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La gatita
Escrito por Dark Black

Esta tumbada en la cama aun dormida, su piel cubierta solo por una fina sabana. Ante la fuerza ejercida su cuerpo se desplaza, obediente como su mente, quedando tumbada boca arriba.
Empieza a ser consciente cuando sus muslos se separan y un cosquilleo recorre su entrepierna; abre los ojos soñolienta, se los frota con las manos y después las baja hacia la zona perturbada, en donde encuentra el pelo de Él; al principio se sorprende, pero lo sujeta entre los dedos cuando su mente gana algo de lucidez y va aceptando la escena que la envuelve. Un despertar tan magnifico como siempre, con Su lengua dentro de ella. Arquea la espalda en seguida, pues aun medio dormida no puede contenerse, estira los brazos hacia Su espalda para acariciarla, pero no llega, intenta acercarse y algo se lo impide.
Cuando alza las manos la toca y recuerda la fina cadena que une su collar de cuero rojo a la cabecera de la cama, la cadena esta holgada, le deja cierto movimiento, pero no tanto como le gustaría. La cadena tintinea con sus movimientos de placer, y en seguida se le une el cascabel que cuelga de su collar. No tarda en empapar las sabanas con su jugo interior.

Él sale de debajo de las sabanas y se sienta al lado de ella, acaricia sus caderas con ternura, sube por su cintura, pero separa la mano justo al llegar a un pecho, por lo que apenas roza uno de sus pezones. Ella suspira frustrada.
Recoge del suelo una correa de flexible cuero y la cambia por la cadena, se levanta de la cama y da un suave tirón de la correa. Ella muerde la correa y estira en la otra dirección, las gatas no están hechas para ser manejadas con correa. Entonces Él chasquea Sus dedos frente a la cara de ella para recordarle que ella está hecha para ser manejada como le digan, y ella abre la boca ante la muda amenaza y se pone en pie con las manos a la espalda, como a Él le gusta. El sonido de las esposas al cerrarse le trae calma, pues significa que queda enteramente en Sus manos, manos expertas y sabias que solo desean lo mejor para ella.

La tensión en la correa la guía hasta el baño y la introduce en la bañera, en donde su Amo vuelve a cambiarla por otra cadena que cuelga del techo justo a la altura de su cuello, por lo que se tensa al mínimo movimiento. En la ducha sí que la quiere quietecita, y ella sabe porque. Descuelga la ducha, la pone sobre su cabeza y abre el agua sin comprobar la temperatura; no lo necesita, sabe que sale helada, solo ha abierto el grifo del agua fría. Hace un vano intento de resistencia ante el frío que invade su piel, pero la cadena lo aborta al instante; no teme resbalar, pues en todo momento tiene Su otro brazo en la cintura sosteniéndola. Él se está mojando también, sufre para darle lo mejor a su mascota.

Cierra el paso del agua cuando la ha empapado bien, toma el bote de champú y le enjabona la larga melena con cuidado. Ella nota Sus dedos entre su pelo, acariciándole la cabeza, y se deshace olvidándose del agua fría. Desearía estar así el resto de su vida, pero el momento termina cuando tiene toda la cabeza llena de espuma. Entonces se unta las manos con gel, las frota para hacer aún más espuma, y comienza a recorrer el resto de su cuerpo. Recorre sus muslos, sus piernas, se asegura de dejar bien limpio su ombligo, masajea su espalda con cuidado y pasa a revisar sus nalgas; termina limpiando a conciencia su sexo, por dentro y por fuera, parando siempre que ella parece estar disfrutando en exceso. Una gatita no debe disfrutar el baño, no está bien.

El exquisito momento termina cuando Él decide que ya está bien cubierta de espuma, vuelve a levantar la ducha, y abre de nuevo el agua bien fría. Ella vuelve a debatirse, lo que le obliga a sujetarla bien por la cintura, mientras ve como curva los dedos a su espalda; si no la hubiera asegurado las manos ya se habría llevado unos cuantos arañazos. Él la remoja hasta que mirándola despacio y con calma comprueba que no queda nada de jabón en su piel ni su pelo, y llega el punto delicado. Ella se debate con más fuerza, pues quiere salir, no aguanta más el frío cortante, y Él sabe que no puede dejarla salir mientras está peleando, pues premiaría su actitud; ella tiene que aprender que la forma de lograr que el baño sea rápido no es pelear, si no dejarse hacer. Al final ella se rinde y se queda quieta, ya ha vivido esto mismo muchas veces y siempre termina igual, Su paciencia es mayor, puede quedarse ahí todo el día. Él cumple su parte del trato y cierra el paso del agua, suelta la cadena y la deja salir de la bañera.

Ella se arrodilla en el suelo y Él se sienta detrás de ella en un taburete, toma una suave y fina toalla y seca su piel despacio; después le envuelve el pelo y lo escurre un poco de agua, retira la toalla y le acerca a la cara un artefacto que expulsa aire y ruido. Ella lo mira desconfiada, el ruido la asusta mucho, pero al verlo inerte se acerca a la cosa y la olfatea. No entiende como algo que está muerto en menos de un segundo puede despertar y asustarla tanto, pero es algo por lo que tiene que pasar, así que asume la situación y retira la cara. Su Amo aleja el secador de su cara y lo acerca a su pelo, lo enciende a mínima potencia y la va aumentando poco a poco para evitar que el miedo pueda con ella. En cuanto comprueba que logra controlarse dirige el aire hacia su pelo durante unos minutos, moviéndolo mucho para evitar quemarla, hasta que el pelo deja de gotear; entonces lo apaga, el resto tendrá que secarse al aire. Finalmente toma un cepillo de largas púas y comienza a desenredar y peinar su larga melena, alternando las púas del cepillo y sus dedos.

Como en la ducha ella se deja llevar por la sensación de caricias; cierra los ojos y sonríe en silencio. Se siente la gatita más afortunada del mundo.


Licencia de Creative Commons

La gatita es un relato escrito por Dark Black publicado el 07-09-2021 23:02:54 y bajo licencia de Creative Commons.

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