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Culos enrojecidos III
Escrito por Erothica90

Hace ya dos años que soy abogado y ejerzo plenamente la presidencia de la sociedad. Merche ha abortado dos veces desde entonces, nuestro complejo entre montañas ha crecido y los fines de semana y durante puentes y verano, está siempre lleno de familias y gente sexualmente liberada, que da rienda suelta a sus más oscuros deseos sexuales. Nuestra productora porno se ha asociado con otras dos internacionales, lo mismo que hemos hecho con la agencia de modelos para chicas "muy liberadas" y futuras scorts. El sueño de Merche/Hilda se ha llevado a cabo y estamos muy felices con todo lo hecho.

Y los problemas con el ayuntamiento también se han resuelto. En realidad, el problema era con cierto concejal que no quería que sus dos hijas trabajaran con nosotros y que hiciesen porno duro. Se invitó al concejal, al resto de concejales y sus familias a pasar un fin de semana con nosotros para conocernos bien... y además de las dos hijas, vinieron otras cinco hijas y sobrinas. Y es que esto del porno engancha. El camino de nuestras instalaciones (antigua granja) al pueblo, algo menos de 30 minutos paseando, lo hemos convertido en una preciosa alameda con varias clases de árboles y cómodos bancos, que no solo sirven para sentarse y descansar. Ya os imagináis por qué ¿no?
Ingrid me ha convertido en Amo, un poco especial, eso sí, pero Merche se ha convertido en una sumisa completa, incluso en la intimidad la llamo muchas veces Hilda, su nombre porno. Han sido años duros para mí. De no saber nada del porno y menos del mundo bdsm, a ser ahora Amo y presidente de todo el complejo sexual. Ingrid me enseñó a ser un Amo dominando mi espíritu y castigando constantemente mi cuerpo. Sé lo que duele cada elemento de castigo, porque casi todos han castigado mi cuerpo.

En estos años, Ingrid y yo nos encerramos muchas veces en las mazmorras subterráneas y salimos con nuestros cuerpos enrojecidos e inflamados. Y todas, todas las semanas, bajamos Merche y yo por la noche a la pequeña mazmorra que usé el día que llegué allí
para darle mi primer castigo, y hasta que no dice TE QUIERO (su frase salvadora) o simplemente se desmaya, su cuerpo se agita colgado del techo, atado a un potro, o a las anillas de las paredes, o simplemente crucificado en cruz romana, o la de san Andrés. Pero amig@s, en estos cuatro años y esperamos que dure en el futuro, hay algo que no cambiará y es el profundo amor que tanto Merche como yo, sentimos el uno por el otro.

He aprendido a vivir en este mundo especial y maravilloso, a ver cómo se follan una y mil veces a mi pareja, cómo la dejan preñada, cómo hace sus pelis porno y como aborta. Yo mismo he grabado ya 28 pornos ¡y espero que mis padres lo vean y lo disfruten! Pero una tarde-noche nos preparábamos para cenar Merche, Ingrid y yo (siempre solemos reunirnos los tres) cuando entró Sinnombre, nuestra joven esclava negra, siempre desnuda, siempre con taconazos, con la sopera, su barrigón de 31 semanas de embarazo, y sus enormes tetazas de casi 130 cm operadas dos años antes, cuando cumplió sus 20 años. Merche se la quedó mirando y al terminar de servirnos las cremas, se levantó, se puso a su lado y acarició suavemente su abultadísima barriga. Su mano bajó hasta la entrepierna y empezó a masturbarla lentamente mientras sus labios la besaban con cariño. Sinnombre se estremeció y tuvo un silencioso orgasmo con sus manos cerradas fuertemente. No podía expresar su placer si no se le permitía.

