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Nada volvera a ser igual
Escrito por dereck

Pablo y Lucía llevan toda una vida juntos. Vecinos y amigos desde la infancia. Se criaron juntos. Y a la temprana edad de 15 años se hicieron novios. Ninguno de los dos había tenido antes otra pareja y eso hizo pensar a sus familiares que aquel cuento de hadas era algo ficticio. Pero contra los pronósticos mas agoreros, la pareja siguió y diez años después contrajeron matrimonio. Ahora, a sus 35 años, tienen una hija de 5 añitos, se quieren, se aman y son la pareja perfecta. Pero como no todo lo que reluce es oro, en los últimos tiempos ambos han notado un cierto hastío sexual, especialmente desde que su tiempo “para ellos” lo ocupan con su hija. Un remolino de rutina. 

Lucía era una chica bastante guapa. No demasiado alta, y sin ser gorda, tenía unas curvas llamativas merced a un precioso y redondeado culo, y un generoso busto. Su melena caoba le caía en una cascada hasta la espalda. No era una mujer top, pero su feo uniforme de cajera de supermercado no ocultaba su belleza y sus atributos, cosa que le hacía tener que soportar de vez en cuando a algunos clientes babosos. Pablo por su parte era muy aficionado al deporte, unido a que trabajaba en el mismo centro, pero en funciones de carga y descarga, le hacía gozar de un físico bastante trabajado. Era moreno, de pelo casi afeitado aunque con una cara redondeada y afable. 

Existía además un elemento desequilibrante en su relación: Natalia la hermana pequeña de Lucía, 5 años menor. Si Lucía siempre había sido una chica ejemplar, educada, tranquila, responsable y estudiosa, su hermana era todo lo contrario. Un terremoto que solo se preocupaba por la fiesta, pasarlo bien y, desde que descubrió el mundo del sexo, disfrutar de cuantas aventuras y amantes lograra seducir. Natalia era más alta que Lucia, también mucho mas delgada y con una larga melena oscura. Destacaban sus ojos azul verdosos, que ofrecían una mirada cargada de lujuria y erotismo del que ningún hombre legraba escapar.

Una vez que Natalia entre en la pubertad y fue desarrollando su cuerpo de mujer, se fijo hasta la obsesión en Pablo. Sin vergüenza alguna, siempre trataba de provocarlo y seducirlo, enseñar mas de lo debido, mostrarse excesivamente cariñosa, etc. A veces era tan descarada, que Pablo no lograba creer que nadie se diera cuenta. La situación incomodaba mucho a Pablo, pero no se veía capaz de decirle nada a su Lucía, pues esta adoraba a su hermana, que además era su mejor amiga y confidente.

El peor día fue la despedida de solteros, que Pablo y Lucía organizaron en conjunto, con una sencilla cena entre amigos y familiares. De algún modo Natalia se las apaño para pillar a Pablo a solas en su casa. Pablo no tuvo tiempo a reaccionar cuando Lucia se quitó su minúsculo vestido de fiesta quedando en un sexy conjunto de ropa interior. Se abalanzó sobre el muchacho, besándolo dela forma mas lasciva que podía y metiendo su mano en el pantalón de él. “Voy a enseñarte lo que es una mujer de verdad, Pablo, amor mío”. Por unos instantes, los instintos masculinos de Pablo lo cegaron, agarró el culo de aquella hembra y correspondió sus besos. Pero fue tan solo un momento de debilidad, Pablo de inmediato apartó a Natalia y se marchó muy turbado por toda la situación. 

Desde aquel día Natalia, dolida e indignada, se mostró muy fría y cortante, pero sobre todo, disfrutaba metiéndose con el muchacho, poniendo a su hermana en su contra y en cierto modo torpedeando su matrimonio. Es por ese motivo que Pablo tenía un temor de la invitación de Natalia a la pareja. 

Por lo visto, la confiada de Lucía, le había confiado a su hermana que su vida sexual se había vuelto aburrida y escasa. A Pablo no le gustaba nada que Natalia tuviese información tan íntima de ellos. Pero fue la propia Natalia la que les regalo, pagado de su bolsillo, una fiesta que solucionaría sus problemas. Por lo que les contó, se trataba de una fiesta para personas vip, muy difícil de conseguir. Varias parejas disfrutaban una noche de desenfreno, bailes y juegos… que culminaba cada pareja en una habitación llena de juguetes para desatar su lujuria. Ella lo había probado con alguno de sus “novios” y estaba convencida de que esa experiencia avivaría el matrimonio.

