Sin mi permiso no
Escrito por Lourdes
Te espero en la esquina de la cafetería donde solemos desayunar juntos todas las mañanas.
Hoy es un día especial, hace un mes que me aceptaste como tu sumisa. Anoche, antes de despedirnos, me ordenaste que cerrara los ojos. Después sentí como tu boca subía por mi cuello hasta llegar a la altura de mi oído. Tu voz, tan masculina, me susurró:
- Esto es para ti zorra mía, quiero que mañana lo lleves puesto mientras tomamos el café. No me falles. Sigue con los ojos cerrados, cuenta hasta 10 y no se te ocurra abrirlos. Si lo haces te pondré el culo como un tomate.
Abro los ojos. Ya no estás. En mis manos hay un paquete envuelto en papel de charol negro con una hermosa cinta de color champán. Subo hasta mi apartamento. Estoy deseando ver qué es lo que mi Amo me ha regalado.
Lo abro cuidadosamente. Ante mis ojos aparece un vibrador junto a una nota escrita de tu puño y letra:
Sabes perfectamente lo que quiero, no hace falta que te lo explique. Sólo ten en cuenta dos cosas: quiero aquel tanga con transparencias negro y no podrás correrte sin mi permiso. Ahora, zorrita, desnúdate y vete a dormir.
Mañana nos espera un día muy largo.
Me apoyo contra la pared con el corazón bombeando a mil por hora en mi pecho. Nunca he usado un vibrador y no sé si seré capaz de seguir tu orden. Mi coño empieza a humedecerse con la sola idea de sentir ese instrumento moviéndose dentro de mí ¡va a ser muy difícil controlar mi orgasmo!
Te veo llegar, tan puntual como siempre. Hoy llevas ese traje de chaqueta negro que tanto te favorece. Mis piernas tiemblan ante la anticipación. Estoy nerviosa, muy nerviosa y más con el vibrador dentro de mí.
Te acercas a mí. Bajo la mirada. Sé que no te gusta que te mire directamente a los ojos salvo cuando expresamente me lo ordenas. Acaricias mi mejilla con el dorso de tu mano. Tomas mi barbilla y alzas mi cara.
- Buenos días princesa.
Me encanta cuando te muestras tierno conmigo. Sonrío tímidamente.
- Buenos días, Amo.
Pasas protectoramente tu mano sobre mis hombros y me guías hasta la puerta de la cafetería.
Me ofreces asiento en la mesa de la esquina, donde siempre solemos sentarnos. Al apoyar mi trasero en la silla, siento como el vibrador se hunde más profundamente y no puedo evitar dar un respingo. Te miro angustiada.
- Tranquila Marta- me dices calmándome. Deja que tu cuerpo se adapte. Piensa que soy yo, y no el vibrador, el que te está penetrando en este mismo instante.
Cierro los ojos, a mi mente vienen miles de imágenes de tu miembro. Lo conozco a la perfección. Mi coño empieza a humedecerse peligrosamente.
El camarero se acerca. Toma nota de nuestro desayuno. A los 5 minutos regresa con dos cafés y unas tostadas.
Cojo la taza, voy a dar un sorbo a mi café brrrrrrrrrrrrrrrrr ¡¡¡¡¡Dios!!!!!! Gimo, ¡¡¡me ha pillado desprevenida!!!! No me he manchado el traje de milagro. Muerdo mi labio inferior. No voy a poder aguantar mucho. Veo como una sonrisa perversa se dibuja en tus labios, mientras sacas del bolsillo de tu chaqueta el mando que acciona el vibrador.
- Marta, Marta me dices condescendiente. Recuerda que no puedes correrte sin mi permiso.
- Sí Amo digo haciendo acopio de todas mis fuerzas. Me es prácticamente imposible hablar. Ya era difícil andar sintiendo como ese instrumento se movía a cada paso, pero ahora. ahora es imposible que no tenga un orgasmo de un momento a otro.
Las manos me tiemblan, no puedo coger la tostada. Cierro los ojos pensando en todo el trabajo que tengo que hacer ese día pero no consigo olvidarme de lo que en ese momento está rozando mi entrepierna ¡¡¡Voy a correrme!!!, pero por lo que veo no tienes intención de dejarme hacerlo, al menos no tan pronto.
Pasan 3 minutos, los 3 minutos más interminables de mi vida. ¡¡No aguanto más!! Me es imposible cumplir tu orden esta vez, así que pongo la cara más seria que encuentro y me corro en silencio. Quizás, con un poco de suerte, no te hayas dado cuenta.
Bajo mi cabeza hacia la tostada, no quiero mirarte, no quiero saber si lo has notado o no.
Pagas la cuenta, salimos de la cafetería y nos dirigimos hacia el trabajo. Mi cara es un poema, pero suspiro aliviada, no has dicho nada y has seguido tratándome cómo si nada hubiera pasado. En silencio rezo una plegaria agradeciendo mi suerte.
Entramos en el ascensor. Son nueve plantas. Una, dos. tres cuatro ¡¡has parado el ascensor!!. Te miro y por primera vez observo lo enfadado que estás. He sido una auténtica estúpida por pensar que podría engañarte.
Me coges del brazo y me apoyas directamente sobre la pared. Empujas duramente mi cara contra el frío mármol y pones mis manos a mi espalda, sujetándolas fuertemente en una de tus manos. Con la otra te desabrochas el cinturón. Lo usas para atarme. Luego bajas mi espalda de manera que quedo con el culo en pompa.
