Los amigos de mis amos
Escrito por SoniaSev
Este relato es la continuación de “Mi amo Rufus”. Si no lo has leído aún, léelo primero para entender este relato.
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Dedicado a mi amo Sergio, luz y guía de mi vida.
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Pasaron unos meses durante los que fui adaptándome a mi nueva condición de esclava y sumisa de mis tres amos. Durante estos meses, algunos de los días fueron realmente placenteros. En ellos, lograba la plena satisfacción de mis amos, que lo celebraban con felicitaciones sinceras por mis logros, mimos y algún que otro regalo por mis progresos. Un collar con sus tres nombres, algún beso en la mejilla o en la frente, un nuevo colchón donde dormir con mi amo Rufus, etc.
Otros días, sin embargo, no era así. Mis amos reprendían mis errores de forma severa. Era parte de mi aprendizaje y debía asumir las consecuencias de no seguir las instrucciones que mis amos tenían a bien darme para conseguir moldearme y educarme como la mejor de las esclavas sumisas. Yo aceptaba sus castigos y humillaciones con resignación sabiendo que no lo había hecho bien y que mis amos estaban dedicando su tiempo y su esfuerzo en educarme como para que yo fuese lo suficientemente agradecida y no los decepcionara. Plugs anales y vaginales de gran tamaño, privaciones de sueño y de las necesidades más básicas, limpieza del baño con mi lengua, silicios en mis muslos durante días, etc.
Mi amo Rufus seguía protegiéndome como su hembra. Cuando le sacaba a pasear a diario, cualquier intento de acercamiento por parte de otro macho era repelida con gruñidos y ladridos que los asustaba y marcaba el territorio de mi amo.
Cuando le llevaba al espacio reservado para perros del parque, tiraba de mi hasta una esquina donde había un banco desde donde se podía ver todo el espacio y dominar la situación. Yo me sentaba en el banco, con la cabeza agachada mirando a mis pies, tal y como me habían enseñado mis amos, y mi amo Rufus se solía sentar frente a mi dándome la espalda, protegiendo a su hembra y oteando al resto de perros que jugaban. Su actitud era altiva y orgullosa. Cuando él consideraba que llevábamos suficiente tiempo allí y que el resto de canes había entendido que yo era su hembra, de su propiedad, se levantaba y tiraba de la cadena en dirección a casa.
Mis amos no podían encontrarse más orgullosos con la situación.
- Te darás cuenta de que, siendo la hembra de Rufus, para él, estás por encima de cualquier otro ser vivo. Te posee, te ordena y te usa. Te considera su posesión más preciada –me solía repetir mi amo Miguel de vez en cuando.
- Mi señor, me siento profundamente afortunada de ser propiedad de mi amo Rufus, de poder satisfacerlo y de que se sienta orgulloso de mi – le respondía bajando la mirada en señal de respeto.
Lo que no se alteraban eran las ganas de usarme de mi amo Rufus. Eran varias las veces durante el día en las que hacía uso de mí. Solía meter su hocico entre mis muslos levantando mi falda y comenzaba a lamer mi coño por encima de las bragas. Dejaba a un lado lo que estuviera haciendo y me ponía en posición. De rodillas, acercaba mi cara al suelo inclinando mi cuerpo hacia delante y bajaba mis bragas. A mi amo le encantaba mi predisposición a satisfacer a mi amo Rufus y me premiaba con un gesto de aprobación.
- Lo estás haciendo muy bien -solía decir lacónicamente mientras mi amo Rufus me embestía.
Algunas noches notaba tal humedad en mi coño que me hacía despertar. Me solía encontrar a mi amo Rufus lamiendo mi coño sobre mis bragas, que estaban completamente empapadas. Accedía a sus deseos y volvíamos a dormir acurrucados el uno junto al otro sobre el colchón.
Había días en los que recogía tanta leche de mis inseminaciones por mi amo Rufus que sobraba del desayuno del día siguiente y lo usaba como salsa para aderezar mi almuerzo.
Cuando hubo pasado alrededor de un año desde mi llegada, mis amos pensaron que ya había superado el periodo de prueba y que sus enseñanzas, no sin fallos míos que corregían diligentemente, habían hecho de mí una buena esclava sumisa, moldeada por completo a los deseos de mis amos.
Comenzaron a hablar de mí a sus amistades y a exhibirme cada vez más en público. Cuando ambos iban de cena me llevaban con ellos y, aunque yo no cenaba, ellos sí lo hacían y recogían los restos de su cena en tuppers para que yo pudiera hacerlo en casa. Únicamente llevaba conmigo un vaso térmico con la última leche de mi amo Rufus, que bebía a sorbos para no desfallecer de hambre y sed. Mis amos fueron muy considerados conmigo al permitirme hacerlo ya que, normalmente, mi situación de esclava no permitía tales concesiones. Me pasaba toda la cena con la cabeza inclinada y mirando hacia abajo y disfrutando de oír su conversación. No podía estar más orgullosa de mis amos.
