Estrenando un nuevo juguete
Escrito por dereck
Llegas a casa después de un duro día de trabajo. Ha sido un día de mierda, una semana de mierda mejor. Ahora solo piensas en matar a alguien. Y luego darte una ducha. No lo harás, claro. Saldrás, quizás, a correr unos kilómetros, para descargar la mala hostia. Luego te ducharas y te pondrás una película. Con helado de chocolate, a la mierda la dieta. Solo quieres que el mundo te deje en paz un rato.
Cuando abres la puerta te lo encuentras a él. Sentado en su sillón favorito. Con una copa en la mano. Vistiendo esos vaqueros negros tan sumamente ajustados, sus botas, y dejando al aire libre su magnífico torso, tan definido y musculado que es el delirio de las mujeres en la playa. Sonríe. Y lleva puesto el antifaz. Es un antifaz minúsculo, que sería ridículo en cualquier contexto. Pero cuando lo lleva sabes lo que significa. Empieza su juego. Y no puedes negarte. Lo piensas, no es el día. Meditas rebelarte, disculparte quizás. Pero es tu cuerpo el que te traiciona. La sensación de misterio, de no saber que juegos ha preparado, de como va a conducirte por sus fantasías te embriaga. Y enseguida notas esa calidez que te desata. Sabes que es una batalla perdida, y en el fondo, estas deseando sucumbir. Es tu droga, y eres adicta a ello. Tan solo le pides unos minutos para darte una ducha, asearte para él, pero sobre todo, para sentirme limpia. Tan silencioso como un fantasma se ha plantado delante de ti. Tienes que girar la cabeza, es tan alto como un coloso. Y en ese momento una bofetada te silencia. Ha sido mas dura de lo habitual, de lo pactado. Vas a protestar y mandarlo a la mierda, no es un buen día para eso. Pero casi como si tu cuerpo obedeciera a otra voluntad, comienzas a desnudarte. Lo miras fijamente, desafiando su autoridad. Las prendas van cayendo una a una al suelo, incluido tu ropa interior. Así, desnuda, aceptas la prenda que él te tiende en su mano. Un collar con tu nombre grabado. Te lo colocas. Lo miras a los ojos, con un deje de desafío. Y te percatas del brillo lujurioso que lo ilumina. Está cachondo, piensas. Pero hay algo mas. Algo que te hace estremecerte. Y a tu pesar, estas deseando descubrir que se trae entre manos. La sola idea de las cerdadas que puede hacerte te calienta. Así que completas al ritual y te arrodillas. Separas bien tus rodillas dejando al descubierto tu sexo. Llevas unas semanas de mucho estrés y te has descuidado dejando el vello púbico crecer. No sabes si le importará, pero ya no hay remedio. Por último, apoyas tus manos en tu espalda y agachas la mirada. Ahora ya eres su fiel y sumisa perrita, como a él le gusta, como a ti te gusta.
Solo ves sus pies mientras da vuelta alrededor tuyo, examinándote. Posa su mano en tu cabeza, de forma cariñosa, casi como si acariciara a su mascota. Levantas un poco la mirada y compruebas lo abultado de su pantalón. Está muy excitado, no es habitual, te agrada pero a la vez te alarma. En ese momento empuja tu cabeza hundiendo tu rostro en su entrepierna. La tela del pantalón raspa tu rostro y tu boca nota la dureza de su pene erecto, luchando por escapar de su aprisionamiento. Te asfixia entre sus piernas hasta que suelta su cabeza. Toma la cadena de tu collar y tirando de ti, te pone en pie. Se acerca, te rodea con los brazos y sientes las frías esposas en tus muñecas, ahora estas totalmente atrapada. Y eso te gusta.
