te encanta cerdo. Dilo. Te gusta oler el chichi de mi tetona hasta quedarte sin aire. Dilo. – me gritaba Jacob.
Intenté decirlo. No solo por obedecer, deseaba gritarlo. Era la más pura verdad. Como un relámpago, mi excitación pasó de 100 a 1000. Era increíble como me excitaba tener la cara enterrada entre las piernas de una mujer. Podía notar su humedad en mis labios. Quería probarlo, pero no me atrevía. Dejé a un lado lo que pudiera pensar mi novia y me propuse a hacerlo, a sacar mi lengua como había hecho antes. Pero el negro me apartó y manejando mi cuerpo como un trapo, aplastó mi rostro contra su paquete, ya con mi lengua fuera.
- ¿Te gusta más esto? Yo creo que sí. ¿Notas lo grande que es con tu cara? ¿Te gustaría que me la sacase?
Intentaba zafarme de él, pero era imposible. Su posición y su mayor fuerza física me impedía separar mi cara de sus pantalones. Me ordenó que usara mis manos para bajarle el tanga a Natalia, sin poder apartar mi cara de sus pelotas negras. Lo hice, humillado y frustrado por mi inferioridad. Retiré como pude la ultima prenda de la Natalia, hasta quedarme con ella en mis manos, mientras aún tenía en mi lengua el sabor de la ropa de aquel hombre.
- Ahora dámela, que será mi souvenir. – me ordenó Jacob.
- No, no. Espera. Tengo una idea mejor. – dijo él.
Pude ver el gesto de desagrado del negro al no poder quedarse con tal preciado botín de guerra. Y más cuando él, si que tenia el tanga de mi novia en sus manos. Pero cuando este le hablo al oído, contándole su plan, el rostro de Jacob pasó del desagrado a la euforia descontrolada. Dejándose caer en el banco dijo:
- Que empiece el espectáculo.
No podía averiguar que retorcida idea tenía en su cabeza, pero la sonrisa de Jacob, mientras encendía un cigarro, deslumbraba en la noche. Su amigo y director de orquesta me hizo ponerme en pie, tirándome del pelo. Sin darme cuenta cogió de mi bolsillo, el ya olvidado por mí, sujetador de Sofía. Con toda la ropa interior de mi novia en sus manos, se acomodó junto a su compañero y con su sonrisa de superioridad comenzó su discurso.
- Yo creo que las señoritas estarán de acuerdo conmigo, en que la culpa de todo esto es de Marquitos. Y me parece muy injusto que vosotras estéis aquí desnudas pasando frio y él, en cambio, mantenga toda su ropa y haya disfrutado de desnudaros. ¿no os parece señoritas?
- Sí, señor. – contestaron ellas, supongo más que nada, por no contrariarle.
- Entonces me parece que lo apropiado sería, que le desnudéis. Así podremos confirmar por qué mi pequeña Sophie necesita un macho de verdad. – continuó él.
Era un desgraciado. Podía entender que desnudase a dos divas como ellas, por su propio goce. ¿Pero a mí? Solo lo hacia para humillarme. Y lógicamente, lo conseguiría. Estar desnudo delante de Natalia sería vergonzoso. Pero no más que el resto de humillaciones que ya me habían hecho pasar. Supongo que, en su cabeza, yo tenia un micropene. Sin ser nada del otro mundo, era un pene normal. Además, llevaba erecto media noche. En cuanto esas mujeres comenzaran a tocarme se pondría como el mástil de un barco velero.
Las chicas se acercaron a mi tras su orden. Sofía con semblante serio, no tanto el de Natalia. Parecía más cómoda de lo normal estando desnuda en medio del parque y obedeciendo a dos hombres.
Sofi fue directa a mi camiseta. Mientras tenía esta tapándome la cara para quitármela, noté como desabrochaban mis pantalones. Únicamente podía ser Natalia. Y así lo confirmé cuando quedé con el pecho al descubierto. Allí estaba Natalia con sus melones antigravedad, de rodillas frente a mi paquete, peleándose con el botón de los vaqueros. Con esfuerzo consiguió soltarlo, llevando sus deditos a la cremallera. En ese momento me di cuenta. Estaba excitadísimo. Mucho. Tenia dos mujeres completamente desnudas, desnudándome a mí. Pero mi amigo inferior tenia miedo escénico.
No me lo podía creer. Se había pasado toda la noche entre medio erecto y erecto del todo. Por más golpes que me habían dado en esa zona, volvía a resurgir como el ave fénix. Y ahora, el momento justo que debía plantar cara, se escondía mustio entre mis piernas.
Intenté relajarme y concentrarme en lo cachondo que estaba, pero mis pantalones iban bajando por las manos de Natalia y mis nervios aumentaban. La escena era de película porno. Dos mujeres de infarto completamente desnudas de rodillas, una bajándome los pantalones, y su amiga, ocupándose de mi calzado. No dejaba de mirar sus tetas, sus culos perfectos, la carita de niña de mi novia que me miraba mientras se deshacía de mis calcetines... La increíble morena a solo unos centímetros de mis bóxer blancos. Unos bóxer que no auguraba ninguna sorpresa digna de aquella escena.
