Mi futuro Amo
Escrito por Yania
Con veintiún años Rosa no había pegado un palo al agua. Todavía seguía sus estudios en el instituto que parecían interminables. Su vida se simplificaba en comprarse sus trapitos, su novio (un auténtico gilipollas) y en las fiestas del fin de semana. Pero para decirlo todo, hay que decir que era una autentica calienta pollas. Sí, tal y como suena. Le encantaba provocar a los tipos... No era muy alta pero sobresalía en ella unas tetas y un culo especialmente llamativos. Si a eso se le añade su don innato para la provocación la convertían en el centro de atención de cualquier local en una de sus noches de borrachera.
Pese a todo nunca le había sido infiel a su novio. Alguna vez se había enrollado con algún tío que la había calentado demasiado pero nada más. Su cabecita loca no la dejaba ir más allá de donde la estricta moral religiosa de su familia marcaba ya una señal que había traspasado demasiadas veces... Y es que a Rosa le traicionaba una mente demasiado calenturienta. El sexo le atraía irremediablemente... Le ponía cachonda provocar a los hombres y disfrutaba como una perra cuando podía follar con su novio en los lugares más insospechados.
Pese a todo de ahí no pasaba. Hasta que llego el día que apareció Pedro. No era de allí y había llegado hacía poco. Frecuentaba un bar cercano a su casa y siempre le veía sentarse en un parque cercano durante algún tiempo. Le llamaba la atención aquel chico. No era especialmente guapo y ni mucho menos atlético. Jamás se hubiera fijado en él en otras circunstancias. Se cruzaban muy a menudo y con el tiempo empezaron a saludarse. Incluso algún día se habían llegado a sentar a charlar un rato. En contra de lo que era Rosa, muy extrovertida y desvergonzada por naturaleza, ese chico parecía tímido y muy introvertido. Sin embargo algo de él le atraía irremediablemente, la forma en que la miraba, el tono de voz que usaba o no sabía bien el que.... pero al poco tiempo la tenía loca y no podía pensar en otra cosa que en él.
Llegaba el buen tiempo y los encuentros en el parque se producían cada vez con más frecuencia. Desde un principio aunque los temas de conversación eran intrascendentes y típicos poco a poco fueron entrando en el tema que especialmente excitaban a Rosa. En esos momentos ella pasaba una de sus innumerables riñas con su novio que acababan solucionándose con una buena follada. Pero esa noche estaba muy caliente y con ganas de provocar a aquel muchacho que tanto la atraía.
- Pedro ¿desde cuándo no lo haces? Porque yo aquí nunca te he visto con nadie.
- Jajaja, hace muchísimo tiempo contestó el medio avergonzado-. Pero bueno para aliviarse está uno mismo ¿no?
- ¿Te masturbas? Jajaja ¿y cuando te la has cascado por última vez?
- Mmmmmmm ¿te importa mucho? Cielo. ¿Qué pasa que tú no te masturbas?
Rosa se quedó en blanco entonces. La verdad es que nunca lo había hecho. Desde muy joven había tenido novio y nunca sintió especial necesidad. Aunque muchas veces cuando irremediablemente se le mojaba el coñito de buenas ganas lo hubiera hecho.
- ¿Nunca te has metido el dedito? No me lo creo. Eres una cachonda y lo sabes. ¿No sientes curiosidad?
La estaba metiendo en un compromiso el cabrón aquel. No esperaba aquella reacción. Sabía que Pedro era muy inteligente y que siempre la ponía ante situaciones inesperadas, pero aquello no lo esperaba. La verdad es que en esos momentos tenía el coñito a punto de estallarle... notaba como su tanguita estaba totalmente mojado e irremediablemente empezaba a separar las piernas.
- Ufffff, Pedro, calla, me estas poniendo malita... no seas malo por favor. Le medio susurro.
- ¿Yo malo? Si no estoy haciendo nada...
Entonces noto como pasaba su mano por su cintura y comenzaba a acariciarle el estómago... No podía resistirlo mucho más. Estaba poniéndose cachondísima en un parque con un tío justo al lado de su casa. Para entonces tenía las piernas ya demasiado abiertas, la falda se le estaba subiendo y empezaba a dejarse ver más de la cuenta. La mano de Pedro se estaba perdiendo entre su camiseta y subían hacia sus tetitas cuyos pezones ya le dolían solo con el contacto de la tela.
- Ahora te vas a masturbar para mí, cielo...¿a qué si?
- Uffffff, Pedro, por favor....aquí no...
- Aquí sí, nadie nos va a ver... y sé que te pone... lo necesitas, lo sé, hace ya que no te corres, ¿a que sí? Mi zorrita
Aquel cabrón la tenía donde quería. La tenía dominada. Solo con un susurro suyo la estaba deshaciendo. Necesitaba correrse... subía su culito y empezaba a mover su cadera adelante y atrás... Él lo había visto y cogiéndola de una mano se la llevó hasta su coñito. El tanga ya totalmente empapadado no podía retener más jugos y empezaban a resbalar por aquellos muslos carnosos. Retiro un poco el tanga dejando aquel conejito rasurado a su vista. Acompaño la mano de ella hacia él, moviendo sus deditos por toda la rajita llegando casi hasta su culo... Ella empezaba ya a gemir sin poderlo remediar.
- Ahora tu solita, cielo, quiero ver cómo te metes esos dedos en ese coño goloso.
- Siiiiiii, cabrón... como me tienes... ahora no pares, no me dejes así...