Toma con su mano tus mejillas, aprieta, abres la boca. Y de inmediato sus labios se pegan a los tuyos, su lengua ocupa el interior de tu boca, frotándose con ímpetu, violándote. Es un beso profundo, sucio, sientes vuestras salivas mezclarse, derramas las babas, vuestras lenguas en una danza de fuerza y lujuria. Y justo ahí tu cuerpo da un respingo. Su mano se posa en tu vagina, y su dedo te penetra de inmediato, sin preámbulos. Como un explorador experto sabe tocarte, posar su dude en tu clítoris, acariciarlo, estimularlo. Una explosión de calor se desata en tus entrañas mientras vuestras lenguas siguen su batalla incluso estando los labios separados. El dedo sigue girando en tu interior y entonces para. Te quedas con ganas de mas, tu respiración comienza a ser agitada. El te mira, sonríe satisfecho y su mano acaricia tu culo. Te preparas para un buen azote, tensas los músculos, en el fondo lo estas deseando, sus azotes son una explosión de sensaciones, pero te quedas con las ganas del golpe que no llega. Solo te acaricia. Está inusualmente cariñoso hoy. Todo ello te perturba y él lo lee en tu mirada. Sonríe. Dando por bueno su trabajo, toma la cadena y te obliga a seguirlo por toda la casa. Esto le encanta, pasear a su sumisa, su trofeo. Tu fantaseas imaginándote en alguna pasarela, llena de hombres mirándote mientras él presume de ti, observada, deseada, pero solo usada por él.
Por fin llegáis al pequeño garaje convertido en una habitación de juegos. Te sorprende encontrar un enorme bulto tapado con mentas. Eso nunca a estado ahí. No sabes que es, de donde lo a sacado. Y por algún presentimiento, una sensación de temor se instala en lo mas hondo de tu cabeza. No quitas ojo, tratando de adivinar que es, y al bajar las defensas el ensancha su sonrisa satisfecho de tu miedo.
Engancha tus esposadas manos en una cuerda propiciamente colocada en el techo, dejándote inmóvil, de pie, en el centro del cuarto. Vuelve a besarte, esta vez es un beso hermoso, suave, romántico, acariciando tus labios con una dulzura que te vuelve loca pero te deja fuera de juego. Él aprovecha el momento para introducir una bola, y en un instante te tiene amordazada. Tus protestas no son mas que gemidos incoherentes. Te quedas esperando, ¿Qué tocara? ¿llegarán ahora los azotes? ¿jugara con tus pechos? Nada de eso. El se arrodilla hasta que su cabeza queda a la altura de tu ingle. Posa sus manos en ti abriéndote las piernas, y sus dedos separan tus labios vaginales. Sin perder tiempo, el interior de tu vagina queda relleno por su lengua. Notas ese jugoso pedazo de carne moviéndose en tu interior, frotándose con tus paredes, llegando tan profundamente como es posible. Tu corazón palpita mas fuerte y pronto vas notando la humedad. Él la recibe a gusto, bebiendo tus flujos, su lengua martillea sin descanso y pronto notas la cascada cayendo por tus muslos. Él para, sin dejarte disfrutar. Por un instante pensaste que sería así de fácil. Te observa y sonríe complacido como si evaluara un trabajo bien echo. Y es en ese momento, que lee la incertidumbre de tu mirada, cuando de forma teatral retira las mantas.
Ante tu atónita morada aparece un extraño aparato. Tiene la forma de un caballito de madera infantil, incluso con su pie curvo para balancearse. Tan solo que es de un tamaño muy grande para los niños, y de su color caoba oscuro. Tan concentrada estas en el artefacto que no te das cuenta que te a desenganchado hasta que no te toma en brazos, es tan fuerte que te maneja como a una muñeca de trapo. Y sin esfuerzo, te monta sobre la grupa del singular caballo.
Con celeridad, lleva tus manos hasta la cabeza del caballo, obligándote a inclinarte hasta el límite y esposa tus manos allí. Después, trabaja en tus piernas, sujetando la parte superior de tus muslos con unos arneses del propio caballo. Por último son tus tobillos los que quedan sujetos a la estructura. Te observa, pero algo no lo convence, y tras aflojar las ataduras de tus muslos, te mueve unos centímetros y vuelve fijarte. Ahora si sonríe complacido. Tu cuerpo está tensado en una postura como una jinete. Tratas de moverte pero estas fijada, apenas puedes levantar unos centímetros tu cadera y poco mas. Toda esta peculiar situación te estresa, entras en pánico y tratas de protestar. La bola alojada en tu boca no te permite decir nada, tan solo que tus babas caigan. Es ese momento cuando recibes como recompensa a tus intentos de soltarte un fuerte cachetazo en tu culo. Tu grito muere ahogado. Notas su dedo colocarse en la raja de tu culo entre tus nalgas. Aprieta y va subiendo, acariciando tu espalda, recorriendo tu columna hasta llegar al cuello. Recibes un tierno beso en la frente. Sigues desconcertada y tus nuevos intentos de soltarte, o al menos, moverte un poco, son igualmente infructuosos.