Merche besó tiernamente de nuevo sus labios y se sentó a la mesa. Sinnombre se marchó y nosotros tres, en silencio, terminamos una estupenda crema de verduras.
Después de retirar los servicios, trajo una bandeja de filetes de ternera con guisantes, pequeñas zanahorias y puré de manzana y cuando se retiraba a la cocina, Merche la llamó por su otro nombre más sencillo "TÚ":

- Tú, párate ahí! Cuando terminemos de cenar iremos los tres al salón y queremos que te arregles y te pongas lo más guapa posible. John, como siempre, nos servirá los cafés, los cigarros y las bebidas. Pero esta noche quiero verte en el salón lo más explosiva posible.
- Si mi ama -dijo Sinnombre sonriendo-

Nos fuimos después al salón, Merche e Ingrid, como siempre se sentaron en el sofá y yo en un sillón cercano a Merche. Vino John, también desnudo con su pollón colgando, trajo la caja de cigarros y fue eligiendo cada uno cuidadosamente, aunque esa noche menos cuidadosamente que de costumbre, ya que Merche empezó a jugar con su polla, esta empezó a crecer y John a ponerse nervioso. Le tendió el cigarro a Merche, pero esta se llevó a la boca el otro cigarro de su entrepierna dándole unas cuantas chupadas y poniéndoselo duro durísimo. Luego lo dejó un poco más tranquilo, cogió el cigarro de fumar ya cortado, lo fue encendiendo lentamente y empezó a fumarlo.

Acarició una parte del glúteo derecho de John, donde llevaba grabadas infamantemente, las dos fechas en las que Merche había abortado sus dos hijos, y le preguntó:
- ¿Verdad John que esta vez me vas a preñar de una niña? Odiaría tener que tatuarte otra fecha en ese maldito culo negro y volver a abortar. Te compré como semental y no cumples con tus obligaciones de preñarme de una niña. Y sabes que no me puedo casar con nuestro Amo Miguel, mientras no tenga una hija contigo ¿Comprendes todos nuestros problemas por tu culpa?

Y en esos momentos oímos un taconeo y entró en el salón una extraordinaria mujer negra sonriente. Sinnombre estaba infinita. Entre su cuerpo y sus tacones, alrededor de 190 cm altura, unos 130 cm de tetas, infinitas piernas y una barriga fantástica de 31 semanas de preñez, compensada detrás por un poderoso culo. Muy bien maquillada, pelo corto, tatuada y con bastantes piercings.

- Mirad ese cuerpo -dijo Merche-, es más o menos de mi estatura, pero mirad esas tetazas y comparadlas con las mías de solo 98 cm ¿no son las mías un asco? -y se quitó el top- Y mirad su barriga ¿no es una puta vergüenza que vaya a tener una hija con nuestro Amo en su primera preñez con él, y que yo no pueda tener una puta niña con mi semental negro sin tener que abortar antes sus hijos?
Ingrid no solo se reía convulsamente, es que además lloraba y tenía hipo de las risas que tenía con estos comentarios. Yo también me reía con ganas, pero no solo por las frases de mi amor, sino por el espectáculo que veía. Ni John ni Sinnombre dominaban bien el español, pero desde luego, no tenían noción de las bromas ni frases de doble o triple sentido. Así que allí estaba John, con su enorme y grueso pollón de casi 30 cm, parado con la botella de coñac sin escanciar, porque no había donde hacerlo. Y Sinnombre, con sus manos sobre su barriga, sus tetazas más grandes que la misma barriga, parada encima de sus tacones y mirándonos con cara de idiota. O quizá pensando que los idiotas éramos nosotros.

