El contrato
Escrito por Lourdes
Yo estaba tan tranquila en mi casa, era por la mañana, temprano, cuando de repente sonó el teléfono.
Era mi Amo que me comunicaba que un Señor estaba a punto de llamar a la puerta de mi casa con el contrato de esclavitud que yo, hace ya bastante tiempo, le firmé, y por el cual, me convertí en su esclava.
El contrato era lo que se llama un "título al portador", es decir, que quien lo lleva, quien posee el contrato, tiene la propiedad sobre el esclavo, y en este caso, pues, quien tiene el contrato, me tiene a mí.
Mi Amo me recordó esto que acabo de contar, y me ordenaba que hiciera caso y obedeciera a todo lo que me pidiera el tenedor del contrato, pero no quiso aclararme qué tipo de cesión hacía de su bestia, es decir, la cesión que hacía de su esclava, de mí, si únicamente era temporal o si era definitiva, si me había alquilado o si me había vendido.
Me pareció que nada más colgar el teléfono llamaron a la puerta, y al abrir me encontré con un Señor que provisto de un maletín, con mucha educación preguntó por Mar.
Al contestarle que era yo misma, me enseñó el contrato, viendo yo que era el contrato de esclavitud que había firmado.
Resignada y sin saber lo que me esperaba, lo hago pasar como mi Amo me había ordenado y tal y como había quedado obligada por el propio contrato, puesto que en realidad, aquel extraño, era por un rato o quizá para siempre, mi nuevo Amo.
Nada más cerrar la puerta de la calle me ordenó desnudarme inmediatamente.
Yo, sin saber que hacer lo pienso durante unos segundos y recuerdo las órdenes de mi Amo y, nerviosa, empiezo a sacarme la camiseta, que era lo único que llevaba puesto, y me quedo desnuda delante del desconocido, quien me dice:
- Camina un poco, me gusta ver como es la cerda de mi amigo.
Yo empiezo a caminar un poco por el comedor, ahora un poco más asustada al ver que está sacando un látigo de su maletín.
Me ordena que me pare y dirigiéndose hacia donde yo estoy, él me dice:
- Date la vuelta cerda.
Me quedé de espaldas a él y siento como hace sonar el látigo en el suelo.
Pienso "menos mal que no me ha dado, solo me quiere asustar", mientras lo hace sonar dos o tres veces más.
Cuando intento girarme para mirar, me atraviesa toda mi espalda con un latigazo fuertísimo.
No chillo por los vecinos y a este latigazo se suceden unos cuantos más.
Me parece que no dejará de azotarme nunca aunque solo dura unos minutos.
Cuando suelta su látigo me pide que le mire, y yo levanto la mirada.
Me ordena ponerme de rodillas mientras me dice:
- "Haber como la mamas, cerda".
Yo, un tanto tímida, me pongo a mamársela y en unos minutos su semen está invadiendo toda mi boca con la intención de escupir, pero él me coge la cara y dice:
- "trágatelo puta".
- No puedo, me dan arcadas y él me da dos hostias con la mano.
Yo, como puedo, me lo trago.
El Señor me dice:
- "Levanta cerda. Quiero ver como te masturbas",
Y mientras me da un consolador me lleva hasta el sofá de mi casa.
Mientras me masturbo coge su móvil y marca un número. Yo lo miro y él me vuelve a pegar y dice:
- "No te pares ni te distraigas puta".
- No puedo dejar de mirarlo, estoy muy confundida y excitada.
Mi coño está muy mojado y el consolador entra y sale con mucha facilidad.
- Ven que te voy a poner una cosa...
Son unas pinzas de la ropa y me las pone en los pezones.
El no aparta su mirada de mí y me tiene muy excitada, aunque es una excitación muy extraña, como de dolor, vergüenza y también de rabia.
Rabia hacia mi Amo, no sé si habré sido vendida o solo cedida.
Es la primera vez que me deja a solas con otro hombre y ya no puedo aguantar más, a pesar de la Vergüenza, estoy a punto de correrme.
- ¿Qué haces perra? ¿te estas corriendo sin pedir permiso a tu AMO ?
- Afirmo con la cabeza, ¡estoy demasiado extasiada y no puedo hablar!
- Estas muy mal educada, yo te voy a enseñar a ser una perra obediente.
- Ven aquí. No, así no, ven a cuatro patas, eres una perra, que no se te olvide.
Voy hacia él a cuatro patas y me pone un collar y una cadena.
Venga camina, que vas al balcón.
- ¡No, no puede hacerme eso!
- Qué dices? ¿Que no puedo hacerte que? Te haré lo que me de la gana, tu solo debes obedecer.
¡Ponte en pie!
Me da dos hostias y me pone una mordaza, y ahora me tapa los ojos.
¿Pero, dónde me lleva?
- Ponte aquí!.
Me ha tumbado en el reposabrazos del sofá.
Me está amarrando las manos a la espalda y me está pegando con una tabla de madera bastante ancha en el culo
- ay , ay, eso duele mucho....
- Las perras no contestan. Las perras no preguntan. Las perras obedecen.
A cada golpe repite lo mismo.
Debe llevar así unos cinco minutos, ya no siento dolor y creo que empieza a gustarme.
Ahora tengo el culo tan caliente como mi coño.
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