La sumisión de Laura 2
Escrito por joaquín
Oscar no volvió a ver a su hermana hasta el desayuno. Una parte de él estaba molesta con ella porque no se había presentado por mañana para cumplir con su deber para su amo, y otra, se culpaba porque no se lo había dicho.
Pero no, un amo no puede sentir culpa. Él no falla, son los sumisos los que fallan.
-Pon las manos encima de la mesa.
Laura dejó inmediatamente lo que estaba haciendo y obedeció.
-Dime, ¿Qué significa este anillo que llevas en el dedo? - Preguntó mientras se sentaba
-Soy tuya.
-Soy tuya, amo - replicó él. -No te has presentado esta mañana.
-Lo siento, amo.
-¿Y bien? ¿A qué esperas para cumplir con tu deber?
Sí, su deber. Ahora pertenecía a su hermano y era algo que no debía olvidar. Se levantó de la silla en la que estaba sentada y caminó hasta donde se encontraba él. Se arrodilló delante suya, le desabrochó los pantalones y le sacó la polla.
Se la metió en la boca.
Su hermano por supuesto quería mear. No le importó que su hermana estuviera en mitad de su desayuno.
-Esto será lo primero que harás al levantarte y lo último que harás antes de acostarte. ¿Queda claro?
-Sí, amo.
Cogió el plato con la comida de Laura, agarró un trozo de pan y lo tiró al suelo. Eso era exactamente lo que hacían con Bobby, el perro de la casa, cuando le querían dar algo.
Comer como una perra directamente del suelo, usando solo la boca, fue una nueva muestra de la sumisión de Laura con respecto a su hermano.
En un momento dado la mandó parar. Cogió el plato y comenzó a pajearse hasta derramar su semen en la escasa comida que quedaba en él, solo para ponerlo en el suelo.
Laura, como la esclava sumisa que acabó siendo, es capaz de tragarse cualquier cosa que desee su amo. Pero en ese primer momento, su estómago se revolvió ante la visión de lo que tenía delante. El semen revuelto con comida le resultó bastante asqueroso.
Tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad para bajar la cabeza, abrir la boca, y comenzar a engullir lo que tenía delante.
Oscar notó el asco de su hermana. Hubo un momento en que estuvo a punto de parar, pero no lo hizo. Ella siguió adelante y él no la detuvo.
Sí, Laura terminó dejando todo el plato bien limpio y seguía allí, a cuatro patas en el suelo, esperando más órdenes.
Su hermano le retiró el pelo del cuello para poder colocarle su collar.
-Hoy no irás a clase. Irás a esta dirección y estarás toda la mañana en el salón oscuro.
Laura no entendió a qué se refería su hermano. Tampoco importaba mucho. Había escogido un camino de obediencia y sumisión y ya no había marcha atrás.
Así que esa mañana no cogió el autobús de costumbre y se dirigió sin dudar a la dirección que le había dicho su amo.
Se trataba de un puti club.
El portero la reconoció como esclava gracias al collar que le mostró y la dejó pasar sin preguntas. Le llevó por el bar hasta donde se encontraba la madame del local, una señora bastante mayor, algo obesa y muy maquillada.
-Así que estás aquí para ocupar la habitación negra, ¿No?
-Así es señora. Es… lo que me ha ordenado mi amo.
-¿Y sabes lo que es?
-No señora.
-Es un cuarto con un agujero en la pared. Hay los hombres meten sus pollas y tú tienes que chuparla. Al saber que dentro hay esclavas, muchos aprovechan para mearse en una boca. ¿Tienes algún problema con eso?
-No señora.
-¿Te has tragado meadas antes?
-Sí, las de mi amo. Me tragó las meadas de mi amo.
Reconocerlo en voz alta para desconocidos fue una auténtica experiencia para ella. ¿En qué se estaba convirtiendo?