Pablo ocultó su desconfianza, porque Lucía parecía muy ilusionada. Aun mas le extraño que Natalia se ofreciera de canguro la noche de la fiesta, cuando la mujer odiaba a los niños. Llegada la noche, la pareja debía cumplir unas normas muy estrictas de vestimenta. Pablo se vistió de traje de chaqueta, había olvidado la última vez que utilizó uno, y al verse al espejo, pareció rejuvenecer unos años. Se veía bien. Lucía por su parte, tomo un viejo vestido azul oscuro de fiesta. De aquellos que llevan la espalda descubierta y un escote atrevido. Había cogido unos kilos desde la última vez que lo uso, la gente le decía que ese peso le favorecía, y lo cierto es que el vestido ahora le apretaba mas, marcando su buen culo y especialmente sus pechos que parecían que podrían salirse en un mal movimiento. Se veía muy sexy a si misma. Justo al salir, con Lucía ya en el coche esperando, Natalia acorraló a su cuñado. Le pasó un brazo por el cuello acercando su cabeza de forma que sus labios quedaron pegados a su oreja, y su otra mano frotó amorosamente la entrepierna “Disfruta de la noche, porque cuando acabe, nada volverá a ser igual” 

Pablo se mantuvo callado durante el trayecto en auto, las palabras de Natalia le resonaban como un mal augurio. Entraron en una urbanización de la zona alta, incluso debieron pasar por un control de seguridad. Atravesaron avenidas rodeados de unifamiliares, lo poco que podían ver (todos estaban aislados por altas tapias) dejaban entrever enormes casas, jardines kilométricos… sin duda era una zona de millonarios.

Llegaron por fin al lugar de la fiesta. Tres hombres, que portaban unas máscaras, aguardaban en la cancela de entrada. Cuando Pablo mostró la invitación, la actitud de gorila de los hombres se ablandó. Pidieron a la pareja abandonar el auto mientras uno de los hombres lo llevaba a un aparcamiento privado 

La discreción es la regla de oro en este lugar. Por ello nos encargamos nosotros de los autos. Del mismo modo entregaran sus aparatos móviles y deberán portar estas máscaras siempre que estén con otros invitados. Ahora pueden seguir. 

Lucía se colocó una máscara negra, que bien podía salir del carnaval de Venecia, y le cubría la mitad superior de su rostro. Era una máscara elegante, con pedrería y encajes. La de Pablo era mas tosca, casi un antifaz pero con mas clase. Ambos se rieron de la imagen que daban. Y continuaron andando por un sendero que atravesaba un jardín repleto de arbustos recortados con formas de diferentes animales. Llegaron por fin a la enorme mansión de dos plantas que parecía un viejo palacete inglés. 

En su interior, se encontraron con lo que calcularon serían casi 20 parejas mas. Estaban en un amplio salón de decoración clásica y altos techos. Todo el mundo portaba antifaces, incluido el personal de servicio que se afanaba en surtir de canapés y champán a los presentes. Aunque era difícil adivinar con las máscaras, había personas de todas las edades. Lo que si se podía constatar a juzgar por los trajes y complementos, es que todos eran de la alta sociedad. Lucía y Pablo se quedaron apartados, sin saber muy bien como integrarse en tan extraña reunión. Tomaron unas copas y esperaron.

Al cabo de una media hora, se abrieron las puertas que los condujeron a un gran salón. No faltaba una enorme lámpara de araña, tapices y un gusto victoriano. Una larga mesa estaba preparada con una abundante cena y botellas de vino viejo. Todo el mundo tomo asiento y cenaron de forma amistosa. Lucía y Pablo pudieron entablar una tenue conversación con sus vecinos de mesa. La pareja se sintió observada y analizada por los presentes, pero era normal, pues ellos mismos no dejaban de lanzar miradas furtivas a los comensales, constatando que había un amplio rango de edad, altura y peso. Pablo se dio cuenta como el hombre sentado enfrente suya, no dejaba de observar con lujuria el escote de Lucía, y aquello lo enfureció, estuvo incluso a punto de llamarle la atención al individuo pero trato de relajarse.

