Sintiéndome suya
Escrito por Lourdes
Llegué al centro comercial vestida como él me pidió, minifalda vaquera y una camisa blanca. No tardé en llegar a la cafetería en la que habíamos quedado, él ya me estaba esperando, sentado en una mesa, miré el reloj nerviosa, pensando que me había retrasado y temiendo el posible castigo que me caería, pero no… había sido puntual, por suerte. Me acerqué a él.
-buenos días señor, ¿qué quiere que le pida para tomar?
-buenos días, princesa. Siéntate, hoy quiero que estés tranquila, y dejaremos que el camarero haga su trabajo.
-como usted quiera- contesté, poco convencida, sentándome enfrente de él y pensando que sería lo que me esperaría este día y en por qué no había querido que yo le sirviera.
-te noto seria, y nerviosa, ¿a qué se debe?-me preguntó, odiaba que me hiciese esas preguntas, lo odiaba porque sabía que él conocía el motivo, y sin embargo, nunca perdía ocasión para preguntarme.
-sabe que la incertidumbre me mata, y más cuando me lleva avisando que este día sería muy importante y que no puedo fallarle…- se lo dije en un tono un poco seco, llevaba mucho tiempo hablándome de este día y de que no soportaría que le fallase, más que nada porque no le había fallado hasta ahora, me había entregado totalmente y había soportado las sesiones, los castigos y todos sus caprichos, que no eran pocos, muy pocas veces lo había desobedecido, y creo que estaba bastante satisfecho conmigo, así que ese comentario sobraba.
-pues sabiendo lo importante que es este día podías quitarte un poco la soberbia que tienes y hablar con mejor tono.
-vale – ya se estaba poniendo borde, y eso hacía que yo me enfadase más, si sabía que este día sería importante, lo necesitaba más cercano y más amable que nunca.
– ¿cómo que vale, zorra? ¿Se te ha olvidado ya como debes hablar? Vaya… empezamos bien, ganas me dan de irme y de dejarte sola, seguro que hay otras perras que apreciarían más que yo esté dispuestas a educarlas.
– perdóneme, señor – sabía que debería de haber dicho “perdone a su perra, señor” pero todavía no había sido capaz usar esas frases en sitios públicos, por suerte vino el camarero y la tensión se bajó, yo estuve todo el tiempo con la cabeza baja, una vez que nos sirvió nuestras bebidas y el camarero se fue, mi Amo cambió de sitio, se sentó a mi lado y me abrazó.
-tranquila, preciosa, se que lo vas a hacer bien… mira, tengo un regalo para ti- me dijo, mientras me entregaba una caja pequeña envuelta- los he encargado para ti, está hecho específicamente para ti, guárdalo en el bolso, y cuando nos terminemos esto y nos vayamos lo abrirás.
-gracias, señor- le dije, entre nerviosa, guardándomelo en el bolso, sin entender por qué me lo daba ahora, ni porque no podía abrirlo, pero no pregunté, sabía que no debela preguntar.
Empezamos a tomar nuestras bebidas, y a hablar de cualquier cosa, me relajé, y hasta olvidé lo que tenía guardado en el bolso, hasta que mi Amo me dijo que había llegado la hora de irnos y me pidió que abriese mi regalo, los nervios volvieron a apoderarse de mi y empecé a temblar mientras tenía el pequeño regalo entre mis manos… lo abrí, era una caja de una joyería, y dentro tenía unos aros, uno con mis iniciales y otro con las suyas, de oro blanco, preciosos
-¡¡gracias, señor!! –le dije, mientras empezaba a quitarme los pendientes que llevaba para ponerme los nuevos.
-¡Espera! Me alegro que te hayan gustado, pero… no son para tus orejas, princesa.
Me quedé blanca, mirándolo seriamente esperando que me dijese que era una broma… pero no… no era una broma.
-¿ves ese local de enfrente?- me dijo señalando una tienda donde ponía piercings-Guarda los pendientes, vamos a ir a que te los pongan, y… sabes que quiero que te portes bien, se que estas preparada para esto, así que tranquila, que yo voy a estar a tu lado, y sabes que nunca dejaré que te pase nada malo- siempre me hacía esta aclaración cuando aumentaba la intensidad en mi adiestramiento o hacía cosas nuevas, aunque la verdad, no hacía falta que lo hiciese, ya sabía que él me cuidaría y que no me pasaría nada- si quieres, podemos esperar un poco… pero yo creo que lo mejor es entrar directamente- me miró, y no contesté, estaba demasiado asustada para hablar, él me abrazó, y me besó- ya que no dices nada… vamos a entrar ya, ¿vale? Y… demuéstrame que eres la mejor perra del mundo, ¿eh?- agaché la cabeza y me quedé callada, pensando que quizás así me libraría de pasar por eso- Nerea… contesta, por favor, ¿entramos ya? ¿quieres hacerlo? Sabes que siempre puedes parar…
-no, señor, entremos ya, quiero hacerlo- no se por qué dije eso… si estaba deseando irme de ahí y que no me hiciesen nada
-bien, sabía que contestaría eso, entremos pues.