- Dime Sophie. Ya sabemos que opina él de tus pechos. ¿Qué opinión te merece su sable? – Preguntó él.
- Bien… normal…
- No parecen palabras para describir algo que te hace gritar y convulsionar sin control. – insistió él.
- Pues no… - fue la escueta y demoledora respuesta de mi novia.
- Ya lo sabia yo. Se te ve en la cara que estas mal follada. ¡Necesitas un macho de verdad! Uno que te ponga en tu lugar y te haga derretirte con su rabo. – gritó en medio de la noche.
- ¡Vamos! ¡Las dos juntas! Descubrir el pastelito de Marquitos.
Si antes no había conseguido revivir mi pene, después de las palabras de Sofía lo di por perdido. Tenia un nudo en el estomago y notaba mis ojos borrosos, como con ganas de llorar. Ese cerdo me estaba humillando por adelantado y no podía callarle la boca en ese estado. Solo podía esperar porque al menos estuviera morcillona y que el contacto de las manos de las chicas hicieran el milagro.
Dos melenas morenas estaban de rodillas frente a mí. Cuatro manos fueron al elástico de mis bóxer blancos. Mi corazón iba a estallar. Lentamente, como queriendo hacerme sufrir, fueron bajando la prenda al unísono. Mi recortado vello púbico fue acariciado por el frescor de la noche. Una mano fue a mi trasero, tirando del elástico de esa zona, dejando mi culo al aire.
Podía sentir aun la mano de Natalia rozando mis nalgas, cuando siguieron con su camino descendente al frente. Comenzó a aparecer mi pene. Solo un par de centímetros y se detuvieron. Podía ver los ojos de las dos mujeres clavados en él. Sofía estaba aburrida de verlo, pero miraba como si fuese la primera vez. Adivinaba la curiosidad de Natalia por saber que tenia el novio de su compañera entre las piernas. Incluso creí deslumbrar lujuria en sus ojos.
Bajaron otro par de centímetros. Esa mirada de lujuria cambió a decepción. No había más que descubrir. Mi glande apareció completo tras ese movimiento. Lejos de ayudarme, el fresco de la noche había llevado al extremo mi flacidez. No recordaba nunca haber visto mi polla tan pequeña. No pude seguir mirando, quería que se abriese la tierra y me tragase. Cerré los ojos y dejé que terminasen de descubrir mis testículos, que debían de estar igual de contraídos que mi verga.
- Chicas, la piel de zorra no es trasparente. ¿ Que os parece? – dijo Jacob, expectante sin poder ver lo que habían descubierto.
- … No es un pene, es una pena. – dijo Natalia, después de un silencio de reflexión.
Las risas afloraron sin control en medio de aquel maldito parque. Fuertes y roncas las masculinas. Y agudas y mortíferas las de ellas. Sí, las de ellas. Distinguí la risa de mi novia claramente. No podía más. Esa noche iba ser el héroe de esas mujeres. Iba a ser el campeón que las salvase y las llevaría agradecidas y a salvo a sus camas. Y ahora las dos reían a carcajadas a un palmo de mi flácida polla.
Abrí los ojos y vi como ellas se apartaban para que los hombres pudieran verme mis vergüenzas, nunca mejor dicho. Las burlas por parte de ellos continuaron, haciendo reír sin mesura a Natalia y con poco menos de ímpetu a mi novia. Hubiera dado mi brazo izquierdo porque alguna de las dos me tocase e hiciera crecer a la bestia. Pero ninguna tenía intención de acercarse más a algo tan decepcionante.
- Ya lo sabia yo. Por eso había pensado esto. No te mereces llevar ropa interior de hombre. Venga chicas, ponerle esto, que seguro que le quedara perfecto. Y luego os enseñaremos lo que hacen unos hombres de verdad. – dijo él.
Se había levantado del banco y acercado a nosotros para decirlo. En su mano, el tanga de Natalia, colgando de su bolsillo, el de mi novia. Mirándome desde arriba por su mayor altura, empequeñecí. Estaba desnudo y con mi polla escondida entre mis huevos. Las dos mujeres de rodillas ante nosotros. Ante un hombre desnudo y humillado y un moreno con brazos de gimnasio y sus tangas en su poder.
- Hacerlo con la boca. - dijo él, mirándome desafiante.
Vi de reojo como dejaba balanceando el tanga de Natalia frente a la cara de mi arrodillada novia. Sofía, con sus manos en sus muslos, agarró el extremo de la prenda con la boca. Una mirada más intensa de él, me hizo retroceder medio paso. Solo lo hizo para demostrar su poder. Acariciando el pelo a las dos mujeres, volvió a sentarse para ver el espectáculo. Yo ya no podía asimilar nada. Mi mente estaba fuera de entender como había llegado a eso. Solo veía imágenes sueltas. La imagen de la carita de niña buena de mi novia, con el tanga de su amiga en la boca, gateando desnuda hacía a mí.
- Ahora nos lo vamos a pasar muy bien con las tres zorritas, Jacob.
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