-Aquí es posible que te toqué alguna meada de borracho. Esas son bastante horribles y no queremos tonterías. Si no lo haces, si el cliente no queda satisfecho, te castigaremos delante de él. No sé si estás aquí como parte de tu adiestramiento, por los deseos de tu amo o por ambas cosas, pero ni se te ocurra cagarla.
-Entiendo, señora.
-Muy bien, desnudate.
Laura comprendió la orden, pero no comprendió porque debía hacerlo.
-Verás, las esclavas sois lo último de lo último. En mi local siempre irás desnuda y atada por la correa.
Laura echó un vistazo a su alrededor. Había unos pocos clientes y prostitutas en ropa interior divirtiéndose con ellos. Pero ninguna desnuda.
-Sí, ahora mismo eres la única esclava del local. Desnúdate.
Respiró hondo.
Se llevó las manos a los botones de la camisa y comenzó a desabrocharlos. Luego se quitó la falda quedándose en ropa interior. Llevó sus manos al sujetador y se lo quitó también. Por último, las bragas y los zapatos, quedandose completamente desnuda en el local.
-No, no te tapes el coño. Las manos a la espalda. Y ahora, arrodíllate, con las rodillas bien separadas.
Laura obedeció. Intuía que la estaban adiestrando como su hermano quería. O a lo peor no, pero obedeció.
El portero se sacó la polla delante de ella y comenzó a pajearse hasta terminar en su bello rostro.
Con el tiempo Laura llegó a conocer este mundo muy bien. Con el tiempo supo que la corrida en la cara podía ser tanto un castigo como una demostración de su naturaleza.
En este caso eran ambas cosas a la vez.
Tener la cara bañada en semen, sin poder lavarte, ser conducida como un perra ante los ojos de todo el mundo, es una humillación extrema. Podía sentir los ojos de todo el mundo deseando su carne.
Fue lo que le hizo su hermano… No, su hermano no.
Su amo.
Tenía que pensar en su hermano como su amo.
Como su amo y señor, el hombre al que ella pertenecía en cuerpo y mente.
La habitación era en realidad una pequeña jaula llena de paja seca que solo le permitía estar a cuatro patas. Tras ser atada a un palo, observó que desde dentro, ella no podía ver a los hombres que iban a meter sus pollas por el agujero, pero desde fuera ella podía ser vista por cualquiera.
Era simplemente un espectáculo.
La primera polla se hizo esperar, pero terminó apareciendo. Se trataba de la polla de un blanco. Laura abrió la boca y se la metió en la boca sin rechistar, teniendo la precaución de poner las manos contra la pared. Tal y como la madame le había advertido, el hombre venía aquí a hacer sus necesidades.
Su meada fue asquerosa, algo sucio y repugnante. Lo peor fue cuando comenzó a sentirla bajando hacía su estómago.
Cuando el tío terminó, Laura sólo sentía ganas de vomitar. Mientras contenía sus náuseas entró una polla enorme y negra.
No tuvo más remedió que abrir la boca y meterse ese pedazo de carne en ella.
El negro hizo lo mismo que el primero. Está vez apenas si pudo aguantar el ritmo y la orina se le escapó por las comisuras de los labios, poniendo todo el suelo de la jaula perdido de meado.
Se preocupó. Intuía que la iban a castigar por ello aunque solo fuera por diversión.
El portero no tardó en abrir la puerta y sacarla a cuatro patas.
Solo pudo ver un par de zapatos viejos.
Y sintió el dolor cruzando toda su espalda.
Fue azotada cinco veces con un cinto.
A continuación, el portero la cogió de la correa y volvieron a meterla en la jaula.
No fue la única vez que la azotaron, claro. Tuvo un total de cuatro rondas y veinte azotes en total. Y no, no era que estuviera haciendo nada mal.
Por el agujero iban entrando pollas de todos los tamaños y de todos los colores. Pollas de blancos, de negros, de asiaticos, gigantes y canijas. Algunas venían a por su mamada, algunas a mear y otras, a ambas cosas.
Laura contó un total de 47 pollas distintas, para 40 mamadas y 30 meadas.