Ves como él arrastra una butaca hasta quedar frente de ti. Se baja sus pantalones y se acomoda. Tus ojos quedan clavados en su polla, toda erecta, tan hermosa, tan sabrosa. Tu cuerpo reacciona con ansiedad. Te llama la atención lo húmeda que esta, chorreante. Esta muy cachondo, ansioso. No es habitual verlo tan desesperado. Te gusta, pero te escama. Él toma su pene con la mano y comienza a masturbarse mientras te observa sin perder detalle. Por un momento piensas si esto era todo, tenerte expuesta en esta incómoda postura para su deleite. Y es cuando te fijas en el pequeño mando que tiene en su otra mano. Aprieta un botón y el caballito comienza a mecerse. Lo hace con suavidad, pasea relajado y el vaivén es hasta relajante. Pulsa otro botón y es cuando se te erizan todos los vellos de la piel y un rayo cruza todo tu cuerpo, una protuberancia comienza a asomar de su lomo, presionando justo la entrada a tu vagina. El movimiento del caballo hace que tu coño se frote con la protuberancia, y no puedes impedir lanzar una mirada de sorpresa y temor, con los ojos muy abiertos. Tus protestas son solo mas babas cayendo y tu cuerpo se esfuerza inútilmente otra vez en escapar. Tu batalla lo regodea, masturbándose mas rápido. Otra vez el botón y la protuberancia sigue emergiendo como n periscopio. Notas su forma cilíndrica y redondeada, mas su rugosa piel parece poseer sus propios pequeños bultos. Sigue creciendo e inevitablemente se introduce en tu interior, suerte de que al estar tan lubricada entra con comodidad. Penetrándote. Ahora juega con el mando y el caballo comienza a mecerse con mas velocidad y violencia. Tu cadera comienza a botar, subir y bajar. Con cada movimiento del caballo, tu cadera cae con todo el peso de tu cuerpo, clavándose la protuberancia hasta lo mas profundo. Enseguida notas a tu cuerpo disfrutar de la follada, y también a él que se masturba extasiado. Pulsa otro botón y la protuberancia vuelve a crecer, esta vez no solo a lo largo, también a lo ancho. Sientes como ya ocupa toda tu cavidad, presionando tu paredes, y como su punta llega a lo mas profundo. Tus jugos chorrean por todo el caballo pero sientes una punzada de temor, ¿Cuánto mas puede crecer? Te notas tan llena que no crees poder recibir mas, y de nuevo, como si te leyera la mente, pulsa un botón y notas ese falo crecer y profundizar un poco mas. Tratas de gritar y no puedes, escapar es inútil. La velocidad del caballo aumenta mas, y ahora el trote es un galope salvaje. Sus embestidas son una brutal follada en tu coño que recibe uno y otro y otro empujón llenándote hasta tus entrañas. Tus músculos vuelven a tensarse, la sensación de dolor de tu cuerpo se mezcla con el goce de la follada que recibes. Tratas de acomodar tu cadera para recibir lo mas cómodamente posible el enorme falo mientras este sigue machacándote sin piedad. Empiezas a llegar al éxtasis. Tu respiración se acelera, tu acalorado cuerpo brilla con tu sudor. Has perdido la noción del tiempo que llevas cabalgando y un enorme orgasmo se apodera de todo tu ser. Y es algo que jamñas has experimentado. No es una persona que se canse, que se acople. La maquina no tiene piedad y te sigue follando de un modo animal mientras te corres entre gemidos, con tus babas chorreando y tu mirada vidriosa. El galope no para y eso te alarga el orgasmo como nunca antes te había pasado. Un golpe de semen te golpea en la mejilla. Él se ha corrido, jadea embelesado de placer. Su segundo chorro cae directamente al suelo. Y tu te dejas vencer por el electrizante orgasmo que explota en todo tu cuerpo.
Por unos instantes has perdido la noción del tiempo. Sigues prisionera pero el caballo esta parado. Te notas vacía, el falo ha desaparecido en el interior del caballo. Aun notas caer tus jugos mientras tu vagina se va cerrando, recuperando la normalidad. Relames las últimas goas de placer. Él ya se a colocado los pantalones. Se acerca a ti y te acaricia amorosamente la mejilla. Te regala un beso en la frente. Escuchas como te dice que se va a la ducha. El latigazo de su mano golpeando tu nalga termina de despertarte. Se va pero no te suelta. Y en ese momento el caballo comienza a moverse nuevamente y notas como aquella protuberancia vuelve a emerger.
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