No hablamos. No hay nada que decir. Te he desobedecido y sé lo que eso conlleva.
Nuestras respiraciones se hacen más fuertes. Me subes la falda. Ante ti aparece mi trasero con el tanga negro que pediste que llevara. Antes de someterme a ti usaba trajes de chaqueta-pantalón, pero ahora siempre llevo faldas de color oscuro con medias sujetas con liguero.
Empiezas a azotarme con la mano. Con cada golpe doy un respingo. Ya debería estar acostumbrada, pero aun así duele.
Han sido 15 azotes. Tengo el culo ardiendo. Intento incorporarme pero me lo impides. Siento como te abres la bragueta y retiras la tira del tanga de mi ano.
-¡¡No, Raúl!!. ¡¡En el trabajo, no!!
-Como no cierres la boca, perrita, hago que el ascensor llegue a su destino. ¿Quieres que todos nos vean en esta situación?
-¡¡No, por favor, eso si que no!!
-¡¡Entonces calla!!
Obedezco. Separas mis nalgas con tus enormes manos. Tu polla roza mi ano y de un golpe seco me la metes hasta el fondo. No lo tenía lubricado y ha dolido, ¡¡vaya que si ha dolido!!. Las lágrimas se agolpan en mis ojos. ¿Cómo he llegado a esta situación?. ¿Por qué tengo que soportar este trato?.
Empiezas a moverte. Dentro.. fuera.. dentro.. fuera. Lo haces con fuerza, salvaje. Mi ano se va adaptando a ti. Mi coño, aún con el vibrador, empieza a chorrear. Es asombroso, pero creo que voy a correrme de nuevo. Cierro los ojos, esta vez no te fallaré, no lo haré sin tu permiso.
Sigues bombeando. Follándome por detrás. Dándome duro. Los únicos sonidos que inundan el ambiente son nuestras respiraciones cada vez más agitadas y el mete-saca de tu verga en mi culo.
Estás a punto de correrte. Lo sé. Aunque sólo llevemos un mes juntos ya conocemos perfectamente nuestros cuerpos. Y lo mismo que yo lo sé de ti, tú lo sabes de mí. Me muerdo el labio con fuerza. Tengo que aguantar. No puedo correrme.
- Marta, ahora sí. ¡¡Ahora puedes correrte!!
Esas palabras suenan como música celestial en mis oídos. Me relajo y me dejo llevar. Mi cuerpo tiembla, al igual que el tuyo. Nos hemos corrido a la vez. Siento como tu leche inunda mis entrañas, caliente y espesa por todo mi ano.
Sales de mí. Me tomas del pelo y haces que me arrodille. Pones tu polla en mi cara. No hace falta que me lo pidas. Empiezo a limpiártela. Mi lengua lame con adoración tu verga. La verga de mi Amo.
Cuando termino me levantas. Me acercas a ti y me miras. Ahora ya no hay dureza en tus ojos. Ahora eres tierno. Sacas un pañuelo del bolsillo de tu pantalón. Con delicadeza extraes el vibrador de mi vagina y limpias la mezcla de nuestros jugos que han quedado en mi entrepierna. Me apoyo contra tu hombro. Siento mucho haberte desobedecido. Te miro desolada:
-Tranquila princesa, ya pasó.
Acercas tus labios a los míos. Abro la boca para recibirte. Nuestras lenguas se unen en un abrasador beso.
Me das en el culo un azotito. Sonríes, me guiñas un ojo y me dices:
-¡Arréglate!
Pones en marcha el ascensor.
Segundos después estamos en nuestra planta. Salgo la primera del ascensor, totalmente recuperada. Se acerca Rosa trayéndome unos informes. Por el rabillo del ojo veo como te acercas a la máquina de café. No paras de tomar cafeína, pienso sonriendo.
- Buenos días, Marta, tienes que llamar a la filial de París, ha habido un problema me dice Rosa preocupada.
-¿Qué ha pasado?
-No lo sé, pero creo que el error está en este informe.
Ojeo el documento. Efectivamente, hay un error. Me empiezo a cabrear. Mira que he avisado cien mil veces, estoy harta de repetir que se revisen los informes antes de entregarlos. Veo el nombre de quien lo ha firmado.
Doy la vuelta. Mi expresión es severa. No puedo permitir que esas cosas sucedan.
Las cinco personas que se encuentran en el despacho contienen la respiración, saben que cuando estoy de malhumor soy terrible.
Nuestras miradas se entrecruzan.
- ¡Raúl!- gritó. Te dije perfectamente que la mercancía tenía que estar entregada el día 5 y no el día 6 como pones aquí. ¿Qué pasa? ¿No entiendes mi idioma?
-Marta, por favor- me dices. - No te mosquees.
-Sí Raúl, estoy muy cabreada, por tu culpa tendré que llamar a la Junta y pedir disculpas. Sabes lo que me jode quedar mal delante de la gente, y más cuando no es por mi culpa. ¡Tienes diez minutos para llamar a París y explicar el error!
-¡Espera a que por lo menos me tome el café!
-¡¡No!!. ¡Ahora!.
Voy hacia mi despacho y entro dando un portazo.
De siete de la tarde a ocho de la mañana soy tu sumisa. Pero a partir de las ocho soy TU JEFA. No sé si seré una buena zorra sumisa, pero lo que sí sé es que puedo llegar a ser la más zorra de las jefas.
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