Por supuesto, 30 meadas es una enorme cantidad de líquido. Para poder digerirlo, Laura no tuvo más remedio que mearse encima.
Se sentía una cerda en una pocilga.
Para aumentar esa sensación, el portero le llevó un cubo de comida, o de algo que parecía comida.
Laura no sabía que contenía el cubo. Solo sabía que debía meter la cabeza y comer, o de lo contrario, el castigo podría ser terrible.
Deseo con toda su alma que hay dentro no hubiera mierda. No se veía capaz de comer mierda.
No lo era, pero lo que la esperaba era casi igual de asqueroso.
Le bastó un vistazo para saber que la estaban alimentando con carne para perros. El sabor de la carne cruda sin cocinar así como el de las vísceras que debía masticar hasta poder tragarlas inundó su boca.
Mezclado con ella, habían metido un laxante para obligarla a ir de vientre en su jaula. Este no tardó en surtir efecto y Laura tuvo que tirarse un par de horas rebozada en su propia mierda mientras atendía a los pocos clientes que tenían el estómago suficiente para ir a mearse encima de la guarra.
Sí, fue una mañana durísima.
El portero la llevó atada de la correa hasta una habitación donde se tuvo que colocar de rodillas y con las manos en la espalda.
-Buff, mírate como estás - comentó Oscar.
Ver a su hermana en un estado tan lamentable hacía que se le pusiera dura.
-No sé durante cuánto tiempo podremos ocultar esto a nuestros padres, pero está es la vida que voluntariamente has escogido.
Oscar se sacó la polla y su hermana abrió la boca. Pero este no sólo quería mearse en su boca. Se meo en todo su cuerpo.
-Podéis limpiarla, esta tarde la espera trabajo.
-Ya has oído a tu amo, perra. Vamos a limpiarte. Por cierto, ¿Has pensado un nombre para ella?
-Peggy - respondió él. - Cerdita Peggy.
300 euros en billetes de 10, uno por cada chico que pensaba correrse en la boca de su hermana. Oscar resopló ante la visión de tanto dinero.
-No sé por qué tengo que pagarte.
-Porque de otra manera tendrías que buscarte otro saco de semen.
Mario echó un ojo a Laura. Esta se encontraba allí, arrodillada, atada por una correa que su hermano sujetaba. Sintió envidia.
-¿Y tú cómo puedes dejarte?
-Le gusta - aseguró Oscar.
-Si mi hermana fuera un saco de semen no tengo ni la menor idea de cómo me sentiría.
Oscar pensó en Vanessa.Una universitaria morena de hermosas tetas. Desde luego no le importaría que fuera suya.
-Se te pasa en cuanto cuentas la pasta. ¿Tienes claro el trato?
-Solo nos podemos correr en su cara, en su cuerpo y en su pelo, mientras tú lo grabas todo. Solo nuestras pollas corriendose, nada de caras, salvo la suya.
Laura se encontró de nuevo desnuda en el aseo público, esperando un nuevo bukkale. Sabía que este acto no era tan brutal como lo que había pasado por la mañana, pero no dejaba de ser una experiencia realmente dura.
Sin tiempo para pensar mucho más en ello, pasó el primer chico dispuesto a correrse encima suya.
-Eso es - dijo su amo. - Bañala, para eso sirve.
Para el vigésimo tanto su cuerpo como su cabello tenían un impresionante baño de semen y aún faltaban 10 más.
Estaba siendo mucho más fuerte que la vez anterior, pues los chicos está vez iban a lo que iban, a correrse encima de la cerdita Peggy.
-Joder, que puto pestazo - aseguró Mario. - No sé cómo puedes aguantarlo.
-Sí huele, sí. Salgamos fuera un momento a ventilarnos.
Sí, sí que apestaba, sí. Laura vio como los dos chicos salían de la estancia mientras ella se quedaba dentro.
-¿Un cigarrillo?
-No fumo, tío.
-Vamos, tío, no me lo niegues.
-No, es un vició asqueroso.