Tras la cena, un pequeño ejército de sirvientes hizo desaparecer la amplia mesa y se transformó el salón en una pista de baile. Sonó la música y todo el mundo comenzó a bailar. Tras los primeros bailes, comenzó un juego donde cada varios minutos las parejas se intercambiaban. Pablo y Lucía se vieron atrapados en el juego sin poder negarse a participar. A Lucía le toco bailar con tres hombres. Uno de ellos, se presumía joven, fue un bailarín de cine, que la llevo en volandas toda la canción, si bien Lucía noto como el hombre aprovechaba los atrevidos pasos para rozarse con ella de manera demasiado intima. Lo cierto es que le gustó mucho la forma de moverse de aquel galán y se abandonó a la fantasía erótica que le proponía aquella pareja. En otro intercambio coincidió con un hombre mas sobrio, que bailo pegado de forma elegante, pero cuyas manos bajaron impunemente hasta agarrar a lucía de su culo y sus piernas. Los dedos le recorrían la espalda y en cierto momento se dejó caer sobre Lucía para acercar su cara hasta pegarla a sus pechos. Aun extasiada por el bailarín anterior. Lucía mantuvo el tipo aunque no le agradara aquel hombre y su atrevimiento. El tercer hombre no era buen bailarín. Se limitó a pegar su cuerpo al de ella, girando torpemente. Pero era simpático, y no dejó de susurrarle al oído. Sus palabras eran candentes y atrevidas, le describía a Lucía como le gustaba follar, lo que haría con una hembra como ella, o que sería capaz de pagarle lo que le pidiera ella solo por dejarle morder sus pechos. Lucía, aunque algo espantada de inició, se sintió complacida de sentirse tan deseada y fue dejándose camelar y calentándose. Pablo por su parte bailo con tres mujeres que se mostraron bastantes atrevidas. Una de ellas no tuvo pudor en darle un par de cachetes en el culo y decirle que si le tocaba domarlo, iba a saber lo que era una autentica amazona. Otra de las chicas se despidió con un beso en sus labios que Pablo disfrutó, pero deseo que Lucía no lo hubiese visto. El jamás había sido un gigoló, no entendía el por que de su éxito esta noche, pero se sintió a gusto, sus instintos de macho parecían tomar el control. 

Tras una hora aproximadamente, el baile se clausuró y los sirvientes acompañaron a cada pareja a un rincón del salón donde fueron obsequiados con un chupito. Solo un instante después de tomárselo, Pablo y Lucía entraron en pánico, notaron como la garganta se les volvía rasposa y eran incapaces de hablar de forma entendible. Un hombre que los acompañaba, al ver su cara de espanto, les tranquilizo 

“no se pongan nerviosos. Es un efecto de la copa. En unas horas recuperaran su voz de forma normal, es parte del juego no poder hablar” 

Tras esto, los sirvientes dividieron al grupo en hombres y mujeres y los dirigieron a cada uno a una pequeña estancia privada. En aquel hall había una taquilla y un baúl.

“desnúdese, deje su ropa aquí, y cuando esté listo entre al dormitorio, su pareja le espera” 

Pablo estaba muy excitado. El alcohol, el sitio, las mujeres que había flirteado con él de forma obscena.. todo aquello lo había puesto muy cachondo, fruto de ello era que su polla estaba muy erecta y humedecida. Y deseaba mas que nunca tomar a Lucía y follar con ella. De ahí que se quitara la ropa a trompicones y entrara raudo al dormitorio. 

Lucía se encontraba en una estancia similar. Y del mismo modo, comenzó a desnudarse, eso si, esperando a estar segura de estar sola. En su mente no dejaba de bailar aquel galán de movimientos tan sensuales y perfectos. También se reproducía todas las guarradas que el otro hombre le había susurrado al oído, incluido que pagaría por follársela. Su excitación era tal que incluso el viejo que no dejó de meterle mano le calentaba. Esperaba que Pablo tuviera ganas, porque no recordaba la última vez que estaba tan cachonda. Tras quedarse desnuda, entró al dormitorio.

La luz estaba apagada, y aquella sala era totalmente opaca, no se vislumbraba un solo haz de luz. La puerta se había cerrado de forma automática, dejando a Pablo en las tinieblas. Avanzó paso a paso, con los brazos extendidos por miedo a golpearse con algo. Sus piernas chocaron con lo que entendió era la cama. Se subió sobre ella y noto la respiración de Lucía ya esperándolo. Sin preámbulos la localizó, la abrazó y hundió su boca en la de su mujer.