Pero Merche estaba excitada y cabreada. Excitada, por ver esos enormes pechos y el barrigón de Sinnombre, barrigón que era obra mía por follármela en exclusiva durante cinco semanas para asegurar mi paternidad. Y cabreada, por el tiempo que llevaba follando ella con John para tener una hija mulata, y lo único que había conseguido, era quedarse preñada dos veces de hijos y tener que abortarlos.
Yo iba a conseguir antes que ella, tener esa hija mulata que mi amada Merche tanto deseaba. Además, habíamos pactado que se quedaría preñada de John de una hija, antes de casarse conmigo... Así que no habría boda antes de tener esa hija. Otra futura pornoStar, bien entrenada desde su nacimiento.
Quiso pues castigar a la madre de mi futura hija, y le ordenó apoyar sus manos sobre el apoyabrazos del sillón donde yo estaba tranquilamente sentado fumándome un buen cigarro. El rostro de Sinnombre a solo 25 cm del mío, sus tetazas a algo más de medio metro y ligeramente detrás, su grueso y brillante barrigón de preñada, me brindaban un impresionante espectáculo. Y así agachada y con el culo en una posición inmejorable,
John empezó a follarla duramente por sus dos agujeros inferiores. La negra era preciosa y encima bien maquillada. Se me puso dura, muy dura, y cogiendo las enormes tetas de Sinnombre, empecé a besarla con pasión y a decirle a John que la atravesase con su enorme polla. TÚ cogió mi polla y la estuvo masturbando lenta pero muy satisfactoriamente. John se contagió de ese ambiente que le daba libertad y comenzó con sus fuertes manos a golpear el culo y los muslos de Sinnombre. Los impactos de sus manos se oían perfectamente y movían su cuerpo mientras sonreía.

¿Y qué hicieron Ingrid y Merche mientras miraban ese trío excitante? Pues comerse a besos primero, y ponerse Ingrid un arnés de gruesa polla y follarse a Merche que la tenía a mi lado jadeando. Cuando Sinnombre se dio cuenta de que yo estaba a punto de correrme, en lugar de apoyarse con sus manos y brazos, los dobló para apoyarse con los codos, y como buena sumisa, se metió toda mi polla en su boca, se bebió hasta la última gota de mi semen y me sonrió plácidamente.

Cuando todos nos agotamos un poco (o bastante), paramos. Ingrid, Merche y yo nos marchamos a nuestras respectivas habitaciones mientras John y Sinnombre lo recogían todo, antes de irse a las suyas o a las que les apeteciese. Ellos eran libres de compartir sus cuerpos con quien quisiesen si no tenían órdenes contrarias. Y para evitar mal entendidos entre los lectores, John era el esclavo personal de mi amada Merche, y Sinnombre, aunque nos servía a los dos, se inclinaba más por mí.
En el mundo porno no hay celos. Me costó aprenderlo, pero lo aprendí a conciencia ¡eso espero!

Y a pesar de la posición mía y de Merche, como Amo y sumisa, y con los acuerdos que firmamos y que respetábamos escrupulosamente, en la soledad de nuestro dormitorio éramos solo una pareja de enamorados, sin contratos ni clausulas. Otra cosa es que cuando nos reuníamos con más gente para follar hasta agotarnos en orgías interminables, nuestras relaciones sexuales eran totalmente públicas, pero al entrar en nuestra habitación y el ir a nuestra cama los dos, era como ir a un Nirvana exclusivo.

Nos queríamos desde el seno de nuestras madres y cada una de las noches era más de una hora de sexo, del sexo que sea, pero lleno de amor, cariño, entrega y de la correspondiente pasión para que nunca fuese aburrido. Ni Amo ni sumisa, solo dos locos enamorados. Nunca relataré nuestras interioridades. Solo son para nosotros.
Y tampoco olvidéis, que mi sumisa Merche/Hilda ¡y que realmente lo era!, era la dueña de todo el complejo y por supuesto daba órdenes ¡y joder cómo le obedecían!, porque todo lo que comprendía el porno, lo llevaba y lo dominaba ella, nacional e internacionalmente. Como también llevaba las áreas hoteleras y el restaurante, constantemente ocupados por parejas y grupos amantes del sexo libre, y con los fines de semana totalmente abarrotados. Incluso estábamos a punto de construir una gran piscina cubierta poco profunda.