Entramos al local, yo me puse a mirar a todos lados, nerviosa, buscando una puerta de escape, cuando apareció el encargado, pensé que ya empezaba mal la cosa, ya podría ser una mujer la que se encargara de eso.
-buenos días
-hola- dijo mi Amo- veníamos porque la chica quiere ponerse unos pendientes en los pezones, nena, enséñaselos –me temblaban las manos, y como pude abrí la caja y le enseñé los aros- ¿podrán ponérselos?
-claro, nos dedicamos a eso, ¿quieres hacerlo ahora mismo?- me miraba a mi, pero yo me quedé callada hasta que mi Amo me dio un codazo
-si, ahora- dije, con la voy entrecortada
-bien, pues pasen a la habitación del fondo y que la chica vaya desnudándose, mientras voy cerrando la tienda.
Mi Amo me cogió de la mano y me condujo hasta la habitación, me imaginé mentalmente un cuarto de tortura… era una sala blanca con una especie de camilla en el centro, me pregunté si cumplirían todos los requisitos de sanidad, pero luego pensé que mi Amo no me llevaría a cualquier sitio, así que me quité esa idea de la cabeza.
-desnúdate, preciosa- me ordenó mi Amo, me quité la camisa y el sujetador y las dejé sobre una silla, y me senté en la camilla- ¿no te quitas nada más? ¡¡Vamos a darle una alegría al encargado, desnúdate entera!!
-señor, por favor, no- me temblaba la voz
-jajajaja, era broma zorra, pero me lo apuntaré para la siguiente vez.
El encargado entró por la puerta y empezó a abrir y cerrar cajones cogiendo lo necesario.
-ve tumbándote en la camilla- me dijo el encargado.
-mire que tetas tiene, y ya viene preparada con los pezones bien duros- dijo mi Amo, que no desaprovecha ninguna ocasión para humillarme, en otra situación me hubiera puesto colorada, pero ahí, con el sudor frío recorriendo todo mi cuerpo, me imaginé más blanca que la pared.
-si, son preciosas- el encargado se veía un tanto incomodo- voy a ponerle esta crema anestésica para que le duela poco.
-no se la ponga, la pobre es alérgica a los anestésicos y podríamos tener muchos problemas, ella aguanta bien el dolor, además, he traído algo para que no grite y le espante a la clientela- decía mi Amo mientras sacaba de su bolsillo una mordaza.
-¿estas segura que quieres hacer esto? Sin anestesia va a ser muy doloroso y desagradable,
-si, estoy segura- dije, temblando por el miedo, y acto seguido mi Amo me puso lo mordaza y cogiéndome las manos me las puso a ambos lados de la camilla, sujetándomelas con fuerza.
-si, es una buena idea que la inmovilice, si no te importa- me dijo mirándome a la cara- voy a subirme encima de tu cintura, no se si de otra forma podría controlar tus movimientos- asentí y el encargado se subió encima mío.
Empezó a tocar mis pezones. Yo temblaba, intentaba mirar a mi Amo, transmitirle que no estaba preparada para eso, pero él parecía encantado, me besaba la frente y me decía lo orgulloso que se sentía de mi cuando sentí el primer pinchazo en el pezón derecho, grité más fuerte que nunca, por suerte, la mordaza amortiguó gran parte de mi grito… tras punzarme empezó a toquetearme el pezón, no quise mirar, tampoco habría visto mucho con los ojos llenos de lágrimas como los tenía, pero supuse que me estaba colocando el aro. Nunca podré describir el dolor y la sensación que invadió mi cuerpo, tuve miedo de marearme, y, aunque me duele reconocerlo, empecé a odiar a mi Amo por hacerme pasar por tanto dolor.
Todavía sin recuperarme del dolor que tenía en mi pezón derecho noté como el encargado tocaba el izquierdo, esta vez me defendí, no quería pasar por lo mismo, y me revolví como puede en la camilla, de hecho faltó muy poco para que tirase al encargado de encima mío.
-se mueve como un toro, la muy zorra- le dijo mi Amo al encargado, y ahora susurrándome a mi me dijo- has entrado voluntariamente en la tienda, sabías lo que te esperaba, has entrado y has afirmado que querías hacerlo, así que deja de hacer el tonto, porque por las buenas o por las malas saldrás con los dos pezones anillados. Tú sabrás lo que te conviene.
Dejé de moverme tras escucharlo, y sentí como el volvía a apretarme las manos, no solo para inmovilizarme, sino también para transmitirme su fuerza, así al menos lo interpreté yo, le dijo al encargado que podía seguir y este le hizo caso, y mientras mi Amo me decía que me quería me perforaron el segundo pezón, esta vez, no se si porque se juntaba el dolor que aun tenía en el otro pezón, me dolió mucho más, empecé a sentirme más débil, con nauseas y mareada, por suerte pronto noté que ya tenía puesto el aro y que ya había acabado todo. Mi Amo me acaba de soltar las manos y estaba acariciándome la cara, mientras me quitaba la mordaza, me hubiera gustado que me la dejase puesta para que el encargado no escuchase mis gemidos de dolor.