Pablo conocía perfectamente a Lucía, 20 años juntos, podía incluso enumerar cada lunar de su cuerpo. Por eso no necesitaba siquiera palpar los pechos para darse cuenta que aquella persona no era Lucía. Se echó atrás como un resorte y trató de pedir perdón de forma muy nerviosa. Debía haber algún error, se habían equivocado de habitación. Pero de su garganta solo salieron gemidos indescifrables. Se puso en pie a oscuras sin ver nada. Pero en ese momento, la mujer se abalanzó sobre él saltando a su cuello. Instintivamente pablo la sujetó por el culo y la mujer rodeó su cintura con las piernas. Era delgada y podía sostenerla. También noto dos pechos no muy grandes pero firmes que se clavaron en sus pectorales. La mujer comenzó a tomar la boca de Pablo metiéndole la lengua hasta lo mas hondo. Uno de sus brazos lo usaba para sostenerse en el cuello de él, pero el otro bajó hasta agarrar los huevos de Pablo y estrujarlos y masajearlos sin reparo. A Pablo el corazón le latía a mil por hora, la cabeza le martilleaba con muchas ideas, pero cuando noto la mano de la mujer recorrer su polla, y sus uñas clavarse en sus huevos, se rindió al placer de su boca. Su saliva se mezclaba con la de ella. Y dejándose llevar por la pasión, la tumbó en la cama de nuevo. La mujer mantuvo sus piernas rodeando la cadera de Pablo, y empujándolo sobre ella. Los besos se volvieron mas salvajes. En ese momento, un giro inesperado de la mujer cambió las tornas dejando a Pablo debajo de ella. Agarró su pelo, tiró de él y Pablo gruñendo no pudo evitar llevar su cabeza hacia atrás. Con su cuello expuesto, la mujer comenzó a morderlo como una vampiresa. Cuando estuvo satisfecha, soltó el pelo de Pablo, la cabeza de este volvió a su sitio pero no tuvo tiempo de recomponerse. La mujer sorprendió al muchacho con un sonoro bofetón. Luego se lanzó como una loba hambrienta a morder los pezones del chico. Pablo, que aun pensaba en Lucía, desconectó de la realidad. Cogió el pelo de la mujer, una melena rizara por lo que pudo sentir sin ver, y al igual que hizo ella, tiró de él para echarla hacia atrás. Así, sin soltarla, le devolvió el bofetón. Notó la humedad de la saliva al recibir lo que pareció ser un escupitajo de la mujer. Pablo le correspondió llevando su mano libre a sus pechos, agarrando los pezones y retorciéndolos. Luego los soltó y le propicio en los pecho una bofetada. La mujer tomo la polla de Pablo con una mano y lo empezó a masturbar de forma violenta. También golpeaba con bofetones el pene y los huevos de Pablo, luego seguía masturbándolo con firmeza mientras él se ensañaba con sus pechos.

En un determinado momento, la mujer se vio libre y se abalanzó, agachándose, contra la polla de Pablo. Sin mediaciones se la metió en la boca y comenzó a chupar como si no hubiese un mañana. Pablo no daba crédito a lo que sentía y tomo a la mujer del pelo y comenzó a moverle la cabeza. Quería gritarle puta, zorra, chupa… pero no era capaz de emitir palabras. La mujer llegó a meterse todo el rabo en la boca y Pablo gimió de placer. En ese instante, la mujer escupió el miembro viril, y empujó a Pablo tumbándolo en la cama. Acto seguido, se subió sobre él. Agarrando el pene con su mano, lo colocó en la entrada de su vagina, y dejando caer su peso, se sentó siendo penetrada hasta el fondo. Comenzó a cabalgar con violencia, cada embestida dejaba caer todo su peso, machacando aquella polla dura como una viga. Pablo la rodeó con sus brazos, la obligó a inclinarse y en esa posición comenzó a sacudir frenéticamente sus caderas. La mujer se acompasaba los movimientos con los suyos propios. El brazo de Pablo paso por su cuello apretando y dejando a la mujer con apenas un hilo de aire. Esta correspondió gimiendo y babeando sobre el rostro del hombre que seguía follándola con fuerza, ella cabalgaba, el sudor corría a mares, los gemidos luchaban por convertirse en gritos y en aquel combate sexual ambos llegaron al clímax estallando en un brutal orgasmo. 

La desconocida pareja se tumbó unos minutos, recuperando el aliento, y gozando aun los placeres retenidos del orgasmo. En aquel momento de paz, Pablo comenzó a ser consciente de todo lo que estaba viviendo, pero una idea se le incrustó en la cabeza aterrándolo, ¿Qué estaría haciendo Lucía? El acababa de vivir el mejor polvo de su vida, mucho mas intenso que las largas sesiones de besos y suaves caricias con Lucía, se sentía un poco mal por pensar de esa forma, ¿pero y si Lucía estaba disfrutando de otro hombre tanto o mas que él? 

