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La saga de Laika V
Escrito por Lena

CARMEN

Se había cerrado el círculo. cuando llegara a Barcelona le esperaba una última visita a su psicoanalista.

Y sí, aceptaba su sexualidad, su forma de hallar el placer, pero ya no habría más AMOS. Amigos, amantes, cómplices, de eso si habría, seguro que sabría encontrarlos, pero nadie que le robara la libertad, eso ya nunca más. Quería ser su única dueña, una sumisa, libre y orgullosa de sí misma. Puta pero no prostituta.

Ahora podría volver a la empresa y decirle a Diana que siguiera con su plan, el que tenía pensado para ella. ¿Por qué no, si ella deseaba ser sometida y humillada y sentía placer en ello? Ella, Montse. Ella, Laika.

El vagón del AVE estaba ya bastante lleno cuando llegó.
Se fijó en una joven mujer, bella, morena de largos cabellos negros y ojos oscuros, no pudo evitar una fugaz mirada a sus pechos, a sus piernas, a los muslos que, sentada, su vestido dejaba al descubierto. Sí, realmente, después de su experiencia con Diana miraba a las otras mujeres de una manera distinta.

- ¿Te molesta que me siente aquí?

- Por dios, mujer, cómo iba a molestarme. todo lo contrario. Podemos ir cambiando de asiento para que no te aburras y disfrutemos las dos del paisaje. Por cierto, me llamo Carmen, como Carmen la de Lirio, claro que ella era de Zaragoza, la pobre. ¿Y tú?

Hablaba con desparpajo y un bonito acento andaluz.

- Yo Montse.

- ¿Montse? ¿Eres catalana?

- Sí, de Barcelona. Voy de vuelta allí.

- ! Anda¡ Yo también voy a Barcelona. Nunca he estado, dicen que es una bonita ciudad. Ya me contaras, más de seis horas dan para mucho. Bueno si no te aburro, claro, si te agobio en Madrid seguro que esto se vacía antes de volver a llenarse.

- ¿Vas de turismo?

- No. Que va. Voy a hacer un postdoctorado sobre lenguas románicas. ¿Tú hablas catalán?

- Sí, claro. Nací allí y provengo de familia catalana, de hecho, es mi lengua materna.

- Me encantaría aprender catalán. Lo he escuchado en videos y canciones, no me entero demasiado, pero me encanta como suena y su vocabulario tiene mucho parecido con el italiano.

- ¿Hablas italiano?

- Sí, claro. Estoy licenciada en filología hispánica y muy muy interesada en las lenguas romances. De momento hablo italiano, francés y algo de portugués, además del castellano, claro.

- Entonces te será muy fácil aprender catalán. Conocí una chica rusa que hablaba un montón de idiomas, decía que la mejor manera de aprender una nueva lengua era echarse un novio que la hablara de forma nativa. Debía haber tenido bastantes novios.

- Bueno un novio o una novia, digo yo. bien una novia, que es como muy serio, una amante o algo así.

- Sí claro. Un amante o una amante, eso ya depende de cada una.

- Deberás pensar que soy lesbi, la verdad es que también me gustan los tíos, pero menos que las tías. ¿No has estado nunca con ninguna?

Era muy directa, pero no tenía ningún problema en entrar en el juego, no se iba a dejar intimidar por aquella joven.

- Sí. con una, no hace demasiado. Toda una señora que me ha ayudado mucho.

-Y ¿Qué tal? ¿Te gustó?

- Sí. Mucho. Me entregué totalmente a ella.

- Vaya, suena interesante. ¿Una amiga?

- No. En realidad, no la conocía de nada.

- Vamos, un calentón, imagino.

- Por favor. las cosas son algo más sofisticadas, al menos para mí.

- Bueno, perdona. Sí, soy un poco bruta. La verdad es que me gustaría saber cómo fue. Pero me estoy metiendo donde no me llaman.

- És que es un poco truculento y complicado, no tanto de explicar, como de comprender.

- Soy muy comprensiva y no me asusta lo truculento.

Ahora te vas a enterar, bonita, pensó. Le contó que había sido alquilada por su AMO a aquella señora, alquilada por trescientos euros para darle placer. Que pronto la volvería a ver, ya sin AMO y sin dinero de por medio. Ahora Carmen “la de Lirio”, estaba más seria. La miraba con cierta admiración.

- Has logrado sorprenderme y darme envidia. Yo he ido con muchas, bueno, con bastantes mujeres. Siempre he fantaseado en ser sometida y nunca he encontrado una…Bueno…Una señora…como tu dices.

Montse sonrió.

- Es una pena, pero para esto no cuentes conmigo, Sería incapaz de someter a nadie.

- Ni yo. Pero siempre podríamos hacer otras cosas.

- Que descarada que eres. Me gusta.

- Bueno, tampoco tanto. he visto como me mirabas cuando has llegado.