-Está bien, tú te lo pierdes.
Mario encendió su cigarrillo y dio un par de caladas.
-Por cierto, ¿Cuándo crees que tu hermana estará lista para ser follada por un perro?
-¿Hablas de zoofilia?
-Hablo de que se la folle un perro delante de nosotros.
-¿Y tienes alguno en mente?
-Claro, el mío, Jupiter.
-Joder…
-Venga, si se te pone dura solo de pensar en ello. Y a ella fijo que le gusta.
Oscar se quedó pensando un momento.
-Quiero a tu hermana.
-¿Qué mierda acabas de decir?
-Que si tú quieres ver a mi hermana follando con un perro, yo quiero ver a la tuya también.
-Oye, que te este tratando bien no significa que no seas un mierda.
-Te propongo una apuesta.
-¿Una apuesta?
-Sí, una apuesta. Si pierdo, te quedas con mi hermana. Sí ganó, tienes que entregarme a la mía
-No pienso apostarme nada contigo.
-Claro que lo harás, porque pase lo que pase, tú ganas.
-Que de por culo un negro - gritó mientras Oscar se dirigía dentro del aseo.
Se fumó su cigarrillo mientras entraban los diez chicos que faltaban por entrar. Cuando el último de ellos salió, él entró solo para ver como la cerda lamía los restos del semen del suelo.
-Tiene que aprender que eso no se puede desperdiciar.
-Dime, ¿En qué apuesta estabas pensando?
-¿Tienes una baraja por ahí, verdad? Pues a la carta más alta.
-¿Solo eso?
-Solo eso.
-¿Lo oyes? Aquí tu hermano se va a jugar que si saco una carta más alta que la suya, tú te follas a mi perro.
Ni Oscar ni Laura dijeron nada.
Mario sacó la baraja que siempre llevaba en el bolsillo, la barajó, y sacó un diez. Oscar sacó un rey.
-Ni de coña pienso entregarte a mi hermana.
-Creí que eras un tío de palabra.
Oscar observó que su esclava ya había terminado, o por lo menos, ya le parecía a él que había terminado. Le entregó una chaqueta, unas zapatillas, agarró su correa y salió fuera con ella.
-Nunca la tendrás. ¿Me oyes? Nunca.
Por el camino se encontraron con la misma joven deportista del día anterior.
-¿Es qué no tenéis otro sitio para hacer vuestras guarradas?
-Si quieres hay sitio para ti. - Aseguró Oscar.
-Ni loca.
La joven siguió corriendo.
La rutina de Peggy continuó. Su amo la condujo hasta el mismo motel del día anterior, solo que está vez no esperó a que se limpiara, se la folló toda sucia como estaba.
Laura se corrió como una loca con la follada. Para ella era como un regalo por todo un duro día de trabajo.
-Vas a tener que empezar a tomar anticonceptivos. No quiero que te quedes preñada.
Su jornada había terminado, o al menos eso creía ella. Se encontraba tumbada en la cama, descansando, intentando asimilar todo lo que le había pasado a lo largo de un interminable día, cuando llamaron a la puerta.
-Ve a la habitación seis, cerda.
Laura no preguntó qué o para qué. Se puso las zapatillas y salió de la habitación acompañada de su amo.
En ella esperaba la misma pareja de negros que la usaron el día anterior y una bandeja llena de preservativos usados.
Chupar y tragar el contenido de preservativos utilizados vete a saber por quien es una cochinada digna de una auténtica cerda.
Cuando Laura cogió el primero bajo la atenta mirada de la pareja y se lo acercó a la boca, el olor ya le indicó que había sido utilizado para un sexo anal bien sucio. Pero era demasiado tarde ya. El puro deseo de complacer los deseos de su amo y de ser utilizada eran más fuertes que ella.
Abrió la boca y comenzó a chuparlo. Lo abrió y volcó su contenido dentro de su boca.
Y así uno detrás de otro bajo la atenta mirada de las personas que estaban con ella.
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