Aquellos pensamientos desaparecieron de inmediato porque la mujer se incorporó y de forma muy directa se sentó sobre la cara de Pablo. El chico, que en la oscuridad no pudo ver nada, se encontró de pronto con la cabeza aplastada contra el colchón y el coño, húmedo y chorreante incluso con su propio semen, en la cara. No tenía aire y notaba y se revolvió. La mujer emitió un gruñido (¿era un amago de risa?) y dejó unos centímetros para que Pablo recuperas el aliento. De inmediato lo agarró del cabello y le empujó la cabeza contra su coño. Pablo no necesitaba mas indicaciones. Abrió la boca e introdujo su lengua tan profundamente en la vagina como le era posible y comenzó a lamer como un sediento. No se conformó solo con ello, agarro las caderas de la mujer y comenzó a azotar sus nalgas fuertemente. Cada azote iba acompañado de un gemido de la mujer que se frotaba contra la cara de Pablo con mas intensidad. Introdujo uno de sus dedos en el ano de la mujer y lo movió follándole el culo mientras seguía azotándola. Su boca devoraba el coño, cada vez mas chorreante y ella seguía restregándose por la cara, hasta que culminó en un fuerte orgasmo.

Tras correrse, dejó caer la cabeza del hombre en el colchón, Pablo trataba de recuperar el aliento cuando notó como ella se movía hasta quedarse situada a sus pies. Con un esfuerzo levanto las piernas de Pablo, el hombre la ayudo sujetándose con las manos. Y asi totalmente expuesto, salvo por la oscuridad, ella agarró el pene de Pablo y lo introdujo en su boca. Comenzó a comer aquel rabo como una posesa, lo masturbaba con la boca, mientras una de sus manos acariciaba sus huevos. La mamada era apoteósica y culminó cuando le introdujo un dedo en su ano. Era la primera vez que Pablo sentía que le perforaban su cavidad anal. No protestó, al contrario, se dejó arrastrar por el río de sensaciones que le produjo. Y en pocos segundos acabó corriéndose. La mujer aceptó la corrida en su boca, lamiendo y saboreando cada gota. 

Fueron noventa intensos minutos de placer. Fue la mujer primero la que abandonó la estancia. Poco después lo hizo Pablo. En su mente trataba de imaginarse como sería aquella mujer, no sabía ni su edad, ni si era guapa, ni su color de pelo.. solo lo que intuía de palpar su cuerpo.

Pablo y Lucía se reencontraron en el hall, abandonado la casa, su coche les esperaba en la puerta. La capacidad de hablar ya había regresado, pero ninguno de los dos dijo nada. Solo se dieron un abrazo y un pico. Pablo pudo constatar una mancha reseca en el escote de Lucía, era indudablemente semen, ¿se habían corrido en su cara? A Lucía siempre le parecía algo nauseabundo. Olía a sexo, ¿acaso él no apestaba igual? 

En el coche ninguno de los dos trato de hablar de la experiencia. En vez de eso, cada uno se sumió en sus pensamientos. Pablo sabía que debía hablar de ello. Pero no hoy.. demasiado caliente todo. Y no podía dejar de pensar en la misteriosa mujer. De pronto, se sorprendió pensando en otras mujeres como nunca antes lo había hecho. El que se hubiesen follado a Lucía le molestaba, mas la idea de que ella hubiese disfrutado como él. Pero en el fondo, aquello empezaba a ser menos importante, ahora su mente estaba abierta a cientos de ideas lujuriosas. ¿le ocurriría igual a ella? 

Llegaron a casa, Natalia estaba adormilada en el sofá. Lucía marcho al dormitorio a ver a su hija, que dormía como un bebe 

-Eah, ya me marcho, última vez que hago de canguro del pequeño monstruo.

Pablo no se dio cuenta, ensimismado aun en sus pensamientos, de que su cuñada lo acorralo contra la pared y le pasó un brazo por el cuello para susurrarle al oído. 

-vaya, vaya, seguro que has disfruta ¿eh cabroncete? Y no necesito que mi hermana me cuente nada, se le nota en el brillo de su mirada que a follado como nunca antes –La mano de Natalia acaricio la entrepierna de Pablo, que empezaba a empalmarse de nuevo, por primera vez vio a Natalia con ojos de deseo sexual – Ya te dije que después de esta noche, nada sería igual. 

Y Natalia se fue riendose


Licencia de Creative Commons

Nada volvera a ser igual es un relato escrito por dereck publicado el 17-12-2022 17:52:12 y bajo licencia de Creative Commons.

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