-se le han quedado preciosos- dijo mi Amo al encargado.
-si, ganan mucho unos pezones anillados… déjela que se recupere unos minutos, sería buena idea que le diera un analgésico, yo voy a abrir de nuevo la tienda, quédense el tiempo que haga falta.
Dicho esto el encargado salió de la habitación, y mi Amo se tumbó, como pudo, al lado mía abrazándome, yo todavía estaba temblando y no podía ni decir nada… me encantaba esa sensación tras las sesiones, cuando él me cuidaba y me protegía… al cabo de unos minutos, habló
-¿cómo te encuentras princesa?
-bbiiennh- contesté como pude
-jajajaja, ¡que poco convencida suenas, pequeña! Poco a poco te irás reponiendo… pero dime, de verdad, ¿cómo te sientes?-parecía que no había pillado mi indirecta de que no quería hablar, ni quería… ni podía…
-estoy… un poco… mareada…- me abrazó más fuerte
-¿puedo dejarte sola unos minutos para salir a comprar una bebida que te espabile?
-NOO –le grité, y bajando el tono y abrazándome a él le dije- por favor, no me deje sola ahora.
-está bien, bicho.
No se cuanto tiempo estuvimos abrazados, pero el que fuese a mi me pareció insuficiente, noté como mi Amo se levantaba y me decía que debíamos de irnos, me ayudó a incorporarme y entonces si me atreví a mirar mis pechos, es cierto, estaban preciosos, pensé que sangraría un poco, pero no…
-¿te gustan?
-si, señor
-¿sabes lo que simbolizan?
-no… no, señor- respondí extrañada
-simbolizan tu pertenencia, más que el collar, que solo lo puedes llevar en la intimidad, los llevaras siempre, es, por así decirlo, como los anillos de los matrimonios, esta es mi señal de que ya has pasado el periodo de prueba… no es nada permanente, podrías quitártelos cuando quieras… aunque, espero que nunca te lo quites, porque quiero que siempre seas mía, mi perrita, te quiero.
-gracias, señor- le dije, emocionada, abrazándome a él.
Me vestí, y salimos de la tienda, no sin antes agradecerle (y pagarle) al encargado por su trabajo, y fuimos a la cafetería de antes, donde me senté y mi Amo me sirvió, sin dejar que lo hiciera el camarero, un café y un gran pastel de chocolate
-te vendrá bien para espabilarte la cafeína, y el chocolate para animarte y recuperarte un poco.
-gracias, señor- le dije, aunque tenía el estómago revuelto y lo ultimo que me apetecía era comer, aún así, me lo comí todo, y ciertamente, me sentí muchísimo mejor
-tomate este analgésico- dijo, pasándome un comprimido de naproxeno- y ahora… no veas como me has puesto mientras te poníamos los anillos, zorra, necesito usarte, así que ve a los servicios y esperame completamente desnuda.
-pero…¡señor!- dije, intentando que comprendiese que no era el momento más apropiado, pero no me dejó terminar.
-eres mi puta, te usaré cuando quiera y donde quiera, ¿acaso no lo sabías cuando te entregastes a mi? ¿no querías ser mi puta?
-si, señor, lo siento- dije, agachando la cabeza
-pues ya estás tardando, ¡haz lo que te he dicho, zorra!
Hice lo que me pidió, me metí en los servicios, me desnudé y al poco alguien tocó a la puerta, abrí, con el miedo de que no fuese mi Amo, pero ahí estaba él, sonriendo y decidido, entró rapido y sin miramientos me puso mirando para la pared, sacando otra vez la mordaza del bolsillo, me la puso, y noté como se sacaba el cinturón de los pantalones, sabía lo que me esperaba
-te has portado bien, zorra, pero sabes que me gustan que obedezcan a la primera, sin peros- dijo, mientras soltaba el primer azote- como a ti te hubiera gustado que te follase directamente- vino el segundo azote- pero mira por donde, me gusta azotar a mi perra- y el tercer azote- y mucho más en un sitio donde nunca lo he hecho- y siguió azotándome, hasta que se cansó y me sodomizó, sin aviso, a lo bestia, aunque me dolía, empecé a disfrutar con cada embestida, no tardó mucho, pronto noté que estaba a punto de correrse, pensé que mi suplicio acabaría pronto, pero me tenía guardada una segunda sensación, que fue cogerme las tetas y apretarme fuertemente mis doloridos pezones mientras se corría. Se me doblaron las piernas, y si no llega a cogerme me hubiera caído. Se quedó dentro de mí, abrazándome y besándome poco tiempo, en seguida salió y me dio su polla para que se la limpiara, me dijo que le diese mis bragas y salió del servicio.
Me vestí, arreglándome como pude, y salí del servicio… no me gustaba nada la sensación de estar con el semen de mi Amo saliendo de mi cuerpo y sin ropa interior, pero sabía que a él le gustaba tenerme así. Al salir me lo encontré pronto, y me dio un calido beso, mientras me cogía de la cintura y paseamos hasta el coche, y ya, una vez en la casa, me cuidó y me besó, cuidándome como sólo él sabe hacerlo.
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