No tenía intención de dejarla así. Quería ver como aquella putita de buena familia se corría ante él. Y ella estaba más que dispuesta. La levantó del banco donde estaban y le bajo el tanga mientras ella no paraba de masturbarse. No podía dejar de frotar su clítoris. Estaba fuera de sí. Los dedos le resbalaban hacía lo más dentro de su agujero. Primero uno, después otro. Al poco rato se estaba metiendo casi toda la mano, con los cuatro dedos dentro de sí y con el pulgar se frotaba el clítoris desesperada.
Él mientras le había levantado por completo la camiseta y estaba castigando sus pezones. Los pellizcaba, los mordía, se los estiraba y se los lamía de tal forma que a la vez la tenía totalmente dominada y con un toque de dulzura que la impedía protestar. Estaba medio desnuda en la calle pero no le importaba. Solo quería correrse. Quitarse la calentura que ya acumulaba....
Entonces el la cogió y la sentó encima de él. Por fin se la iba a meter. No quería rogárselo pero ya había estado apunto en varias ocasiones. Necesitaba una poya en su coñito. Necesitaba sentir la leche caliente de aquel cabrón llenándole hasta lo más dentro de sí.
- Sácame la polla, cielo... y hazlo con cuidado porque si te portas mal te tendré que castigar ¿me entiendes?
La verdad es que no entendía ni quería entender, solo quería tener esa poya entre sus manos y después dentro de ella. Cuando se la sacó estaba en pleno apogeo.... De un tamaño normal, era bastante gruesa y con una cabeza roja chorreante que casi la hizo correr solo con verla. Estaba cachondisima, era una autentica puta y se estaba empezando a dar cuenta. Estaba sentada en sus rodillas con las piernas abiertas lo más que podía y comenzaba a arrimar su coñito mientras le pajeaba.
Se levantó un poquito para clavársela toda de golpe. No estaba para jueguecitos. La quería dentro y ya. Pero él no parecía estar dispuesto... En cuanto tenía casi el capullo dentro la retiraba y comenzaba a restregársela por todo el coñito hasta llegar a su culo. La estaba volviendo loca. La necesitaba dentro para correrse.... Necesitaba sentir como la abría por dentro hasta lo más profundo.
- Por favor, métemela, por favor... ¡cabrón, metemelaaaa!
- Estás siendo mala, esto luego tiene un precio...
- Lo que quieras pero métemela por favor...
En esos momentos la levantó y la dejó caer bruscamente hasta el fondo. El dolor era inmenso pero incomparable con el descanso y el placer que la había quitado de encima. Comenzó a cabalgarlo como una loca. Las pelotas la golpeaban en el culo. Y a cada envestida sus gemidos eran más fuertes. Se apoyaba en el borde del banco y ya estaba totalmente en el aire viendo como la poya la atravesaba totalmente.
De un momento a otro iba a estallar, arqueaba la espalda de forma inimaginable y se le estaba acumulando todo en el coñito. Y mientras notaba como la barra de carne que tenía dentro estaba a punto de estallar.
- Uffffff, si, córrete dentro por favor, necesito sentir tu corrida... cabrón.....
Notó como la invadía en lo más profundo una corrida caliente, abundante, que en poco empezó a chorrearle mezclado con su misma corrida por las piernas... A ella se le había nublado la vista y se sentía mareada, no sabía por unos segundos donde estaba pero quería estar así toda la vida.
Se levantó, chorreando como nunca, sudando por todos sus poros y se arrodilló delante de aquella poya. La chupó, la disfrutó, le pasó la lengua hasta quedar limpia de cualquier rastro. Se quedó allí, arrodillada delante de él. Con la cabeza apoyada en sus piernas con la poya rozándole los labios. Como un perro se apoya en su amo esperando una caricia.
Él la acariciaba la cabeza y ella se sentía feliz de que él quedara satisfecho como parecía. Se levantó y la levantó a ella. Se arreglaron lo mejor que pudieron. Y la beso. Un beso profundo, largo, extraño...
Esto me lo llevo le dijo enseñando su tanguita-. Eres una putita muy buena. Pero a mí nadie me ordena lo que tengo que hacer, cielo. Si me quieres tienes que hacer lo que te diga, y sé que lo vas a hacer.
Estaba alucinando al oír aquello. Ella no iba a ser esclava de nadie. ¿O sí? Lo miró. Pese a que se había quitado el calentón sentía algo raro. La tenía totalmente dominada. Haría lo que quisiese con tal de poder pasar toda su vida como los últimos minutos.
Él metió su mano por debajo de su falda y con su dedo recogió restos de aquella mezcla de fluidos. La arrimó a la boquita de su putita. No lo iba a rechazar. Sacó la lengua y lo saboreó con gusto.
Seré muy bueno contigo. Eres una putita con suerte. Te haré disfrutar siempre que te portes bien. Pero que no se te olvide que hoy he sido demasiado condescendiente. La próxima vez el castigo será de verdad.
- Sí, mi amor, perdóname.
- ¿¿Sí mi amo?? De donde habían salido aquellas palabras. De su boca estaba segura pero no lo podía creer. Sin embargo estaba allí con la cabeza baja y mirándolo apenas de refilón como una perra mira a su amo. Y se sentía bien.
Ahora empezaba otra etapa de su vida. Le tenía miedo y a la vez solo de pensarlo quería más. No quería regresar a su vida rutinaria. Quería estar con él. Lo seguiría donde quisiera llevarla. Aunque fuera a ser su esclava para el resto de la vida.
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