- Lo siento…Desde que fui con ella sé que miro a las otras mujeres de otra manera…Perdóname.

- No te perdono si no me dices si te gusto o no. - Sonreía una vez más.

- Sí .... Mucho.

- ¿Sabes que haría ahora? Darte un beso, uno de verdad.

- ¿Qué haces? Nos van a ver…Espera a que lleguemos, por favor.

- ¿A que lleguemos? Falta mucho y además tu maridito seguro que estará esperándote en casa.

- Por esto no debes temer. Estoy separada, cariño.

- Aun así. Yo aún tengo que buscar donde pasar mi primera noche.

- Tengo una cama muy ancha…

Después de todo, el viaje no se hizo tan largo. Hablaron de sus cosas, de sus experiencias, de sus gustos, sus aficiones. Le contó cosas que solo a Diana había contado. Ella parecía sorprendida, sorprendida de sus experiencias. Supo que Carmen estaría tres meses en Barcelona antes de ir a ocupar una plaza en La Complutense de Madrid.

Ni siquiera pasaron del recibidor de su piso que ya se estaban besando, acariciándose, desnudándose la una a la otra. Aquella mujer era bellísima y no podía dejar de tocar y acariciar sus turgentes senos, ostensiblemente más grandes que los suyos, sus sensibles pezones, cada centímetro de su cuerpo, mientras ella le devolvía las caricias, los tocamientos, entre sonrisas y temblores.
Se dieron placer hasta bien entrada la noche.

- Creo que ya he encontrado a la amante que me enseñará catalán.

- ¿Sí?

- Si es que cumple algunas condiciones, además de ser hermosa.

- ¿Y qué condiciones le vas a exigir?

- Que no sea celosa. Que me presente a una señora que es amiga suya y que me acompañe a descubrir su mundo oculto.

- Creo que yo las cumplo, además de ofrecerte alojamiento.

- ¿De verdad me dejarías vivir contigo estos meses?

- Sí, si tú lo aceptas, claro y tampoco eres celosa ni entrometida.

- Bueno, lo primero seguro que sí, lo de no ser entrometida lo intentaré.

- Voy a probar si Diana aún está despierta.

- ¿En serio? ¿Crees que lo estará?

- Le mandaré un WhatsApp

“Señora, ya estoy de vuelta y lista para cuando quiera llevarme a cenar”
“Hola. ¿Estás bien? tengo ganas de verte y charlar un rato contigo. Saber cómo te ha ido tu viaje”
“Mañana mismo si quiere. He hecho una amiga, le he hablado de usted y está deseando conocerla”
“¿Le has hablado de mí? Ya sabes que esto no me gusta”
“Confío mucho en ella y además es de Málaga, por primera vez viene a Barcelona y no conoce a nadie de aquí, ha venido por estudios y se quedará a vivir conmigo tres meses”
“Bueno, está bien, pero que no se repita”
“Sí, señora, perdóneme”
“Perdonada estás. ¿Tiene tus mismos gustos?”
“Los tiene, señora, pero todo por aprender”
“Aprender se aprende pronto. ¿Está aquí contigo?”
“Sí, señora”
“Mándame una foto suya y veré si quiero conocerla. Espero que no me salga tan cara como me saliste a mi”
“Ella es gratis, señora, solo quiere realizar sus deseos y aprender”

Carmen había seguido toda la conversación. Le pidió que se esperara, le propuso hacerse una foto las dos juntas, pero vestidas. No quería que corrieran por ahí fotos desnuda, aunque fueran para aquella misteriosa mujer.
“Vaya, Sí que quiero conocerla. Si puede venir que lo haga contigo mañana por la tarde, tú y yo ya hablaremos de nuestras cosas otro dia”

- ¿Podrás? - Sí. Hasta dentro de tres días no tengo que incorporarme.

“Sí, señora, vendremos mañana”
“Buenas noches y que lo paséis bien”
“Buenas noches, señora”

Aún estuvieron retozando un buen rato antes de entregarse al sueño, ilusionadas y rendidas.

Aún no había ido a hacer su última visita a la psicoanalista ni pensaba reincorporarse a la empresa hasta dentro de una semana, así que fueron a pasear por la ciudad, mostrándole aquellos barrios que más le podrían gustar, hicieron la compra y Carmen se ofreció para hacer para cocinar.
Mientras comían Montse la puso al corriente de la señora y de su forma de ejercer la sumisión, no debía esperar castigos corporales, pero sería un buen inicio si la señora deseaba usarla más adelante y ella accedía.
Cuando terminaron llamó a Diana. Sí, las podía recibir en cuanto llegaran.

- Voy a arreglarme.

- Estás bien así, solo es presentarte.

- Quiero que me vea bien guapa.

- Ya lo eres.

- ¿Te molesta que me arregle? Tardaré muy poco.

- No. Cómo va a molestarme.