Pero al día siguiente de estos hechos narrados, era martes. Y ya sabéis "los martes, ni te cases ni te embarques", y los martes eran los días acordados entre mi sumisa Merche y yo, para darle una buena paliza. Para recordarle, con cada paliza, que ella asumió voluntariamente ser mi sumisa de por vida y yo su puto AMO. La recogí en nuestra habitación, con una túnica como de gasa blanca traslúcida hasta el suelo a pesar de sus impresionantes tacones. Al verme se acercó a mí, se hincó de rodillas, besó mis pies y como cada martes, solo dijo:

- Te quiero mi Amo Miguel. Y siempre te querré.
- Sabes Merche que esta semana se cumplen cuatro años desde que viniste a buscarme. Y sabes que acordamos que cuando me considerase preparado como Amo, lo sería totalmente y tú serías mi sumisa sin condiciones. Ingrid ya me considera perfectamente entrenado para ser tu Amo y tú me has dado el visto bueno. ¿Realmente quieres ser mi sumisa y entregarte a mis deseos? Porque si es así, desde hoy mismo trataré tu cuerpo convenientemente. Por supuesto, respetaré todo lo acordado y firmado.

Merche me miró con ojos expectantes, bien abiertos, con una ligera sonrisa, como si no se creyese que realmente podría tratar su cuerpo con verdadera dureza. Me acerqué a ella y la levanté del suelo con mis brazos. Pero hoy, su cuerpo empezó a temblar. En el fondo de su cerebro, sabía que la iba a castigar duramente. Me besó en la boca y me hizo jurar que no sería blando con ella.

Le cogí la mano y así unidos bajamos a las cuevas, a nuestra cueva más interior, aquella que usé la primera vez con Merche atada en el potro. Y como siempre, la dejé elegir. Y ella eligió ser atada a una barra de madera con los brazos extendidos, colgada hasta unos 20 cm del suelo y azotada con:
*Pala pentagonal de cuero con tachuelas.
*Flagelo de cuerdas asimétricas de cáñamo con 5-8 nudos y entre 40 y 65 cm largo.
*Caña delgada de bambú de casi un metro.

Pero como siempre, yo tenía derecho a usar "algo" extra y lo usé. Antes de atarla a la madera, le metí un plug hinchable en el coño y se lo hinché levemente, para que estuviese bien colocado y no se le cayese. Una vez atada y levantada del suelo, lo hinche hasta que entre su bajo vientre y sus labios vaginales, se le formó "un bulto", como un pequeño embarazo, que por el movimiento de sus piernas debía doler bastante.
Me acerqué a ella, le cogí del pelo de su cabeza tirando para atrás y le dije:

- Comprende mi querida sumisa, que debo hincharte bien el coño para que te pueda John preñar mejor ¿crees que hago lo correcto?

Por sus ojos llorosos y el sonido de su garganta creo que no estaba de acuerdo conmigo, pero sus temblorosos labios me dijeron algo parecido a un si. Me puse detrás de ella, cogí los guantes de piel y una vez bien enguantado, cogí la caña de bambú, la doblé con las dos manos para comprobar su flexibilidad y sin avisar, descargué un fuerte golpe en su espalda ¡y por primera vez en meses gritó de dolor! No estaba prevenida y el golpe la descoordinó. Aproveché esos momentos de nerviosismo suyo, para descargar sobre su espalda y glúteos 20 golpes, del derecho y del revés, por toda su espalda y partes laterales. Ahora sí, varios intensos gritos de dolor salieron de su garganta.
Dado que solo había encendido en toda la cueva un foco de luz, en el techo y a menos de un metro de la vertical de su cuerpo, toda su espalda estaba extraordinariamente expuesta a mi vista. Y poco a poco, iban apareciendo sobre su blanca piel las inflamadas marcas de los golpes. Dejé la caña y me acerqué a mi amada sumisa, y acariciando con fuerza su dolida espalda con mis manos enguantadas, le daba besitos.
Pero de los pulmones y la boca de mi amada Merche, salía un runruneo como de gata dolorida y algo parecido a "hijoputa, comemierdas, cabrón..." Pero que era imposible de asegurar ante un juez. Pero por cariño, solo por cariño, le pregunté qué prefería a continuación, el flagelo español (1) o la pala. Me miró con muy mala leche y solo dijo:

- ¿No eres el puto Amo, tú decides?