En otra ocasión, me llevaron con ellos a casa de unos amigos que ya conocían de oídas de mi existencia e insistieron en conocerme. Ellos habían tenido tiempo atrás otra esclava de la que disfrutaron durante algunos años hasta que la vendieron a otra pareja de amos.
Mi ama me vistió esa noche con un vestido corto y de vuelo color turquesa, medias de rejilla y tacones de 12 cm. Mientras me maquillaba me instruía en cuál debía ser mi comportamiento en casa de sus amigos para que mis amos se sintieran orgullosos de mí.
Al entrar en casa de los amigos, mi ama enganchó una correa a mi collar y tiró de mi hacia dentro. Caminaba con pasos cortos, mis manos entrelazadas por delante de mí y con la cabeza inclinada mirando a mis pies, tal y como me había enseñado mi ama.
- ¡Por fín!. Entonces, estas es vuestra esclava, ¿no? - preguntó el hombre de la casa.
- Así es. Estamos muy orgullosos de ella. Ha hecho grandes progresos desde que la recogimos. Sentía una necesidad muy grande de servir a un amo y nosotros le dimos la oportunidad. Era un diamante en bruto que ni nosotros mismos pensábamos que podía llegar a ser la esclava que es hoy en día -aclaró mi amo.
Mi ama tiró de la correa hacia abajo y entendí lo que me pedía y me había explicado en casa antes de salir. Me puse de rodillas y comencé a besar los pies de los amigos de mis amos. Al terminar, seguí de rodillas y mirando hacia el suelo comencé a hablar:
- Buenas noches. Quiero darles las gracias por dejarme estar en su casa esta noche. Aunque soy propiedad de mis amos, estos me han dado orden de servirles y obedecerles esta noche en lo que ustedes dispongan. -solté de golpe y casi sin respirar, repitiendo así lo que mi ama me había hecho memorizar.
- ¡Pero que esclava más educada y atenta! -exclamó la amiga de mis amos.
- Es increíble el trabajo que habéis hecho con ella. Mi más sincera enhorabuena, de verdad -añadió él
Mi ama sacó de su bolso una mordaza de bola y me la colocó mientras yo seguía de rodillas.
- Ya has hablado todo lo que tenías que hablar y lo has hecho muy bien. Pero ahora ya toca estar calladita y obedecer – me decía mientras me la colocaba.
Tiró de mi correa y, gateando a cuatro patas, les seguí hasta el salón. Donde, por el rabillo del ojo conseguí adivinar una mesa exquisitamente ornamentada.
Me ordenaron servir la cena, que ya estaba preparada en la cocina y me pidieron que me sirviera yo algo en un plato que había en el suelo, junto a la silla del amigo de mis amos. Así lo hice y mientras ellos cenaban y departían historias de otras esclavas que habían conocido y de cómo entendía cada uno que debía ser su educación, yo comía del plato en el suelo.
De vez en cuando, el amigo de mis amos pasaba su mano por mi pelo acariciándolo y me cogía de la barbilla para que subiera mi cabeza y lo mirara. Me aflojaba la mordaza, me pedía que abriera la boca y escupía la comida que él había masticado dentro de mi boca. Yo la tragaba y lo miraba con agradecimiento para, a continuación, volver a mi posición de sumisa mirando hacia el suelo.
- Tengo que volver a felicitaros. Esta esclava vale su peso en oro. No había visto nada igual -decía complacido el amigo de mis amos.
Poco tiempo después, el amigo de mis amos hizo ademán de levantarse de la silla.
- Disculpadme, pero tengo que ir al baño -dijo mientras terminaba de levantarse.
- No tienes porqué -le respondió mi amo.
- No lo entiendo
- Digo que no hace falta que vayas al baño. Mi esclava puede ayudarte con lo que necesites.
Mi ama me hizo un gesto y me dirigí rápido a su lado. Me quitó la mordaza y me metí debajo de la mesa buscando las piernas del amigo de mi amo.
Le bajé la cremallera y saqué su miembro. Lo introduje en mi boca y a los pocos segundos comenzó a orinar dentro de mi boca.
Mi ama me había entrenado durante semanas con una técnica para tragar sin descanso hasta un litro de líquido. Así que comencé a tragar la orina del amigo de mi amo hasta que hubo terminado de orinar. Limpié con mi lengua su pene para que no manchara sus calzoncillos y se la volví a guardar dentro de su pantalón, no sin antes de dar un besito en su punta, tal y como me había enseñado mi ama.