Estaba radiante con un discreto maquillaje y aquel vestido, negro, ajustado y con aquel escote de pico y dejando al descubierto el lateral de sus senos, zapatos de medio tacón y sin sujetadores.

- Dios. me dan ganas de no llevarte a su casa si no a mi cama.

- No bromees que estoy de los nervios.

- De los nervios se va a poner Diana, aunque seguro que no se lo notarás.
Recuerda que debes tratarla con respeto y hablarle de usted.

- Sí, sí. No temas, no sacaré mi lado barriobajero.

Antes de entrar Carmen, para sorpresa de Montse, se pellizcó los pezones por encima del vestido. Por lo visto quería impresionar de verdad.

- Hola Laika, así que esta es tu amiga.
Eres muy guapa, mucho.

Se acercó a ella dándole dos besos a sus mejillas. Carmen se lo agradeció, sin quedar claro si su agradecimiento era para su piropo o por sus besos, aunque probablemente era para las dos cosas.
Aquella mujer le impresionaba, tanto como había impresionado a Montse.

- ¿Cómo te llamas, bonita?

- Carmen, señora.

- ¿Carmen? Bueno, pero para según qué efectos deberíamos buscar otro nombre. ¿Qué te parece Kira? Laika y Kira.

- Sí, Kira, señora. Me gusta, me gusta mucho.

- Ya debes saber que yo me llamo Diana ¿No?

- Sí, señora.

- Laika, creo que deberás dejarnos solas, ya te llamaré para que vengas a buscarla cuando termine.
- Pero…

- Ya tenemos tiempo para vernos y hablar. Ahora obedece.

- Sí, señora.

Lo último que oyó al salir fue:

- ¿Estás nerviosa, putita?

- Un poco, señora. Es la primera vez que estoy como una señora como usted.

Laika se fue a dar lo que sería un largo paseo por los alrededores. ella si estaba nerviosa, nerviosa por su amiga, pero no solo por esto. Era mucho más guapa que ella y más joven, seguro que la señora la preferiría y no quería perderla, aún no había sido usada ninguna otra vez por ella y no podría soportar otro rechazo. Le había prometido a Carmen no sentir nunca celos. Debía quitarse aquellos pensamientos de la cabeza. Además, había una cena y se había ofrecido a ir, pero no podía evitar pensar en lo que estarían haciendo. Lo que había hecho con ella y sabía que Carmen ya no volvería a ser la misma como ella dejó de serlo después de la primera vez con Nico.
Fueron dos horas de andar por aquel lugar, por el bosque que rodeaba aquella casa.

- Sí que has venido deprisa.

- Estaba paseando por los alrededores, señora. - ¿Nerviosa por tu amiga? - Un poco, señora, era su primera vez.

- Se ha portado muy bien, aunque creo que quiere unos buenos azotes.
Ahora viene, se está duchando.

Llegó sonriendo. A pesar de sus marcadas ojeras seguía estando guapísima. Parecía cansada pero feliz.

- Laika, llámame para quedar en cuando lleguéis a tu casa.
Hasta pronto Kira.

- Gracias por todo, señora.

Se despidieron de ella con unos besos.

- ¿Qué tal estás, querida?

- Bien. Muy bien, con ganas de llegar a tu casa y descansar.
Agradecida por haberme presentado a la señora.

- ¿Tanto te ha gustado?

- Sí, mucho, nunca había sentido lo que he sentido. Me ha hablado de una cena con un hombre, quiere llevarme con.

- Vaya; hasta ahora era yo quien tenía que ir. Ya veo que te prefiere.

- ¿Qué te pasa? Quedamos en que nada de celos ni competiciones, imagino.

- Perdona…Perdóname, no he podido evitarlo. Es normal que te prefiera.

- Montse, yo te quiero, te quiero más de lo que imaginas, si esto te hace sentir mal no iré.

- Perdóname de verdad. claro que tienes que ir, si ella es lo que quiere y tú lo deseas.

- Sabes que deseo conocer lo que tú has conocido, aun aceptando que no volveré a ser la misma, como te ha ocurrido a ti.

Al llegar llamó a Diana, tal y como le había ordenado. Quería que se vieran la tarde siguiente, en su piso, decía que así la conocería en su propio nido. Le propuso hablar con ellas dos y después cenar las tres.

Llegó a las siete de la tarde y estuvieron una hora hablando. Le contó cómo había ido con su padre, como había conocido a Carmen. Que por fin se había enfrentado a su pasado y se había encontrado y aceptado a sí misma. Iba a volver a dirigir la empresa, estaba decidido a ello. Mientras Carmen fue a comprar y estuvo preparando la comida en la cocina.
Ni por un momento le habló de ella ni de la futura cena con aquel hombre.


Licencia de Creative Commons

La saga de Laika V es un relato escrito por Lena publicado el 27-06-2023 21:53:42 y bajo licencia de Creative Commons.

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