Y como yo quería ese día marcar las pautas futuras entre Amo y sumisa, reservé el flagelo para lo último. Quería ver su espalda ensangrentada. Cogí la pala de piel con tachuelas y le di varios fuertes golpes en los glúteos, en los laterales de los glúteos, en los muslos. Y los colores rojos, granates y granates-morados, empezaron lentamente a surgir de la inflamada piel de mi adorada sumisa. No dejé de golpear, sin prisa pero sin pausa, hasta que el color y la extensión del mismo, fueron de mi gusto.

Cogí un vaso de agua con una pajita articulada y se la di a beber a Merche, que solo tomó unos pequeños sorbos. Baje un poco la cadena para que pudiese durante unos minutos descansar sus pies sobre el suelo. Me acerqué a ella y miré su rostro, estaba llorando desde hacía rato y yo sabía por experiencia propia, lo mucho que le estaba doliendo el castigo, y lo que aún le quedaba con el cruel cáñamo. Nos miramos fijamente a los ojos y no vi en ella el menor atisbo para que parase su castigo. Y por supuesto, nada de la palabra de seguridad.

- Cielo, te voy a hacer sangrar el cuerpo, no solo la espalda. Sabes que el cáñamo es asesino y arrastra la piel, pero tú misma lo has elegido. Espero que ni tú ni yo, olvidemos nunca este día. Nuestro cuarto aniversario.
- Y si lo olvidamos, es que no eres el Amo que yo debo tener -dijo Merche-

La volví a subir y en esta ocasión, entre sus tobillos puse una barra de 120 cm para tener sus piernas bien separadas, deseaba golpear también su entrepierna y más ahora, con los labios bien separados por el plug, y luego, con esos labios bien inflamados, follármela sin piedad para provocar dolor, no placer. Miré bien el flagelo y noté el color amarronado, que ya iba tomando el cáñamo de otras flagelaciones anteriores. El cáñamo destroza la piel al arrastrarla y los nudos, de distinto tamaño inflaman duramente, y las 10 cuerdas de distinta longitud, golpean una buena superficie del cuerpo.
Los dos primeros golpes fueron para medir el espacio, la longitud de mi brazo y el látigo, la zona de impacto... y vi claramente cómo los músculos (2) de mi amada se contraían para aguantar los golpes. Pero el tercer golpe fue fuerte y arrastré el látigo con mala leche ¡y unas bonitas rayas rojas se formaron! Y unos pequeños círculos rojos donde los nudos impactaron. Mi brazo siguió golpeando ese cuerpo y los gritos de
Merche se fueron transformando en alaridos. Cuando empecé a ver las primeras gotas de sangre, con el brazo libre empecé a dar pequeñas vueltas a su cuerpo. Ya no golpeaba solo su espalda, sino sus tetas, su estómago, y sobre todo, toda la parte vaginal completa hasta que la vi bastante inflamada (lentamente se inflamó más) con un par de gotitas sanguinolentas y ahí me detuve. Casi desde el cuello hasta las rodillas, la espalda de Merche había sido bastante castigada, se estaba inflamando con rapidez, y con gotas de sangre por bastantes sitios. Pero por delante, sus tetas y el estómago acusaban también el castigo. Su cabeza estaba inclinada sobre el pecho. Nunca pronunció la palabra de seguridad. Y tampoco nunca perdió el conocimiento o se mareó intensamente (hubiese parado en ese momento).

Su cuerpo colgaba pesadamente de la madera. Las cuerdas con las que estaba atada por sus brazos y muñecas, la aprisionaban intensamente. Se notaba que no tenía ya fuerzas para nada. Cuando oyó mis pasos para ponerme frente a ella, levantó pesadamente la cabeza, me miró intensamente con sus ojos vidriosos, sonrió y solo me dijo:

- ¿Esto es todo lo que sabes hacer? Tú no eres un Amo, eres una nena.