- ¡Fantástico! ¡Ya se me acaban los adjetivos para vuestra esclava! -gritó el amigo de mi amo mientras me acariciaba la cabeza.
Al terminar la cena me ordenaron recoger la mesa y servir copas para todos en la salita que había contigua al salón. Así lo hice y cuando hube servido las copas el amigo de mis amos me hizo un gesto con la mano para que me acercara y me pusiera a su lado, junto al sillón donde se estaba.
- Veo que te has encaprichado de ella –le dijo mi amo.
- No te voy a negar que me encanta vuestra esclava. Como decías antes, es un diamante que, además, ha caído en las mejores manos. Es guapa, sumisa, solícita, obediente, … lo tiene todo.
- Y eso que no has probado su mejor virtud –le contestó mi amo mientras su amigo ponía cara de extrañeza.
Mi amo se acercó y le susurró algo al oído a su amigo que explotó en una sonora carcajada.
- ¿En serio? Pues eso habrá que probarlo –dijo su amigo mientras hacía aspavientos con sus manos.
- Esclava. Satisface a mi amigo -me ordenó mi ama
Me moví del sitio donde estaba para situarme frente al amigo de mis amos que abrió las piernas para recibirme. Abrí su bragueta y le bajé el pantalón y la ropa interior. Su miembro estaba ya erecto, duro y con gotas de líquido preseminal en su punta. Me aflojó la mordaza y poniendo la mano en mi nuca tiró de mi cabeza hacia abajo hasta que introdujo su miembro en mi garganta.
Comencé con lamidas suaves y lentas jugando con la punta de mi lengua en la punta de su capullo para pasar después a succionar todo el líquido que ya salía de la punta y a abrazarlo con mis labios de arriba abajo mientras ellos seguían departiendo como si yo no existiese.
Cuando se iba a correr noté como su miembro comenzaba a hincharse. Cerré los ojos y lo introduje lo más profundo que pude en mi garganta hundiendo mi cara en su entrepierna. El primer chorro llegó hasta lo más profundo de mí y los siguientes llenaron mi boca de leche. Aquel hombre era algo sobrehumano en cuanto a producción de leche. A los pocos segundos ya no podía albergar más leche en mi boca a pesar de que intentaba tragar con la mayor rapidez posible.
- ¡Joder!, que puta más guarra y más buena tenéis como esclava. No me extraña que no queráis salir de casa y hayamos tardado tanto tiempo en vernos. -dijo mientras dejaba caer su espalda en el respaldo del sillón.
Mi ama me acercó un clinex con el que limpiarme y me afané en quedar lo más limpia posible.
Miré a mi ama y esta, con un gesto, me indicó lo siguiente que tenía que hacer.
Gateando me acerqué a la amiga de mi ama y cuando ella me dio permiso levanté su vestido y bajé sus bragas. Colocó sus pies sobre el sofá mostrándome su coño, al que acerqué mi cara para empezar a lamerlo. Lo hice con mucho mimo y mucho cuidado, tal y como me había advertido mi ama. Su amiga era muy exquisita y no aguantaba una mala comida de coño. Paseé mi lengua por sus labios y por su clítoris lentamente. Empezó a mojarse enseguida y así supe que iba por buen camino. Me cogió con las dos manos la cabeza y la hundió en su coño hasta que reventó y se corrió llenando mi cara de sus flujos.
Retiré mi cara, completamente mojada por un inicio de squirt, para poder respirar un poco y reponerme. Pero, un segundo después, el amigo de mis amos se aceró a mí por detrás y sin tiempo de reacción me colocó una nueva mordaza con un pene realístico hacia el exterior y, hacia el interior e introducido en mi boca y mi garganta, un dildo que casi no me dejaba respirar.
- A mi señora le encanta esto. A ver qué sabes hacer con él -me susurró al oído.
Acerqué de nuevo mi cara a su coño, que aún se encontraba húmedo y mojado e introduje el pene de la mordaza en él. La amiga de mis amos comenzó a gemir, a gritar de placer y a retorcerse levantando y bajando sus caderas para marcar el ritmo de penetración. Agarraba mi cabeza empujándola contra ella y la volvía a soltar para dejarme respirar. Hasta que volvió a explotar y a correrse. Mientras esto ocurría el amigo de mis amos empujaba mi cabeza contra su coño con fuerza para que el orgasmo de su mujer fuera lo más intenso posible.
Al terminar, mi ama me liberó de la mordaza y limpié con esmero el coño y muslos de su amiga y le volví a colocar con delicadeza sus bragas.
- Esta esclava es maravillosa. Tenéis que mostrarla al mundo. Este diamante no se puede quedar más tiempo escondido -decía entusiasmada la amiga de mis amos.
- ¿Habéis ido alguna vez a la reunión anual? -añadió el amigo.
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