Yo también le sonreí, pero al pasar por detrás de su cuerpo, el flagelo tomo vida propia y su espalda fue golpeada como nunca lo había sido, ni creo que haya pegado tan fuerte nunca más. Solo fue un golpe, pero fue terrible y su alarido fue verdaderamente terrorífico, y esta vez sí se mareo intensamente. Cogí la manguera de agua, la gradué en posición ducha y la regué completamente devolviéndole la conciencia.
Luego le quité la barra que separaba sus piernas, fui soltando con la válvula el aire de su plug, se lo arranqué sin esperar que estuviese vacio del todo y me la folle desde atrás. Con sus labios vaginales y su ano muy castigados por las cuerdas y nudos del flagelo de cáñamo, cada penetración mía era espantosamente dolorosa, pero de la boca de Merche solo salían terribles insultos. Nunca la palabra de seguridad.
Cuando me cansé de follarla y me corrí en sus dos agujeros, y el cuerpo de mi amada se estremecía de dolor y de frío por la ducha, la bajé hasta que pudo apoyarse más que debidamente sobre el suelo, y la dejé allí colgando. Pulse el timbre de socorro y en pocos minutos apareció la enfermera (3) , que siempre estaba de turno las 24 horas del día para todo el complejo. La dejé en sus manos y me marché. El arreglar ese cuerpo ya no
era cosa mía.
A la mañana siguiente, al ir a desayunar oí la cansada voz de Merche. Estaba sentada en la cocina completamente desnuda, y al verme entrar, me miró fijamente, se levantó lentamente apoyándose en la mesa, se mantuvo de pie durante unos minutos mostrándome los castigos recibidos en sus tetas, en su barriga y entrepierna completa.

Se aproximó a mí y se puso de rodillas a mis pies, se tumbó en el suelo y quedó toda su espalda a mi vista fuertemente castigada. Pero por primera vez en mi vida, no sentí empatía alguna hacia ese castigo. Se levantó ella sola y mirándome a la cara me dijo:

- Gracias mi Amo por este castigo. Si fuerte es tu amor por mí, también fuerte debe ser el castigo que esta perra merece. Gracias por ser un Amo tan comprensivo. Espero que en lo sucesivo, castigues mi cuerpo y mi orgullo adecuadamente. Soy tu sumisa ¡nunca lo olvides!
- Puedes estar segura que así será.

Pero el rostro de Ingrid, que estaba allí, no expresaba esa misma idea. Ingrid, con 56 años, estaba enamorada de Merche desde hacía años, y por eso fue tan dura conmigo para enseñarme a ser el perfecto Amo de su amada... Yo esbocé una sonrisa y ella me comprendió. En ese momento entró también Macarena, la enfermera de día que venía a ver el cuerpo de Merche para volver a curarla. Sinnombre, ayudada por John, nos puso desayuno para todos y nos alimentamos muy bien.
Pero nada es plácido en esta vida que los dioses nos han concedido. Pasaron dos semanas de intenso trabajo para todos -y todas- y de repente, estando reunidos Merche, Ingrid, Alfonso (jefe de grabaciones) y yo en mi despacho, entró violentamente y llorando desconsoladamente Sinnombre, con una carta en la mano. Su madre le comunicaba que si antes de un mes no comprábamos a su hija pequeña por 7.000€, le harían la ablación del clítoris y no sé que otra cosa sexual que no entendimos, aparte de casarla con un viejo mayor que Matusalén.

Varias veces le habíamos dicho que le ayudaríamos a rescatar a su hermana llegado el momento, pero ahora teníamos un mes, menos 7 días que tardó en llegar la carta de una misionera evangelista, y si la queríamos teníamos que darnos prisa, porque la jovencita era ya muy mayor para su tribu (15 años). Me puse en contacto con nuestros abogados, estos con su embajada en España, con la nuestra en su país, y como Sinnombre estaba legal y correctamente en España no hubo problemas, y más, con el tema de la ablación y boda. Pero ¿qué hacíamos con ella? Sinnombre nos dijo que sería una esclava a nuestro servicio. Pero nosotros decidimos ayudarla y que su futuro solo lo eligiese ella. Unos días más tarde llegó a Madrid. Sinnombre, que en cuatro días salía de cuentas, y yo, la estábamos esperando en la terminal, y cuando se abrió la puerta que nos separaba de Llegadas, salió por ella, entre otras personas, una negra muy alta, con un adorno como un gran turbante colorido en su cabeza y un vestido sin mangas multicolor hasta los pies, con largas aperturas laterales, con el pasaporte en una mano y una pequeña bolsa en la otra y mirando a todos los lados. Sinnombre la llamó por su impronunciable nombre real y al vernos, se le abrió una amplia sonrisa, me quedé impresionado. Es posible que solo tuviese esos 15 años ¡pero estaba buenísima!

Debería medir alrededor de 175 cm, de piel más mulata que negra, sus tetas estarían entre los 95 y 100 cm de contorno, era guapa, enormes ojos marrones claros, labios medianos para una centro-africana, caderas muy adecuadas y largas piernas. Sus brazos, delgados como su cuerpo, eran largos y fuertes, se notaba en ellos y sus manos que estaba acostumbrada al trabajo duro campesino. Mientras se abrazaba a su hermana y se ladeaban a un lado y otro como si bailaran, sus ojos no perdían de vista los míos.
Sinnombre nos presentó y a mí me presentó como su Amo. Nos dimos la mano y nos fuimos hacia el coche. La chica lo miraba todo con enorme sorpresa y siempre estaba sonriente, se la veía muy feliz. Sinnombre me traducía lo que decía su hermana, a quien bauticé como Alegría, por su rostro de felicidad. Y ese nombre se le ha quedado. Pero lo que más le gustó, fue ver las enormes tetas de Sinnombre que no paraba de tocar y el que estuviese preñada sin marido, y al llegar al coche, le dijo que el padre de su hijo era yo y que me daría todos los hijos que sus amos le dijesen. Alegría me miró sonriente, se sentó en el puesto de copiloto, y levantándose el vestido hasta la cintura, me enseñó su peludo coño y dijo en español:

- Yo todavía virgen. Yo ser tuya siempre. Yo querer tetas grandes como mi hermana y poder darte hijos, muchos hijos puedo tener ya. Tu pagar dinero para comprar mi libertad. Yo ser toda tuya para siempre, querer ser esclava como mi hermana. Y yo decir si, a todo lo que tú querer de mí. Tú comprarme, tú mi Amo.

Y mientras se acariciaba el peludo coño sin dejar de mirarme, una amplia sonrisa se dibujaba en su boca y en sus ojos. Verdaderamente, era una Alegría de mujer ¡y qué mujer!

* * *

(1) El flagelo romano con cuerdas de cáñamo, por razones históricamente desconocidas, los romanos lo apodaban "flagelo español", posiblemente por ser muy usado en la Hispania Bética. Destroza la piel, además del intenso dolor.
(2) En nuestras instalaciones había un completo gimnasio y 3 monitoras especializadas, y dedicábamos muchas horas a la semana a entrenarnos todos. Unos más que otros.
(3) Tenemos una pequeña clínica, ya que siempre hay accidentes con tantos trabajadoresy visitantes, y por tanto, enfermeras 24 horas.


Licencia de Creative Commons

Culos enrojecidos III es un relato escrito por Erothica90 publicado el 19-10-2020 19:50:26 y bajo licencia de Creative Commons.

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Comentarios  
Lucky Tool
0 #5 Lucky Tool 13-07-2023 22:13
Que delicia de relato, tan sugestivos y excitante, dan una enorme ganas de vivir una experiencia como la descrita en ese texto, Fabuloso...
RODRIGOsex
+5 #4 RODRIGOsex 26-10-2020 20:24
una ida de olla buenísima. Super bueno
Dominant
+6 #3 Dominant 24-10-2020 21:09
Brutal!!
Rosario DF
+8 #2 Rosario DF 21-10-2020 05:06
es tan guarro como bello. un beso desde DF
Ismael
+7 #1 Ismael 20-10-2020 19:37
Me mola la crudeza y la manera tan explícita y concreta en la cual expresas tus relatos. Vas directa y eso me encanta. Te doy una nota más que alta. Gracias por poderte leer
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